Re: ankor on tour 2005. Beni-Mellal.
Mananita temprano, el ruido ensordecedor de las calles de Marrakech no me deja dormir màs. Ademàs tengo gusanillo coger la moto seguir recorriendo la geografia natural y humana de este gran pais. Quedan pocos dias de esta aventura y soy consciente que debo intentar empaparme de todo antes de partir.
Con esa intencion abandono Marrakech y su locura de tràfico del que logro sobrevivir. Poco a poco el tràfico se atenùa hasta casi desaparecer por completo. La carretera se rodea de grandes eucaliptos a cada lado, mientras intermitentemente aparecen a su borde talleres de reparacion y algùn que otro establecimiento de refrescos.
Paisaje de explotaciones agricolas, extensiones de cultivos salpicadas de olivos y frutales. A partir de unos ciertos kms comienzan a aparecer poblaciones. Todas tienen un nombre distinto y sus dimensiones también las diferencian pero, sin embargo, todas tienen en comùn la pobreza que revelan.
No existe ninguna idea de urbanismo posible, ni siquiera la travesia de la carretera por la localidad sirve para que las casas guarden algùn tipo de concierto entre ellas. Tan solo estarà asfaltada esa carretera, todas las transversales que le confluyen son una amalgama de tierra y pedruscos.
Un espacio abierto sirve de zoco en el que confluye el habitual avispero de gentes en que se convierte cada espacio habitado de Marruecos. La probeza se nota en también en la organizacion de esos zocos y como son sus productos.
En Tamelelt hago una parada para vencer la sed, en un cafe junto a su zoco. Los
grand taxi se amontonan esperando recoger pasaje portalos junto con lo adquirido en el mercado a las poblaciones periféricas. Ni la parada guarda un orden concreto.
Todo el suelo es un rastro de basuras a merced de la brisa que la lleva de un lado al otro hasta dejarla esparcida por los campos. Carros de caballos con ruedas de coches en los que se encaraman personas y cosas hasta un limite que hace imposible pensar que nada se caiga de ahi arriba.
Se ven muchos pibitos cargados con las mochilas camino de la escuela, pero se ven muchos, demasiados, trabajando en las labores del campo, portando agua a lomos de los burros y acompanando al ganado que sale a pastar.
Rompe el corazon pensar que apenas criaturas estén tirados en esos campos baldios y solitarios con la sola compania de ovejas y cabras en lugar de estar en la escuela. Supongo que cuando la prioridad es alimentarse los numeros y las letras deben quedar postergados.
Pasados algunos kms me desvio de la carretera principal que enlaza Marrakech con Fes para dirigirme hacia las cascadas de Ouzoud en pleno corazon del Medio Atlas. La carretera se estrecha un tanto pero continua siendo aceptable para circular. Si ya tiene su peligro el circular por carreteras con un ancho standard cuando este disminuye se deben tener mil ojos con todo lo que viene de frente, ya que por aqui cualquier momento es bueno para adelantar.
Las curvas van haciendo su aparicion mientras el campo de los alrededores ensena algunos olivos y vuelven a aparecer los casbah con su color tierra rojizo tan caracteristico. Poblaciones dispersas, alejadas de todo y en las que confluyen apenas algunas viviendas y quizàs algùn alcazar en ruinas evidencia de un pasado màs glorioso.
Olivos tisicos, que no guardan ya el orden con el que fueron sembrados. Sedientos del otono que les devuelva a la vida.
Veintidos kms despues de Tennant un cartel nos indica el desvio hacia las Cascadas. Me adentro por una carretera que bordea lomas olivos y pinares. En este punto me cruzo con unos cuantos moteros, casi todos BMW, que ya vienen de vuelta del lugar.
Empato curvas hasta llegar a una zona habitada, pero ni rastro de cascadas.
Nada màs parar la moto, tengo unas cuantas propociones de parking para dejarla. Se me acerca un pibe y con la amabilidad caracteristica y en perfecto castellano me recomienda el parking del colega. Dejo la Gs a la sombra de un canizo me cargo el sobredeposito a la espalda y la chaqueta y el casco me las guarda el colega.
Camino hacia la cascada por una vereda que nada hace intuir el espectàculo que se avecina. Kareem me sigue los pasos. Apenas 50 metros y tengo bqjo mis pies un inmenso caudal de agua cayendo verticalmente desde una altura de 120 metros.
Kareem me cuenta todo el recorrido posible y se ofrece para llevarme. Me parece buena gente este bereber, asi que no me lo pienso mucho y acepto su oferta.
Nos adentramos por un camino dejando la cascada a nuestra izquierda. El rumor constante del agua cayendo risco abajo es como una mùsica de la naturaleza. Los olivos nos acopanan ladera abajo.
Mi grato guia me explica que "
ouzou" significa olivo y olivar es "
ouzoud", por tanto estas serian las "
Cascadas del Olivar". La bajada lleva un buen rato a través de un estrechito camino que a menudo se cruza por corrientes de agua que como si de arterias se trataran riegan los troncos de los olivos.
Llegamos a una zona cubierta por vegetacion en forma de parrales. Debido a mi estatura tengo que caminar con la cabeza baja para no darme con los soportes. El rumor del agua cayendo se hace màs intenso, camino hasta la baranda de madera y cuando levanto la cabez tengo delante de mis ojos uno de los espectàculos naturales màs bellos que jamàs he visto.
Indescriptible manifestacion natural en toda su belleza.
Me siento alguno de aquellos aventureros del siglo XiX viajando por el corazon de Africa. Me siento el doctor Livingstone en las cataratas del Lago Victoria con su fiel porteador. Claro que aqui el que portea soy yo con la mochila del sobredeposito.
El fondo forma charcadas que son usadas como zonas de bano, un puente cruza hasta el otro lado. Pero también se puede hacer en barquitas con nombres como "
La France" o para los màs arriesgados, "
Titanic".
En la subida una parada para ver el eterno arco iris que se forma con la bruma generada por la caida del agua y la fina pelicula que genera.
Un poco màs arriba, rodeado de exhuberante vegetacion haremos una parada para comer. Para no variar la dieta, tagine de pollo y coca cola. La terraza da justo para la caida del agua. Una panoràmica como esta es un lujo solo al alcance de ricos o de viajeros por Marruecos.
No tengo ningunas ganas de marchar pero la ruta obliga. Tomo mi rumbo no sin antes pronunciar las palabras màgicas: Imshalà!....junto con mi deseo de algùn dia volver.
El plan previsto era recorrer lo andado y tomar rumbo a Azilal y desde ahi enganchar la carretera Marrakech - Fes con destino a Beni-Mellal. Pero Kareem me asegura que, aùn no viniendo en el mapa, se puede tomar esa carretera pasando por Aït Attab.
Me fio de sus indicaciones y tomo una angosta carretera que asciende para a pocos kms descubrirme otro espectàculo, las Gargantas de Ouzoud el Abid. Una profunda grieta que abre la tierra formando un desfiladero de dimensiones gigantescas.
Durante kms el desfiladero queda a mis pies hasta que la carretera comienza a hundirse en sus profundidades dibujando cada recodo y saliente de la ladera que la sustenta.
Asi lidiando con curvas tan cerradas que necesitan de la primera velocidad para trazar su àngulo, llego al fondo donde encuentro un puente de metal que une ambos lados de via.
La soledad màs absoluta me permite parar la GS en el medio del puente y parar el motor para deleitarme con el silencio de aquel lugar. Tan solo los pasos de mis botas sobre el metàlico suelo generan sonido.
Sigo la ruta, en un tramo acompanado por un grupito de ovejas blancas y cabeza negra que cruzan la carretera poco habituadas al paso de otra cosa que no tenga cuatro patas.
Antes de empatar con la carretera principal la carretera està en obras y tiene mucha gravilla ademàs de un tramo de unos cientos de metros sin asfaltar pero nada que la Gs, aùn a pesar de mi, no pueda solventar.
Enlazo con la carretera y direccion a Beni-Mellal por una carretera que no deja mucho paisaje a la vista, inmersa en una extensa llanura y cubierta a su paso de olivos ahora si que frondosos.
Tras localizar un hotel donde descansar salgo a caminar por la Medina y el zoco de esta ciudad de unos 140.000 habitantes que vive y se desarrolla al amparo del agua que obtiene del embalse de Bin el Ouidane situado a unos 60 kms de la ciudad y uno de los màs grandes de Marruecos.
Mezclado entre sus gentes como uno màs camino por sus calles tan llenas como todas. La mùsica tradicional emana de los puestos dando aùn mayor evocacion a un ambiente de por si exotico para los sentidos de una mente europeizada.
Nos vemos en ruta.