Debo reconocer la sensibilidad mostrada por Carlos al poner un lazo negro en la página de inicio, y que lo haya hecho sin poner de fondo la bandera española como sí han hecho en algunas televisiones.
Esta sinrazón se ha producido en España, efectivamente, pero los que se dejaron allí sus ilusiones, sus vidas en definitiva, eran seres humanos.
Españoles, Marrokíes, Ecuatorianos... qué más dará. Al fin y al cabo todos personas inocentes.
Aquí no caben banderas ni fronteras, la barbarie no tiene nacionalidad, y la sangre de los que mueren tampoco.
No creo en las fronteras, pero tristemente seguimos marcándolas cual felinos miccionando en los árboles de la selva, igual que los osos desgarran con sus uñas las cortezas de los troncos.
¿De verdad hemos avanzado tanto como suponemos ?
¿ O seguimos meando en círculo marcando territorio?
Amig@s, no busquemos respuesta fuera de nosotros mismos, propongo que reflexionemos cada uno mirando en su interior.
La muerte de los inocentes, ya sea en Madrid, en Palestina, en Irak o en donde quiera que sea, no debe parecernos diferente, porque de lo contrario estaremos contribuyendo con nuestro negro granito de arena a que continúe la evolución del hombre hacia la ferocidad y no hacia la solidaridad.
Nuestro mundo es uno, una raza única de hombres y mujeres, negr@s, blanc@s, todos somos lo mismo, para bien o para mal. No distingamos pues por lugar de procedencia, etnia o grupo social. Evolucionemos hacia la sensibilidad, hacia la ternura, hacia el amor incondicional, y retrocedamos en esta locura de la humanidad deshumanizada.
Yo digo desde aquí, ¡¡¡ABAJO LAS BANDERAS!!!.
La única que debe ondear en nuestros corazones es la blanca de la paz, pulcra como el plumaje de la paloma y verdadero estandarte de la gente de bien. No la esgrimamos públicamente, no hagamos alarde de lo pacifistas que somos, manifestémonos en silencio, con las inevitables lágrimas que much@s no podremos contener, sintámonos todos un poco culpables, busquemos dentro de nosotros y eliminemos nuestro lado oscuro.
Nuestro mejor homenaje a las víctimas será arrancar de nuestro interior día a día los residuos de perversidad , esa que no queremos admitir que tenemos, pero que anida en lo más hondo de todas nuestras almas.
Por los que sufren el descarnado azote de la violencia, vayan estas humildes palabras como homenaje.
Pío Martí, hombre, ciudadano del mundo, apatria y moralmente culpable.
Esta sinrazón se ha producido en España, efectivamente, pero los que se dejaron allí sus ilusiones, sus vidas en definitiva, eran seres humanos.
Españoles, Marrokíes, Ecuatorianos... qué más dará. Al fin y al cabo todos personas inocentes.
Aquí no caben banderas ni fronteras, la barbarie no tiene nacionalidad, y la sangre de los que mueren tampoco.
No creo en las fronteras, pero tristemente seguimos marcándolas cual felinos miccionando en los árboles de la selva, igual que los osos desgarran con sus uñas las cortezas de los troncos.
¿De verdad hemos avanzado tanto como suponemos ?
¿ O seguimos meando en círculo marcando territorio?
Amig@s, no busquemos respuesta fuera de nosotros mismos, propongo que reflexionemos cada uno mirando en su interior.
La muerte de los inocentes, ya sea en Madrid, en Palestina, en Irak o en donde quiera que sea, no debe parecernos diferente, porque de lo contrario estaremos contribuyendo con nuestro negro granito de arena a que continúe la evolución del hombre hacia la ferocidad y no hacia la solidaridad.
Nuestro mundo es uno, una raza única de hombres y mujeres, negr@s, blanc@s, todos somos lo mismo, para bien o para mal. No distingamos pues por lugar de procedencia, etnia o grupo social. Evolucionemos hacia la sensibilidad, hacia la ternura, hacia el amor incondicional, y retrocedamos en esta locura de la humanidad deshumanizada.
Yo digo desde aquí, ¡¡¡ABAJO LAS BANDERAS!!!.
La única que debe ondear en nuestros corazones es la blanca de la paz, pulcra como el plumaje de la paloma y verdadero estandarte de la gente de bien. No la esgrimamos públicamente, no hagamos alarde de lo pacifistas que somos, manifestémonos en silencio, con las inevitables lágrimas que much@s no podremos contener, sintámonos todos un poco culpables, busquemos dentro de nosotros y eliminemos nuestro lado oscuro.
Nuestro mejor homenaje a las víctimas será arrancar de nuestro interior día a día los residuos de perversidad , esa que no queremos admitir que tenemos, pero que anida en lo más hondo de todas nuestras almas.
Por los que sufren el descarnado azote de la violencia, vayan estas humildes palabras como homenaje.
Pío Martí, hombre, ciudadano del mundo, apatria y moralmente culpable.