PERÚ, brutal y sorprendente (y sin pisar Machu Picchu)

jaimeleonu

Curveando
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Hola

Recién llegado de mi último viaje por América, y para ir abriendo boca mientras preparo la crónica, os pongo un adelanto de lo qué ha sido éste recorrido por Perú.

Aunque el título es bastante explícito, un viaje por el Perú profundo, o parte de el, para el que Cuzco, Machu Picchu, el Colca, Arequipa...los dólares de los turistas, quedan lejos. Pero quizás por eso, y porque antes de salir no llevaba ninguna idea ni expectativas preconcebidas, me ha resultado un Perú brutal y sorprendente...

Porque experimentar pasar en un día de la costa del Pacífico, el desierto, los pasos a casi 5.000 m, a la selva de la Amazonía, es eso, brutal.
Porque el recorrido que hice por un desfiladero, que mucha gente ni conoce ni ha oído hablar de el, por su angosta carretera y sus 35 túneles, a mí me pareció brutal.
Porque pasarme 6 horas en una trocha (los caminos de allá) de montaña, a treinta y tantos grados y sin saber cuánto tiempo me llevaría recorrerla, para mí fue brutal.
Porque conduciendo (rápido, para que engañarnos) por uno de los pocos tramos de autopista que me encontré, y de repente me veo a un tío que se pone de rodillas en mi mismo carril, el golpe puede ser brutal...

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Sorprendente me pareció que por una carretera de la selva de repente aparecieron 3 hombres y una mujer armados, sin uniforme oficial, me hicieron parar....
Sorprendente es que esté dañado un puente y el desvío me lleve hasta la orilla de un río, con un corriente que a mi me acojonó...
Sorprendente resultó que viajando solo, raro fue el día que no estaba con algún conocido/da, o alguien con quién me ponían en contacto.
Sorprendente que además de las 2 charlas que llevaba ya cerradas desde aquí, a las 24 h. de estar en Perú se pusieran en contacto conmigo de una Universidad para invitarme a participar en una jornada de ponencias viajeras, o que uno de los más reconocidos periodistas peruanos de viajes me dedicara una crónica, o que un destacado pintor limeño me regalara y dedicara una de sus obras...

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Y un montón de situaciones más que han hecho que este viaje, por zonas no turísticas del Perú, me haya proporcionado un gran número de extraordinarias vivencias que iré ordenando y contando.

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Si es que subo a cada uno en la moto...


Saludos
 
Buena crónica, estaré atento al resto a ver como terminó el viaje peruano. Gracias por compartir y contarnos tu experiencia y aventura.
Saludos cordiales.
 


Antes de arrancar



Este ha sido mi décimo viaje en moto por el continente americano y el octavo por hispanoamérica, quizás por ello hay ciertos detalles que, aunque ya no me llamen la tanto la atención como las primeras veces, no está de más recordarlos, especialmente si nunca has viajado en moto por sudamérica y en tu mente está el hacerlo. Como siempre todo lo que escribo acerca de mis viajes está basado en mis propias experiencias, en lo qué he visto, oído o me han contado y yo he interpretado, y aunque, en esto caso concreto, me refiera a Perú, muchas de estas observaciones son extrapolables a otros países.

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Lo primero que hay que tener en cuenta, y ya que son viajes en moto, es el tema de la conducción. Los limeños comentan que quién conduce (maneja, dicen allá) por su ciudad ya está capacitado para hacerlo por cualquier gran ciudad del mundo. Lima tiene prácticamente 11 millones de habitantes, y es la cuarta ciudad más poblada de Sudamérica, sus infraestructuras no han crecido al mismo ritmo que el número de sus habitantes y vehículos y eso hace que verdaderamente conducir por ella llegue a ser complicado. Aunque la verdad es que tampoco mucho más que conducir por ejemplo por Bogotá o por Maputo, la capital de Mozambique, ya que aunque ésta última sea mucho más pequeña que Lima su tráfico anárquico no tiene nada que envidiar al de la capital peruana. Y recuerda que tu manejas una moto que atrás lleva una maleta a cada lado, y quizás por dónde pase la parte delantera de la moto, no haya espacio para la trasera. En cualquier caso conviene no olvidar que en muchas ocasiones imperará la ley del más fuerte, de él más osado o del que haga más ruido con la bocina.

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Ese sonido, el de las bocinas, será la música de fondo que escucharás durante tu manejo por Lima. Al principio desconcierta, pero pronto te acostumbras y por tu bien siempre tendrás un dedo sobre el pulsador, será la mejor forma de señalar tus maniobras, y a veces de defenderte. Hay muchos autobuses y mini-van que paran y arrancan continuamente para que los viajeros suban y bajen en cualquier lugar, estas maniobras, siempre inesperadas, las avisan a base de bocinazos. Además muchos conductores particulares son “taxistas accidentales”, es decir tú vas caminando, si te detienes en el borde de la acera comprobarás cómo muchos de los coches disminuirán su velocidad y con varios bocinazos se ofrecerán a llevarte a dónde quieras, ajustando de antemano un precio por el desplazamiento. Es como si se tratara de un “Uber” improvisado y espontáneo. Pero ojo con éste asunto, ya el año pasado me recomendaron que evitara siempre este tipo de desplazamientos ¿por qué, si mucha gente los utiliza?.

Existe algo llamado “secuestro al paso” (no me acordaba del nombre exacto y yo lo llamaba “secuestro ciego”, que cómo verás tampoco le queda mal este otro nombre) y es un suceso del que nadie está libre, ni extranjeros ni peruanos. Imagina que ya estás dentro de uno de esos coches, has acordado un precio para que te lleve al destino que has dicho. Poco tiempo después de arrancar, en un momento que el vehículo se detenga por un atasco, un semáforo…repentinamente alguien se subirá a ese coche, lo normal es que sea de acuerdo con su conductor. Se sentará a tu lado, te apuntará con una pistola, indicará que cierres los ojos, o directamente te tapará la cabeza, y te dirá que le entregues todo lo que tengas de valor, móvil, dinero, tarjetas…y el pin de las mismas. No te creas tan listo y, llegado el caso, por tu bien te recomiendo no le intentes engañar dando un pin falso. Antes de dejarte marchar del coche, él bajará a un cajero, comprobará que el pin que has dado es correcto, sacará la cantidad de dinero que tu límite diario permita, volverá al coche, te llevarán a un sitio lejano, a ser posible solitario, y allí te abandonarán.

Esto es de conocimiento general en Lima y son muchos los que te lo advertirán, pero este año además también me lo relató alguien que ha sufrido un “secuestro al paso” en dos ocasiones distintas, es peruano y reside en la propia ciudad, no es ningún turista.

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Una vez fuera de la ciudad, y como sucede en otros países de sudamérica, el tráfico disminuye notablemente, pero pueden aparecer otros problemas…Puede ser que llegues a una localidad por carretera asfaltada, en Perú recibe el nombre de pista y no lo confundas con lo que aquí entendemos por pista, y para continuar viaje por esa misma carretera asfaltada ahora tengas que hacerlo por un camino, en mejor o peor estado, pero eso sí, sin asfalto, estos reciben el nombre de “trocha”. Dependiendo de la orografía del lugar puede ser montañoso, muy revirado y con mucha piedra suelta, o si estás en selva baja será más recto y llano.

Nunca preguntes cuántos kilómetros tiene, nadie te podrá responder, mejor pregunta cuánto tiempo se tarda en recorrer y ahora ya sí tendrás una respuesta, que se acercará más o menos a la realidad dependiendo de en qué tipo de vehículo esa persona haya viajado por el, bien haya sido en un moderno 4×4, en un viejo turismo o en un colectivo (los vehículos para viajeros que hacen muchas paradas).


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Otra consideración es que en las zonas rurales muchos vehículos o bien circulan con los pilotos traseros rotos, o simplemente no funcionan, o sus conductores no los utilizan. Y para complicar un poco más las cosas puede ser que un coche lleve dado su intermitente, por ejemplo el izquierdo, pero eso no tiene porqué indicar que va a girar hacia ese lado, puede hacerlo al derecho, puede que de un frenazo y meta la marcha atrás o simplemente puede no pasar nada y seguir de esa forma durante kilómetros.

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Y un último apunte, muchos lugares están plagados de mototaxis (los motocarros de 3 ruedas que había en España hace muchos años), mucha atención con estos. Sus conductores son los “reyes del mambo”, los “putos amos de la calzada”, los “jefes de jefes”…Nunca señalizarán ninguna maniobra y debido a su estructura pueden hacer giros de 90 grados en un espacio muy reducido y con mucha rapidez, pero claro, quizás tu no te lo esperas y entonces te encontrarás con un problema… ¿Alguna recomendación más?, pues las normales en cualquier gran ciudad o en cualquier país del mundo, estar atento, precavido, utilizar el sentido común, y saber por dónde puedes moverte y por dónde no es recomendable que lo hagas.

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Pero que todo lo que has leído hasta aquí no te espante. Lo anterior no es exclusivo ni de Perú ni de Sudamérica, circular fuera de Europa significa que serás tú quién se tendrá que acostumbrar a su tráfico, no esperes que su forma de conducir se vaya a adaptar a la que tú estás habituado. Todo es similar a cuándo una persona no europea viene a viajar por aquí, traerá unas recomendaciones, y tomará unas precauciones, que para nosotros nos pueden parecer exageradas, pero para ellos no.


Fin de semana en Lima

En jueves por la tarde en el aeropuerto Jorge Chávez de Lima estaba esperándome Marisol Huacac, la organizadora de los Encuentros Grandes Viajeros Perú, y desde allí me llevó a mi hotel, igual que el año pasado situado en el tranquilo barrio de Barranco. Aproveché la mañana del viernes para acercarme hasta las instalaciones de Motoviajeros Perú (www.motoviajerosperu.com)que era la empresa para cuyos clientes daría esa noche un audiovisual. También son los distribuidores de los productos Touratech para Perú y quienes me proporcionarían la moto para mi viaje. Su dueño Iván Guerrero, y su equipo, me demostraron una gran profesionalidad, lo relativo a la charla de esa noche, así como los documentos para el uso de la moto, todo estaba tal y cómo habíamos acordado. Pero no solamente alquilan motos, como pude comprobar también te asesorarán en lo relativo a tu ruta, recomendándote los mejores lugares y dándote los mejores consejos para viajar lo más seguro posible. Y por supuesto conocí a quién sería mi compañera durante los próximos días, una Bmw 800 GS blanca que estaban terminando de poner a punto.

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El audiovisual resultó muy bien, la prueba fue que el turno de preguntas se alargó bastante más de lo que estaba previsto. Como es habitual en estos casos, salí de allí con unos cuantos nuevos amigos que me ofrecieron su ayuda para, si llegado el caso, tenía algún problema durante mi ruta por su país.

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El sábado y la mañana del domingo los dediqué por completo al 2º Encuentro Grandes Viajeros Perú. En el auditorio de Cenfotur, tal y como esperaba, pude reencontrarme con amigos que conocí el año pasado, pero también otros nuevos con quienes compartí charla, viajes, anécdotas, tragos… Tuve el honor de abrir la jornada participando en una mesa redonda junto al popular periodista de viajes Wili Reaño, en la que tratamos el siempre interesante, y a veces polémico, tema de cómo las nuevas tecnologías han cambiado los viajes y a los viajeros.

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Acerca de cómo se desarrollaron todos los actos de este 2º E.G.V Perú hay una crónica en la web de los encuentros http://encuentrograndesviajeros.com/asi-fue-el-2-egv-peru/

Precisamente ese sábado hablando con una de las asistentes al E.G.V, Luz Blácido, me preguntó qué día pasaría por Huaraz, ya que ella era profesora de la Facultad de Dirección y Turismo de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo de esa ciudad, tenía preparada una jornada de ponencias acerca del turismo, y quería saber si aceptaría ser uno de los ponentes. Mi intervención en ese acto no alteraba mi ruta, así que la contesté que contara con mi presencia, lo único que al no saber a qué hora llegaría a Huaraz, la pedí que mi intervención la colocara a última hora de la tarde, a lo cual accedió amablemente sin ningún problema.

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Después de la comida y las despedidas debía de ocuparme de otro asunto. En teoría debía retirar la moto de las instalaciones de Motoviajeros Perú a primera hora de la mañana del lunes, pero entre unas cosas y otras esto implicaría que cuando yo quisiera abandonar Lima sería como pronto a media mañana, o seguramente más tarde aún. Por este motivo comenté con Iván la posibilidad de que, si no era ninguna molestia, me entregara la moto a lo largo de la tarde del domingo. Me contestó que no habría ningún problema, lo entendía perfectamente y además me llevaría la moto a mi hotel. Después de la entrega todavía me hizo una última recomendación: “ya sabes que en Lima cualquier día el tráfico es un caos, pero el peor momento son los lunes a primera hora… Sal todo lo temprano que puedas”. Yo tenía previsto salir a las 7 a.m, Iván me dijo mejor a las 6, ”…y si puedes, mejor a las 5 y 30´”. A esa hora empezaba a amanecer, por lo que el domingo por la noche dejé la mayor parte del equipaje colocado en las maletas y a las 5 y 45´ del lunes estaba arrancando la moto.

Realmente me lo había pasado muy bien en Lima, pero no me dio pena tener que marcharme, estaba deseando comenzar mi viaje en moto por Perú...y me esperaban muchas cosas.

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Lima-Villa Rica (no, Oxapampa. 415 k)

Lima despierta, las calles comienzan a llenarse de tráfico, pero espero dejarla atrás antes de que ese tráfico retrase mi salida. En el primer cruce un poco complicado, me hago un lío con las indicaciones de mi viejo GPS y me paso un desvío que debía haber tomado, mal empezamos. Todavía dentro de la ciudad termino dentro de una autopista tipo Sudamérica, es decir con salidas e incorporaciones tanto a izquierda como a derecha, y además es de peaje. Al llegar a la barrera, el tipo de la caseta me dice qué hago allí, que las motos no pagan pero tienen que pasar por un lateral. Evidentemente, lo del pago y lo del paso lateral, es algo que yo debía saber, o haber recordado, pero no hay nada que lo indique, o por lo menos no lo he visto. Me es imposible retroceder, ¡menuda cola tengo detrás!, por lo que me ofrezco a pagarle el ticket como si fuera un coche y que me abra la barrera. Dice que no puede hacer eso, pero acto seguido levanta la barrera y sin cobrarme nada me indica que pase.
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En el barrio de San Juan de Lurigancho la circulación está detenida, hay obras, desvíos, atascos…Recuerdo que me han advertido que es uno de los distritos más peligrosos de Lima, por supuesto que el entorno indica que no es un barrio de clase alta . Un coche intenta meterse por mi derecha, su paragolpes delantero está a escasos centímetros de mi bota, al moverse la circulación el tío insiste en meterse por donde no hay espacio. Le meto un bocinazo y el método ¡¡funciona!!, paso yo primero.

Hace más de 2 horas desde que salí del hotel y según el marcador he recorrido unos 20 k, ¡menuda media estoy sacando!, pero poco a poco voy dejando atrás la ciudad, aunque continúo atravesando zonas pobladas y el tráfico sigue siendo un continuo arrancar y parar. También me lo habían advertido, hasta que no me aleje unos 60 k de Lima la carretera no estará despejada. Paro a llenar el depósito, por la rotulación de la gasolinera parece que estoy en España, no así por el precio del litro de combustible, poco menos de 0.80 euros/litro.

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Para mi alegría, a partir de un pueblo llamado Chosica el tráfico desaparece, llega la hora de relajarme un poco. El cielo está nublado y la temperatura sobre los 12º. El asfalto está bastante bien y lo mismo la anchura de la vía. Encuentro un peaje (en Perú son habituales los peajes en las carreteras normales) pero ahora ya sé por dónde me tengo que meter para evitarlo. Rápidamente la carretera comienza su camino hacia el cielo. La ascensión hacia el Abra Anticona es bonita, las montañas enormes, al contrario de la temperatura que noto como comienza a bajar. De nuevo estoy cruzando Los Andes. Hace un año, en el paso Libertadores que une Chile y Argentina, una ventisca de nieve me tuvo retenido unas horas y al despedirme de Los Andes les dije: “volveremos a vernos, pero espero me recibáis con mejor clima”.

En la parte más alta del Anticona hay un cartel indicando que estoy a 4.818 m aunque el GPS no está de acuerdo y marca unos 50 m más y el termómetro de la moto baja hasta los 3º. Paro a ver el paisaje y noto un leve “soroche” (mal de altura), no es extraño, en poco más de 4 horas he pasado del nivel del mar hasta aquí. Un hombre se acerca a venderme algo similar a cacahuetes metidos en una bolsa, aprovecho y le pido que me haga alguna foto.

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Aquí arriba se encuentra la estación de tren llamada Ticlio, un cartel indica que es la estación situada a más altura del mundo. Eso era verdad hasta el año 2006 en que los chinos hicieron la vía férrea que va a Lhasa y la arrebataron ese récord.

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El descenso es muy bonito, con curvas amplias y con el añadido que la temperatura va subiendo y mi soroche desapareciendo, aunque sigo por encima de los 3.500 m. Al pasar un cerro me quedo sorprendido por el valle que aparece ante mis ojos. Está todo colorido y lleno de plantaciones de flores, lógicamente el valle es conocido como “de las flores”. A pesar de estar a 3.050 m de altitud, parece ser que tiene un clima especialmente benigno y por eso se dan las condiciones para estos cultivos. Además he llegado en el mejor momento, la primavera ya está avanzada y según me cuenta una mujer, cargada con un saco lleno de flores, están ya empezando a cortarlas para la festividad de Todos los Santos del 1 de noviembre.
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Va siendo hora de parar a comer algo y al final del valle encuentro un pueblo muy animado, es Tarma. A ambos lados de la carretera se alinean pequeñas casas de comida y paro en una. Pido un menú, que consta de un gran tazón de “caldo de gallina”, que me sabe a gloria, y lleva fideos gruesos, maíz, trozos de carne…, y otro plato de lomo guisado, eso más un jugo de papaya y un refresco me cuesta 10 soles (menos de 3 euros). Allí mismo pregunto cuánto se tarda a Villa Rica, mi supuesto destino de hoy, me dicen que unas 4 horas, “pero con esa moto lo hace en 3”. Contesto a la mujer que no, que yo tardaré como unas 5, ya que voy tranquilo y hago muchas paradas. Miro el reloj y veo que no puedo entretenerme mucho, es la una y aquí anochece sobre las 6, no me va a sobrar mucho tiempo.

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Adelanto un par de motos con matrículas peruanas cargadas con equipaje, son de fabricación china y de baja cilindrada, y son los primeros que veo que también estén viajando en moto. El camino sigue siendo bonito, curvas, buen piso, muy poco tráfico y el aumento de temperatura y la vegetación, cada vez más verde y frondosa, indica que dejo atrás la sierra (Los Andes). Un cartel indica que ya estoy entrando a la selva central, cuando estoy allí detenido llegan los de las dos motos de antes, paran y hablamos un poco. Son de Lima y están haciendo una ruta de pocos días, hoy van hasta La Merced y se quedarán a dormir allí. Nos hacemos unas fotos y nos despedimos, aunque yo viaje tranquilo, ellos todavía van más lentos.

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Atravieso pequeños pueblos, San Ramón, La Merced, Pueblo Pardo y veo que ahora todo es diferente, las construcciones, el aspecto de la gente, la carretera más estrecha…Paro en San Luís de Shuaro, un indicador señala a la izquierda Villa Rica, a la derecha Oxapampa, y recuerdo que cuando estuve mirando dónde terminar la etapa de hoy, en Oxapampa había más hoteles, aunque la verdad es que queda un poco desviado de mi ruta. Después de tomarme un jugo, cambio de opinión, me olvido de Villa Rica y tiro para Oxapampa. Como siempre, pregunto cuánto demora llegar hasta ella, según el GPS sólo son 35 k, pero me dicen que se tarda poco menos de hora y media, y como casi siempre tienen razón.

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Subo varias montañas, hay muchas curvas cerradas y el camino es estrecho pero precioso. En algunos puntos hay pequeñas caídas de agua que cruzan la carretera, pero que paso sin ninguna dificultad. Oxapampa fue fundada a finales del siglo XIX por una comunidad austro-alemana, por eso muchos alojamientos tienen nombres alemanes. Por Booking veo uno que me interesa, voy derecho a el. Me ofrecen habitación y desayuno por el equivalente a 23 euros, pregunto por un bungalow que tiene muy buena pinta, “esos cuestan 25” , la elección está bien clara. El desayuno es a partir de las 7 y 30, como quiero salir más temprano amablemente me dicen que prepararán una bolsa con el mismo y así podré desayunar y marcharme antes de esa hora. También me comentan que mañana, para ir hasta Villa Rica, no tengo que desandar el camino. Tengo que tomar un atajo, es una trocha de 31 k y que va por la montaña. Me dicen que está en buen estado y es muy bonita, y que en hora y cuarto estaré en Villa Rica.

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Salgo a dar una vuelta y a cenar, hablo con la gente y me cuentan acerca de la fundación de Oxapampa. Pregunto si después de tantos años la población original está mezclada con la autóctona, me contestan que sí, aunque veo bastantes personas de cierta altura, con la piel, los ojos y los cabellos claros. Me doy cuenta que llevo 4 días en Perú y todavía no he tomado ningún “pisco sour”, la bebida nacional y eso no puede ser. El “pisco sour” principalmente lleva pisco (aguardiente de uva), zumo de lima, azúcar e hielo muy muy picado, y la verdad a mi me encanta, además me sienta bien a cualquier hora del día. Conviene no olvidar que, aunque su sabor es muy agradable y se beba con facilidad, el pisco tiene una alta graduación alcohólica…no hace falta decir más.

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Bonitas fotos de un precioso viaje, sin duda tiene que ser una experiencia apasionante.
 
Hola

Me alegro os guste, espero poner mañana la siguiente etapa.

Saludos
 
Espectacular y gran desconocida para nosotros América, por la dificultad de "cruzar el chat"...

Gracias por compartir Jaime. Es una zona a la que le estoy dando vueltas para el próximos año.
 
Hola .Albert

Gracias, lo único (desde mi experiencia) te recomendaría, si me lo permites, que para un primer viaje por Sudamérica mejor que sea por Chile, o en tal caso por Argentina, en cualquiera de los dos hay muuucho que ver, pero todo será más fácil que por otros países.

saludos
 
Hola

Vamos con la etapa más largo, pero no la que más sorpresas deparó...

Oxapampa-Tingo María (520 k)


Esta noche ha llovido pero el día amanece soleado, esto siempre anima a empezar la jornada, que por otra parte, en teoría, va a ser de las más intensas del viaje, ya que es la más larga y además con bastante trocha (camino no asfaltado). La trocha no parece excesivamente complicada, al menos al principio eso es lo que me parece. Al ir por las montañas el paisaje es muy bonito, voy disfrutando, aunque como el día va a ser largo, intento no hacer muchas paradas para tomar fotos, por si al final de la jornada me arrepiento de haber acumulado mucho retraso. Los últimos 10 k antes de Villa Rica, la cosa ya se complica, al menos para mi nivel.

Son de pronunciado descenso, con mucha piedra suelta, se vuelve muy estrecha y tiene mucha curva. Tengo un par de sustos que me hacen recordar que viajo solo y no puedo, o no debo, tener ningún percance. Y además la moto, con las 3 maletas cargadas, pesa lo suyo y en este terreno es donde más lo noto.

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En Villa Rica lleno el depósito, me esperan unos 125 k por otra trocha que sigue por la “selva alta” (de montaña). En la gasolinera me dicen que hasta Puerto Bermúdez, donde comienza la “selva baja” (llanura), se tarda unas 4-5 horas. Desde allí hasta Tingo María ya hay pista (asfalto), eso en teoría porque no me aseguran que esté todo asfaltado…

El calor aprieta, casi 35º, y lo mismo la humedad ambiental, a ello se suma que la trocha no es tan fácil como la anterior y que tampoco puedo hacer muchas paradas a descansar, quiero llegar antes de que se haga de noche a Tingo María. Cruzo algunas pequeñas aldeas en las que parece no vivir nadie, todo el paisaje es pura selva, bonita pero con tanta vegetación no se ve más que verde y verde y encuentro muchos ríos que cruzar, por suerte la mayoría de las veces también hay un puente para hacerlo. Me creo que voy a buen ritmo y que haré los kilómetros de trocha en menos tiempo del que me han dicho.

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Encuentro muy pocos vehículos, así que cuando veo a una pareja cargando piñas en una camioneta paro a preguntar. Adiós a mis ilusiones, según ellos todavía me quedan unas ¡¡2 horas!!. Más adelante, a la salida de una curva casi me trago una furgoneta que está detenida. Se le ha partido un trapecio de la suspensión, nada extraño manejando por estos caminos que hasta las cabras se lo pensarían dos veces antes de meterse por aquí. El hombre me pegunta si tengo una llave 20-22, la más grande que llevo es la 12-13. A pesar de ir justo de tiempo le echo una mano y con su llave inglesa y un destornillador grande haciendo de palanca, conseguimos aflojar una de las tuercas de la pieza rota, para la otra va ser imprescindible la llave de 22 m.m. Me despido de él, pero antes le digo que detrás vendrá una camioneta, la de las piñas, y que quizás ellos le puedan ayudar, o al menos llevarle hasta Puerto Bermúdez.

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En una parte del recorrido me llevo un par de “sorpresas” con la aparición de camiones grandes. No sé que habrá por aquí cerca, obras, canteras o yo qué sé, pero me toca aflojar un poco e ir más a la defensiva. Sigue haciendo mucho calor y humedad, voy totalmente empapado y, claro, tengo que hacer más paradas para beber agua.

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A la salida de Puerto Bermúdez no hay ni rastro del asfalto. Lógicamente, después de tantas horas ya voy un poco hasta ahí de tanta trocha… Lo único que encuentro es un puente de madera con mal aspecto. Veo que llega un 4×4 y espero que pase él primero, por supuesto lo hace sin pensárselo dos veces.

Unos 10 k después se obra el milagro, de pronto me encuentro una carretera casi terminada. Recién asfaltada, amplia y al discurrir ya por la selva baja, hay muchos tramos en los que es una larga recta. Aquí puedo ir rápido y espero recuperar parte del tiempo. Aunque todavía hay tramos en obras y no conviene bajar la guardia.

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En Puerto Pachitea me doy cuenta que desde el desayuno no he comido nada. Paro, abro el top case y compruebo que el traqueteo de la trocha y el calor han hecho su trabajo, y además a conciencia. Las cosas pequeñas que no estaban dentro de la bolsa, están todas revueltas, incluso la propia bolsa está dada la vuelta. Unos plátanos que compré ayer (entonces estaban duros) se han hecho una papilla. Tengo prisa. no tengo ganas de andar buscando la navaja, sabe Dios dónde estará, y hacerme un bocadillo, además sigo teniendo ganas de beber ( a ver si es por causa de los piscos-sour de anoche…), por lo que en un puesto me tomo un jugo de algo que no había probado nunca, y está rico. Es un jugo de cocona, un fruto que abunda mucho en esta parte de la selva. Vuelvo a la carretera con fuerzas renovadas y es un gustazo, toda para mi solo.

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Pero aparece un problema, entre la conducción por la trocha y la velocidad que llevo ahora, el marcador de la gasolina baja muy rápido. Se enciende la reserva y todavía me faltan más de 60 k para llegar a un sitio llamado Alexander Von Humboldt, donde ya enlazaré con la nacional que me llevará hasta Tingo María, y que imagino será donde encuentre una gasolinera. Pero como me temo que no me llegará, me acuerdo que al pasar por algunos pueblos he visto casas donde pone “Grifo Rural”, es decir son casas donde venden combustible. En el primer pueblo que encuentro paro y pregunto por el grifo rural, “ahí más adelante está, aquella casa blanca” me dicen. Una mujer llena una especie de regadera y me vende 5 litros.

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En A.V. Humboldt un indicador señala, a la izquierda Tingo María 195 k y a la derecha Pucallpa 86 k. En este último pueblo es donde muere esta carretera, ya que a partir de ahí sólo se puede avanzar en lancha o en avioneta. En dirección a T. María la carretera vuelve a ser un tobogán plagado de curvas y además con mucho tráfico de camiones, al menos sigue siendo muy bonita. Lo peor es que me temo que llegaré de noche, ah no, eso no es lo peor, lo peor es que comienza a llover , encuentro un tramo en obras y para remate se funde la lámpara de cruce…

Vale, habrá que tomarse las cosas con más calma, aunque todavía tengo ganas de parar en un lugar muy turístico, es la cascada “El velo de la novia”. Por lo que se vé, está duplicada, antes de Oxapampa había otra “velo de la novia”, aunque aquella estaba seca. Esta al menos tiene algo de agua, aunque nada del otro mundo. Hablo con unos moteros autóctonos que también están allí y me dicen que en pocos días llegarán las lluvias y estará mucho más espectacular.

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Es noche cerrada cuando circulo por las calles de Tingo María. Toda la ciudad está plagada de mototaxis, por lo que voy con mucho ojo, no me fío ni un pelo de ellos. Doy con un hotel en el centro que según Booking está muy bien. Pregunto: ¿hay habitación libre? "sí", ¿tienen parqueadero? "sí, y también piscina", ¿precio? unos 22 euros. Me quedo aquí.
Aunque es de noche sigue haciendo calor, estamos en selva y a solo 600 m de altitud, así que primero me doy un baño en la piscina y luego salgo a cenar. Todo está muy animado, tenderetes y gente por todas partes. Mientras ceno se pone a llover como lo hace en la selva, es decir a lo bestia. Mientras esto para un poco, me tomaré algún pisco-sour. En el restaurante suenan "Los hombres G" , la chica que me atiende se mueve al ritmo de la música, "eso también lo bailaba yo cuando tenía tu edad". Me dice que la lluvia va para rato...Aunque estoy muy cerca del hotel, al final regreso calado (sí, por fuera y por dentro)

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Resumen del día, más de 500 k de ruta espectacular, 12 horas para recorrerlos, casi la mitad por trocha y la otra por asfalto. Para mí ha sido un día un poco duro, tanta trocha llega a cansar y me revienta, pero no hay nada mejor que unos pisco-sour para reponer fuerzas. Y qué leches!!, el día ha resultado muy bien, y al final hasta la lluvia se ha portado, se ha puesto a llover cuando ya había llegado a mi destino...

Saludos
 
Espectacular, vaya pedazo de viaje.
Esto se va pareciendo a juego de tronos, estamos todos esperando la siguiente entrega.... :)

Gracias por compartirlo. Buena crónica.
 
Hola

Gracias por las opiniones, en breve añadiré una nueva etapa. Esta será corta, de Tingo María a Huánuco, tendrá solamente 126 k.

No pueden pasar muchas cosas en tan pocos kilómetros ¿verdad?, y además sin trocha.

Seguro que es una etapa tranquila, aunque eso nunca se puede saber hasta que termina...y menos aún viajando en solitario.

Saludos
 
Tingo María-Huánuco (126 k)

Lo de la lluvia iba en serio, no ha debido parar en toda la noche, incluso llueve mientras desayuno, pero a medida que avanza la mañana, deja de hacerlo. Hoy tengo pocos kilómetros por delante, por lo que antes de marcharme aprovecho para ir a visitar “La cueva de las lechuzas” que está a unos 8 k de Tingo. No voy a ir en la moto, prefiero ir ligero de ropa, y por este motivo pregunto en el hotel si pueden llamar a un mototaxi de confianza. El hijo de una empleada se dedica a ese negocio y pasa a recogerme. Antes de ir a la cueva le pido que me acerque a un par de tiendas en busca de una H-7, la lámpara de la moto que se fundió ayer.

La ciudad comienza su día a día, las madres llevan a sus hijos al colegio, los mototaxis llenan las calles, la gente acude presurosa a sus trabajos… Nada fuera de lo normal en cualquier lugar del mundo, pero a mí siempre me gusta disfrutar este momento en que las ciudades empiezan a tener vida. En la segunda tienda que me lleva encontramos la H-7, es de fabricación china y por su bajo precio (poco más de 1 euro) me temo que no será de mucha calidad. Más tarde comprobaré mi sospecha, ya que funcionará cuando la venga en gana. No importa, buscaré otra de mejor calidad en Huánuco.

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Hay que pagar una entrada para visitar la cueva, ya que está dentro de una especie de parque. En la entrada de acceso al mismo un cartel dice, entre otras cosas, “considérese Usted como un individuo privilegiado”, me paro a leerlo y precisamente es lo que creo de mí en ese momento.

La cueva está bien, es grande, con unas pasarelas para recorrerla y en cierto modo es espectacular, aunque sólo se puede visitar parte de ella. Mientras regresamos a Tingo pregunto a mi conductor acerca de los años duros del terrorismo de Sendero Luminoso, ya que ésta era una de las zonas donde estaban más asentados. Me cuenta muchas cosas, aquí hubo muertes, secuestros, atentados, extorsiones… etc. “La gente vivía con mucho miedo, entonces yo era un niño, pero lo recuerdo bien. No podíamos salir de Tingo, pero el peligro no estaba sólo en la selva, incluso a veces hacían incursiones dentro de la ciudad…Fueron años muy duros”. Al final saco en conclusión que, como cuevas ya he visto muchas, me ha parecido más interesante esta conversación que la propia cueva, aunque para nada me arrepiento de su visita, es grandiosa y merece mucho la pena.

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El cielo amenaza lluvia y no sé si es mejor salir cuanto antes o esperar un poco. A las 12 h. ya me “echan” del hotel, arranco la moto y digo adiós a Tingo María. A los pocos kilómetros un cartel indica “Cascada velo de las ninfas”, ¡otro velo!. Sin estar muy convencido si merecerá la pena, pongo el intermitente y paro. Aparco y un hombre se acerca, pregunto ¿se tarda mucho en llegar a la cascada?, “unos 15 minutos sendero arriba”. Decido dar a la cascada una oportunidad de impresionarme.

Como era de esperar está bien, pero no estoy seguro si ha merecido la pena la más de media hora gastada entre subir y bajar por un sendero embarrado. Además en el descenso me he resbalado y caído, he tenido que quitarme la camiseta ya que estaba empapada de sudor y además, con la caída,se ha manchado de barro. Al volver a la moto me toca sacar otra.

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Más adelante otra parada, a la salida de una pequeña aldea están reconstruyendo un puente y hay un desvío que baja al río. Llego y veo la situación, el cauce presenta una corriente que como me meta allí, sabe Dios dónde acabaremos la moto y yo. Además me fijo en los vehículos que cruzan y según se mueven sus suspensiones, el fondo debe estar lleno de piedras. No es una cuestión de valentía o destreza, simplemente es que intentar cruzar aquello con una moto es querer tener, como mínimo, una caída o que me arrastre la corriente.

¿Qué hago? ¿cómo cruzo?. Lo único qué se me ocurre es esperar que venga una pick-up con la caja vacía, subir la moto y que me cruce al otro lado, eso suponiendo que su conductor quiera perder ese tiempo y que haya alguien más que nos ayude.

Con estos pensamientos estoy, cuando a mi lado aparece un niño en bici. “¿Va a cruzar?” pregunta, le digo que ni loco, y me dice “¿por qué no va por el puente de las personas?”. Con sorpresa le pregunto yo también ¿es que hay otro puente? ¿está cerca? ¿me llevas?.

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Mientras sigo al niño y su bicicleta, voy pensando en si será verdad que pueda cruzar por donde dice o será una fantasía suya. Pero efectivamente, por una calle de la aldea llegamos hasta un puente provisional hecho de madera. Parece sólido, aunque es muy estrecho, pero aunque tenga que desmontar las maletas ¡vamos que si lo cruzo! ya que es la única forma que tengo para continuar. Pero no es necesario, la moto entra y sale justa, y en segundos estoy en la otra orilla. Le regalo una gorra, un colgador de llaves y le doy las gracias. El niño me dice que si quiero una botella de agua. Entra en una tienda allí al lado y sale con la botella. No quiere aceptar mi dinero, me dice que la tienda es de su mamá y que es un regalo. Entro, saludo a su madre, la doy las gracias por la botella y la felicito por el chaval tan majo que tiene. Suerte que apareciste en el momento justo, Carlitos.

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Entre ninfas y puentes rotos, sólo llevo hechos unos 50 k, ni la mitad del camino. Al pasar por un pueblo veo tenderetes con plátanos y otras frutas. Decido parar a tomar un jugo, éste de papaya, a hablar con la gente y ver qué se cuentan. Disfruto mucho haciendo estas escalas en los pueblos junto a la carretera, lo malo que tienen que nunca sabes el tiempo que vas a tardar en volver a la ruta.

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Vuelvo a la carretera y no llevo hechos ni 5 k y otra nueva parada…Estos 126 k comienzan a hacerse muy largos. Lo peor es que esta parada es de forma muy involuntaria.

De repente de los laterales de la carretera aparecen 3 hombres y una mujer con ropa oscura y sin ninguna identificación. Visten gorra, chaleco, cartuchera, botas altas…y lo peor de todo, tienen armas y hacen ostentación de ellas, vamos, que están equipados con lo que viene siendo el kit guerrillero completo. Se plantan en medio y me ordenan parar a un lado. Sólo estamos ellos y yo, por allí no hay ningún vehículo de policía ni nada similar. Lo primero que me viene a la cabeza es “…ojalá me equivoque, pero esto tiene muy mala pinta. Seguro que como mínimo me va a costar unos cuantos soles, o quizás pueda ser peor que eso…”. Uno de los hombres se acerca, apunta su arma hacia el suelo (todo un detalle por su parte) y dice:

-Buenos días, ¿como está?. Somos del ejército peruano (mal empezamos, no me creo nada, sus ropas no presentan identificación de ningún tipo) y estamos haciendo funciones de vigilancia en la ruta para evitar saqueos a los conductores.

-Buenos días, bien gracias ¿y ustedes?. ¿Es que es peligrosa esta pista?

-Bueno, no especialmente, pero últimamente ha habido algunos asaltos. Incluso hace una semana mataron a un compañero.

Lo que me cuenta ahora es verdad, aunque sólo en parte. Cuando estoy en un país intento estar al día y echar un vistazo a la prensa, y recordé que en Lima vi en un periódico la noticia de que habían matado a un militar, pero no fue en esta zona, había sido lejos de aquí. Por lo que leí, todos los indicios recaían en guerrilleros del grupo terrorista Sendero Luminoso que todavía actuaban en aquella zona, aunque ahora se dedican al narcotráfico. Mientras me cuenta esto veo que pasan un camión y un coche y a ellos nadie les manda detenerse, los cuatro nos rodean a la moto y a mí, y parece que sólo les importo yo. Esto me mosquea un poco más ¿seré su presa fácil del día?.

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El hombre continua haciéndome más preguntas, esto más bien parece un interrogatorio: ¿de dónde viene? ¿a dónde va? ¿viaja solo? ¿de qué país es usted? ¿de España dice? ¿y entonces por qué la moto tiene matrícula peruana?. Yo intento ser cordial pero sin dejar de estar a la defensiva, sigo sin imaginar cómo va a terminar todo esto… Ya he pasado en otros países por la experiencia de que civiles armados me hayan ordenado parar. Siempre es una incertidumbre a lo qué pueda llevar esa situación en especial durante los primeros minutos, y nunca resulta agradable.

-Mire jefe ¿no le importaría darnos unos cuantos soles para ayudar a la familia del compañero que mataron?

-Ah, pues el caso es que solo tengo un billete de 50 para echar gasolina más adelante. Si ustedes tienen cambio, con gusto les daré una donación de 10 soles.

Pregunta a los compañeros y parece ser que entre todos no tienen billetes para darme cambio. Algo extraño. “Bueno, no se preocupe, no importa, puede continuar. Quizás encuentre más adelante otros compañeros que también le hagan parar”. Ya me siento más tranquilo y relajado, incluso les comento que si lo hacen, les diré que ya me han parado ellos para ver si así no me demoro mucho más. “Puede decirles que ha estado con Álvarez (o algo así), soy el jefe de este grupo, y le dejarán pasar sin problema”. Estoy deseando marcharme, pero como veo que mis temores iniciales han pasado, les pregunto si puedo tomarles una fotografía. Si les hubiera pedido dinero, no se habrían quedado tan perplejos ante mi petición…Se miran unos a otros y al final ¿Álvarez? ordena que todos posen para una foto, además lo hacen con orgullo y las armas bien visibles. Al final nos despedimos con un mútuo “que a todos nos vaya muy bacán (bien)”.

No volveré a encontrar ningún grupo de este tipo. Dos días después, contaré en Huaraz todo esto y me darán una explicación que me parecerá cierta.

Este no será el momento más delicado del viaje, al fin y al cabo, una vez pasado todo, mi miedo inicial nada tenía que ver con la realidad. Mucho peor será el susto que me llevaré días después al sur de Trujillo…Pero ya llegará ese momento.

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Los pocos kilómetros que hoy debía hacer parecen no acabarse nunca, tanta parada hace que la media siga siendo exageradamente baja. Empiezo una ascensión, según el mapa es la que me llevará hasta la cima del Abra Carpish, a casi 3.000 m. Es muy larga, calculo que unos 20 k, empieza a hacer frío, dudo si parar a ponerme los forros térmicos. De repente aparece una densa y húmeda niebla, y ya no hay remedio. Tengo que detenerme, quitarme la chaqueta y el pantalón y montar los forros. El paisaje, lo que la niebla me permite ver, es grandioso, en algunos puntos la carretera tiene unos “hundimientos”, esa es la definición que aparece cuando están señalizados. Son los lugares por donde el agua que cae por las laderas de la montaña cruza la carretera. La mayoría tienen poca agua, pero en ocasiones baja tal cantidad que al cruzarlos ni veo el suelo. Casi en la cima tengo que atravesar un largo túnel, negro como la noche y estrecho, rezo para no ver venir de frente ninguna luz.

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Al final del descenso está Huánuco. Antes de entrar tengo que cruzar un “hundimiento” de los importantes, por mucho que levanto los pies, no puedo evitar mojarme las botas y el pantalón.

La ciudad se fundó en mil quinientos y pico con el sonoro nombre de “La muy noble y leal ciudad de los Caballeros de León de Huánuco”. Para mí es grande, en algún lugar leí que tiene 200.000 habitantes, y a medida que me interno en ella, el tráfico se vuelve una locura.

Conduzco derecho a la Plaza de Armas, allí está el Gran Hotel Huánuco, mi destino. Miro el reloj, he tardado casi 5 horas, pero la etapa todavía no ha terminado… Cuando estoy a punto de meter la moto en el parqueadero, un mototaxi delante mio da un frenazo. Para evitar chocar con él, giro bruscamente a la izquierda, salvo un 4×4 aparcado a ese lado y me meto en el parking del hotel. Bajo, me quito el casco y la señora encargada de la puerta me llama, me dice que un señor (un hombre está junto a ella, pero en la calle) quiere hablar conmigo, ¿me conocerá de algo?. Pues no, evidentemente no es eso, resulta que es el dueño del enorme Toyota aparcado justo al borde de la entrada. Parece ser que al hacer mi maniobra he rozado con la moto en su paragolpes, puede ser verdad ya que el espacio era muy reducido.

Comprobamos lo que dice y efectivamente, mi maleta izquierda tiene un leve rayón y lo mismo la parte exterior derecha de su paragolpes, aunque su marca es más evidente y profunda. No quiero tener problemas, el hombre parece educado, razonable y tiene prisa, como yo vamos, y llegamos a un rápido acuerdo. Cien soles (unos 25 euros) pasan de mis manos a las suyas. Tendré que añadirlos a lo que me va a costar pasar la noche en el Gran Hotel Huánuco…


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El hotel está muy bien, más caro que el de otros días, pero lo merece. La habitación y el desayuno son unos 45 euros. Una vez cambiado pregunto en recepción dónde puedo comprar la lámpara para la moto. Un hombre, que se presenta como el director del hotel, se interesa por mi viaje, le cuento algunas cosas y acto seguido manda llamar al jefe de mantenimiento para que, en un coche del hotel, me lleve a una tienda de recambios en la que me asegura encontraré la lámpara. Y efectivamente así es. Al regresar, el hombre que me ha acompañado pregunta si necesito ayuda para cambiar la bombilla, se lo agradezco, pero le digo que no es necesario, y le doy unos soles de propina. Gran detalle por parte del director eso de poner a mi disposición al jefe de mantenimiento.


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En la misma plaza está la catedral, es de nueva construcción, y como durante todo el mes de octubre en Perú se celebra “El Señor de los milagros”, en su interior hay una misa especial, y el sábado, como en muchas ciudades peruanas, habrá una gran procesión.

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Al saber que estoy en Huánuco, mis amistades de Lima me envían varios mensajes recomendándome visitar 2 lugares inevitables en la ciudad, bueno en realidad son 3, pero uno es para mañana. Los dos primeros están situados en una bocacalle de la plaza. Uno es un bar de tragos llamado la Shactería, lo localizo y me tomo un “jala-jala”, que me cuentan es un macerado de eucalipto, limón, hierbabuena, maracuyá y no sé qué clase más de aguardiente, pero el caso es que está riquísimo. Y el segundo es un sitio para cenar, el Huapri, donde sirven la mejor “salchipapa” de la ciudad. Pues ya es la hora, vamos allá.

Todas las mesas están llenas, señal que es sitio muy popular. Veo que la gente hace cola de a uno ante un mostrador y pregunto para qué. Hay que comprar un ticket por lo qué vayas a tomar y beber, así que es lo primero que hago y luego a esperar una mesa libre o que alguien te permita sentarte a ella. Hay una chica, Patricia se llama, que también está en mi misma situación. Empezamos a hablar y decidimos que cuándo quede una mesa libre, la compartiremos.


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Mientras cenamos nos contamos los motivos de nuestros respectivos viajes. Es de Lima y trabaja en una empresa de certificaciones ISO, o algo así, y ha llegado hoy a Huánuco para unos trabajos. Tras la cena vamos a la plaza para ver un festival de danzas y músicas tradicionales. Esta muy animado, pero antes de medianoche ya estoy en el hotel. De buena gana me había quedado un poco más, pero no he olvidado que mañana debo salir todo lo temprano que pueda, ya que en Lima quedé con Luz, la profesora de la Universidad de Huaraz donde acepté dar un audiovisual, en que el jueves estaría lo antes posible allí. Entre ambas ciudades hay más de 300 k, y buena parte serán de trocha por las montañas. Por lo que mañana de nuevo ¡¡maaambo!!.

Esta noche nada de piscos, y mira que, después de tantos incidentes en tan pocos kilómetros (el puente roto, los tíos de las armas, el rozón al Toyota…) hoy si que tenía motivos para celebrar que todos se hayan quedado en simples anécdotas.

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Saludos
 
No hay foto de Patricia? huuuummmmm!!! directo al Hotel? jajajajaa !!!!!!!
el descanso del guerrero!!!

:D:D...con la de cosas que me pasaron ese día, y mira en lo que te fijas FRAN.

No, no hay foto, ni tampoco del hombre del Toyota :D

Saludos
 
jajajaja !! precisamente tan fotografo que eres en la cronica, esta falta me llamo la atencion, ......sin maldad eh!!!
 


Huánuco-Huaraz (320 k)


A las 8 tengo la moto cargada y el depósito lleno. Busco la salida de la ciudad en dirección a La Unión, al momento paso del asfalto a la trocha. Por ahora no parece estar muy mal, pero esto no ha hecho más que empezar. En esta misma salida está el tercer lugar que ayer me recomendaron desde Lima. Se trata de Kotosh, un enclave arqueológico con miles de años de antigüedad, en cuyo interior se encuentra “El templo de las manos cruzadas”. Pero su entrada, por lo temprano que es, todavía está cerrada , mala suerte, para otra vez será…

Estoy advertido de que la trocha es muy estrecha y también que al entrar en las curvas toque siempre la bocina, si viene otro vehículo hará lo mismo y así ambos sabremos lo que nos vamos a encontrar, incluso a veces hay señales respecto a esto por si lo olvidas. Como siempre el paisaje es grandioso, la trocha asciende serpenteando por las laderas de la montañas una tras otra, como dicen por acá “es harto revirada”.

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Encuentro tramos en los que parece como si alguna vez hubiera sido un camino asfaltado, pero ahora está lleno de baches y agujeros. Otras veces el firme presenta el paso del tiempo, y de las lluvias, y está lleno de pequeñas piedras sueltas, pero siempre es muy estrecho. Tan al pie de la letra me tomo lo de tocar la bocina que me encuentro haciéndolo como un loco incluso en curvas que, por su perfecta visibilidad, no es necesario, pero ya es la costumbre… Además, así también me divierto, ya que las aldeas que cruzo parecen abandonadas y encuentro muy poca gente. Una familia que está junto al camino me hace señas para que me detenga. Me preguntan si he adelantado a algún vehículo, llevan más de 1 hora esperándolo. Les digo que sí, que acabo de dejar atrás una ranchera blanca, parece ser que es la que debe recogerles.


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Cruzo un paso con un nombre muy bonito, “La corona del Inca”, estoy a algo más de 4.000 m y empieza a llover, por suerte es sólo durante pocos kilómetros. En Tingo Chico vuelve el calor, incluso aparece el sol y veo que todo está muy verde. A veces encuentro señales que indican la prohibición de circular a más de 30 k/h….¡ Qué más quisiera que poder ir al menos a esa velocidad! . También me llevo algunos sustos al entrar en pequeñas aldeas e inesperadamente encontrarme en el suelo reductores de velocidad, aquí llamados “rompemuelles” (cuando les contaba que en España también les llamamos “guardias tumbaos”, mis amigos peruanos se partían de risa). El problema es que por la trocha no los ves hasta que estás encima de ellos, y a veces ya es tarde…Lo mismo me sucede con un puente que, hasta que no estoy cruzándole, no me doy cuenta de su precario estado. No me explico cómo puede aguantar el paso de los coches.


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Empiezo a notar que la cadena se ha destensado en exceso, pero me queda poco para terminar la trocha y decido seguir así hasta La Unión. Aqui paro en un taller de mototaxis para pedir una llave y tensar la cadena, pero me lo pienso mejor y pregunto al hombre del taller si me lo puede hacer él. De este modo le doy a ganar algunos soles. El hombre se pone a ello y quiere ser amable y servicial, me pregunta un par de veces: “patrón ¿así está bien tensada o la aflojo un poco?. Antes de dejar el pueblo, paso por la gasolinera, lleno el depósito, y pregunto si no encontraré más trocha.

-No, ya se acabó. Hasta Huaraz todo es pista de doble vía. Puede acelerar todo lo que quiera.

No sé si será por la altura, o por las muchas ganas de dejar atrás la trocha, o por qué “vaina”… Pero el caso es que al escuchare lo de “doble vía” me creo que es una autopista. Ingenuo de mi. A los pocos kilómetros me doy cuenta que el gasolinero me ha dicho doble vía, porque la carretera tiene un carril en cada dirección, el camino que he traído hasta La Unión es tan estrecho que a ese le llaman de “una sola vía”. Me da igual, el paisaje por donde discurre la carretera 3-N y la buena temperatura hacen que me divierta mucho y además pueda ir bastante rápido. Cruzo un corto desfiladero cuya belleza me deja sorprendido, ni idea de su nombre si es que tiene alguno.


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Todavía tengo otro gran paso de montaña, es el Abra Yanashalla que sube hasta los 4.720 m. La ascensión es quizás la más bonita de las que he hecho hasta ahora, lo único que me preocupa es que la cima está cubierta por nubes muy negras. De nuevo comienzo a notar un leve “soroche”, me doy cuenta de ello porque intento hacer un cálculo mental de los kilómetros que me restan hasta el cruce con Huaraz, y compruebo que mi mente tiene problemas, una y otra vez, para hacer una suma tan sencilla como “20 + 15 =…”

Me gusta mucho cruzar Los Andes, lo he hecho por todos los países por los que discurren, unas veces en solitario y otras acompañado por Conchi. Ante estos paisajes andinos, tan sumamente extremos, siempre experimento sensaciones similares. El sentimiento de lo frágil que soy, que estoy totalmente en manos de la naturaleza y de su fuerza, y siempre temo el momento, sé con seguridad que antes o después siempre se presentará, en que experimente algo similar a la angustia. Es ese temor ante lo que me pueda llegar a ocurrir circulando a estas alturas y en esta soledad. Por suerte también sé que sólo es un pensamiento pasajero, que no me ocupa mucho tiempo, pero reconozco que no puedo evitarlo. ¡Qué le vamos a hacer!, cada uno somos cómo somos.


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En la cima la vista es una maravilla, si el cielo estuviera azul e hiciera 10º más de temperatura ya sería algo inenarrable, pero éste presenta un color grisáceo y el termómetro marca 2º. No estoy aquí mucho tiempo, lo justo en lo que me pongo el goretex y poco más, ya que comienza a llover, e incluso me temo que pueda empezar a nevar. El largo descenso me toca hacerlo bajo una intensa lluvia y con mucha precaución. Es una lástima, ya que la bajada presenta los ingredientes básicos para divertirse conduciendo una moto, es decir tiene un buen asfalto, anchura más que aceptable, curvas muy amplias y, como siempre, muy poco tráfico.


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Son casi las 3 de la tarde cuando llego al cruce con la carretera que viene desde Lima, aquí veo varios restaurantes y me acuerdo que todavía no he comido. Entro en uno, “no, se nos acabo la comida”, en otro “no, ya hemos cerrado”, en el tercero lo mismo…Es la primera vez en todo el viaje que me encuentro con gente con pocas ganas de ayudarme. No es que llegue a molestarme, si es tarde es tarde y punto, pero si que me sorprende este recibimiento tan frío. Tampoco hay mayor problema, siempre llevo algo de comer guardado en el top-case, es el momento de hacerme un bocadillo, comprar un refresco y listo. Antes de partir me pongo alguna prenda más de abrigo, aquí todavía hace frío y Huaraz está enclavada a 3.000 m de altitud. Miro el GPS e indica que sólo me faltan 85 k para llegar. De nuevo una carretera divertida, en buen estado y prácticamente par mí solo. No hay tiempo de parar a hacer fotografías, voy rápido, disfrutando y además tengo una cita en Huaraz. Al ritmo que voy, creo que en menos de una hora estaré en allí.

Con el fin de ahorrar tiempo, ayer hice una reserva en el hotel Valencia. Llego a Huaraz, sigo las indicaciones del GPS, y después de callejear un rato, hay algo que no me cuadra. Paro y pregunto a un guardia. Resulta que en la ciudad hay 2 hoteles Valencia, uno que ya está cerrado, y el otro, el que yo reservé. Como era de esperar el GPS se empeñaba en llevarme al que ya no funciona. Estoy en la avenida principal y tengo que hacer un giro en “U”, me atrevo a preguntar al guardia si me permite hacerlo sin tener que ir hasta el final de la misma. “Sí, cómo no, pero tenga cuidado” me responde. Igual que si lo hubiera preguntado en España…Resultado, tanta prisa en llegar y al final con el lío del hotel he perdido casi 45´. Desde el hotel, el bueno, telefoneo a Luz Blácido, dice que me espera en la entrada número 3 de la Universidad Santiago Antúnez de Mayolo (UNASAM). Como no me parecía correcto presentarme allí sin saber quién había sido este señor que da nombre a la Universidad, ayer estuve leyendo un poco acerca de él. Don Santiago está considerado nada menos que “el ciudadano más inteligente de la historia del Perú”, ahí es nada. Estudió en su propio país y en varios de Europa, fue un brillante físico, ingeniero y matemático e incluso en 1944 fue propuesto para el premio Nobel de Física. Dirigió muchos proyectos de centrales hidroeléctricas por todo el país y su legado, obras y estudios son de reconocimiento mundial. ¡Ahora ya puedo ir a la UNASAM con los deberes hechos!.


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El en el hotel me indican cómo llegar hasta la Universidad, no queda demasiado lejos, pero como estoy con el tiempo justo, pido al recepcionista que me llame un taxi de confianza. Mientras llega pregunto a qué hora cierran la puerta de entrada, por si me tienen que dar una llave de ella.

-¿Sobre qué hora regresará usted?

-No sé, pero imagino que cómo muy tarde sobre las 11. No más.

-No se preocupe. Cuando llegue, toque el timbre y saldré a abrirle.

Al llegar a la UNASAM no veo a mi amiga, pero una chica se acerca y pregunta si soy “el licenciado” Jaime Núñez. La ha dejado al cargo de llevarme hasta el auditorio. Al entrar en el veo que Luz ya está en el escenario haciendo la presentación y a continuación comienzan las otras charlas que componen la jornada. El auditorio está completo, todos los sitios están ocupados por jóvenes universitarios.


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Con sorpresa y alegría compruebo que conozco a uno de los ponentes, se trata de Miguel Chávez, quien también estuvo hace unos días en el E.G.V de Lima. Mi charla es la que cierra el acto, las anteriores las han dado profesores y técnicos de turismo y, excepto la de Miguel, las otras han sido un tanto académicas, algo dentro de lo normal. En cuanto subo al escenario, comienzo a hablar de viajes en moto por el mundo, de anécdotas divertidas, de problemas que he tenido…y todo ello acompañado con las fotos que voy pasando, me doy cuenta que me he ganado al público. Por cierto mi charla la han anunciado como “El viajismo en el mundo…Viajar en moto”. Al final todo son preguntas, fotos, felicitaciones…Incluidos el rector de la Universidad y la directora de la facultad de Administración y Turismo, Milady Carbajulca. Esta última además me hace entrega, al igual que a los otros ponentes, de un certificado por mi intervención. Desde luego que da gusto acudir a eventos como éste, todos me tratan muy bien y me alegro mucho haber aceptado la invitación que Luz me hizo en Lima.


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Junto a Luz y Miguel




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Con Milady Carbajulca





Son casi las 9 de la noche cuando dejamos la Universidad, y Luz nos lleva a cenar a los ponentes y también nos acompañan algunos profesores de la UNASAM. Aprovecho la ocasión y entre otras cosas les pregunto acerca de los hombres que ayer me pararon camino de Huánuco. Me piden ver las fotos y me explican que son una especie de paramilitares, gente que ha estado en el ejército y que ahora hacen, voluntariamente, esas funciones de vigilancia, y que quien quiere les entrega unos soles. También pregunto acerca del por qué las paredes de muchas casas de zonas rurales están totalmente pintadas con propaganda electoral. Me cuentan que los partidos políticos, o los candidatos, pagan una pequeña cantidad a los propietarios de esas casas a cambio de que les permitan pintar allí sus proclamas electorales. En teoría, y según la ley, después de las elecciones deberían volver a dejar las paredes como estaban antes, pero ningún partido lo hace.


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Después de la cena Luz, Miguel y yo nos vamos a tomar unos tragos (copas). Cuando vuelvo al hotel es mucho más tarde de lo que tenía pensado, mejor dicho ya es el día siguiente. El mismo recepcionista de por la tarde sale a abrirme la puerta. Con un toque de ironía, me comenta:

-Licenciado, ¿cómo fue su charla?…Parece que se alargó más de lo que usted pensaba…

Y como todos los días, mañana debo salir temprano…


Saludos
 
magnifica cronica, ya se que el viajar solo tiene su encanto, encontrarse con uno mismo etc, pero la soledad en esos parajes tan aislados y como bien decias la intensa sensacion de vulnerabilidad puede ser angustiosa....yo prefiero viajar con un par de colegas, que aunque te suele supeditar muchas cosas es mas reconfortante y seguro ante una incidencia bien del piloto de la moto...por eso y mas cosas le doy un alto valor a lo que haces...
 
Hola Fran

Normalmente siempre viene Conchi conmigo, pero si ella no puede prefiero viajar solo, y más en viajes de este tipo. Ya que aunque lleve una ruta ideada, siempre hay que dejar espacio a posibles cambios sobre la marcha, que son más posibles de llevar a cabo viajando solo.

Te aseguro que, para mí, viajar así es mucho más fácil que hacerlo con alguien que no sea Conchi.

Y ahora va otra etapa del viaje

Saludos
 
Huaraz-Nuevo Chimbote (260 k)

A pesar de las horas a las que regresé anoche, a las 7 a.m ya estoy levantándome. Creo que es el primer día que a estas horas veo lucir un sol tan espléndido, el resto de amaneceres el cielo siempre estaba nublado. Encaro la ruta con muchas expectativas, ya que la primera parte discurrirá por un largo valle, conocido como “callejón de Huaylas”, en el departamento de Ancash, del que todo el mundo me ha hablado maravillas. Uno de los ponentes de anoche, Julio César Sotelo, es uno de los mejores conocedores de la región, me recomendó algunos lugares y además me entregó una serie de folletos turísticos de los que precisamente él era el autor.


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Antes de tomar la carretera que recorre el valle decido subir a uno de los muchos cerros que rodean Huaraz, y aprovechando la mañana soleada poder tener una vista panorámica de la ciudad. No me demora mucho tiempo y en cuanto recorro 4-5 k ya tengo lo que buscaba.

El más violento y devastador terremoto de la historia del Perú sucedió en mayo de 1970, y toda esta región de Ancash fue la más afectada. Tuvo una intensidad de 7,9 y se calcula que hubo más de 80.000 muertos. Un 97% de la ciudad de Huaraz quedó completamente destruida, la segunda ciudad más poblada de la zona, Yungay, quedó enteramente sepultada bajo un aluvión de hielo, rocas y lodo, que tenía una altura de entre 20 y 30 m y una anchura de unos 1,5 k. Este alud se desprendió de la cima del Huascarán (6.768 m) la montaña más alta del Perú. El aluvión avanzaba hacia el este de Yungay, pero el ensordecedor ruido que producía, rebotaba en la cordillera situada al oeste, desorientando a los habitantes de la ciudad que no sabían qué era lo que sucedía. Solamente sobrevivieron 300 personas de las 25.000 que habitaban Yungay. Desde aquí arriba mientras observo Huaraz , y parte del valle, intento hacerme una idea de la devastación de aquel terremoto, lógicamente me resulta imposible llegar a imaginar una mínima parte de lo que fue aquella tragedia


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Entre Huaraz y Yungay encuentro bastante tráfico, pero a partir de esta población vuelvo a la habitual tranquilidad. Paro en una gasolinera y mientras estoy repostando veo que llega un vehículo, su conductor se baja, se acerca a mí y me dice.

-Buenos días ¿cómo está?. Veo que la moto tiene matrícula de Perú, pero estoy seguro que usted no es peruano ¿me equivoco?

Le respondo que está en lo cierto, le explico el motivo de conducir una moto de este país y le pregunto el por qué sabía que yo no era peruano.

-Muy fácil. Hace pocos kilómetros nos ha adelantado a varios carros, y cada uno de esos adelantamientos los ha señalado con el intermitente correspondiente. Acá casi ningún conductor lo hace, yo incluido.

Me está gustando “El callejón del Huaylas”, la carretera serpentea junto al río Santa. A mi izquierda tengo la llamada “Cordillera Negra”, formada por los Andes situados entre esta zona y el Pacífico. Y a mi derecha se levantan Los Andes centrales, conocidos como “Cordillera Blanca”. Veo bastantes campos cultivados, pastos e incluso algunas zonas industriales. Paro en un pueblo llamado Caraz, es bonito, limpio, tranquilo y su gente amable. Aparco en la Plaza de Armas y veo que hay una oficina de Turismo, entro a ver que me cuentan.


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Los dos hombres que la atienden se muestran muy serviciales y me dan toda clase de información sobre la zona, en especial para ir hasta uno de los lugares más bellos de Perú, la laguna Parón. He visto algunas fotos y anoche en Huaraz, también me hablaron de ella, pero me quedaré con las ganas de ir hasta allí. Desde Caraz hay que tomar una trocha que demora unas 2 horas el llegar allí arriba (la laguna está a más de 4.000 m de altitud). Esta vez no tengo tiempo, pero seguro volveré para ir hasta la laguna Parón. Aunque no llegara a visitarla, no me resisto a poner una foto de la misma (evidentemente no está tomada por mí) para que te hagas una idea de su belleza.


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Antes de dejar la oficina de Turismo, me hacen una última recomendación.

-Si no se demora mucho por el camino, aguante para almorzar hasta que llegue a un pueblo llamado Vinzos, lo encontrará ya en la carretera de Chimbote. Busque un restaurante llamado “Casa Señora Julia”, está en la misma carretera, y pida una “causa vinceña”.

-¿Y en qué consiste eso de la “causa”?

-Usted pruébela, y seguro que, si algún día vuelve a pasar por aquí, no se le olvidará parar a darme las gracias. Pero recuerde, en “Casa Señora Julia”.

Cuando preparo un viaje intento conocer de antemano algunos aspectos de los lugares más llamativos por los que discurrirá mi ruta, en esta ocasión uno de esos lugares que tenía señalado era el Cañón del Pato, al que precisamente estoy a punto de entrar. Pero al final llego hasta aquí sin tener muchas referencias del mismo, sólo algunas recomendaciones que me hizo Iván Guerrero (Motoviajeros Perú) al conocer mi ruta, “no olvides llevar agua suficiente, allí no hay lugares donde comprar bebidas y hace mucho calor” y otros comentarios de los pocos amigos peruanos que lo conocían, en el sentido de “te va a gustar”, “es muy lindo”, y cosas similares. Pero solamente tras un un par de kilómetros recorridos dentro de él, me doy cuenta que estoy ante lo que va a constituir el lugar más llamativo de todo este viaje, y uno de los mejores de los que, a lo largo de estos 30 años por el mundo, he podido conocer. ¿Exageración? pudiera ser, pero yo cuento lo que experimenté aquella soleada mañana conduciendo por el Cañón del Pato.


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Está enclavado a una altura de unos 1.800 m, tiene una longitud de algo más de 40 kilómetros y está formado por la separación que el río Santa hace entre la Cordillera Negra y la Blanca, con la particularidad que hay puntos en los que, entre las paredes de ambas formaciones andinas, hay solamente 6 metros de separación. La carretera es sumamente estrecha y discurre a lo largo de la pared este de la C. Negra. En la dirección en que yo lo recorro, llevo a mi derecha el barranco que termina en el río Santa, por supuesto no hay ninguna barrera o defensa que sirva de protección. Atraviesa 35 túneles, oscuros, lúgubres, tenebrosos, unos más cortos y otros de más de 100 metros de longitud. No siempre son rectos, también los hay que hacen curva, pero los 35 son llamativamente estrechos, con poca altura y con una forma que recuerda a los que se construyen para ser cruzados por trenes, y aquí está la explicación. Primitivamente por aquí discurría una línea férrea, más tarde cayó en desuso y su trazado fue aprovechado para construir la carretera actual, este motivo explica el porqué de sus características.


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Hace bastante calor y en todo el recorrido no me encuentro con más de 6-7 vehículos, afortunadamente, ya que cada vez que entro en uno de los túneles, especialmente en los que por su forma no veo la salida, me encuentro tocando la bocina como si no hubiera un mañana. No quiero vivir la experiencia de, una vez dentro de uno de ellos, encontrarme de frente a otro vehículo. Lo peor es que con el fuerte sol que hace, al entrar en un túnel, y mientras mis ojos se acomodan a la oscuridad, durante unos segundos no veo absolutamente nada, y voy rezando para que en el suelo no haya ningún obstáculo que me pueda hacer caer. Pero a pesar de todo, estoy disfrutando de una manera inolvidable.


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Aquí encuentro una presa hidroeléctrica muy conocida. Es una obra ideada en su día (1915) por Santiago Antúnez, ¿quién si no?, aunque por diferentes motivos su terminación se demoró por muchos años. En su tiempo fue una de las más grandes obras de ingeniería de la nación y abastece de electricidad a gran parte del norte de Perú. Unos kilómetros antes de la presa, un hombre y dos mujeres llaman mi atención. Están a punto de cruzar un puente colgante no apto para gente con vértigo. Me dicen que viven al otro lado, en la ladera de la montaña. Tienen prisa por cruzar, y además lo deben hacer por turnos, por lo que decido no preguntar más acerca del motivo de que habiten allí. Seguro que tiene que haber una importante razón para ello…


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Hago muchas paradas, unas para fotografiar este increíble desfiladero y las más para simplemente contemplarlo. Estoy llegando a su final y no quiero que esto termine, es de esos lugares que te quedas con ganas de dar media vuelta y volverlos a recorrer una vez más…Me viene a la cabeza el mismo pensamiento que tuve el pasado año visitando Talampaya (Argentina). “Esto es increíble y una maravilla. No me explico cómo a esto no se le da la publicidad que merece. Si estuviera situado en otro país, todo el mundo habría oído hablar de el Cañón del Pato…”.


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En la aldea de Huallanca termina el Pato ¿y bien? ¿significa esto que se acabó el espectáculo?… Eso pensaba yo, pero no. Ahora me encuentro las mismas cordilleras, pero separadas por una ancho valle, eso no impide que lo que ven mis ojos siga siendo un paisaje grandioso e inolvidable. La carretera es ahora algo más ancha, pero presenta muchas curvas y el firme no es muy bueno, por lo que debo ir con mucho cuidado. Todavía me restan 70 k para conectar con la carretera N-12, que más adelante me llevará hasta la costa del Pacífico, y hasta allí siempre con la compañía del río Santa junto a mí.

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Miro el reloj y me doy cuenta que casi son las 3, deben quedar pocos kilómetros para Vinzos y no quiero que me pase como ayer, encontrar las casas de comidas ya cerradas, por lo que aumento la velocidad. Ya en el pueblo veo varios restaurantes todos con nombres parecidos, “Casa Señora Pilar”, “Casa Señora Antonia”, “Casa Señora…” y todos anuncian “Tenemos Causa”. “¿Cómo era el nombre que me dijeron en Caraz? Ah, sí, Señora Julia”. Le encuentro al final del pueblo, pero está cerrado. Media vuelta y paro en “Casa Señora Ana”, más que nada porque tiene una gran terraza y el día invita a almorzar al aire libre.

-Buenas tardes ¿cómo está usted?. Quería comer una Causa, ¿qué es lo que lleva?”.

La señora Ana (imagino) me explica que es un plato que tiene una base de sancocho de yuca, encima pescado (la mía será de atún) y ello envuelto en cebolla asada y hojas de plátano, también lleva ají y otros condimentos. No sé si será por el hambre que arrastro o qué, pero la Causa me sabe a gloria (aunque no sea de la señora Julia) . O quizás sea porque mientras doy cuenta de ella, no dejo de pensar en la maravillosa experiencia que he vivido hace pocas horas mientras recorría el inolvidable Cañón del Pato…La comento a la dueña lo sabrosa que estaba “la causa” y pido la cuenta, me cuesta 6 soles (menos de 2 euros) y vuelta a la ruta. Pronto un indicador me señala que faltan pocos kilómetros para encontrar a una vieja conocida, la carretera Panamericana.

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La entrada a Chimbote me devuelve a la dura realidad del tráfico congestionado, ruidoso y a tener que señalizar mis maniobras a base de bocinazos. Y todo ello se debe a que unas obras en la Panamericana obligan a que todo el tráfico tenga que cruzar por el centro de la ciudad. Pongo rumbo a Nuevo Chimbote, me han dicho que es más tranquilo, menos peligroso ¿?, y con mejores hoteles. Además, mientras cruzo Chimbote (el viejo), noto que en toda la ciudad huele a rayos, concretamente a pescado podrido, “¡¡¡ufff… aquí no hay quien pare…qué peste!!!”. Sobre las 5 de la tarde estoy entrando en un hotel situado junto a la Plaza de Armas de Nuevo Chimbote. Es muy nuevo y el precio de mi habitación son 35 euros, las tienen más económicas, pero lógicamente son más reducidas. Mientras relleno el formulario, la chica de la recepción me pregunta de dónde vengo.

-De cruzar el Cañón del Pato, por cierto ¿usted lo conoce…?

Esto comienza a inquietarme, no me lo puedo quitar de la cabeza…

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Saludos
 
Hola

Nuevo Chimbote-Trujillo ( 168 k)

Parece que al Perú le cuesta arrancar los sábados. Si el resto de días laborables desde primera hora la actividad diaria llena las calles, hoy todo está muy tranquilo, al menos a la hora habitual a la que suelo levantarme. Hoy toca etapa corta y espero que rápida, ya que deseo estar a buena hora en Trujillo. Voy a pasar el fin de semana en esa ciudad y además hay gente que espera mi llegada. Antes de dejar el hotel doy un paseo por Nuevo Chimbote, no hay nada especial que no hubiera visto ayer, pero lo hago para ocupar el tiempo con el fin de que, mientras tanto, levante un poco la neblina que envuelve a la ciudad. Sobre las 9 ya no aguanto más, arranco y salgo en dirección Trujillo. Como N. Chimbote está al sur de Chimbote (viejo) y de Trujillo, otra vez me toca cruzar esa ciudad. A estas horas el tráfico en el centro de Chimbote está más tranquilo que ayer, lo que no ha cambiado es el pestilente olor a pescado podrido…La neblina persiste, pero a cambio me llevo la sorpresa que encuentro grandes tramos de la Panamericana que son autopista. Lo he comentado más veces pero conviene recordar que en sudamérica el concepto autopista y el que cualquier europeo entiende, pueden llegar a ser bastantes diferentes. Hay tramos en los que la mediana está bien definida, otros no tanto, las incorporaciones, salidas, cruces, pueden estar igual a la izquierda que a la derecha, no hay circunvalaciones por lo que la propia autopista cruza por el centro de las poblaciones, sean grandes o pequeñas, pasando a ser una carretera normal, y por supuesto que en estas autopistas te puedes encontrar circulando cualquier tipo de vehículo y con cualquier tipo de tracción (mecánica o animal). Pero la gran ventaja es el poco tráfico que, excepto en las cercanías de la poblaciones, encuentro esta mañana.


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Cerca de Trujillo el cielo está ya completamente azul y se nota el aumento de temperatura. Tengo que llegar hasta la misma plaza de Armas, ya que en uno de sus edificios se encuentra el hotel Libertador y es en el que me alojaré estos días. El recorrido hasta el, me va mostrando una ciudad que creo me va a gustar, a pesar de ser bastante grande ya que es la tercera ciudad más poblada de Perú, superada por Lima y Arequipa, y tiene una población de prácticamente un millón de personas. Los edificios de la zona central, el casco histórico, están muy bien conservados y son muy coloridos, además toda esta zona se ve muy limpia y cuidada. El Libertador tiene unas instalaciones de primera, lo mismo que su ubicación, y esto, sea dónde sea, tiene un precio, que a pesar de ser el más alto del viaje estoy dispuesto a pagar, casi 100 euros la noche. A cambio mi habitación es grande y con vistas a la plaza.


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El único pequeño inconveniente del hotel es que no tiene cochera en el propio edificio, está situada a una cuadra del mismo, aunque tampoco es mayor problema. Descargo la moto y cuando voy a llevarla hasta el garage, Pedrito, uno de los taxistas del hotel me pregunta “por favor, patrón, ¿me permite subir a la moto y acompañarlo al parqueadero?”, claro que sí hombre, venga suba. No sin ciertas dificultades se encarama al asiento trasero de la GS, por supuesto sin casco, y arrancamos. Pedrito debe ser muy conocido en esta zona, ya que en el corto recorrido que hacemos en moto, toda la gente le saluda efusivamente. El está encantado de que le vean subido en la BMW y corresponde alegremente a esos saludos.


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Diego de Almagro fue quien en 1534 eligió el lugar para su fundación, e imagino que para “hacerle un poco la pelota” a Pizarro la puso el nombre de “Villa de Trujillo” en referencia al pueblo natal del su jefe. El propio Francisco Pizarro fue el que al año siguiente hizo oficial su creación retocando el nombre inicial que pasó a ser “Trujillo de Nueva Castilla”. La ciudad tuvo un importante y decisivo papel en la independencia del Perú. En diciembre de 1820 fue la primera ciudad peruana que completó el proceso que dio lugar a declarar a continuación su independencia de la corona española, con el conocido general argentino San Martín de por medio. Según cuentan, aquí fue el primer lugar en que se izó públicamente la bandera peruana.


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Hace unos días Marisol Huacac, organizadora de los E.G.V en Perú, me comunicó que, aprovechando mi estancia en Trujillo, el sábado por la tarde tomaría un vuelo desde Lima y vendría a pasar el fin de semana aquí, de este modo vería a sus amistades en la ciudad y también me las presentaría para que me aconsejaran durante mi estancia. Una de esas amigas se encargaría de ir a recogerla al aeropuerto y más tarde pasarían a recogerme a mi hotel para irnos juntos a cenar. De este modo aproveché la tarde para ir tomando el pulso a la ciudad. Me gustaron mucho sus edificios coloniales, y también que tenga calles peatonales por las que caminar tranquilamente. Primero almuerzo, muy bien por cierto, en un lugar que me han recomendado, Puerto Mori. Más tarde, un largo paseo me devuelve a la Plaza de Armas y entro a la catedral, ya que veo que dentro hay una celebración. Pregunto y me entero que es un acto en honor de la Virgen Blanca, con procesión incluida. El ritmo y la alegría de la música que acompaña todo esto es, como en toda sudamérica, realmente llamativo. Poco tiene que ver con las músicas que estamos acostumbrados a escuchar en celebraciones similares en España.


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Tenía pensado marchar de aquí el lunes a primera hora, pero hago un repaso a todo lo que hay que ver en Trujillo y sus alrededores y decido alargar mi estancia un día más, me iré el martes. El sábado por la noche, Selena, la amiga de Marisol que ha ido a buscarla al aeropuerto, lo ha organizado todo para que cenemos en uno de los lugares de moda, un restaurante-parrilla que se llama “Coco Torete”. Me lo paso muy bien conversando con ellas, pero además tengo la suerte de que Selena, aparte de ser una excelente y amable anfitriona, debido a su actividad profesional también es una experta conocedora de la actualidad política, no sólo de Trujillo, también del resto del Perú. Cuando visito cualquier país, una de las cosas que más despiertan mi interés es todo lo relacionado con la situación político-social del mismo. Gracias a Selena, a su amena conversación y a su paciencia respondiendo a mis preguntas, esta noche conozco mucho mejor la sociedad peruana y la convulsa vida política y económica, pasadas y actuales, del país.


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El domingo Marisol me lleva a conocer Huanchaco, ciudad que está a pocos minutos de Trujillo y que viene a ser una especie de Torremolinos peruano, a escala. Tiene una bonita playa, un concurrido paseo marítimo todo lleno de restaurantes, donde se come buen marisco y pescado a precios muy económicos. Imagino que las noches deben ser también muy animadas, ya que veo gran cantidad de pubs y algunas discotecas. En lo alto de la ciudad se encuentra la ermita de La Virgen del Socorro, imagen muy venerada en todo el país, tanto que hace tan solo unos meses el Papa Francisco visito el Perú y ofició una misa en una explanada aquí cercana, y dicha misa estuvo presidida por la imagen que de esta virgen se guarda en la citada ermita. También Huanchaco es famoso dentro del mundo del surf, ya que en 2013 fue la primera playa latinoamericana en ser reconocida como “Reserva Mundial del surf”. Y con esto último existe una estrecha relación con sus “caballitos de totora”, unas peculiares embarcaciones construidas con este material y que parece proceden de la época de la cultura Moche (siglos II al V). Al parecer los pecadores moches ya utilizaban estas embarcaciones para salir a por sus capturas y también para su diversión. A los peruanos les gusta decir que fueros ellos, los moches, los primeros surfistas de la historia.


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El lunes le dedico a conocer varios lugares arqueológicos cercanos a Trujillo. Visito las Huacas (pirámides escalonadas) del Sol y de la Luna, también pertenecientes a la cultura Moche. Además de esta, aquí existió otra cultura preincaica, la Chimú. La cual se desarrolló desde el siglo II hasta el XV, en que fueron sometidos por los Incas. Por este motivo, posteriormente los Chimúes no tuvieron reparo en unirse a los conquistadores para ayudar a los españoles a derrotar al imperio Inca. Su capital estaba en Chan-Chan, la ciudad de adobe más grande de América. Ambas visitas me han parecido muy interesantes ya que no sabía mucho, o más bien nada, acerca de estas dos culturas.


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Como tengo tiempo, a mediodía tomo un buen almuerzo en uno de esos restaurantes económicos y populares que tanto me gusta frecuentar. Como siempre la comida es sabrosa, abundante y con un precio apto para todos los bolsillos (4 euros un completo menú con una cerveza Cusqueña de trigo incluida).

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Paseando por el casco histórico de la ciudad encuentro un bar llamado Museo Café Bar, que verdaderamente hace honor a su nombre. Se trata de un local dedicado al conocido artista trujillano Gerardo Chávez López, al que algunos críticos de arte califican como “El Bosco contemporáneo”. Como a estas horas el local está vacío, su encargada me explica con suma amabilidad y con todo detalle la vida de Gerardo y las diferentes obras allí expuestas.

Por la noche me despido de mis amistades trujillanas y doy las gracias por su tiempo y atenciones, seguro que acá o allá nos volveremos a ver.


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Después de tres viajes por Perú ha sido la primera vez que mi ruta me ha traído hasta Trujillo, y espero que no será la última, definitivamente Trujillo me ha gustado mucho. Para mí junto con Arequipa y Cuzco forma el trío de ciudades más interesantes y bonitas del país.


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Saludos
 
viendo la huella civilazora que dajaron los adelantados desde Rio Grande para abajo, y asumiendo los excesos y los fallos extrapolados a aquella epoca logicamente, no deja uno de sentirse orgulloso de lo que estos personajes historicos realizaron en un continente tan basto y en aquellas condiciones...realmente fantastico, cuando los españoles perdamos el complejo absurdo que nos metieron con la puta leyenda negra los holandeses e ingleses que ademas ellos si tienen mucho que tapar vergonzasamente, recuperaremos la verdadera dimension de estos heroes españoles....
 
viendo la huella civilazora que dajaron los adelantados desde Rio Grande para abajo, y asumiendo los excesos y los fallos extrapolados a aquella epoca logicamente, no deja uno de sentirse orgulloso de lo que estos personajes historicos realizaron en un continente tan basto y en aquellas condiciones...realmente fantastico, cuando los españoles perdamos el complejo absurdo que nos metieron con la puta leyenda negra los holandeses e ingleses que ademas ellos si tienen mucho que tapar vergonzasamente, recuperaremos la verdadera dimension de estos heroes españoles....

Hola

Ufff, anda FRAN que no pides tú poco ni nada...

En muchos países de latinoamérica, no todos claro está, se observa y comprende toda aquella época con una dimensión, como bien dices, y una importancia de una forma que difiere mucho de cómo se hace en España. Y casi todos se muestran orgullosos, e intentan conservar, la mayor parte de los muchos aspectos comunes que mantienen sus culturas y la nuestra.

Y pateando todo aquello es como uno llega a hacerse una muy pequeña idea de lo que nuestros antepasados vivieron allí. Evidentemente hay páginas oscuras y lamentables, pero que no se pueden ver ni analizar con los ojos y la mente del siglo XXI, simplemente porque ni ésta, ni ninguna otra época de la historia, se podría entender ni mantener.

Saludos
 
Trujillo-Huacho (470 k)

La mañana está soleada y aunque ya esté de regreso a Lima, lo que significa que mi viaje está cerca de llegar a su fin, hoy me siento especialmente animado. Como es etapa larga, en el primer tramo de autopista que encuentro, y tengo para mi solo, me apetece ir más rápido de lo normal. Todo está en orden, ningún vehículo al frente, y a la velocidad de crucero que viajo dudo mucho que por detrás pueda alcanzarme cualquier otro. De pronto algo llama mi atención, a lo lejos un hombre aparece en la mediana de la autopista, parece dispuesto a cruzar al otro lado, y creo distinguir que lleva algo en una de sus manos. No me preocupa, ni freno, ni aflojo el acelerador, todavía hay distancia suficiente para que le dé tiempo y sin duda me ha visto pèrfectamente, ya que cruza a la carrera. Lo que nunca podré llegar a imaginar es lo que va a suceder en los próximos segundos…

Rápidamente se va reduciendo la distancia que nos separa, pero repentinamente detiene su carrera, se planta de rodillas en medio del mismo carril por el que yo voy lanzado y extiende ambos brazos hacia arriba levantando lo que lleva en la mano.. Ya es demasiado tarde para intentar frenar, además, a la velocidad que voy, si lo intento lo más seguro es que tenga una caída. Pero tengo que hacer algo, y ya mismo, o me voy a estampar contra el loco este. Sólo tengo una posibilidad de esquivarle y es echándome hacia mi lado izquierdo, todo esto confiando en que detrás de mí no venga otro loco que circule a más velocidad que la mía y esté ocupando el carril izquierdo. Confío en que la suerte, esa que siempre necesitamos en momentos como este, me eche una mano. Como ya no hay otra opción, acelero todavía más y me echo todo lo que puedo hacia mi izquierda, por fortuna tengo libre ese carril. Pretendo esquivarle lo más alejado posible de él, ya que no tengo ni idea de si intentará atacarme, tirarme de la moto o incluso arrojarme lo que lleva en la manos. Echo un rápido vistazo, el loco sigue mirando al frente, su mirada está como perdida y ni se inmuta cuando paso a unos 2-3 metros de distancia y a casi 180 k/h, Aún me da tiempo a ver que es lo que levanta en sus manos, es una fotografía de el rostro de un hombre con barba, que puede ser desde Cristo hasta su padre, vaya usted a saber…

Una vez superado echo otro vistazo, esta vez por el retrovisor, y allí sigue, como un torero esperando a “porta gayola” la salida del toro. Poco a poco reduzco la velocidad hasta unos razonables 100 k/h, mientras pienso en la suerte que he tenido y en qué era lo que intentaba el tipo al hacer esta locura. ¿Querría suicidarse?, ¡¡ Joer, pues si era eso, que lo haga cuando vea venir un camión de 5 ejes, que tendrá más posibilidades de éxito que si le atropella una moto!!. Intento calmarme un poco, centrarme de nuevo en la conducción, y es ahora cuando me doy cuenta que mis piernas están temblando, y que soy incapaz de detener es movimiento. ¿He pasado miedo? Sí, lo reconozco, y además mucho. Pero es ahora cuando aflora ese miedo, ya que en aquellos críticos instantes mi mente estaba únicamente centrada en resolver la situación.

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El paisaje es cada vez más desértico, si es que alguna vez dejó de serlo, con grandes dunas por las que entre medías serpentea la autopista. Es un paisaje que me gusta mucho y además el trazado, y los pocos pueblos que cruzo, me permiten avanzar rápido. No puedo retrasarme mucho, ya que antes de llegar a Huacho, lugar donde espero pasar la noche, tengo que tomar un desvío de unos 30 k para llegar hasta las ruinas de la Ciudad Sagrada de Caral, visitarlas, y después desandar ese camino para volver a la autopista e intentar llegar a mi destino final antes de anochecer. En un pueblo llamado Barranca paro a comer algo y a repostar. Un hombre está barre que barre su pequeño kiosko, compro un refresco y comenzamos a charlar. Uno de sus hijos estuvo hace años trabajando en España, pero no recuerda en qué ciudad. Le pregunto por el estado del camino a partir del desvío que debo tomar para llegar a Caral. Me dice que está bien, aunque creo que para él eso de “bien” sólo significa que no es trocha, que está asfaltado.

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Al final son 40 k los que tengo que hacer por una carretera que en efecto está asfaltada, pero el firme está en muy mal estado y lleno de agujeros. Los últimos 5 k antes de Caral son de una trocha, que para un coche no tendría ninguna dificultad, pero que para una moto está llena de trampas.
Tengo suerte, primero porque no me caigo, segundo porque encuentro Caral vacía de turistas, aunque esto ya me lo esperaba ya que no es un lugar muy conocido, y tercero porque al pagar la entrada me informan que en pocos minutos comenzará la última visita guiada del día. Lo dicho, hay días que la suerte acompaña. El grupo solo lo componemos dos parejas brasileñas y yo. El colmo de la buena suerte habría sido que los brasileños se hubieran mostrado educados con el guía e interesados con sus explicaciones, pero quizás esto ya era mucho pedir…

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La ciudad Sagrada de Caral está considerada como la ciudad más antigua de América. Pertenece a la civilización del mismo nombre y también está considerada la más antigua de este continente. Data de hace unos 4.000-5.000 años, lo que significa que se desarrolló unos 1.500 años antes de la Olmeca y fue contemporánea de la Egipcia y la Sumeria. Su descubrimiento es muy reciente, ya que fue en la década de los 60´del siglo pasado cuando, gracias a un vuelo en avioneta, esta zona del valle del Supe se empezó a investigar con fines arqueológicos. Después de diversos intentos no fue hasta 1996 cuando se realizaron las excavaciones que dejaron al descubierto los restos de sus construcciones con forma de pirámides, una especie de anfiteatro y diversas construcciones de viviendas, así como canales de irrigación y más elementos constructivos que indican fue la capital de una amplia zona. En fecha muy reciente, 2009, Caral fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.


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Después de las tres noches en el hotel Libertador de Trujillo, hoy no quiero meterme en cualquier cuchitril, pero después de parar en tres hoteles me temo que la oferta hotelera de Huacho no es de mucha calidad . Pregunto en una gasolinera, me indican un hotel cercano, el Kajaca, y aunque está anocheciendo, hago un último intento. Por fuera solo se ve una alta tapia de unos 4 m de altura, que además no tiene ningún indicador de que allí exista un hotel. Desde la calle esto puede parecer cualquier cosa menos lo que yo busco, y desde luego que para alojarte aquí tienes que saber de antemano que tras el muro se esconde un alojamiento. Toco el timbre, un hombre sale a abrir la puerta y veo un bonito edificio y buenas instalaciones. Se terminó la búsqueda, me quedo aquí.

Saludos
 
pues a mi los desiertos no me gustan, que le vamos a hacer, pero las ruinas si....
mal rato con el fulano de la autopista, lo mejor no pararse si se puede , suelen ser trampas para robos o algo peor.
 
Flipante!!!. Por un momento con tus imágenes y relatos (sobre todo la parte de la selva) me hacia recordar un libro me gusto de niño. "La jungla del oro maldito". Narraba la vida de un niño garimpeiro...viendo tus fotos de la gente, los pueblos, la selvas etc me vino a la memoria este libro. Gracias por compartir.
 
Flipante!!!. Por un momento con tus imágenes y relatos (sobre todo la parte de la selva) me hacia recordar un libro me gusto de niño. "La jungla del oro maldito". Narraba la vida de un niño garimpeiro...viendo tus fotos de la gente, los pueblos, la selvas etc me vino a la memoria este libro. Gracias por compartir.

Hola lelc2

Vaya!! me alegro que mi relato y fotos te hayan traído ese recuerdo

saludos
 
pues a mi los desiertos no me gustan, que le vamos a hacer, pero las ruinas si....
mal rato con el fulano de la autopista, lo mejor no pararse si se puede , suelen ser trampas para robos o algo peor.

Fran, lo del tipo aquel me acojonó pero bien...Suerte que quedó en un gran susto, que fue lo menos que me pudo pasar
 
Precioso! A mí también me gustan los desiertos. Y las ruinas milenarias....

Hola livingstone

Los desiertos son una maravilla, si te gustan esos paisajes claro, y además se conduce muy tranquilo por ellos, normalmente sólo te tienes que preocupar de ti.
Y en Perú tienen muchas ruinas milenarias, lo que ocurre es que como todo se lo lleva Machu Picchu....el resto son poco conocidas.

Saludos
 
Hola

Acá os dejo la última entrega de este fantástico viaje, al menos para mí así ha resultado.


Huacho-Lima (160 k)


Último día con moto, por lo que toca divertirme en los pocos kilómetros que tengo hasta la entrada en Lima, ya que luego tendré que cruzarla hasta llegar a el distrito de Chorrillos, donde está la sede de Motoviajerosperú, y esa parte ya no tendrá nada de divertida. Las grandes dunas llegan hasta la orilla del mar y muchas veces, para superarlas, la autopista tiene que ascender hasta su cima. Poco a poco van aumentando las construcciones y antes de lo que pensaba me veo de nuevo engullido por el atasco continuo de Lima.

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Me tomo las cosas con mucha calma, sería una tontería echar a perder todo el viaje por adelantar ahora un par de metros, o colarme entre dos coches y maniobras similares. Después de poco más de 2 horas desde que entré en Lima, llego a mi destino final sin incidentes. Ya me había dicho Iván que había tenido que salir hacia Arequipa y que él hoy no podría estar para vernos. Entrego la moto a Eduardo, comentamos cosas acerca de mi viaje, recojo todas mis cosas, me despido de él y pido un Uber. Cuando estoy cerca del hotel que reservé anoche, me doy cuenta que tengo conmigo la documentación y el seguro de la moto. Le digo al conductor que espere, que dejaré todo mi equipaje en el hotel y que tendrá que llevarme de nuevo a donde salimos para devolver todos los documentos de la moto. Un poco más tarde de las 14 h. por fin está todo resuelto.

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Hasta mañana no sale mi vuelo por lo que tengo tiempo para despedirme de amigos y preparar todo el equipaje con calma. Por la mañana doy un paseo por el centro de Lima y entro a ver un mueso de Historia Natural que está muy bien. Me sirve para aprender muchas cosas acerca de Perú, su historia y su naturaleza.

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Marisol pasa a buscarme para irnos a comer y llevarme después al aeropuerto, pero antes tenemos que hacer una visita que tengo pendiente. Mi amigo Samuel Pintos es un conocido artista limeño que me había invitado a su conocer su estudio. Llegamos al barrio de Rimac, y me gusta el recorrido que hacemos hasta el estudio de Samuel. Visitar uno de los distritos más populares de la ciudad me permite conocer una Lima totalmente diferente de la que más conozco, es decir Barranco, Miraflores y Chorrillos. Conocí a Samuel el año pasado, en el 1º E.G.V Perú, ya que además de artista, y debido a sus exposiciones por toda Sudamérica, es también un gran viajero y fue uno de los ponentes el año pasado. Tiene el gran detalle de regalarme, y dedicarme, una de sus pinturas y una estupenda fotografía de la vida diaria del propio Rimac. Como ambas obras están enmarcadas, y mi equipaje bastante completo, con sumo cuidado las protegemos para que lleguen hasta mi casa en perfecto estado. Muchas gracias Samuel. Y muchas gracias por supuesto a Marisol por todas las atenciones recibidas, por su disponibilidad y por su tiempo, nos volveremos a ver en otro E.G.V, en España o en Perú.

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Conclusiones

Mientras espero la salida de mi vuelo, hago un repaso a todo lo sucedido en los últimos 18 días y a los casi 2.500 k recorridos por Perú en moto. El viaje no ha podido resultar ni mejor ni más completo. Ha sido una excelente mezcla de aventuras, cultura, experiencias, de reencuentros y también una oportunidad de conocer nuevos amigos. Viajar por un país, en este caso Perú, en el que de otros viajes ya conoces a gente estupenda y acogedora y que ellos a su vez te van poniendo en contacto con otras personas allá por dónde te lleva la ruta, es una de las mejores cosas que te proporciona viajar, conocer gente.

Como siempre, la moto ha sido el vehículo que me ha permitido llegar a lugares remotos, esos que el turismo general no conoce y que si llega hasta ellos lo hace como un punto de paso a otros lugares. Y ya que hablo de la moto, su comportamiento ha hecho que me olvidara de ella, quiero decir que como son ya muchos los viajes hechos con modelos como este, su fácil manejo hizo que sólo me tuviera que preocupar de conducirla y de vez en cuando hacerla una breve revisión. La BMW 800 GS me llevó a conocer lugares extremadamente hermosos, como las veces que crucé la cordillera ascendiendo hasta a alturas a las que los europeos no estamos acostumbrados, o el recorrido que hice por la Amazonía. Y cómo olvidarme de las horas pasadas en la soledad de las trochas por las que me tocó conducir. Sin duda en ellas tuve algunos momentos duros, pero conduciendo por ese terreno pude contemplar imágenes difíciles de olvidar. Pero hay un lugar que está por encima de todo ellos y para mí ha supuesto un descubrimiento, seguro que si has leído la crónica al completo ya sabes que me estoy refiriendo al impresionante Cañón del Pato. Un recorrido inolvidable y que tengo mis dudas de si algún día repetiré, creo que será imposible volver a sentir lo que sentí aquella mañana.

Pero como nos suele suceder a Conchi y a mí, hay viajes que por muy espectacular que sea su recorrido hay algo que le supera a este, la gente que conocemos en ellos. Mis viajes en moto hicieron que, además de acudir al 2º E.G.V Perú, estos viajes también dieron lugar a que Luz me invitara a participar en la jornada de Turismo que organizaba en su Universidad, o a conocer al equipo de la empresa que me proporcionó la moto, Motoviajerosperú, o a Carlitos, el simpático niño que me ayudo a encontrar el puente por el que poder cruzar un río. Mi recorrido también me llevó a conocer otros muchos, como el gerente del hotel de Huánuco, el chico de Tingo María que me llevó en su moto-taxi a la Cueva de las Lechuzas, a Patricia, Selena, Gladys, Iñigo, Iván, Thalia, Wili, Luz, Miguel, Marisol,…incluso los propios paramilitares que me detuvieron en aquella carretera de la selva, o cualquiera de las muchas personas anónimas que me sirvieron la comida, la gasolina, los piscos-sour, me indicaron una dirección, me saludaron y todas con las que intercambié unas cuantas palabras,…Unos y otros hicieron que mi experiencia por el Perú fuera tan hermosa como la he relatado.

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Saludos
 
Hola rioja, a la vuelta había mucho que hacer y ordenar, y con calma se llega a todos lados :)

saludos
 
Hola Jaime, estoy en Lima por trabajo hasta septiembre. tengo unos días en el mes de julio y luego a principios de septiembre. me gustaría hacer rutas en moto. me puedes indicar con quién podría contactar para alquilar moto y material y poder organizar algún viaje. gracias. Gran reportaje.
Miguel
 
Hola Jaime, estoy en Lima por trabajo hasta septiembre. tengo unos días en el mes de julio y luego a principios de septiembre. me gustaría hacer rutas en moto. me puedes indicar con quién podría contactar para alquilar moto y material y poder organizar algún viaje. gracias. Gran reportaje.
Miguel

Hola Miguel

Ahí en Lima para alquilar con garantías sólo tienes a Iván Guerrero de Motoviajerosperú (www.motoviajerosperu.com ). Tiene BMW 800 y 1200 GS equipadas con maletas y Top Case, están en el barrio de Chorrrillos y además te aconsejará rutas y todo lo que necesites, son muy profesionales (al menos conmigo) . Si necesitas más datos, teléfono...etc, mándame un privado.

Yo volveré para el III EGV Perú, pero será en octubre, ya estoy en contacto con él para que me reserve una moto. También te adelanto que allá los precios de alquiler son altos, las motos de importación tienen unos impuestos muy elevados y eso repercute en el precio de alquiler.

Cualquier duda estaré encantado de ayudarte

Saludos
 
Brutal... Veo que no ha cambiado mucho desde que lo recorrí hace 20 años en una R80GS... El mejor viaje de mi vida, sin duda.
 
tienes miedito? Albert a ti no se te acercan ni para que les des dinero????
sinceramente creo que todos los paises tienen su grado de inseguridad, Perú no es menos, pero si miras las noticias de los últimos días en Barcelona y en Madrid, que le dirías a alguien de la seguridad en España? en fin, es la eterna pregunta, yo en la Patagonia me encontré con una pareja de paisanos tuyos que me hablaron maravillas de México, Tijuana, ciudad Juárez y si te basas en los datos de seguridad pués ya sabes.

como Perú está entre mis futuros destinos, he hablado con amigos que son de allí y la respuesta es la misma, nunca hemos tenido problemas, pero seguramente problemas hay,

saludos
 
Un placer disfrutar de esta crónica,muy bien escrita y que transmite tanto. Gracias por tu tiempo y por hacernos disfrutar leyendo tu relato.Espero algún dia poder viajar por Suramerica en moto.

Un saludo.
 
Que tal Perú a nivel de seguridad?

Hola Albert

Pues es como todo... quien venga de viaje a España y le roben dirá que es un país inseguro, y quien no tenga ningún problema dirá que es seguro. Perú puede ser tan seguro y tan inseguro como España.

Hay asaltos, robos...etc , como en cualquier otra parte, y como en tantos luagares lo mejor es preguntar "in situ" qué lugares son recomendables y cuales no. Por lo demás, comportarse son sentido común y tener suerte que no te toque ningún suceso desagradable, del que uno no está libre en ningún lugar del mundo.

Pero si vas por allí disfrutarás de escenarios tan espectaculares como puede ser la costa, el desierto, los pasos de montaña de 5.000 m. y la selva amazónica...Y todo dentro de un mismo país y en un mismo viaje.

Saludos
 
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