The Cuellar´s Trail (Buscando tumbas españolas en Irlanda)

miquel-silvestre

Curveando
Registrado
7 Oct 2009
Mensajes
1.054
Puntos
0
signals.jpg


No siempre viajé en GS, tuve una K1200R con la que me hice unas buenas rutas por las humedades irlandesas, manx, galesas e inglesas. De todas las millas que recorrí, quizá las más interesantes fueran las que seguían el camino de Francico de Cuellar, capitán español de la Armada Invencible.

k1200r.jpg


Entre el 16 de septiembre y el 26 de octubre de 1588 unos veinticinco navíos de la Armada Invencible se hundieron en la costa irlandesa cuando regresaban del desastroso intento de conquistar Inglaterra. Aunque lo de “Invencible” fue un añadido posterior cuya irónica paternidad corresponde al almirante Lord Howard de Effingham. Humor británico aparte, la realidad es que jamás se había visto una fuerza similar. En mayo zarparon de Lisboa 130 barcos con 30.000 hombres procedentes de los mejores tercios de Flandes.
Don Álvaro de Bazán, Marques de Santa Cruz, fue quien primero inoculó la idea en la mente de Felipe II, aspirante al trono inglés por su matrimonio con María Tudor, hija de Enrique VIII. El resto del trabajo lo hizo el papa Sixto V. Cualquier inconveniente se superaba con el incontestable argumento religioso. “Dios está con nosotros”.

islaofmanback.jpg


Todavía hoy los irlandeses atribuyen a tan trágica epopeya algunos mitos nacionales, como los black irish, nativos morenos por la mezcla de sangre española. En Cairncastle, Irlanda del Norte, hay un raro y viejo nogal en un cementerio, dicen que nació de la semilla que un náufrago allí enterrado llevaba en el bolsillo. Irlanda es el país de las fábulas, no en vano es un país de poco más de tres millones de habitantes que tiene cuatro premios Nobel de literatura. ¿Hay algo de cierto en tanta leyenda de pub?

giantscauseway.jpg



EL CAMINO DE CUELLAR


En la Biblioteca Nacional de Dublín existe una gran cantidad de literatura sobre los naufragios de la Spanish Armada. Un nombre aparece repetidamente: Francisco de Cuellar, capitán del San Pedro, náufrago en Sligo, quien escribiera su aventura y retratara la vida local mucho antes de que lo hiciera el costumbrismo irónico y cruel de Jonathan Swift.
En Crange, un pueblecito situado al norte de Sligo, encuentro una señal: Spanish Armada. The Cuellar´s Trail. Lleva hasta la playa de Streedagh Strand. Es un paisaje desolado e inmenso. No hay un solo árbol bajo el que cobijarse. Subo un pequeño alto de arena y desde allí contemplo el océano Atlántico con los montes de Donegal como fondo. Hay un pequeño monumento de piedra en forma de barco. Una placa recuerda el naufragio de La Juliana, La Lavia y la Santa María de Visón.

sligobeach.jpg


En el Bed and Breakfast Mount Edward Lodge, pregunto si saben algo de los españoles. La dueña me enseña un libro. Es la carta de Francisco de Cuellar publicada en Londres en 1885. El manuscrito permaneció escondido trescientos años en la Real Academia de la Historia. En 1884 lo rescató el Capitán Cesáreo Fernández Duro y desde entonces ha sido objeto de constantes reediciones anglosajonas.
De 1200 hombres que viajaban con Cuellar sobrevivirían apenas 300. Fueron inmediatamente despojados de cuanto tenían. Él mismo sería herido y desnudado por los nativos. Aun así, tuvo suerte. La región estaba infestada de soldados ingleses. Temerosos de que los españoles alentaran una rebelión, las órdenes eran matarlos allí donde los encontraran y castigar con la misma suerte a cualquiera que les cobijara.

northenirland.jpg

En el pub local los jóvenes no saben nada, pero un irlandés mayor recuerda la historia de Pedro Blanco, quien fuera guardaespaldas de Hugh O´neall, Conde de Tyrone, uno de los pocos aliados que encontraron los españoles. Un descendiente suyo, Owen Roe O´Neill serviría años después en el Regimiento Irlandés del Ejercito Español de Flandes.

dinglepeninsula.jpg



RUMBO AL NORTE



Cuellar describió a los nativos como paupérrimos salvajes. “Su naturaleza es la de bestias en medio de las montañas”, “Viven en chozas de paja y duermen en el suelo”. A pesar de la religión común que les trajera San Patricio en el 432, es lógico imaginar que una población tan pobre viera en los ricos españoles un inesperado regalo. Cuellar escapó de Crange hacia Castletown, al éste, buscando la protección de O´ Rourke de Leitrim, caudillo local que acogió a los españoles y pagaría su delito con la vida. Fue ahorcado en Londres en 1590.
Recuperado de sus heridas, nuestro capitán marchó hacia el norte bordeando el Lago Melvin que separa los condados de Leitrim, Donegal y Fermangh. En Kilmohere encuentro un dibujo en la pared de un pub que narra en términos de un nacionalismo encendido la defensa que hizo el español del Castillo de Rosclogher, perteneciente al clan de los MacClancy.

pathh.jpg


Entro en el local para preguntar cómo llegar hasta allí. Uno de los clientes conoce la historia y añade que más tarde se escribió otro libro que embelleció los hechos. Sospecho que se refiere al romanticismo del XIX que pintó un cuadro amable en el que los españoles fueron socorridos por los nativos, enemigos a muerte de la reina inglesa.
Pero la historia real nunca es bella. 10.000 españoles perecieron en Irlanda, bien ahogados, bien en la soga, bien a hierro. 24 hombres a bordo del Nuestra Señora del Socorro se rindieron en la bahía de Tralee; fueron inmediatamente ahorcados. En el Condado de Mayo, un mercenario escocés llamado McLaughlan asesinó 80 extenuados náufragos. 72 supervivientes más fueron ejecutados en la ciudad de Galway. Matanzas semejantes tuvieron lugar en las islas de Mutton y Clare. En Donegal, 560 hombres a las órdenes de Alonso de Luzón se toparon con una columna de caballería. Tras varios enfrentamientos, les prometieron seguridad si se rendían. Los masacraron en cuanto entregaron las armas.
Encuentro una señal escondida por la maleza. Sigo la senda embarrada y llego hasta un promontorio sobre el lago. Desde ahí diviso las ruinas de Rosclogher sobre una pequeña isla. Allí, Francisco de Cuellar se hizo fuerte con ocho compañeros. Los ingleses se apostaron a la orilla y colgaron dos españoles para atemorizarlos. Los defensores decidieron morir antes que rendirse. Resistieron 17 días hasta que los ingleses se retiraron. Agradecido por la defensa de su castillo, MacClancy ofreció en matrimonio su propia hija al capitán. La novia no debió gustarle mucho pues  el 4 de enero, escapó rumbo a la costa de Antrim, donde esperaba embarcar hacia la independiente Escocia.


EL NAUFRAGIO DEL GERONA



En Portrush, Irlanda del Norte, condado de Antrim, está el impresionante castillo de Dunluce. Colgada sobre un acantilado, la fortaleza parece inexpugnable.

dunlucecastle.jpg
[/img]
Al otro lado de la carretera están las ruinas de la iglesia de Cuthbert´s. Se supone que ahí está enterrado el bravo Alonso Martínez de Leyva, capitán de La Rata  Encoronada, quien después de naufragar en Donegal mantuvo unidos a 600 españoles en territorio enemigo. El Gobernador de Connacht, Richard Bingham, quien tan eficaz se había mostrado en las ejecuciones de náufragos desarmados, rehusó el enfrentamiento.
Leyva acampó cerca de la bahía de Killybegs durante nueve días hasta que apareció el maltrecho Gerona. El barco fue reparado y a mediados de octubre zarpó con 1300 hombres. Un vendaval castigó el sobrecargado navío, hundiéndolo en Lacada Point, en el turístico Giants Causeway, cerca de Dunluce Castle. Fue el último barco español hundido en Irlanda. La leyenda cuenta que solo nueve sobrevivieron. Sus restos se descubrieron en 1966 y descansan hoy en el Ulster Museum de Belfast.
Cuellar llegaría poco después de este desastre y daría cuenta de él en su carta. También contó que durante su estancia “socializó” con algunas mujeres locales, lo que quizá podría explicar algo del mito de los black irish. Con la ayuda del Obispo de Derry, escapó a Escocia y de ahí a Holanda. No fue el final de sus penalidades. Su barco fue bombardeado por los holandeses en cuanto lo avistaron. Otra vez náufrago. 270 españoles fueron asesinados ante sus ojos antes de que pudiera ponerse a salvo y escribir su carta a Felipe II.


Poco más al éste de Dunluce, en Dunseverick hay otro castillo en ruinas. El camino me ha llevado hasta Ballymoney, lugar natal del héroe del motociclismo Joey Dunlop, cuyo memorial visito antes de seguir viaje en busca de las huellas de nuestros héroes.

joedunlopballymoney.jpg


Pregunto a los viejos si conocen dónde están enterrados los españoles del Gerona. Claro que lo saben. La fosa común dista apenas dos millas. El camino indicado lleva hasta un montón de piedras. Las ruinas están dentro de un campo vallado. Llamo a la puerta de la granja más cercana. Abre una mujer. Le explico que soy español y que he venido buscando las tumbas de mis compatriotas muertos hace cuatrocientos años. Sonríe y me señala los restos de una iglesia. “Están allí.”

oldman.jpg


Ha salido brevemente el sol. Las lápidas resisten pacientes las inclemencias del tiempo. Asomadas al océano, custodiadas por suaves y verdes colinas, se desgastan poco a poco bajo la lluvia. No hay visitantes, ni curiosos, ni turistas, sólo el silencio infinito de una eternidad circular y unas vacas que rumian sin prisa.
 
(por alguna razón, no me deja el sistema poner el final en el mismo post, así que sigue aquí)

tumbas.jpg


No hay evidencia objetiva de que sean tumbas españolas. Tal vez todo sea otra brumosa leyenda de pub, pero delante de mí se agita en su profundo y cruel azul la más grande mortaja que contemplaran los siglos. Descansen en paz los desdichados héroes de la Invencible.

tumbaj.jpg
 
¡Bravísimos!
Y ¡bravo!,¿quién dijo que la historia está sólo en los libros de historia?
 
Magnífico relato de la mágica y atrayente Irlanda.
Qué poquito conocemos de nuestra historia!
 
   Gracias por compartir tú indagación, sobre las peripecias del Capitán Francisco de Cuellar.
   Un relato magnífico. Y no vendría mal que la famosa ""memoria histórica""  fuese menos selectiva y de más ""amplio espectro"".

   Un saludo y Vssss.
 
espléndido, miquel, espléndido. así, sin más  ;)
 
Gracias. Me alegra que os guste. Esta pequeña historia se publicó en su día en ABC

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/d7/2008/09/07/024.html

Lo que más me llamó la atención fue que de la gesta de De Cuellar, que recorrió el Ulster a pie, nada se había publicado en España mientras que en Iranda y UK hay constantes reediciones de su carta. A ellos les interesa porque antes de que hubiera auténtica literatura local, él describió como era la vida en Irlanda en aquella época; les sirve para conocerse. A nosotros, parece que no nos interesaba nada porque debe ser que nos conocemos demasiado.

Irlanda es un país muy curioso. Esta historia tuvo su continuación en otro reportaje que publiqué en ABC sobre los irlandeses muertos en España o en las guerras españolas. Pero como no es un reportaje motero, sino de investigación, no me parece apropiado colgarlo aquí. Si alguien tiene curiosidad  histórica puede leerlo aquí (es una web del Diario Montañés, que pertenece a Vocento y copia libremente del ABC, pero sin pagar un duro al autor)

http://www.eldiariomontanes.es/20081130/sociedad/domingo/gansos-salvajes-20081130.html
 
Sensacional, buenísimo de veras. Ha sido un deleite acompañarte en tu periplo irlandés escuchando al mismo tiempo las vicisitudes, calamidades y desgracias de toda índole por las que tuvieron que pasar aquellos soldados hace 400 años por esas tierras...
 
genial Miguel, desconocia la historia del desastre de la invencible, 10.000.-muertos es una matanza, perfida Albion, otro gallo hubiera cantado con D.Alvaro de Bazan al frente de la invencible, por cierto sabeis que hay un museo de D. Alvaro de Bazan mantenido por la Armada en Visos del Marques, bajando de Madrid antes de Despeñaperros a la derecha, merece la pena una escursion motera.
 
Muy interesante !, gracias Miquel, desconocia por completo esta historia.

Un saludo
 
Gran post, al igual que todos los demás.
Gracias por compartirlo, que envidia más sana...Al final hay tanto que ver que no sabes por donde empezar.

V´s
 
Gracias a todos por dedicar unos minutos a leer estos posts. Uno de los motivos del desastre naval fue el excesivo celo de Medina Sidonia en perseguir y capturar o hundir el barco de Francis Drake, auténtica bestia negra española. Creo que no quedaría completa la historia sin unas palabras dedicadas a uno de los grandes personajes de la Historia. Arrojado, valeroso, temerario, al final pagó sus excesos.

drakei.jpg


Estatua de Drake en Plymouth.

Durante mi viaje norteamericano no pensaba que me lo iba a encontrar por sorpresa y que incluso allí su nombre apareciera mezclado con nuestra propia historia. He aquí lo que pasó.

Point Reyes
Francis Drake en América



El parque nacional de Point Reyes está a unas 30 millas al norte de San Francisco. Para llegar hasta esta insólita región hay que cruzar el Golden Gate y conducir durante un par de horas por la tortuosa y bellísima Highway 1. La famosa carretera serpentea paralela a un océano que de pacífico sólo tiene el nombre. El espectáculo de este litoral salvaje e infinito sacude como un puñetazo la conciencia del viajero español. Para quien ha visto destruir ladrillo a ladrillo la hermosura de nuestras costas, la pregunta resulta insoslayable: ¿Cómo es posible que en el país del libre mercado se haya podido mantener virgen este impoluto paisaje de calas recónditas y playas interminables? ¿Dónde está el capitalismo a ultranza que todo lo corrompe? Para deleite del conductor, nuestro habitual y atroz horizonte de urbanizaciones tipo Oropesa o Benidorm no se ve por ninguna parte.

Point Reyes es una alargada y fértil península que encierra un tranquilo mar interior rico en ostras que sirven crudas o estofadas en los agradables restaurantes de la comarca. Recorrida de norte a sur por la asombrosa cordillera Iverness que desciende abruptamente sobre el océano, es un terreno tectónicamente muy inestable. Todo el parque nacional está asentado sobre infinidad de pequeñas fallas, afluentes de la gran falla de San Andrés. Después del terremoto de San Francisco de 1906, la península se inclinó siete metros hacia su lado noroeste. También el clima es asombrosamente variable a un lado y otro de la sierra. Los días claros de verano, el sol ilumina la falda Este con su agradable calor mientras que la vertiente oceánica puede estar totalmente cubierta por una espesa y fría niebla. El paisaje es boscoso en la sierra, tumultuoso en la ribera costera y de lánguidos prados, verdes y mansos, en la zona baja que linda con el mar.

pointreyes1.jpg


Playa de Point Reyes

Cuando en 1821 se estableció la república independiente de México, tres señores semifeudales dominaron la zona: James Berry, Rafael García y Antonio Osio. Tras la conquista de California por la soberanía norteamericana, la Punta de los Reyes acabó en manos de una firma legal de San Francisco. La tierra se dividió en docenas de ranchos de leche y carne controlados por los socios. Hoy la región es un parque nacional y un paraíso para los fanáticos de los cultivos orgánicos, los neohippies y los votantes demócratas. En esta zona de California proliferan más que en ningún otro sitio los coches híbridos y los signos pacifistas. Es la América que desprecia a la otra América: la de la cerveza, los todoterreno, los red necks (incultos granjeros del medio oeste), el puritanismo religioso y el apoyo incondicional a las tropas. La sociedad de Point Reyes Station y Olema (los pueblos más cercanos) es el retrato perfecto de esa América que se piensa culta, que ha votado a Obama, que gusta el vino en grandes copas y defiende el matrimonio homosexual.

El nombre de Point Reyes se lo dio Sebastián Vizcaíno, marino español que exploraba la costa norte de California. El seis de enero de 1603 tuvo que refugiarse en la bahía y al pico más alto lo bautizó como Pico de los Tres Reyes en honor a los Reyes Magos (fiesta que celebran los mexicanos pero no los estadounidenses). Lo que Vizcaíno no sabía era que antes que él ya habían aparecido por allí otros europeos. Sebastián Rodríguez Cermeño naufragó en 1595. Construyó una balsa y los supervivientes del San Agustín se fueron en ella hasta México. Sin embargo, a pesar de tan precoces contactos españoles, el primer europeo en llegar a estos parajes fue un enemigo: Francis Drake. El lugar en el que se refugio Vizcaíno creyendo que estaba sin hollar se llamaba en realidad Playa de Drake. Si el arrojado marino español lo hubiera sabido, seguro que se habría sorprendido tanto como yo cuando descendí hasta la recóndita cala en un día gris y tormentoso.

pointreyes11.jpg


Artículo de ABC donde publiqué el reportaje.

Encontrar su fantasma en California me conmocionó. Drake es una presencia que me persigue desde que investigué la suerte que corrieron en Irlanda los desdichados de la Armada Invencible y que me topé de nuevo en Plymouth cuando regresaba a España de mi viaje en moto por las húmedas islas de Irlanda, Man e Inglaterra. Ya en 1587, Drake tuvo la osadía de atacar la Bahía de Cádiz y destruir más de veinte de los barcos que se estaban preparando para la insensata expedición. Luego, en la defensa de Inglaterra, su fama tuvo mucho que ver para que la derrota española fuera completa. Medina Sidonia, antes de buscar la total destrucción de la flota enemiga en su único enfrentamiento serio, se empeñó infructuosamente en capturar el barco de Drake. Después, el mal tiempo hizo el resto. A raíz de aquello, los ingleses le consideran un héroe con título de Sir y nosotros un pirata esclavista sin escrúpulos.

pointreyes21.jpg


En el corazón de la bahía de la ciudad inglesa de Plymouth hay un precioso islote fortificado. Es la Isla de Drake. En el puerto hay una estatua que conmemora su vuelta al mundo a bordo del Pelican, rebautizado posteriormente como Golden Hind. Fue precisamente en su travesía global (posterior, eso sí, a la de Elcano y Magallanes) cuando recaló en California para reparar el barco. Durante cinco semanas los indios Miwooks les ofrecieron pescado hervido y raíces. Cuando se aventuró por el interior, le gustó tanto aquella generosa naturaleza que la llamó Nova Albion en honor a las costas de Dover.

Drake regresaría a América años después. Pero nunca volvería a ver las costas de Nova Albión y jamás dejaría de ser nuestro enemigo. Después del desastre de la Armada, una envalentonada Isabel I le encomendaría organizar la Contraarmada para sacudirnos en nuestra propia casa. Cuando arribó a La Coruña, María Pita se encargó de enardecer los ánimos locales y el resultado se zanjó con una estrepitosa derrota inglesa que les costó más de doce mil vidas. Drake tuvo que salir pitando del infierno galaico y durante el viaje de vuelta su propia marinería se amotinó ante lo escaso de la paga. Posteriormente, intentaría una nueva campaña contra la América Española. Tampoco tuvo mucha suerte. Fue vapuleado en su ataque a San Juan de Puerto Rico. Poco después, en 1596, moriría de una prosaica disentería frente a las costas de Panamá. Su cuerpo fue arrojado por la borda.

Tenía cincuenta y seis años y la noticia de su muerte fue un verdadero alivio en España. Sin embargo, como ocurre con los personajes míticos, Drake continuó alimentando la leyenda aún después de muerto. Los informadores reales escribieron alarmados a Felipe II que su cuerpo regresaba a Inglaterra oculto en un tonel. Tanta obsesión se justificaba porque el corsario Sir Francis Drake fue durante mucho tiempo nuestra peor bestia negra. Sólo la ironía del destino pudo concebir la extraña broma de que en las lejanas playas de California su nombre y su fantasma hayan quedado unidos para siempre al de los marinos españoles que tanto combatió.
 
Muy...muy bueno querido primo!!(por el Silvestre) ;)
 
De verdad, amigo, es un placer leer todo lo que cuentas en este post. Historias conocidas que encuentran una concreción geográfica con tus fotos y tus descripciones.
Gracias por compartir esas vivencias y viajes.
Vssss
 
La Historia es muy curiosa. Quien rescató la carta de Francisco de Cuellar fue el historiador Cesáreo Fernández Duro, quien además de erudito era también marino y un intrépido aventurero y explorador. Hablemos un poco de él. Su aportación exploradora más conocida fue su capitanía sobre el navío Blasco de Garay, enviado a determinar la posición exacta en la costa saharaui del Borx er Rumi, o Fortaleza del cristiano. Unas ruinas que se corresponderían con el castillo de Santa Cruz de la Mar Pequeña que los Reyes Católicos autorizaron a erigir en territorio africano al adelantado Don Diego García de Herrera y que quedó definitivamente abandonado en el siglo XVI.

La cuestión era relevante porque ese emplazamiento servía de excusa a España para arrogarse en el XIX derechos sobre un lugar de África en plena época de reparto europeo del continente. Borx er Rumi podría estar en muchos lugares, pero a España convenía que estuviera en uno muy concreto. En la desembocadura del río Ifni, frente a las Islas Canarias. Así lo aseguró Fernández Duro y así quedo convenido entre Francia, España y el débil sultán de Marruecos. A resultas de lo cual, el territorio fue cedido a la soberanía española que fundó allí una ciudad.

Debido a Fernández Duro, Sidi Ifni fue española hasta el año 1959. Y digo lo de curioso es que si un día me interesé por estas historias pequeñas de exploradores españoles fue porque me tocó hacer el servicio militar en la Brigada Paracaidista. El himno de la Brigada comienza diciendo que “En Ifni se abrió el libro de nuestra Historia”. Y es que la guerra de Ifni fue la última librada por España aunque llevada en sordina tanto entonces como ahora y fueron los paracaidistas los llevados allí como tropa de choque.

El descubrimiento con apenas 22 años de que habíamos librado guerras que no me enseñaron en la escuela me llevó a pensar que existía fuera de los libros de texto una historia casi clandestina que bien valía la pena explorar.

La Historia de valientes como el Capitán de Cuellar, el historiador Fernández Duro o los 180 soldados españoles muertos en Ifni y que aún están sin reivindicar. La dictadura se avergonzaba de una guerra colonial y lo mismo ha hecho la democracia.

sidiifnidakar1.jpg


La próxima vez que viajes a Marruecos y pases por Ifni en tu moto, dedica al menos un segundo de tu pensamiento para aquellos desgraciados quintos de reemplazo que murieron tan lejos de su casa.
 
Magnífico relato y una una magistral lección de historia, gracias por compartirlo...

Un saludo.
 
Miquel,
Sensacional post. Muchas gracias por compartirlo y hacernos participes de cada uno de los viajes.
Sólo queda pendiente un pequeño detalle, y ahora que toca? Me he enganchado al post y cada día lo reviso por si hay algo nuevo.

V´s
 
Gracias. Exploradores españoles hay unos cuantos. Pero hoy voy a autoplagiarme rescatando un post que ya colgué pero que creo alguno se perdió. Bien vale la pena recuperar el espíritu de Clavijo. Luego iré trayendo algunos otros aventureros del pasado.

samarcanda.jpg


Uzbekistán es un país aislado y desconocido que, sin embargo, aloja alguna de las joyas arquitectónicas más bellas del planeta. Una nación sin historia que nunca existió por mucho que los gobernantes actuales pretendan ahora emparentarlo con el mítico Reino de Timor el Grande. Porque Uzbekistán jamás fue una unidad de destino en lo universal ni sus habitantes se sintieron parte de un ente territorial distinto. Bastante tenían con sobrevivir a un clima extremo y a las sucesivas hordas macedonias mongolas, chinas y árabes que se pasearon a sangre y fuego por Asia Central. Desde que plantó aquí sus reales Alejandro Magno hasta que llegaron los rusos en el XIX, no se puede decir que existiera algo llamado Uzbekistán. Fue Stalin quien dibujó líneas fronterizas en Asia Central y al incoherente resultado le adjudicó el pomposo título de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Y así, incluidas en la USSR, permanecieron semi escondidas Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguizistán. Hasta que el castillo de naipes comunista implosionó en 1991 y las artificiales repúblicas tuvieron que hacerse cargo a toda prisa de algo que desconocían: un estado.

helperd.jpg


El Uzbeco es un estado bastante cochambroso. Pero ahí está la vieja capital de Tamerlán, y yo quería perseguir en ella un fantasma. En el puesto fronterizo me registraron a conciencia en busca de heroína afgana, pues si no era para traficar, a qué demonios había venido yo desde tan lejos y encima montado en una motocicleta. Imposible explicar a los guardias la pasión que suponen las largas travesías en moto. Ciegos, hostiles y sordos, consideran sospechoso a todo extranjero. Viajar por Asia Central es al mismo tiempo sueño y pesadilla. Sus gentes son amables y generosas, sus inmensos paisajes un infinito deleite y la ausencia de turismo de masas un respiro, pero sus instituciones y funcionarios están fosilizados en el esquema estalinista. Los tics totalitarios persisten, como demuestran sucesos como la matanza de Andijan, donde el 31 de mayo del 2005 tropas del Ministerio del Interior ametrallaron a una muchedumbre que se manifestaba reclamando reformas políticas. Más de mil civiles fueron reformados definitivamente aquel día.

bikersuzbekistan.jpg



LA RUTA DE LA SEDA

Según la leyenda, Uzbekistán está en la Ruta de la Seda. Otra bella idealización. Otro mito. No hay tal ruta. Ese nombre identifica un difuso entramado de caminos, redes de comunicación y dédalos de comercio que enlazaba los distintos y alejados territorios comprendidos entre Oriente y Occidente. Pero la ruta murió hace mucho tiempo aunque hoy la quieran resucitar mochileros armados de la guía Lonely Planet. La primera estocada se la dieron los gusanos. Exportarlos fuera de China estaba prohibido, pero al final se contrabandearon en el primer caso de espionaje industrial de la Historia. La puntilla se debe a los marinos portugueses. Cuando encontraron un camino marítimo bordeando el Cabo de Buena Esperanza, la ruta de la seda terrestre se llenó de jirones, de polvo, de nada.

Más nada edificada. El comerció cesó, pero quedaron las ciudades. A diferencia de sus vecinos kazajos, pastores nómadas que jamás construyeron nada más estable que una yurta (tradicional tienda de campaña circular de la estepa), los agricultores tayicos de los valles fértiles fundaron urbes que llenaron de mezquitas azules, minaretes altísimos y mausoleos inmensos. Y también un poderoso reino. El de Timor, el Gran Tamerlán, quien en menos de diez años se hizo con Irán, Irak, Siria y la zona éste de Turquía. Sus victorias sobre el Imperio Otomano justificaron la asombrosa visita de un extranjero llegado de muy, muy lejos. De tan increíblemente lejos como yo. Ese extraño visitante era el fantasma que yo perseguía.

bikerguremir.jpg



TASHKENT, KHIVA Y BUJARA


Tashkent, capital del país, me recibe con un contingente policial. Los controles se repetirán en cada población. El centro es limpio y agradable. Paseos arbolados, frecuentes parques y amplías avenidas. El museo del reino de Timor y algunas mezquitas son lo único interesante. Poco hay que hacer salvo algunas reparaciones de urgencia en la moto y visitar la única catedral católica de Asia Central. El templo es inmenso, erguido en un territorio hostil, musulmán y ex soviético. Construida entre 1912 y 1923 por prisioneros de guerra austrohúngaros, que se aplicaron al trabajo voluntariamente. Tras el Armisticio, los comunistas acosaron a los escasos fieles hasta que en 1939 se prohibió definitivamente el culto y se mando al obispo a la cárcel, donde murió. Mutilada, profanada, medio derruida, en 1993 fue devuelta a la Iglesia y reconstruida con donaciones extranjeras. Me recibe el obispo. Es polaco. Le pido que bendiga mi moto, la Pequeña Gorda. Accede y salimos al exterior. La consagra a San Cristóbal, patrón de los conductores.


La Ruta de la Seda me llevará entre baches, arena y noches de acampada libre a otras tres ciudades. Khiva, al oeste, cerca de la frontera con Turkmenistán, es un cadáver exquisito. Desalojada la población, los rusos la convirtieron en un museo de piedra. Sus preciosos edificios islámicos y sus límpidos estanques no retienen la vida. Es un decorado. Por eso agrada más la populosa actividad de Bujara, en el centro del país. Urbe fea y moderna, guarda en su interior la inalterada joya de la vieja ciudad musulmana. Puertas labradas, un mercado surcado de pasadizos, una gran mezquita y un estilizado minarete. Lugar único para los propios uzbecos, quienes peregrinan hasta aquí para rezar en sus templos y estudiar en su madrasa.


desertuzbek.jpg


SAMARCANDA


Entré en Samarcanda de noche. Apenas adiviné sino sombras. Cené las delicias locales: pan ácimo sin levadura, shaslik o pincho moruno de cordero, y hectolitros de te verde. Me alojé en el modesto hostal Bahodir por diez dólares. Duermo debajo de la frondosa parra del patio y al despertar salgo a pasear. La magnificencia de las construcciones me admira. Por algo es una ciudad mítica. Doy una vuelta por el Registán, plazoleta situada delante de la Gran Mezquita, de una belleza espectacular y tranquila. Apenas un par de trotamundos franceses y algunos corruptos policías que venden a 10 euros su permiso para subir al minarete.

bukharat7.jpg


Me aborda un joven. Habla un correcto inglés. Estudia idiomas en la universidad. En verano trabaja como guía turístico. Le digo que sólo me interesa algo muy concreto, un fantasma. “Busco las huellas de un embajador español que vino aquí en el siglo XV” suelto. “Busco el espectro de González de Clavijo.”

EL FANTASMA

En 1403, Rui González de Clavijo fue enviado a Asia Central por Enrique III, rey de Castilla. Su objetivo era lograr una alianza con Tamorlán para luchar contra los turcos. Pasó por Rodas y Constantinopla (actual Estambul) antes de entrar en el Mar Negro y desembarcar en Trebisonda (Trabzon); desde ahí continuaría por tierra atravesando Irán, Irák hasta llegar a Samarcanda en un viaje que aún hoy intimida por su dureza y riesgo. Cuando apareció tan inesperado viajero en su corte, Timor lo recibió con agasajo y pompa.

Al chaval se le iluminan los ojos. “Sí que hay algo”, afirma. “Una calle”. “Bien”, digo, “Vamos y me la enseñas”. Comenzamos a caminar bajo un sol implacable y llegamos cerca del mausoleo de Gur Emir. No veo nada. El joven duda. Dice que la zona ha cambiado. Empiezo a pensar que está intentando timarme. Llegamos hasta una pared que separa el monumento funerario de una pequeña barriada. Ahí está, en un callejón de no más de treinta metros. En el muro hay una placa con el nombre de Rui Gonsales de Klavixo. Así que era cierto después de todo. Algo en Samarcanda recuerda todavía que hace más de quinientos años vino por aquí un español.

klavixo.jpg


Tras la muerte de Timor, comenzó un periodo de inestabilidad mientras los herederos se repartían el imperio. La embajada fue un fracaso diplomático. No se logró la alianza contra los turcos ni abrir una nueva vía comercial. Sin embargo, el éxito fue el propio viaje. Para mí eso es lo importante. Rui González de Clavijo logró llegar hasta aquí y además regresar en unos tiempos atroces y duros. Tamaña gesta le sobreviviría. Su libro, Embajada a Tamorlán, es todavía hoy un hito de la literatura medieval.
 
Y esta es la playa de Drake en California. No encontraba la jodida foto. Pero aquí está. Un día horrible allí, por cierto.

drakesbeach.jpg
 
Atrás
Arriba