Rumbo a Dakhla y trópico de cáncer || Ahora sí, ¡crónica TERMINADA!

Conrad

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Buenas!

Vengo a hablaros de un viaje que me propusieron unos conocidos y al que no me pude resistir, bajar por Marruecos hasta llegar al trópico de cáncer. Mi primera vez en el país del sur fue apenas 4 meses antes en coche, y la impresión más fuerte que me llevé fue la forma de conducir que tienen por allí, volví a casa convencido de que nunca más conduciría por aquellas carreteras. Poco les hizo falta para convencerme, apenas llevaba un año con mi moto y me apetecía experimentar nuevas rutas más allá de la vieja Europa.

Os dejo aquí un vídeo resumen de la experiencia por África y más abajo iré entrando poco a poco en detalles.

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El plan era sencillo pero ambicioso, completar la ruta en 8 días de semana santa. Ellos salían de Granada pero yo empezaba por Zaragoza y decidí dejarme caer de paso por el valle del Jerte, que por aquella época estaba en su máximo esplendor. Sería una ruta para contar otro día, pero digamos que la disfruté cosa mala.

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Llega el día en que empieza lo bueno, salimos de madrugada de Granada pensando que vamos bien de tiempo. Mis compañeros andan sobrados en su 800 pero yo no tanto con mi 650 limitada con neumáticos mixtos recién puestos que hacían cosas raras a más de 110km/h. Llegamos al ferry algo estresados para toparnos con una espera de casi dos horas. Al menos el trayecto fue corto, nada que ver con el día que me tomó unos meses atrás llegar a Italia en ferry.
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Mi anterior viaje por Marruecos empezó en Marrakech hacia el sur, y ésa era mi imagen del país. Me llevo una sorpresa durante los primeros kilómetros por el norte al encontrarme un paisaje verde que podía pasar perfectamente por andaluz. Cogemos autopista cuando podemos y para el atardecer estamos conduciendo por unas carreteras despejadas con buen asfalto. A pesar del tute que nos metemos sobre la moto se nos acaba haciendo de noche, algo que será la nota dominante durante todo el viaje por el plan tan ambicioso que nos hemos marcado.
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El primer tirón nos lleva a un camping más allá de Fez. Nos cuesta encontrar un lugar para cenar tan tarde, pero damos con un restaurante de carretera en el que raudos nos preparan una barbaridad de carne a la brasa montando la humareda del siglo. Nos volvemos doblados al camping. Me sonroja decirlo pero es la primera vez que paso la noche en una tienda de campaña desde la niñez, y me hace ilusión pero no os imagináis el frío que paso. Más al sur no habrá problema pero esa noche es jodida. A pesar de eso el tema motocamping me encanta y ya empiezo a soñar con otras rutas así.
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Empezamos el día siguiente con buen ritmo y para el mediodía ya hemos cruzado el Atlas. Aquí es donde se aprecia de lleno el cambio entre norte y sur, pasando de las praderas de trigo verde al desierto pedregoso. Entramos en zona bereber y eso también se nota en las gentes y su arquitectura. Unos moteros españoles se paran a comer donde estamos nosotros y acabamos haciendo buenas migas con ellos, sobre todo porque les chivamos dónde conseguirse unas cervezas. También aprovecho la parada para comprarme una manta a modo de souvenir y de paso evitar pasar otra noche como la anterior, pero me volví a casa sin haber tenido que usarla.
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Uno de los moteros que conocemos llevaba años en Marruecos y nos dice que el plan que tenemos de llegar a Zagora para ese día es más bien poco realista. Seguimos arrastrando el retraso provocado por la espera en el ferry. De todas formas continuamos la marcha hacia el sur, cruzando en perpendicular la carretera por la que pasé en coche unos meses antes en dirección a Merzouga. Aquella vez hice toda esa parte de noche así que lo que estoy viendo ahora es nuevo para mí.

Estamos fascinados con el paisaje desértico y no podemos resistirnos a una parada larga para hacer un poco el tonto. Yo voy cogiendo confianza con los neumáticos mixtos y me meto en todo lo marrón haciendo el cabra de tal forma que ni yo me explico cómo no me voy al suelo 10 veces. Mientras estoy ganduleando por la tierra se para un coche al lado de mis compañeros, aún no sé muy bien qué querían, supongo que curiosear nada más. Nos hacemos unas fotos y continuamos ruta.

Seguimos en medio de la nada y se nos hace de noche. Aún nos quedan dos horas para Zagora y no tenemos la certeza de poder encontrar un camping abierto por allí, así que al toparnos con uno en medio de la carretera decidimos asomarnos a preguntar. Una chica joven nos da un precio realmente bueno y aceptamos, acabará siendo prácticamente como acampar en pleno desierto pero al menos tenemos toma de corriente y un baño casi aceptable. La sorpresa vino a la mañana siguiente, cuando el padre de la chica se indigna al ir a pagar el precio acordado. Es un momento bastante incómodo y no es cuestión de alborotarse por unos míseros euros, así que le acabamos dando lo que pide, el doble de lo que hablamos la noche anterior.
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Pasado el disgusto con el dueño del camping seguimos nuestro camino hacia el este en dirección a Zagora. Aumenta la sensación de estar en medio de la nada, cruzando el desierto por una interminable línea recta de asfalto. Carretera en bastante buen estado, por cierto. Aquí empezamos a separarnos, tenemos ritmos distintos, motos diferentes y las escenas que nos hacen parar no siempre son las mismas. Es cabalgando solo en un escenario como aquel cuando empiezo a encontrarme con las sensaciones que buscaba en ese viaje. Mi moto, yo y aquella hermosa desolación...suena idílico, y así se siente.
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A media mañana volvemos a juntarnos y pasamos por un pueblo que surge de la nada de repente. La primera impresión ya es brutal, en el minuto 1.05 del vídeo podéis ver lo que te encuentras nada más llegar, un descampado que hace la función de cementerio local. Paramos en el centro y nos damos un paseo fotográfico por la calle principal. Mi ideal como fotógrafo viajero es pasar desapercibido pero allí era imposible, soy blanco vampiro, el traje de moto negro canta a la legua y llevo una cámara del tamaño de mi cabeza, soy un marciano que acaba de aterrizar en medio de su ciudad.
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Paseando llegamos hasta un campo al lado del cementerio donde los niños juegan al fútbol. Allí se nos acerca un hombre joven y un compañero empieza a charlar con él, yo me quedo haciendo algunas fotos por aquí y por allá conforme voy cogiendo confianza. Veo que siguen charlando y me vuelvo con ellos. No recuerdo el nombre del muchacho, nos invita a su casa y mis compañeros ven la oportunidad de liberarse del material humanitario que les ocupaba una maleta entera, así que aceptamos y entramos en su casa mientras las motos se quedan fuera rodeadas por una miríada de niños.

Nos recibieron sus hijos y la suegra. Aquello era un apartamento con el garaje en la planta baja (el establo), el salón y las habitaciones en la primera y con la cocina más arriba, junto una terraza con vistas a todo el pueblo. Si me dicen que esa casa tiene dos mil años me lo creo, parecía que se vendría abajo en cualquier momento.
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Allí montamos el despliegue de entrega de la ayuda. Sentimientos encontrados me invaden durante ese instante y el resto de la tarde, pero esta crónica tampoco es lugar para hablar de ello, me quedo con la sonrisa de aquella familia al recibir un regalo que no esperaban.
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Continuamos ruta, pronto dejamos las casas atrás y volvemos al desierto. Después de casi dos horas de parada encuentro cierto alivio rodando de nuevo, es sobre la moto donde mejor me siento, estoy donde tengo que estar. Por fin llegamos a Zagora, allí nos metemos un buen homenaje en forma de tajine y pinchos. Aprovechamos también para hacer algunas copias de seguridad, revisar material y relajarnos. Aún quedaba mucho por delante.
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Al poco de salir volvemos a separarnos, el paisaje me tiene muy impresionado y no puedo evitar pararme a retratarlo.
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Poco después noto que la moto empieza a darme tirones, cada vez con más frecuencia. Me marca reserva llena, así que empiezo a imaginar que puede ser algo interno del motor. Mi cabeza se pone a pensar en las posibilidades, con suerte podrían arreglarlo en algún taller de allí y perder un día, le diría a mis compañeros que continuaran para no arrastrarles con mi retraso. Si era algo mayor tal vez tendría que buscarme la vida para repatriar la moto, lo que no veía nada fácil estando tan al interior. Los tirones continúan, veo que se me va a parar en cualquier momento. Voy pisando huevos para no caerme cuando la moto se ahogue del todo. El asunto se agrava en una curva y me digo a mí mismo que cuando la pase paro y llamo a los otros para comentárselo, y justo en ese momento les veo en una gasolinera a 50 metros. La moto llega a duras penas, le echo gasolina y parece responder bien. Será una mala lectura del indicador de combustible, aunque comparando con lo que había gastado la otra moto no me salen las cuentas.

Continuamos la marcha y de nuevo tardamos poco en separarnos, hacía un viento racheado intermitente con ráfagas bastante fuertes y mis compañeros deciden ir con cuidado. Yo aprendí a conducir en temporada de cierzo y estoy más familiarizado con esos vaivenes. Aquí es donde el paisaje me deja sin habla, conduciendo a través de un bosque de árboles dispersos silueteados por la luz apagada de un atardecer suavizado por la arena en suspensión. Estoy tan fascinado que me pasa justo lo contrario que antes, hago cientos de fotos mentales pero no paro a hacer ninguna con la cámara, no quiero romper el flow, está siendo un momento perfecto y así sigue durante dos horas, hasta que llego a Tata, la ciudad de destino.

***Continúa más abajo***​
 
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Amazing photos. Y el video tambien.


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enhorabuena. Es mi viaje de este año. Madrid-Dakhla- Trópico de Cáncer en solitario. Si lo veo bien llegar a Guerguerat.
Por favor termina la crónica que me interesa. :D
 
Isra73 te va a encantar la experiencia! Si te puedo echar una mano en algo no dudes en escribirme.

Muchas gracias a todos por pasaros y comentar :excited:
 
***Continuando***
Amanecemos en un camping con buenas vistas y al salir cogemos el mismo sentido por el que vinimos, es lo que tiene llegar de noche. Y menos mal, al parar para preguntar y volver a orientarnos nos dicen que la siguiente gasolinera está a chorrocientos kilómetros, no la habríamos alcanzado de no ser por ese aviso. Nos hacemos con unas botellas de 5 litros de fuel extra y continuamos ya por donde tenemos que ir. Los otros se paran al lado de un grupo de camellos pero yo decido seguir y volvemos a separarnos, esta vez estaríamos así todo el día.
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Por esta parte del camino me cruzo con un montón de coches del mismo modelo y algún que otro camión que van en sentido opuesto y a toda velocidad, debe ser un rally. En general no hay problema pero alguno que otro va de amo de la carretera y a punto está de echarme fuera.

Como creo que voy bien de ritmo decido salir del camino y explorar uno de tantos montículos que estoy viendo con un pequeño edificio en la cima. Empiezo a subir uno de ellos hasta que la cuesta es tan empinada y empedrada que ni puedo seguir para arriba ni veo cómo voy a bajar. Mientras pienso cómo maniobrar oigo una voz que viene de lo alto, un hombre me saluda amigablemente y decido acercarme. No hablamos ningún idioma común pero no duda en invitarme a sentarme a la sombra, y al poco vuelve de su garita con té, pan, y aceite para mojar, un brunch en toda regla. Me cuenta que él vive ahí 26 días al mes y se encarga de vigilar la zona de furtivos y delincuentes. Me enseña orgulloso sus fotos de atardecer con el móvil, que no estaban nada mal, y echamos un rato de charla hasta que me parece oir a mis compañeros pasar de largo por la carretera. Imposible saberlo, estarían a unos 500 metros, pero veo que es buen momento para salir de dudas sobre si podré sacar la moto de allí. Tuvo que echarme una mano pero finalmente la sacamos y continúo mi camino, no sin antes tener que volver atrás en busca de un guante que me dejé en plena cuesta y caerme casi en parado al chocarme con una piedra. Un poco tocado el orgullo pero nada grave.
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Unos kilómetros más adelante vuelve a cambiar el paisaje, comienzo a subir un puerto de montaña y en mi cabeza interpreto que ésa es la frontera entre Marruecos y Sáhara Occ. Pero calculo mal, aún quedaban unos cientos de kilómetros para eso. El caso es que cuando empiezo la subida del puerto la moto vuelve a dar tirones. De nuevo veo la reserva intacta así que entiendo que pueden ser dos cosas, o mala lectura del dial o por lo que sea no coge la gasolina extra. Ya en España me confirmarán que es lo segundo, casi 200€ por cambiar la dichosa pieza. Total, que vacío la garrafa de 5 litros y vuelvo a reducir velocidad por precaución. Mucho rato después me topo con una gasolinera y resulta que no tienen combustible, ¡bien! No sería hasta bastantes kilómetros más tarde, cuando se me iban acabando los 5 litros, que encuentro otra en la que sí me pueden abastecer. Esta vez estuvo cerca, de todas formas por aquella carretera pasaba un vehículo cada pocos minutos, imagino que alguien me habría echado un cable.
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A media tarde me reúno con los otros en Zag y comentando la jugada me dicen que no han pasado por ninguna zona montañosa, resulta que hemos ido por caminos diferentes, lo que tiene mérito en un lugar en el que las rutas secundarias brillan por su ausencia, de A a B hay una carretera y lo demás es desierto. Ni idea de qué pasó, pero parece ser que me metí una kilometrada extra bien maja. Reanudamos la ruta juntos en dirección a Esmara y por fin entramos en Sáhara Occidental. El cambio no se nota sólo en el mapa, vemos cómo la aridez del paisaje se ha multiplicado y ahora los policías de los controles, en lugar de dejarnos pasar con una sonrisa, nos paran y nos fríen a preguntas.
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Casi sin parar llegamos a nuestro destino, son más de las 10 de la noche y la calle rebosa de actividad. Es una ciudad especialmente ajena al visitante exterior, es fácil sentir decenas de miradas fichándote simultáneamente, somos más marcianos que nunca. Buscamos alojamiento y acabamos en lo que parece el mejor hotel de la ciudad, un cuchitril con habitaciones mínimamente aceptables y un baño compartido de arcada. Decidimos salir a cenar a una pizzería cercana y, siendo los únicos clientes, tardan como una hora en prepararnos tres pizzas (riquísimas, todo sea dicho). Por suerte nos encontramos con un saharaui que decide quedarse con nosotros y abrirnos los ojos sobre la realidad tan compleja de aquella zona. Esa noche nos fuimos a dormir tarde.
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Genial el video e
Increibles las fotos.
Gracias por compartir tu viaje con todos, da gusto leer crónicas así.
Saludos!!!


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Gracias! Me está viniendo bien esta crónica para revisitar el viaje y recordar anécdotas. Un saludo a todos!
 
***Continuando***
La etapa de hoy iba a ser intensa así que intentamos salir pronto. Esmara a primera hora de la mañana es una ciudad desierta y choca verla así tras habérsela encontrado tan viva la noche anterior. Buscamos un sitio donde comer algo y nos encontramos con el mejor desayuno de todo Marruecos en un pequeño local donde un muchacho prepara la comida con un mimo chocante para la zona en la que estamos.
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Nos ponemos en marcha a las 9 de la mañana, todo un logro en este viaje. Nos hacemos juntos los más de 200km que nos separan de El Aaiún y allí nos encontramos con una ciudad que ha crecido a lo loco alrededor de la avenida principal. Según entramos nos vemos rodeados por un mar de fachadas de cemento y edificios a medio hacer salpicados por descampados y escombreras. Me quedo pensando que perfectamente puede ser la ciudad más fea que he visto. Eso sí, ya en el extrarradio nos encontramos una calle principal llena de sucursales de banco, el día y la noche respecto a lo que había en Esmara. Hacemos parada en una cafetería unos minutos y volvemos a las motos para iniciar la bajada al sur. Atravesamos la ciudad por un bulevar interminable con miles de banderas marroquíes a cada lado, visión que continúa kilómetros más allá de dejar las últimas viviendas atrás. Aparte de los controles policiales más en serio, tanta banderita es el otro gran signo de que estamos en territorio ocupado. Siendo poco amigo de la ostentación nacionalista, acabo empachado de tanto exhibicionismo.
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Por suerte unos kilómetros después nos topamos con una visión que me haría olvidar la borrachera de rojo intenso, al poco de salir de la ciudad nos encontramos atravesando un mar de arena sahariana. Tras varios días cruzando un desierto pedregoso, el hallar algo tan característico del Sáhara nos da un chute de moral y no nos resistimos a pararnos para tocarla y hacer el canelo. Hicimos bien en aprovecharla pues es una lengua de arena que apenas veremos desde la carretera de la costa por la que iremos al sur.
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Llega el mediodía y en una parada para repostar echamos cuentas y vemos que aún nos quedan casi 500km para Dakhla, el ambicioso destino del día desde que amanecimos en Esmara. Yo veo tentadora la posibilidad de amanecer en Dakhla y la otra moto se plantea hacer noche en algún camping a medio camino y llegar a la ciudad más descansados. No quedamos en nada claro pero me voy adelantando para encontrarme de nuevo con esa maravillosa sensación de cabalgar en solitario.

La tarea de llegar a Dakhla antes de que anochezca se va viendo torpedeada por los paisajes de costa que me encuentro constantemente a mano derecha, aquello es impresionante y me veo saliendo con frecuencia de la carretera y quedándome observando el espectáculo.
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Llego a Boujdour, el punto medio de la ruta. Era donde tenía pensado esperarles pero me veo con ganas de más moto y deseando ver los restantes 340km a Dakhla así que me compro una rosca de pan y vuelvo a la carretera. Nada más dejar la ciudad me encuentro a mano derecha con unos acantilados aún más vistosos que los paisajes anteriores y comienza de nuevo el festival de paradas furtivas para disfrutar del show. Ahora toda la línea de costa está salpicada por tiendas de campaña, cabañas y alguna que otra casa más apañada, pero la naturaleza sigue mostrándose imponente, inabarcable.
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Cada vez me alegro más de haber continuado la ruta, me lo estoy pasando como un enano y me toparé con el mejor atardecer del viaje. Cuando veo que el sol está suficientemente bajo vuelvo a salir de la carretera y acabo parándome junto a un poblado de chozas y tiendas de campaña en una zona en que la tierra se deshace literalmente en el mar. El escenario es fantástico y empiezo a explorarlo. Me encuentro con aún más cabañas esparcidas por el acantilado, me quedo con las ganas de saber más sobre aquellos hombres pero prefiero no molestarles.
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Llega el atardecer, hora de relajarse y disfrutarlo.
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Aún queda una hora larga hasta Dakhla, pero me voy con los ánimos renovados, ha sido un día perfecto. Cuando estoy subiendo a la moto miro a lo lejos, hacia la carretera, y veo a los otros pasando de largo, me quedé ojihuévico. Resulta que se habían animado a continuar! Me subo a la Drakkar e inicio la persecución, contento de volver a verles.
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Su preciosa 800gs es demasiado para mi pequeña y no les alcanzo hasta bien entrada la noche, en el control de acceso a la península de Dakhla. Hacemos juntos los últimos 30km y nos encontramos una ciudad activa y más moderna de lo que imaginábamos, descubriendo más tarde que es un destino kitesurfer de pro. Tenemos un hotel fantástico, el único sitio en el que pasaremos dos noches seguidas. Pero lo mejor, !!ya estoy en Dakhla!! Lo dicho, un día perfecto.


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***Continuando***​

Por primera vez amanecemos sin mucho que hacer. Hemos cumplido el sueño de llegar a Dakhla pero nos falta una minimisión más por realizar, la que realmente me ha motivado desde el principio por su simbolismo, alcanzar el trópico de cáncer. Salimos tarde, desayunamos lento y nada más dejar la ciudad nos paramos en una pequeña explanada de arena junto al mar. Echamos un rato de moteo por ahí y me voy animando a hacer pseudoenduro cogiendo cada bache que puedo, me doy cuenta de que me gusta demasiado eso de los botes.
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Volvemos a la carretera, estamos pasando por donde vinimos anoche pero entonces estaba oscuro y el paisaje es nuevo para nosotros. Justo antes de salir de la península de Dakhla nos encontramos con una carretera recta larguísima rodeada por bancos de arena totalmente lisa dejada allí por la marea, es una visión a la que no puedo resistirme, tengo que parar. Aquello es como un inmenso patio de juego, uno de esos míticos lugares en que la tierra se pierde en el horizonte sin un solo bulto en kilómetros. La visión me conquista, las fotos no hacen justicia. Al rato me doy cuenta que fue ahí donde Miquel Silvestre tuvo su famosa caída playera, y no me extraña. Derrapando, avanzando hacia la nada, atascándome en el barro...soy un niño pequeño. Total, que echamos allí una hora larga que podría haber sido cuatro si no me llegan a sacar.
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El siguiente destino ya sí que sí, el ansiado cartel del trópico! He de confesar que llegar allí no fue tan epifánico como imaginaba, de hecho nos pasamos la señal casi sin darnos cuenta, y no nos paramos hasta ver por el retrovisor la indicación en sentido opuesto unas decenas de metros más adelante. Teníamos Mauritania a tiro de piedra, muy tentador pero había que volver a poner los pies en la tierra y centrarnos en nuestro humilde viaje. Creo que lo mejor de este momento es que no hay nadie más, allí solo estamos nosotros. Veía aquello como una especie de Nordkapp al sur, temía encontrar turistas y que perdiera el encanto pero no, estamos en medio de la nada y tal cuál se siente. Era el destino final de aquella aventura, y no lo desaprovechamos :D
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Son casi las 3 de la tarde y el hambre aprieta, hora de volverse. Nos paramos por un pueblo que cruzamos a medio camino pero no pinta nada bien así que buscamos algo interesante en internet, como los viajeros de pro. Nos sale un resort con buena puntación en la base de la península y allí que nos vamos. Resulta que no tiene carretera de acceso y hay que atravesar una inmensa playa de arena suelta. Los 4x4 irán de fábula por allí pero a nosotros nos toca pasar en primera, no nos libramos de atascos y caídas a cámara lenta.
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Al entrar comprobamos que aquello es toda una pequeña ciudad de vacaciones enfocada en los kitesurfers. No pegamos ni con cola pero había que comer en algún sitio. Llegamos tan tarde que tienen la cocina cerrada pero nos encuentran algo y empieza la comida más relajada de todo el viaje, estamos en el paraíso y no había prisa por irse. Por primera vez en todos estos días tenemos tiempo de charlar sobre nosotros, curioso esto de viajar con desconocidos. Allí tirados nos dan las 7 de la tarde y sin ninguna gana nos levantamos para cruzar la playa de vuelta a la increíble velocidad de pisando huevos.
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Buen reportaje, y excelente narración, muy personal. Enhorabuena
 
a ver si lo terminas ya hombre:D:D:D:D.

por cierto , me dan unas ganas de tirar la cámara de fotos al llegar a casa, por dios que nivelazo oiga, me encanta
 
Toda la razón rioja! Aquí vuelvo con la penúltima parte:

***Continuando***​

A partir de hoy sólo iremos hacia el norte, hora de emprender la retirada. En la primera gasolinera que encontramos nos topamos con este señor tan majo que tras un ratito de charla nos permitió fusilarle con la cámara. El tío era fotogenia pura y estaba encantado!
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Al poco de salir de allí la distancia entre las dos motos vuelve a aumentar, la mía es más lenta y me da por hacer alguna que otra parada para ir apurando las zonas de arena sahariana, por si es la última que puedo pisar. De camino me llevo un recuerdo del estado del arcén al que muchos camiones nos obligan a apartarnos al cruzarnos.
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A media tarde conseguimos encontrar la entrada a una playa que nos lleva tentando desde muchos kilómetros atrás. Aparte de su enormidad hay un par de barcos encallados y ante algo así no me puedo resistir. La vista mientras bajamos es apabullante y nos cuesta un buen rato alcanzar uno de los barcos. Aunque allí tan cerca parece más pequeño me doy por satisfecho y volvemos a las motos.
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Tenemos tiempo y hemos dejado las máquinas muy bien puestas, una foto lleva a otra y acabamos haciéndonos una sesión allí. Nos damos cuenta de que ésa era la primera foto que nos tomábamos los tres juntos :O
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Son ya las 7 de la tarde y no estamos muy lejos de nuestro destino así que me permito separarme y distraerme un poco más por la línea de costa antes de que el paisaje vuelva a cambiar. Veo uno de esos campamentos al borde del acantilado con los que me topé camino al sur y decido acercarme a curiosear. Un hombre de caqui sale en dirección a mí, me pregunta de dónde vengo, qué estoy haciendo allí y me pide que le enseñe las fotos. Por suerte me acuerdo de cuántas tomé de la playa y le pongo todas salvo la de su campamento así que se traga mi excusa de que tan solo estoy haciendo fotos a la playa. Reconozco que esa vez allí solo con un militar sospechando de mí me dio un poco de cosica.
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Sigo apurando el rato que tengo por la zona y me vuelvo a salir de la carretera para acercarme a unos camellos. Cuando intento volver se me va la moto al suelo por tercera vez en este viaje, la costumbre hace que ya ni me inmute.
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La escala del día es El Aaiún, donde un contacto de mis compañeros nos invita a pasar la noche en un hotel con sabor a la España de los 70 tras alegrarnos con una cena casera local en su propio hogar. Un recibimiento que nos hace terminar el día con un muy buen sabor de boca.
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***Ya falta poco***​
 
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Buah!!!
Qué fotografías más buenas!!!
Enhorabuena de la buena!!!
Ganas me han entrado de arrancar la moto y tirar hacia el sur, oiga!

(por cierto, salgo en la foto del trópico de Cáncer, jiji)
 
Buah!!!
Qué fotografías más buenas!!!
Enhorabuena de la buena!!!
Ganas me han entrado de arrancar la moto y tirar hacia el sur, oiga!

(por cierto, salgo en la foto del trópico de Cáncer, jiji)

Hostia tío es verdad! Esa pegatina está destinada a soportar el tiempo, con lo guapa que es los nuevos que llegan prefieren arrancar las otras más normaluchas. Yo no dejé rastro alguno, sólo una foto en la que tengo media cara tapada. Bien Pepe Bien, Bien...
 
***Aquí llega la traca final***
El siguiente día nos llevará de vuelta a Marruecos por la costa. Es una ruta de transición camino al norte y echamos casi todo el día sobre la moto, haciendo pocas paradas fotográficas. En una me quito la espina de no tener una foto de la señal de tráfico con el camello y otra más a la que no me puedo resistir cuando veo el ferry de la naviera Armas encallado en la costa desde 2008. Una cosa era ver los cascos corroídos de los pequeños barcos de pesca que os enseñé el día anterior y otra muy diferente es encontrarse con el cadáver aún fresco de un barco de pasajeros del que podemos consultar su historia por google mientras lo vemos desde la línea de playa.
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Moteramente hablando destaco el puerto de montaña que cruzamos para acceder a Ifni, de poca altura pero con curvas endiabladas y asfalto cuestionable. Se hace divertido, una nota de color en otro día de rectas infinitas. Entro a la ciudad varios kilómetros por delante de los otros, sigo a rajatabla el gps buscando un camping y acabo topándome con una base militar. Otra vez tengo mi encuentro en la tercera fase con un soldado marroquí pero esta vez, aunque algo alarmado por verme llegar allí de súbito, acaba indicándome la dirección correcta sin hacerme sentir un peligro para la seguridad nacional. Ya en el camping, viendo que no tienen malos precios del todo decidimos asentarnos donde apenas un pequeño muro nos separa del Atlántico. No están mal las vistas de este sitio. Antes de echarse a dormir toca ir a cenar y acabamos en un bar de origen español después de que nos echen con no muy buena cara de otro que nos pillaba más cerca. Al terminar decido retirarme a la tienda.

Amanece el penúltimo día de viaje. Me despierto temprano como de costumbre, bien descansado y con ganas de volver a la moto, así que decido levantar la tienda y salir por mi cuenta. Son las 7 cuando me pongo en marcha y para las 8 llego al destino que para mí supondría la guinda a mi experiencia norteafricana, la playa de Legzira. Como suelo hacer, llego al sitio casi sin saber qué me voy a encontrar. Cierto que vi un par de fotos pero no indagué más buscando sorprenderme, y aquel sitio acaba superando mis expectativas. Al poco de pisar la playa me encuentro con una de las imágenes más amables de todo el viaje, unos perritos que se pasaron horas jugando en la arena. Recordáis la escena de Sarah Connor observando a unos niños jugar en el campamento de su amigo Enrique? Pues así me siento yo viendo a los perros quitando, la parte filosóficocutronga de la película, tan solo disfrutando de la felicidad en estado puro que transmiten.
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La playa es enorme y comienzo mi paseo sin intención de llegar muy lejos, pero el entorno y el amanecer empiezan a hacer su magia y me veo absorbido por el lugar en el que estoy, sin ser capaz de ir en otra dirección que no sea un poco más allá.
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A la media hora llego al primero de los arcos que han hecho famosa esta playa. Es impresionante desde luego, y me hace lamentar la pérdida del segundo de ellos, que se derrumbó apenas medio año antes. Son estructuras gigantescas de arena, regalos efímeros de una erosión que los creó y ahora empieza a reclamarlos.
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Pero entre esas monumentales estructuras hay más vida de la que se intuye en un principio, y no me refiero a los millones de mejillones anclados a cada rincón posible. Allí, camuflados en huecos de una pared de arena que da la impresión de venirse abajo en cualquier momento, se pueden ver los hogares de unos hombres que saludan y despiden el sol cada día en la playa. No quiero molestarles así que me quedo sin saber si están ahí por una temporada o es su residencia permanente, pero sí permanezco viéndoles en su rutina de mañana, ajenos al movimiento que se empieza a sentir a apenas un kilómetro atrás, en el pueblo.
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A las 10 de la mañana vuelvo a la montura y lo que sigue a continuación es la jornada sobre la moto más intensa de todo el viaje. Tal fue así que no tengo ni fotos que enseñaros. El destino de ese día es Casablanca, ya de por si lejos por autopista, pero ese día sólo quiero divertirme con mi Drakkar y elijo la ruta de la costa, que casi dobla en tiempo a la más directa por el interior. Ese día vuelvo a conducir por esos campos que tanto me recordaban a Andalucía una semana atrás, despidiéndome definitivamente del desierto. También dedico unas cuantas horas a carreteras plagadas de curvas que comunican pueblos costeros de lo más turístico, casi se puede decir que estoy conduciendo por la Costa del Sol.

Lo peor está por llegar, y es que tengo la brillante idea de buscar un alojamiento dentro de Casablanca. En el mapa da la sensación de que está a las afueras, pero el choque de toparse con el tráfico alocado de una gran ciudad marroquí es brutal. Apenas entro en la periferia pero decido salir de allí asqueado, perdiendo una hora que paso entre conductores a los que poco les importa su seguridad, así que de la mía ya ni hablemos. Salgo sin un arañazo en la moto ni un tobillo roto, aún hoy no me lo creo. Decido entonces encontrarme con mis compañeros en un camping con buena puntuación alejado de la urbe, otra hora tirada porque lo hallamos cerrado. Damos con un nuevo camping que está al otro lado de la ciudad y decidimos hacer un esfuerzo por ir allí y dejar atrás Casablanca para empezar el día siguiente con buen pie. Otra hora nos lleva alcanzarlo, llegando ya de noche y totalmente derrotados, sin haber cenado ni ganas de hacerlo. Montamos las tiendas en plena noche y caemos muertos. En total fueron 13 horas sobre la moto, parando únicamente para comprar un bollo de pan que me comí en marcha y para quitarme un par de abejas que se metieron dentro del traje y me castigaron por haberme cruzado en su camino. Una jornada mortal.

Llegamos por fin al último día. En realidad el plan de hoy era conducir hasta Tánger y hacer noche allí, pero nos armamos de valor y nos sentimos capaces de llegar al último ferry de la tarde, con suerte nos cambian el ticket y podemos entrar en España un día antes. Con esa idea nos subimos a las motos bien desayunados y decidimos coger todo autopista para llegar a tiempo. Horas y horas de asfalto insípido y estaciones de servicio al nivel de las europeas terminan en la sorpresa que nos llevamos cuando, una vez en el puerto, nos damos cuenta de que el ferry sale aún más tarde de lo que se indicaba en internet. Cambiamos el billete sin problemas y nos relajamos esperando la hora de embarcar.

Os dejo con una de las últimas fotos que hicimos a punto de subir al barco, la que simboliza el paso a hombre de aquel muchacho inexperto que entró en Marruecos apenas ocho días antes...
i-sJXzjMN.jpg
...naaaaaaah, por muy basilón que me ponga sigo siendo el mismo mindundi de siempre con un gran viaje que contar, espero haberos hecho sentir al menos parte de las experiencias que me traje de aquellos 8000km sobre mi Drakkar.

Muchas gracias por haber llegado hasta aquí!

****Por fin, !!FIN!!****​
 
Última edición:
Impresionante Conrad, el viaje y mucho más tu narración y el esfuerzo que se aprecia has realizado con la crónica....
Me has terminado de meter el gusanillo de ir a marruecos, cosa que nunca he echo y llevo tiempo planteándome....
Gracias y enhorabuena compi!!!
 
Muy buena crónica y una fotos espectaculares.

Me ha traido los recuerdos de los dos viajes en que estado en Dakhla (2009 y 2011), la bahia, los controles de policia y las fichas que me permitian acortar el tiempo perdido el los controles.

Y, como no, Legzira con sus arcos, me he enterado ahora que una se derrumbó hace poco, que pena.
En 2011 estavan construyendo una especie de resort o zona residencial, como está aquello ?

Muy cerca el bonito pueblo de Mirleft, con la ancha calle principal con arcos y casas azules.

La maldita y conocida rotonda de Tan-Tan en que intentan clavarte la multa con la escusa wue te has saltado el stop.
El Trou du Diable, bonito y sobrecogedor, el complejo y la cinta transportadora de Bou Kra

Las acampadas y bivac en los pueblos y gasolineras abandonadas (o al menos lo parecian).
La vista a lo lejos de las mezquitas Boujdur ... hasta que me quedé tirado sin gasolina .........

Gracias !
 
Enhorabuena por esa crónica, me has recordado mi época sahariana.....en vez de moto en land-rover pero es otra dimensión recorrer esa zonas del desierto.
 
Ramondevic, entiendo perfectamente que repitieras viaje, al cruzar el Atlas no paraba de decirme a mí mismo que tenía que volver.

Gracias a todos por haber aguantado la crónica hasta el final! 8-)
 
una de las mejores crónicas fotográficas (Si no la mejor) que he visto hasta ahora, enhorabuena. He visto que vas con una Canon. Pregunta, que lente o lentes llevas y donde la llevas en la moto? Gracias de antemano.
 
una de las mejores crónicas fotográficas (Si no la mejor) que he visto hasta ahora, enhorabuena. He visto que vas con una Canon. Pregunta, que lente o lentes llevas y donde la llevas en la moto? Gracias de antemano.

Disculpa por responder tan tarde, no sabía que el post siguiera interesando :)

Pues llevo una 5D markIII cascada de tanto tute que le he metido, por lo que no me dolía mucho maltratarla por aquellos lares. Para acompañarla alternaba entre un 24-70 2.8 para todoterreno convencional y un 16-35 f4 para cuando hiciera falta un extra de angular. Generalmente van metidas en mi sobredepósito, que se hace mochila fácilmente para tenerlo todo siempre encima. Pero cuando estoy en un sitio de especial atractivo, y allí era casi siempre, me la dejaba colgada directamente de la correa, conduciendo sin guardarla para no perderme nada. La llevo con una correa blackrapid y la apoyo entre mi cuerpo y la bolsa sobredepósito, así que no llega a tocar la moto, siempre reposa en blando y la tengo a mano en cualquier instante.


Un saludo a todos y gracias por pasaros y comentar!
 
Disculpa por responder tan tarde, no sabía que el post siguiera interesando :)

Pues llevo una 5D markIII cascada de tanto tute que le he metido, por lo que no me dolía mucho maltratarla por aquellos lares. Para acompañarla alternaba entre un 24-70 2.8 para todoterreno convencional y un 16-35 f4 para cuando hiciera falta un extra de angular. Generalmente van metidas en mi sobredepósito, que se hace mochila fácilmente para tenerlo todo siempre encima. Pero cuando estoy en un sitio de especial atractivo, y allí era casi siempre, me la dejaba colgada directamente de la correa, conduciendo sin guardarla para no perderme nada. La llevo con una correa blackrapid y la apoyo entre mi cuerpo y la bolsa sobredepósito, así que no llega a tocar la moto, siempre reposa en blando y la tengo a mano en cualquier instante.


Un saludo a todos y gracias por pasaros y comentar!

Gracias!!!! Es algo parecido a lo que llevo yo, solo que yo le añado siempre por si acaso un 70-200. Estoy viendo a ver si preparo algo en el topcase para que vaya allí protegido todo y no sobre el deposito. Me ha gustado lo de la correa blackrapid, esa me la apunto.
 
Muy buena la narración, pero las fotos, simplemente espectaculares. Gracias por compartir tu viaje con todos.
 
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