ESTE ES EL TEXTO QUE ME HA PASADO JOSE CODINA DE SM30
¡Hola que tal?
Esta es la Opinión publicada en el Solo Moto Treinta nº 234 que ha generado la querella de Unespa contra Solo Moto Treinta.
Gracias por todo el apoyo que nos dais. Ayer por la noche entré en el foro y se ha armado una de buena con lo de los seguros, aunque alguno se pasa con lo de la pistola...
Saludos
José Codina
***********
OPINIÓN
Gonzalo de Martorell
gdemartorell@alesport.com
Gracias, Mister Chamberlain
No me gusta nada el acuerdo con las aseguradoras. Pero nada. De hecho, es que ni me parece un acuerdo. Para merecer ese nombre debería ser fruto negociado de dos partes con ganas de entenderse. Y lo que hay se me antoja mucho más un decretazo fascistoide de una parte fuerte sobre otra más débil, a la que no le queda más remedio que aceptar la prepotencia absoluta del esto son lentejas. O las tomas o las dejas...
Para empezar, UNESPA sigue haciendo culpable a la máquina en sí obviando que los culpables son, en realidad, algunos individuos concretos que las conducen. Consecuentemente, se limita a poner trabas al uso del ciclomotor mientras no dice ni una palabra de otros vehículos que, en manos de esos mismos descerebrados, son tanto o más peligrosos. Tampoco argumenta nada sobre un hecho claro y diáfano que, sin embargo, se niega a admitir con obstinación: que hay muchísimos jóvenes conductores prudentes y bien educados a los que les corresponde únicamente el papel de víctimas de otros conductores de mayor edad, generalmente automovilistas. Las mafias aseguradoras plantean unas condiciones que, en la práctica, desvirtuarán tanto el uso del ciclomotor que acabarán convirtiéndolo en anecdótico. Es la vieja política del muerto el perro se acabó la rabia para la que, todo hay que decirlo, tampoco hace falta ser un genio de la diplomacia y las mesas de reuniones. Claro que, tratándose de los botarates de UNESPA, no se podía esperar mucho más. Se reducirá la siniestralidad simplemente porque se reducirá drásticamente el parque de vehículos y el número de conductores. Sería exactamente la misma estupidez que si se pretendiera acabar con las cifras de accidentes de coche el fin de semana prohibiendo el uso de los utilitarios por más de una persona. Las matemáticas no fallan: evidentemente tocaría a menos muertos por accidente. Y pido disculpas por usar una expresión tan fría y comercial para describir un tema que esconde, no lo olvidemos jamás, dramas humanos. Pero ése es exactamente el argumento de las compañías de seguros. De hecho, es mucho más cobarde. Porque... ¿alguien en su sano juicio puede imaginarse que se les prohiba a los automovilistas más jóvenes llevar a la novieta en su coche más o menos GT?
Para escarnio de la inteligencia, el despropósito no termina ahí. No contentas con eso, las aseguradoras se atribuyen ellas mismas la facultad de decidir si esas medidas han sido efectivas y si nos hemos ganado el derecho a unas pólizas un poco más baratas en el plazo de tiempo que consideren razonable y adecuado a sus intereses. ¡Alucinante! Se les concede, además, el privilegio de ser juez y parte y decidir a discreción si deben o no cumplir su parte del acuerdo y cuándo van a hacerlo. Creo que en algunas repúblicas africanas bananeras de los 70, en las que el tiranuelo de la tribu dominante se comía literalmente a sus opositores políticos, se firmaban acuerdos de idéntico talante.
Presentar semejante aberración como una victoria del sector de la moto es un insulto a la inteligencia. Que tal como están las cosas quizá sea mejor que nada, pues habrá que jorobarse y tragar quina y hacer como que no nos duele. Pero que este disparate merezca grandes titulares de buena noticia del año es ofensivo. Me venía estos días a la cabeza la imagen en blanco y negro del primer ministro británico Neville Chamberlain cuando llegó a Londres en 1938 desde Berlín y exhibió con orgullo el papelito de su acuerdo de paz con un Hitler que ya tenía los panzer calentando motores. Después de haber cedido ante todas y cada una de las pretensiones del Führer, un pletórico Chamberlain, que ya se veía a sí mismo pasando a la historia como el hombre que paró los pies a los nazis, consiguió un trozo de papel firmado por el dictador alemán por el cual éste se comprometía a no invadir Polonia. Justo un año después, estallaba la Segunda Guerra Mundial.
¡Hola que tal?
Esta es la Opinión publicada en el Solo Moto Treinta nº 234 que ha generado la querella de Unespa contra Solo Moto Treinta.
Gracias por todo el apoyo que nos dais. Ayer por la noche entré en el foro y se ha armado una de buena con lo de los seguros, aunque alguno se pasa con lo de la pistola...
Saludos
José Codina
***********
OPINIÓN
Gonzalo de Martorell
gdemartorell@alesport.com
Gracias, Mister Chamberlain
No me gusta nada el acuerdo con las aseguradoras. Pero nada. De hecho, es que ni me parece un acuerdo. Para merecer ese nombre debería ser fruto negociado de dos partes con ganas de entenderse. Y lo que hay se me antoja mucho más un decretazo fascistoide de una parte fuerte sobre otra más débil, a la que no le queda más remedio que aceptar la prepotencia absoluta del esto son lentejas. O las tomas o las dejas...
Para empezar, UNESPA sigue haciendo culpable a la máquina en sí obviando que los culpables son, en realidad, algunos individuos concretos que las conducen. Consecuentemente, se limita a poner trabas al uso del ciclomotor mientras no dice ni una palabra de otros vehículos que, en manos de esos mismos descerebrados, son tanto o más peligrosos. Tampoco argumenta nada sobre un hecho claro y diáfano que, sin embargo, se niega a admitir con obstinación: que hay muchísimos jóvenes conductores prudentes y bien educados a los que les corresponde únicamente el papel de víctimas de otros conductores de mayor edad, generalmente automovilistas. Las mafias aseguradoras plantean unas condiciones que, en la práctica, desvirtuarán tanto el uso del ciclomotor que acabarán convirtiéndolo en anecdótico. Es la vieja política del muerto el perro se acabó la rabia para la que, todo hay que decirlo, tampoco hace falta ser un genio de la diplomacia y las mesas de reuniones. Claro que, tratándose de los botarates de UNESPA, no se podía esperar mucho más. Se reducirá la siniestralidad simplemente porque se reducirá drásticamente el parque de vehículos y el número de conductores. Sería exactamente la misma estupidez que si se pretendiera acabar con las cifras de accidentes de coche el fin de semana prohibiendo el uso de los utilitarios por más de una persona. Las matemáticas no fallan: evidentemente tocaría a menos muertos por accidente. Y pido disculpas por usar una expresión tan fría y comercial para describir un tema que esconde, no lo olvidemos jamás, dramas humanos. Pero ése es exactamente el argumento de las compañías de seguros. De hecho, es mucho más cobarde. Porque... ¿alguien en su sano juicio puede imaginarse que se les prohiba a los automovilistas más jóvenes llevar a la novieta en su coche más o menos GT?
Para escarnio de la inteligencia, el despropósito no termina ahí. No contentas con eso, las aseguradoras se atribuyen ellas mismas la facultad de decidir si esas medidas han sido efectivas y si nos hemos ganado el derecho a unas pólizas un poco más baratas en el plazo de tiempo que consideren razonable y adecuado a sus intereses. ¡Alucinante! Se les concede, además, el privilegio de ser juez y parte y decidir a discreción si deben o no cumplir su parte del acuerdo y cuándo van a hacerlo. Creo que en algunas repúblicas africanas bananeras de los 70, en las que el tiranuelo de la tribu dominante se comía literalmente a sus opositores políticos, se firmaban acuerdos de idéntico talante.
Presentar semejante aberración como una victoria del sector de la moto es un insulto a la inteligencia. Que tal como están las cosas quizá sea mejor que nada, pues habrá que jorobarse y tragar quina y hacer como que no nos duele. Pero que este disparate merezca grandes titulares de buena noticia del año es ofensivo. Me venía estos días a la cabeza la imagen en blanco y negro del primer ministro británico Neville Chamberlain cuando llegó a Londres en 1938 desde Berlín y exhibió con orgullo el papelito de su acuerdo de paz con un Hitler que ya tenía los panzer calentando motores. Después de haber cedido ante todas y cada una de las pretensiones del Führer, un pletórico Chamberlain, que ya se veía a sí mismo pasando a la historia como el hombre que paró los pies a los nazis, consiguió un trozo de papel firmado por el dictador alemán por el cual éste se comprometía a no invadir Polonia. Justo un año después, estallaba la Segunda Guerra Mundial.