AlbertoAlbatros
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Tenía que ir a San José de Guaviare por asuntos de trabajo y decidí irme en moto. Cuatrocientos kilómetros de ida y otros tanto de vuelta, más bien un paseo corto. Pero lo que más me animaba, además de rodar en "la colorada", era conocer esta parte del país, más allá de los llanos, justo donde empieza la selva.
El departamento del Guaviare (para que me entiendan, departamento es como decir provincia o estado) es la puerta de entrada a la Amazonía-Orinoquía, es decir, donde confluyen las dos zonas selváticas más importantes del país, y de las más importantes del mundo.
Es una zona famosa por su historia de colonización y violencia. A finales del siglo IXX y comienzos del XX, fueron las empresas caucheras, luego el tráfico ilegal de pieles y de animales exóticos, después las plantas parasitarias y, más recientemente, los cultivos de coca. Absolutamente todos relaciones con la idea de una riqueza fácil. Pero nada en la selva es fácil, y menos cuando se trata de dinero. Así que cada una de estas "bonanzas", trajo consigo su violencia.
Las décadas del 80 y del 90 fueron la era dorada del narcotráfico en la zona. Y así, narcotraficantes, guerrilleros y paramilitares, se enfrascaron en una guerra que nada tenía que ver con "política" y sí mucho con el dinero y el poder. Incluso, soldados norteamericanos, apostados en una base militar muy cerca de la capital del Guaviare, tuvieron su parte en esta historia. Una historia apasionante, sin duda, pero que hoy todavía está sin contar.
***
El caso es que por cuenta de esa historia de violencia, cuando dije que me iba a trabajar una semana a San José del Guaviare, familiares y amigos pusieron el grito en el cielo: "¿Estás loco? ¿Cómo te vas a ir a meter por allá? ¿Y si te secuestran?" Como dato curioso, en el Guaviare fue donde se desarrolló hace un par de años una operación militar muy famosa que permitió la liberación de una reconocida política secuestrada en el país. Me refiero a la Operación Jaque y a la liberación de Ingrid Betancur. Les cuento esto para que se hagan a una idea del lugar del que les estoy hablando.
Yo no soy paranoico, pero ante tal actitud generalizada de miedo y preocupación, me tuve que poner a investigar. Y lo que descubrí, preguntando aquí y allá, especialmente a otros viajeros en moto, es que la verdad es más la mala fama que lo que realmente pasa allí, al menos hoy. Así que sin dudarlo, y tras prepararlo todo con tiempo y cuidado, el jueves 15 de septiembre salí rumbo a San José del Guaviare.
Bogotá es una ciudad a 2.600 m.s.n.m., así que la primera parte del recorrido son cerca de 100 km en descenso montañoso hacia los Llanos Orientales. Saliendo de Bogotá, a esa hora de la mañana, con un clima de páramo, lluvioso y nublado, era así como se veía.
Luego, a medida que se desciende, atrás va quedando la fría montaña y el clima empieza a cambiar, tornándose más cálido, y no sólo cambia el clima también cambia el paisaje. Las montañas se abren y entre sus cañones se forman ríos de aguas que vienen desde los páramos.
Hasta que finalmente surge el pie de monte y se abre la llanura. Allí se encuentra Villavicencio, la capital del departamento del Meta, un departamento (estado, provincia) agrícola y ganadero. Esta ciudad es llamada "la puerta al llano", pues desde aquí se disparan las largas carreteras que conectan estas enormes y cálidas sabanas.
Una vez abajo, en la llanura, las carreteras sinuosas de montaña desaparecen y son sustituidas por largas rectas. Dejo atrás Villavicencio y sigo camino hacia Acacías, Guamal, San Martín y Fuente De Oro, donde me detengo a poner gasolina y a hidratarme un poco. Luego, nuevamente a la ruta.
El paisaje es imponente: no hay límites para la mirada, la tierra se funde con el cielo.
Avanzo en mi G 650 GS "mono" a velocidades crucero de 140 km/h y poco más, rodando sobre el negro asfalto y largas rectas en las que se termina por suplicar a gritos que aparezca una curva, o de lo contrario corre uno el riesgo de dormirse.
Pero todavía estamos en "los llanos", tierras ganadas a la selva hace siglos, desbrozada a punta de machete y ganado. Tierra de latifundistas, ganaderos y palmicultores. Buen asfalto, cercas, cultivos, postes de luz: civilización.
Hasta que pequeños signos empiezan a anticipar la llegada de la selva: carreteras en construcción y agentes de orden público vigilando las vías para evitar incursiones guerrilleras.
Los indígenas de estas tierras no suelen involucrarse con las instituciones del estado, mucho menos con las que están relacionadas con la guerra, por eso me llamó tanto la atención este policía Tucano (una de las muchas etnias indígenas del Guaviare) y me atreví a pedirle que me dejara tomarle una foto. La idea de subirse a mi moto, fue suya.
Sigo adelante mi camino, y aparece entonces el río Guayabero, que sirve de límite entre los departamentos del Meta y del Guaviare.
Después, un breve tramo a medias asfaltado y entonces se termina definitivamente el pavimento y nace la selva en todo su esplendor:
O como dicen en inglés: where the pavement ends... y completo: the jungle begins...
Unos 20 km de carreteras destapada consigo llegar, al fin, a San José, capital del departamento del Guaviare.
Atardecer sobre el río Guaviare
Fueron en total ocho días los que estuve en San José del Guaviare. La mayor parte del tiempo me la pasé trabajando, así que más bien poco de turismo. Y debo confesar, que el primer fin de semana que estuve allá, que bien hubiera podido aprovechar para darme una vuelta por los alrededores, por cuenta de la paranoia que le inyectan sobre temas de orden público, no me atreví a salir.
Rojo sobre rojo
Pero con el paso de los días y el contacto con la gente del lugar, fui entendiendo que el tigre no es como lo pintan, que San José es ahora un lugar tranquilo, y que de aquellos años en los que reinaron el narcotráfico, la guerrilla y el paramilitarismo con todos sus muertos, sólo quedan los malos recuerdos y la pobreza que pareciera devorarlo todo como la selva misma.
Navegando hacia la noche
Y como suele pasar allí donde abundan las dificultades, uno encuentra gente valiosa luchando por cambiar las cosas. Y tuve la fortuna de conocer personas haciendo cosas maravillosas en esa tierra, historias que algún día me gustaría contar.
Pescador y río
Dije que no pude hacer nada de “turismo”, pero no podía regresar sin darme un paseito del tipo “off road”, así que el último día me escapé del trabajo y me fui a conocer "La Lindosa". Se trata de una pequeña sierra rocosa que se alza en medio de la selva. En la parte superior de la sierra la humedad capturada por la vegetación se acumula y precipita generando pequeños causes entre las rocas.
El agua corre por rocas que parecen magma volcánica petrificada
No pude ir muy arriba, pues iba sólo y corría el riesgo de perderme, además que en cierto punto tendría que dejar abandonada la moto y seguir a pie. Me hubiera gustado ir, porque en la parte alta las rocas han dado forma a una especie de ciudad de piedra con edificios y calles, pero construidos por la naturaleza, y cuevas donde hay pinturas rupestres y otras tantas maravillas, pero tuve que conformarme con visitar una pequeña parte donde sólo pude ver el agua descender y acumularse en un delicioso pozo donde me dí un refrescante baño.
La Lindosa
Y eso fue todo.
A la mañana siguiente, el sábado 24 de septimebre, tras 9 días en San José. Me levanté a las cinco y media de la mañana, en medio de una suave y cálida lluvia, me bañé, me vestí con mi traje de motero más el impermeable, monté las maletas en la nave y como a las seis y quince arranqué el camino de vuelta.
Me despido de San José bajo la lluvia
La lluvia me acompañó la primera hora de camino. Pero ya me lo esperaba. De hecho, toda la semana estuvo lloviendo en San José. El primer día, cayó un torrencial aguacero que alcancé a pensar que era una tormenta, pero los lugareños me dijeron que eso no era nada, que cuando se trataba de una tormenta, nadie salía y podía durar hasta días. En el Guaviare sólo hay una temporada seca al año, de diciembre a febrero, el resto del año llueve. Pero claro, esto es la selva.
Pinche para ver el vídeo.
http://imageshack.us/clip/my-videos/585/yrq.mp4/
Aguacero normal cualquier día del año
En fin, una hora de lluvia y, precisamente, en el tramo “off road” hasta Puerto Concordia. Mejor dicho me gasté una hora en recorrer 30 miserables kilómetros. Los hice con sumo cuidado, pues iba pesado, chorreando agua y sobre una trocha que mezclaba piedra y barro, pero no barro cualquiera, lodo, greda, de lo más resbaloso del mundo. Incluso, teniendo en cuenta que las Metzeler Tourance Expedition no son llantas realmente “off road”, mejor dicho, no tienen tacos, para ayudarles a la adherencia les saqué algo de aire.
Cruzando el río Guayabero
Así llegué hasta Puerto Concordia, donde al mismo tiempo terminó la trocha y cesó la lluvia. Pero me olvidé que le había sacado el aire a las llantas, así que cuando empecé a jalarle la oreja a "la colorada" y empecé a sentir que la moto me hacía extraños, me acordé. Paré, bajé el baúl, desmonté la silla y conecté el compresor de aire al sistema de la batería y volví a inflar las llantas.
Vinieron entonces los cruceros de 140 km/h aprovechando la soledad de esas carreteras perfectamente asfaltadas y de esas largas rectas, infinitas. Incluso llegué a medir una de casi seis kilómetros sin una sola curva.
Se termina el llano. Y voy teniendo que decir adiós al clima cálido para irme adentrando de nuevo, en el ascenso al frío clima de mi ciudad, entre montañas.
Y creo que hasta aquí me llegó la crónica, porque el camino de vuelta fue un poco más de lo mismo que el camino de ida. Lo interesante de este viaje que sumó en total poco más de 900 km, ya había terminado, fue la experiencia de haber conocido el Guaviare, con su clima de selva tropical húmeda, sus gentes, haber vencido el miedo, en fin, esas cosas que convierten un viaje cualquiera en aventura.
Saludos moteros y buena ruta...
Vssssssss


Las décadas del 80 y del 90 fueron la era dorada del narcotráfico en la zona. Y así, narcotraficantes, guerrilleros y paramilitares, se enfrascaron en una guerra que nada tenía que ver con "política" y sí mucho con el dinero y el poder. Incluso, soldados norteamericanos, apostados en una base militar muy cerca de la capital del Guaviare, tuvieron su parte en esta historia. Una historia apasionante, sin duda, pero que hoy todavía está sin contar.
***
El caso es que por cuenta de esa historia de violencia, cuando dije que me iba a trabajar una semana a San José del Guaviare, familiares y amigos pusieron el grito en el cielo: "¿Estás loco? ¿Cómo te vas a ir a meter por allá? ¿Y si te secuestran?" Como dato curioso, en el Guaviare fue donde se desarrolló hace un par de años una operación militar muy famosa que permitió la liberación de una reconocida política secuestrada en el país. Me refiero a la Operación Jaque y a la liberación de Ingrid Betancur. Les cuento esto para que se hagan a una idea del lugar del que les estoy hablando.
Yo no soy paranoico, pero ante tal actitud generalizada de miedo y preocupación, me tuve que poner a investigar. Y lo que descubrí, preguntando aquí y allá, especialmente a otros viajeros en moto, es que la verdad es más la mala fama que lo que realmente pasa allí, al menos hoy. Así que sin dudarlo, y tras prepararlo todo con tiempo y cuidado, el jueves 15 de septiembre salí rumbo a San José del Guaviare.
Bogotá es una ciudad a 2.600 m.s.n.m., así que la primera parte del recorrido son cerca de 100 km en descenso montañoso hacia los Llanos Orientales. Saliendo de Bogotá, a esa hora de la mañana, con un clima de páramo, lluvioso y nublado, era así como se veía.

Luego, a medida que se desciende, atrás va quedando la fría montaña y el clima empieza a cambiar, tornándose más cálido, y no sólo cambia el clima también cambia el paisaje. Las montañas se abren y entre sus cañones se forman ríos de aguas que vienen desde los páramos.

Hasta que finalmente surge el pie de monte y se abre la llanura. Allí se encuentra Villavicencio, la capital del departamento del Meta, un departamento (estado, provincia) agrícola y ganadero. Esta ciudad es llamada "la puerta al llano", pues desde aquí se disparan las largas carreteras que conectan estas enormes y cálidas sabanas.

Una vez abajo, en la llanura, las carreteras sinuosas de montaña desaparecen y son sustituidas por largas rectas. Dejo atrás Villavicencio y sigo camino hacia Acacías, Guamal, San Martín y Fuente De Oro, donde me detengo a poner gasolina y a hidratarme un poco. Luego, nuevamente a la ruta.

El paisaje es imponente: no hay límites para la mirada, la tierra se funde con el cielo.
Avanzo en mi G 650 GS "mono" a velocidades crucero de 140 km/h y poco más, rodando sobre el negro asfalto y largas rectas en las que se termina por suplicar a gritos que aparezca una curva, o de lo contrario corre uno el riesgo de dormirse.

Pero todavía estamos en "los llanos", tierras ganadas a la selva hace siglos, desbrozada a punta de machete y ganado. Tierra de latifundistas, ganaderos y palmicultores. Buen asfalto, cercas, cultivos, postes de luz: civilización.

Hasta que pequeños signos empiezan a anticipar la llegada de la selva: carreteras en construcción y agentes de orden público vigilando las vías para evitar incursiones guerrilleras.

Los indígenas de estas tierras no suelen involucrarse con las instituciones del estado, mucho menos con las que están relacionadas con la guerra, por eso me llamó tanto la atención este policía Tucano (una de las muchas etnias indígenas del Guaviare) y me atreví a pedirle que me dejara tomarle una foto. La idea de subirse a mi moto, fue suya.

Sigo adelante mi camino, y aparece entonces el río Guayabero, que sirve de límite entre los departamentos del Meta y del Guaviare.

Después, un breve tramo a medias asfaltado y entonces se termina definitivamente el pavimento y nace la selva en todo su esplendor:

O como dicen en inglés: where the pavement ends... y completo: the jungle begins...

Unos 20 km de carreteras destapada consigo llegar, al fin, a San José, capital del departamento del Guaviare.

Atardecer sobre el río Guaviare
Fueron en total ocho días los que estuve en San José del Guaviare. La mayor parte del tiempo me la pasé trabajando, así que más bien poco de turismo. Y debo confesar, que el primer fin de semana que estuve allá, que bien hubiera podido aprovechar para darme una vuelta por los alrededores, por cuenta de la paranoia que le inyectan sobre temas de orden público, no me atreví a salir.

Rojo sobre rojo
Pero con el paso de los días y el contacto con la gente del lugar, fui entendiendo que el tigre no es como lo pintan, que San José es ahora un lugar tranquilo, y que de aquellos años en los que reinaron el narcotráfico, la guerrilla y el paramilitarismo con todos sus muertos, sólo quedan los malos recuerdos y la pobreza que pareciera devorarlo todo como la selva misma.

Navegando hacia la noche
Y como suele pasar allí donde abundan las dificultades, uno encuentra gente valiosa luchando por cambiar las cosas. Y tuve la fortuna de conocer personas haciendo cosas maravillosas en esa tierra, historias que algún día me gustaría contar.

Pescador y río
Dije que no pude hacer nada de “turismo”, pero no podía regresar sin darme un paseito del tipo “off road”, así que el último día me escapé del trabajo y me fui a conocer "La Lindosa". Se trata de una pequeña sierra rocosa que se alza en medio de la selva. En la parte superior de la sierra la humedad capturada por la vegetación se acumula y precipita generando pequeños causes entre las rocas.

El agua corre por rocas que parecen magma volcánica petrificada

No pude ir muy arriba, pues iba sólo y corría el riesgo de perderme, además que en cierto punto tendría que dejar abandonada la moto y seguir a pie. Me hubiera gustado ir, porque en la parte alta las rocas han dado forma a una especie de ciudad de piedra con edificios y calles, pero construidos por la naturaleza, y cuevas donde hay pinturas rupestres y otras tantas maravillas, pero tuve que conformarme con visitar una pequeña parte donde sólo pude ver el agua descender y acumularse en un delicioso pozo donde me dí un refrescante baño.

La Lindosa
Y eso fue todo.
A la mañana siguiente, el sábado 24 de septimebre, tras 9 días en San José. Me levanté a las cinco y media de la mañana, en medio de una suave y cálida lluvia, me bañé, me vestí con mi traje de motero más el impermeable, monté las maletas en la nave y como a las seis y quince arranqué el camino de vuelta.

Me despido de San José bajo la lluvia
La lluvia me acompañó la primera hora de camino. Pero ya me lo esperaba. De hecho, toda la semana estuvo lloviendo en San José. El primer día, cayó un torrencial aguacero que alcancé a pensar que era una tormenta, pero los lugareños me dijeron que eso no era nada, que cuando se trataba de una tormenta, nadie salía y podía durar hasta días. En el Guaviare sólo hay una temporada seca al año, de diciembre a febrero, el resto del año llueve. Pero claro, esto es la selva.
Pinche para ver el vídeo.
http://imageshack.us/clip/my-videos/585/yrq.mp4/
Aguacero normal cualquier día del año
En fin, una hora de lluvia y, precisamente, en el tramo “off road” hasta Puerto Concordia. Mejor dicho me gasté una hora en recorrer 30 miserables kilómetros. Los hice con sumo cuidado, pues iba pesado, chorreando agua y sobre una trocha que mezclaba piedra y barro, pero no barro cualquiera, lodo, greda, de lo más resbaloso del mundo. Incluso, teniendo en cuenta que las Metzeler Tourance Expedition no son llantas realmente “off road”, mejor dicho, no tienen tacos, para ayudarles a la adherencia les saqué algo de aire.

Cruzando el río Guayabero
Así llegué hasta Puerto Concordia, donde al mismo tiempo terminó la trocha y cesó la lluvia. Pero me olvidé que le había sacado el aire a las llantas, así que cuando empecé a jalarle la oreja a "la colorada" y empecé a sentir que la moto me hacía extraños, me acordé. Paré, bajé el baúl, desmonté la silla y conecté el compresor de aire al sistema de la batería y volví a inflar las llantas.

Vinieron entonces los cruceros de 140 km/h aprovechando la soledad de esas carreteras perfectamente asfaltadas y de esas largas rectas, infinitas. Incluso llegué a medir una de casi seis kilómetros sin una sola curva.

Se termina el llano. Y voy teniendo que decir adiós al clima cálido para irme adentrando de nuevo, en el ascenso al frío clima de mi ciudad, entre montañas.

Y creo que hasta aquí me llegó la crónica, porque el camino de vuelta fue un poco más de lo mismo que el camino de ida. Lo interesante de este viaje que sumó en total poco más de 900 km, ya había terminado, fue la experiencia de haber conocido el Guaviare, con su clima de selva tropical húmeda, sus gentes, haber vencido el miedo, en fin, esas cosas que convierten un viaje cualquiera en aventura.
Saludos moteros y buena ruta...
Vssssssss