Hace dos fines de semana me regalé un espléndido viaje para conocer algunos de los ejemplos más representativos del románico de Jacetania, la comarca más noroccidental de Aragón. Era un viaje cultural, nada de aventuras off road.
Tengo pendiente hacer un post, que espero que os guste.
El viaje debería ser tranquilo pero claro cómo la cabra tira al monte no pude resistir a meterme en una pista que llevaba a un castillo, entonces aparece un río que corta la pista, río que supera un puente o solera de hormigón.

Todos sabemos lo resbaladizo que pueden ser estos pasos, sin embargo cómo vi, torpe de mí, que el verdín, el verde, estaba solo en la parte central y los laterales tenían un color piedra pensé que no estaría resbaladizo.
Me meto en el puente, muy despacio y de repente me veo arrastrándome por el suelo con todo el equipo, no tenía ningún miedo pero parecía que no me iba a parar nunca. Afortunadamente al caer la parte delantera ya en el lecho del río queda encallada. Cómo esas películas en las que el coche o el autobús se queda “columpiándose” en el borde.

La altura era mínima, no llegaría al metro, pero el que cayera la moto entera dentro significaba el fin de la excursión.
Salgo muy despacio, y digo salgo porque yo durante todo el arrastrón seguía sentado en la moto, montado pero echado. Viendo el percal me quito la chaqueta para ponerme manos a la obra.
Aprovecho para comentar que las veces que me he dado arrastrones, cómo cuando vine nevando a Madrid desde Asturias, nunca me ha pasado nada, yo creo que es porque los cilindros, y mejor aún cilindros y maletas, hacen una “jaula” de seguridad que evita que se aplaste la pierna con el peso de la moto.

Le quito las maletas e intento, infeliz de mí, tirando del manillar subir la moto, los 275 kilos cómo era de esperar ni se inmutaba. Cómo soy muy peleón, en el buen sentido de la palabra, no me doy fácilmente por vencido, empiezo a discurrir cómo sacar la moto de allí. Dándole vueltas se me ocurre que si encuentro un tronco para hacer palanca y devolver la moto al puente.
Empiezo a buscar y tengo la suerte de encontrar un árbol tirado en uno de los márgenes del rio. Con este tronco hago palanca, me ayudo además de piedras para ir rellenando el hueco a medida que voy levantando la moto para que no vuelva a bajar y utilizo también las piedras para ir subiendo el punto de apoyo de la palanca.
La moraleja, si me lo permitís, es que nunca hay que darse por vencido.
No os meto más rollo, os dejo con el vídeo que espero que os guste.
Un saludo a todos,
Carlos, carmago en los foros.
https://youtu.be/A2s_d6ICL1M
PD La moto cómo siempre quedó perfecta y seguimos los dos viaje.

Tengo pendiente hacer un post, que espero que os guste.
El viaje debería ser tranquilo pero claro cómo la cabra tira al monte no pude resistir a meterme en una pista que llevaba a un castillo, entonces aparece un río que corta la pista, río que supera un puente o solera de hormigón.

Todos sabemos lo resbaladizo que pueden ser estos pasos, sin embargo cómo vi, torpe de mí, que el verdín, el verde, estaba solo en la parte central y los laterales tenían un color piedra pensé que no estaría resbaladizo.
Me meto en el puente, muy despacio y de repente me veo arrastrándome por el suelo con todo el equipo, no tenía ningún miedo pero parecía que no me iba a parar nunca. Afortunadamente al caer la parte delantera ya en el lecho del río queda encallada. Cómo esas películas en las que el coche o el autobús se queda “columpiándose” en el borde.

La altura era mínima, no llegaría al metro, pero el que cayera la moto entera dentro significaba el fin de la excursión.
Salgo muy despacio, y digo salgo porque yo durante todo el arrastrón seguía sentado en la moto, montado pero echado. Viendo el percal me quito la chaqueta para ponerme manos a la obra.
Aprovecho para comentar que las veces que me he dado arrastrones, cómo cuando vine nevando a Madrid desde Asturias, nunca me ha pasado nada, yo creo que es porque los cilindros, y mejor aún cilindros y maletas, hacen una “jaula” de seguridad que evita que se aplaste la pierna con el peso de la moto.

Le quito las maletas e intento, infeliz de mí, tirando del manillar subir la moto, los 275 kilos cómo era de esperar ni se inmutaba. Cómo soy muy peleón, en el buen sentido de la palabra, no me doy fácilmente por vencido, empiezo a discurrir cómo sacar la moto de allí. Dándole vueltas se me ocurre que si encuentro un tronco para hacer palanca y devolver la moto al puente.
Empiezo a buscar y tengo la suerte de encontrar un árbol tirado en uno de los márgenes del rio. Con este tronco hago palanca, me ayudo además de piedras para ir rellenando el hueco a medida que voy levantando la moto para que no vuelva a bajar y utilizo también las piedras para ir subiendo el punto de apoyo de la palanca.
La moraleja, si me lo permitís, es que nunca hay que darse por vencido.
No os meto más rollo, os dejo con el vídeo que espero que os guste.
Un saludo a todos,
Carlos, carmago en los foros.
https://youtu.be/A2s_d6ICL1M
PD La moto cómo siempre quedó perfecta y seguimos los dos viaje.
