Pingu
Curveando
Este sábado noche tuvimos una cena con unos amigos. Son papás del cole de mi hijo y nos llevamos muy bien con ella, pero él es un poco... digamos peculiar. No es muy hablador y cuando habla es como si no aportara nada interesante. Es de ese tipo de gente que no le gusta casi nada, que no tiene hobbies populares, ni hace deporte, ni le gusta ninguno ni por la tele, ni toma el sol, que no le gusta hablar de lo normal, que no disfruta de la buena comida (no sé qué leches del PH de los alimentos, que si es más ácida o más alcalina), ni bebe alcohol -señal inequívoca de alerta- y entonces hay que comer casi exclusivamente verduras, nada cocinado, nada de grasas, nada de proteínas, nada de... nada de sabor. Así tiene la cara que tiene, que le falta vida. Ni un arroz caldoso casero le parece comida tolerable. Un rarito, para entendernos. Me estuvo contando los "batidos de verduras saludables" que se hacía con una batidora y me parecían una purga asiática. Entonces pasamos a conversaciones generalistas y su punto de vista es rozando la esquizofrenia de lo marcianas de sus intervenciones, eso sí, contadas como si fuera la verdad absoluta, mirándote fijamente como si fuera a convencerte para hacerte de una secta de esas que se suicidan todos misteriosamente un día de eclipse. Como estás flipando y tienes un mínimo de educación -y por tener la fiesta en paz-, pues no le haces callar ni le mandas a tomar viento. Hoy me pregunto si habría que pararle los pies en alguna ocasión.
La otra noche, escarmentado de otras veces, decidí sentarme al lado de su mujer, en un extremo de la mesa. Pensaba que allí estaría a salvo. Pues no, le pidió/ordenó a su mujer que le cambiara el sitio para sentarse a mi lado. Qué cabrón! Me empezó a contar nosequé historia de una patente que había buscado, copiado y realizado un prototipo para hacer una ósmosis invertida para cambiar la polaridad y flujo de la humedad del suelo a las paredes del sótano de su casa, con lo que la humedad volvía a la tierra. Vamos, ni sé la de horas que le habrá costado informarse y hacerlo, ni si funcionará, cuando con un deshumidificador de 150€ lo tienes resuelto, pero bueno, allí estaba contándome un rollo de 140 cicloherzios de una especia de router que provocaba un cambio electroquímico en la humedad de la pared y que hacía que la humedad, en vez de subir por la pared por capilaridad... la redirigiera, como quien tira un trapo a un charco y en vez de chupar el agua, la devolviera al charco y se secara. Poco menos que magia. Entonces, como él sabe todo lo que se pueda llegar a saber de esa rareza, no da pie a que participes en la conversación (solo dices ah, ajá, ya, anda...) y no puedes meter baza porque hace media hora que te has perdido en el aluvión de información inútil y sin interés para ti, pero no le cortas porque eres una persona educada y respetuosa. Ya hace rato que me había dado cuenta de que ya nadie le hacía caso más que yo. Entonces empiezas a divagar para ti mismo y, sin dejar de asentir con la cabeza para que siga, a ver si se vacía de datos, piensas... ¿qué puñetas hace esta chica tan vivaracha y maja con este pelmazo? ¿qué le ha visto, si no es guapo, ni simpático, ni tiene buen tipo...? ¿qué he hecho yo para que me enganche semejante persona y no me suelte? ¿le mando a tomar viento, le digo que me voy a por tabaco -que no fumo- y me voy a mi casa? ¿me pido un cubata y me lo bebo de un trago? Al final opté por cambiar de tema y participar en la conversación de las chicas, que de largo parecía mucho más amena e interesante (cualquier cosa, la verdad, porque el listón me lo estaba poniendo el pelmazo en el subsuelo) y conseguí que hasta el pelmazo participara pero... la madre que le parió... "antes no te había acabado de contar..." y volvió al temita.
Yo, la verdad, es que tengo mucha paciencia. No sé si demasiada, pero las cosas tienen un límite. Al volver a casa no pude menos que hablar con mi mujer y decirle que para quedar con esta familia, por favor, que verifique si va el pelmazo, que ya llevo 2 veces seguidas que me engancha y no me suelta. Que no me hace falta ser yo siempre el escudo protector del resto de la mesa. No sé si es que nadie le hace ni puto caso o es que yo no he sabido cortar, pero mi cupo quinquenal de rollos patateros ha sido cubierto con creces. Ahora mismo me estoy acordando cuando, al despedirnos de ellos, él nos invitaba a pasar algún fin de semana de este verano con ellos en el apartamento de la playa, que nos quedáramos a dormir allí. No quiero ni imaginármelo, la verdad. Simularé un infarto...
La otra noche, escarmentado de otras veces, decidí sentarme al lado de su mujer, en un extremo de la mesa. Pensaba que allí estaría a salvo. Pues no, le pidió/ordenó a su mujer que le cambiara el sitio para sentarse a mi lado. Qué cabrón! Me empezó a contar nosequé historia de una patente que había buscado, copiado y realizado un prototipo para hacer una ósmosis invertida para cambiar la polaridad y flujo de la humedad del suelo a las paredes del sótano de su casa, con lo que la humedad volvía a la tierra. Vamos, ni sé la de horas que le habrá costado informarse y hacerlo, ni si funcionará, cuando con un deshumidificador de 150€ lo tienes resuelto, pero bueno, allí estaba contándome un rollo de 140 cicloherzios de una especia de router que provocaba un cambio electroquímico en la humedad de la pared y que hacía que la humedad, en vez de subir por la pared por capilaridad... la redirigiera, como quien tira un trapo a un charco y en vez de chupar el agua, la devolviera al charco y se secara. Poco menos que magia. Entonces, como él sabe todo lo que se pueda llegar a saber de esa rareza, no da pie a que participes en la conversación (solo dices ah, ajá, ya, anda...) y no puedes meter baza porque hace media hora que te has perdido en el aluvión de información inútil y sin interés para ti, pero no le cortas porque eres una persona educada y respetuosa. Ya hace rato que me había dado cuenta de que ya nadie le hacía caso más que yo. Entonces empiezas a divagar para ti mismo y, sin dejar de asentir con la cabeza para que siga, a ver si se vacía de datos, piensas... ¿qué puñetas hace esta chica tan vivaracha y maja con este pelmazo? ¿qué le ha visto, si no es guapo, ni simpático, ni tiene buen tipo...? ¿qué he hecho yo para que me enganche semejante persona y no me suelte? ¿le mando a tomar viento, le digo que me voy a por tabaco -que no fumo- y me voy a mi casa? ¿me pido un cubata y me lo bebo de un trago? Al final opté por cambiar de tema y participar en la conversación de las chicas, que de largo parecía mucho más amena e interesante (cualquier cosa, la verdad, porque el listón me lo estaba poniendo el pelmazo en el subsuelo) y conseguí que hasta el pelmazo participara pero... la madre que le parió... "antes no te había acabado de contar..." y volvió al temita.
Yo, la verdad, es que tengo mucha paciencia. No sé si demasiada, pero las cosas tienen un límite. Al volver a casa no pude menos que hablar con mi mujer y decirle que para quedar con esta familia, por favor, que verifique si va el pelmazo, que ya llevo 2 veces seguidas que me engancha y no me suelta. Que no me hace falta ser yo siempre el escudo protector del resto de la mesa. No sé si es que nadie le hace ni puto caso o es que yo no he sabido cortar, pero mi cupo quinquenal de rollos patateros ha sido cubierto con creces. Ahora mismo me estoy acordando cuando, al despedirnos de ellos, él nos invitaba a pasar algún fin de semana de este verano con ellos en el apartamento de la playa, que nos quedáramos a dormir allí. No quiero ni imaginármelo, la verdad. Simularé un infarto...