Un novato estrena R1200RT_2018, y lo cuenta todo!

Moto365

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Estimados compañeros!
Cuando hace un mes que habita el garaje de casa mi nueva moto, apenas 1500 Km recorridos, siento que empiezo a encontrar respuesta a muchas de las preguntas, y de las dudas, a las que me he venido enfrentando desde que decidí su compra, allá por el verano de 2017, y desde antes.
Sé que las dudas, y muchas de las preguntas, tienen tanto o más que ver con la situación y con las circunstancias de cada uno, que con la moto que pilotes.
Es decir, que mis dudas no tiene por qué ser o parecerse a las de otra persona.
Pero, ya lo digo, soy un novato y, ésta, es una condición que, estoy seguro, comparto con una parte de quienes visitáis esta web, precisamente aquellos a quienes mi experiencia puede resultar útil. O interesante. O entretenida.
O no, esto se verá enseguida.
Por otra parte, qué duda cabe de que esto va más de aprender que de enseñar. Al menos para mi.
Quiero decir que, probablemente, muchas de las respuestas que puedo creer haber encontrado no lo sean, o peor, sean incorrectas, y esta será - si todo va bien y funciona- una vía inmejorable para descubrir las auténticas respuestas, basadas en la experiencia de otros.
Así que, sin más preámbulo ni justificaciones, vamos a ello.
Lo primero será describir esas circunstancias concretas que me afectan, las mías propias, que son aquellas sobre las que girará esto, en un principio al menos
Como únicos datos personales, diré que tengo 52 años, felizmente casado, con un hijo ya universitario (vale, hace de esto tres años ya..!), que mido 180 cm y peso unos 83 Kg., y que, gracias a un par de hernias discales, más alguna protusión, todo ello en la zona lumbar, me mantengo en forma.
Creo que esto es lo único relevante a los efectos de este tema.
Es evidente que lo son aspectos como la estatura, el peso y hasta el estado de la forma física, dado que aquí hablamos de conducir una moto y, en particular, de una de un cierto peso y unas ciertas prestaciones, aunque ya sé que la experiencia y la pericia en el pilotaje son absolutamente determinantes, y que pueden hacer estos otros aspectos irrelevantes, o casi.
Pero, no lo olvidemos, hablo de mi.
Y, en mi caso, la situación familiar resulta igualmente relevante también al hablar de motos.
No pienso poner de mi parte en nada que pueda evitar que envejezca -más, mucho más- junto a mi mujer, orgullosos de nuestro hijo y junto a familia y amigos.
Tal y como yo lo veo, hay que disfrutar la vida y, para eso, lo primero, es mantenerse vivo y en condiciones.
Esto no es negociable, y me gustaría que fuese así para todos, moteros y no moteros, pero, lamentablemente no lo es, o no para todos, o no cuando de lo que se trata es de la vida del otro.
Yo no doy consejos, no soy quien, pero, como decía aquel famoso Sargento, que sí lo era, tengan cuidado ahí fuera!
Me apasiona pilotar. Esto nos une.
La sola idea de bajar al garaje hace que el inicio de -casi- cualquier día laborable sea un momento feliz, y que la vuelta en moto haga del regreso a casa una escapada motera.
Conviene recordar en este punto que soy novato.
Supongo que no soy el único que, cuando plantea en casa la posibilidad de ir en moto, se enfrenta a una leal oposición, basada en la prevención que genera la realidad, incuestionable, de que las motos dan miedo a quienes no las conducen. Y respeto a quienes lo hacen. O deberían.
Y esto, a pesar de que no hablo de mi primera moto.
Quien vive conmigo me conoce, y sabe que mi pasión no es un capricho, que hubo un tiempo en el que soñaba con volar y que hoy, pilotar mi moto me permite hacerlo.
Y no hablo de velocidad.
Apasionado del motor desde que nací, saqué mi carné de moto, el A, hace la friolera de 27 años, aunque todos sumados no debo haber conducido motos más de siete, tres de ellos desde 2015.
Por aquel entonces, en 1991, consciente de mis limitaciones y dado que lo previsible era que tuviera que moverme exclusivamente por ciudad, siempre en recorridos cortos, compré una Yamaha Jog, color rojo -la verdad, no recuerdo si había otro, quizás blanco?-, scooter con el que me divertí y nos divertimos mi mujer y yo hasta que decidimos mudarnos a Las Rozas y, por primera y última vez, probé la experiencia de subir por la A6 de vuelta del trabajo, ya anochecido, con menos luces que una bicicleta y, esto ya sin exagerar, a menos velocidad que los camiones que me adelantaban y me impulsaban hacia el arcén a base de soplidos!
A pesar de que éramos jóvenes y, supongo, vivíamos esas situaciones con menos aprensión, aquel scooter vivió sus últimas fechas con nosotros sin volver a salir del pueblo -excepto un día libre, que me llevó por la carretera hacia El Escorial- donde aún nos deparó muchos y muy agradables momentos.
Guardo un recuerdo muy especial de aquella moto, mi primera moto! (?), por muchos motivos; el hecho de comprarla, el apoyo de mi mujer, su uso diario, los paseos y, muy especialmente, el paseo que se dio mi padre con ella, sin duda el culpable de mi pasión por el motor en general, y por las dos ruedas en particular, alguien que, como muchos padres de la gente de mi generación, tuvo moto, viajó en moto y hasta llevó a sus hijos en moto.
Qué tiempos aquellos!
Os imagináis algo así ahora? Seguro que no, aunque, cosas de la edad, no tengo claro si en 1991 era obligatorio el uso del casco, al menos en ciudad. Lo sabéis?
La experiencia adquirida con ese scooter fue importante, pero necesariamente limitada.
Aprendí que había que ir con cuidado y, también, me sirvió para interiorizar sensaciones, de inercias, de manejo, y de felicidad.
Uno o dos años después, llegó mi segunda moto.
Fue una Yamaha Diversión 600. Verde metalizada.
Hay hoy motos con pintura metalizada? Es posible, pero seguro que la pintura no es como aquella.
Hoy, la recuerdo como aquellas primeras pinturas metalizadas de los Citroën GS, que tenían casi más de metalizado que de pintura.
Ojo, era muy bonita. Y muy divertida, con sus 60 CV, para mi un motón.
Recuerdo que era muy fácil de conducir, creo que me bastó para hacerme con ella el camino de vuelta desde la tienda, un concesionario en San Sebastián de los Reyes, recomendado por un amigo, algo lejano, no íntimo, pero sí lo suficiente como para que me ayudase a elegir moto y vendedor, el grande de Luís d'Antin de quien, por cierto, hace mucho que no sé gran cosa, y a quien espero le vaya todo bien.
Esto era otra cosa. Claro.
Seguía usando mi moto para ir al trabajo, pero también salía y salíamos con ella, incluso en viajes hasta Alicante, de fin de semana.
Aquella moto certificó mi vocación de motero.
Compartí muchas de aquellas experiencias con buenos amigos, con los que hicimos un buen número de salidas, incluso alguna de cierta distancia; tres motos - y sus seis ocupantes - siempre juntas, conducidas por pilotos de desigual experiencia y pericia, pero unidas por el placer de viajar juntos, disfrutando de la carretera.
Muchas salidas también de media mañana, o entera, con más amigos por la Cruz Verde.
A pesar de que esas salidas se produjeron, lo cierto es que tampoco a la Diversion llegué a cambiarle las cubiertas, lo que, con alrededor de dos años de uso, puede ayudar a hacerse una idea sobre cuánto exprimí estas motos.
Quizás por eso, o quizás en parte por eso, nunca he sido un gran piloto.
Una vez, bajando este puerto, una pareja de la Guardia Civil nos invitó a descender junto a ellos, a su ritmo... tengo un enorme respeto por estos agentes, en realidad por todos, ya digo que tengo una edad y, además, un familiar político fue Comandante de ese Cuerpo, pero, después de aquello, al respeto se unió, para siempre, la admiración.
Cómo podía ser posible que una moto de ese tamaño, con tanto aparejo encima, pudiese deslizarse por aquellas curvas de aquella manera!
Nunca sabré si mi preciosa Diversión podía también hacer aquello -hoy creo que sí, más o menos- pero, desde luego, yo no. Ni mucho menos. Ni hoy tampoco.
En realidad, las curvas en bajada eran para mí un problema.
Os pasa u os ha pasado?
No digo curvas a derechas, ni a izquierdas, simplemente, si bajaba, las curvas eran un problema. Todas ellas.
Aquellos motoristas pudieron dar fe de ello, aunque solo nos vieron por los retrovisores!
En una escapada, ésta con mi mujer, bajando las siete revueltas en dirección a Segovia, viví la primera y única situación de mi experiencia total en moto, hasta la fecha, en la que estuve a punto de cagarla.
Y con mi mujer como pasajera!
Salvo desgracia o nulidad, creo que hay una relación directa entre la forma de conducir y los riesgos que se asumen.
Quiero decir que, aunque me sentí -y me siento aún- fatal por aquello, la realidad es que nunca estuvimos en peligro real; bueno, por decirlo todo, si justo entonces hubiese venido un vehículo en dirección contraria, al cerrar aquella curva - a izquierdas, por cierto- y hacerlo de tal modo que crucé la carretera hasta acabar frenados en un descampado, o si éste no hubiese sido tal, y hubiéramos encontrado un precipicio...
El caso es que, afortunadamente, lo herido fue el orgullo y hoy creo poder decir que el motivo fue el no fluir con mi moto, en absoluto, el separarme de ella, el estar y verlo desde fuera, el dejar crecer una línea muy gruesa que me separó de la moto y, como consecuencia, el llevar una velocidad - en Km/h, no en relación de caja de cambios- tan baja, que comprometí la estabilidad y, con ella, la dirección de la marcha, que acabó por ser la necesaria para recuperar el equilibrio, o para mantenerlo a duras penas, nada que ver con el trazado de la carretera.
Ya digo que bajada y curvas no eran lo mío, pueden dar fe de ello algunos ciclistas a los que seguro fastidié un buen descenso. El suyo, digo. Lo siento, no era intencionado, simplemente, bajabais más rápido.
Tengo otros muchos recuerdos, también buenos.
Como la agradable sorpresa causada a un buen amigo, Jesús, a quien seguí la rueda en un trayecto -de subida- hasta el alto de Navacerrada, en dirección Madrid, tras su flamante K 1100 RT, creo recordar que también verde.
O la invitación, ésta de parte de unos policías Municipales, para salir quemando rueda del semáforo de entrada al túnel de María de Molina, desde Castellana, un día de diario, cerca de las 12 de la noche, saliendo del trabajo y sin un alma alrededor... No hacíamos mal a nadie, yo creo que hoy todo está exagerado. Puestos a evitar accidentes, también podemos prohibir conducir.
También recuerdo algún adelantamiento, en aquella misma carretera, apurando la frenada hasta un poco más allá -lo reconozco, aunque el objetivo era quitarme unos coches antes de la tercera revuelta- del inicio de la prohibición de adelantar... acelerar fuerte a la salida de la curva anterior para poder adelantar toda la fila, dejarla correr, frenar a tiempo y bajar marchas, todo perfectamente (?) coordinado para afrontar elegantemente la curva a derechas, subiendo... y encontrarme con un agente de la Guardia Civil que había contemplado íntegramente la maniobra -con su infracción y todo- desde el balcón que formaba el arcén sobre la carretera tras aquella curva!!!!
No nos paró.
Quiero pensar que fue porque valoró que pisamos la línea no por abusar, sino por dejar correr la moto justo antes de iniciar la frenada... aunque bien pudo hacerlo, las cosas como son.
Convivían así momentos de notable progreso en la conducción, con otros que evidenciaban lo mucho que quedaba por aprender.
Lo mejor de todo, haber sido consciente de esto último. Y disfrutarlo
Muchos de esos momentos fueron por la carretera que une Colmenar Viejo con San Agustín del Guadalix, ya en la A1, carretera que a la postre se ha convertido en un trazado muy a mano, por el que comencé a revivir a menudo la experiencia de ir en moto muchos años después de vender mi flamante Yamaha Diversion, con sólo dos años y cubiertas originales, cuando regresé al mundo de las dos ruedas, esta vez, a lomo de un increíble BMW C 650 GT 2015, nuevo, negro e increíble, por si no lo había dicho ya.
Pero esta es otra historia, que se contará, o no, en otra ocasión.
 
Bonita historia, que compartimos en muchos aspectos. Disfruta porque es lo que se nos pide en esta vida.
 
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