Viendo el extraordinario interés que suscitan las cuestiones morales en general, y las mías en particular, voy a añadir algo más al debate suscitado y en otro post iniciaré un acto de contrición público enumerando mis fechorías. Lo primero es manifestar ante los miembros del tribunal que me censura por estafar 24, 20 euros a la concesionaria francesa de los parkings del aeropuerto de Orly, que me admira su intachable probidad y que no dudo de que ellos, que califican mis actos con criterios morales tan estrictos, sí respetan todas las normas y reglamentos. Así pues, jamás superarán los 120 kilómetros por hora, nunca pedirán una factura sin IVA en el taller y no consultarán este foro en horario de trabajo. Pues si acaso lo hicieran, su acerba crítica hacia mi incumplimiento de la normativa parisina sobre aparcamientos de pago resultaría tan hipócrita como cómica.
Pero no todos somos tan íntegros y muchos superamos los límites de velocidad en alguna ocasión. Bien, admitido que casi todos somos un poco infractores de la normativa jurídica vigente en aspectos que consideramos poco relevantes, la cuestión suscitada aquí, interesante, y tan vieja como el mundo, es si eso nos convierte en inmorales. O sea, regresamos al antiguo asunto de si el Derecho es igual o debe ser igual a Moral. (Recomiendo a estos efectos la lectura de una breve novela negra con la Justicia como trasfondo: La Dama ciega.
http://www.cuantoyporquetanto.com/htm/libros/libros_ladamaciega.htm)
En este sentido, Kant dijo que prefería la injusticia al desorden. Eso significaba que hay que cumplir todas las normas, aunque algunas sean injustas para proteger el interés superior de la paz y el orden social. Si cada uno decidiera qué norma es justa y cual no, entonces sería el caos. Lo que para Kant era la mayor de las injusticias. Kant proponía además eso tan famoso “actúa como si cada uno de tus actos fuera regla general”.
Pero yo no soy kantiano. No propongo que los demás hagan lo que yo. No soy modelo ni pretendo serlo, sólo protejo mi modo de vida y mi libertad y que cada uno haga lo que mejor le parezca. Yo soy un cínico. Entendido esto como seguidor de Diógenes de Sinope, más conocido como El Perro porque comía cuando tenía hambre y se tumbaba cuando y dónde le apetecía, de ahí la palabra “cínico”, de Kyon, perro en griego. A Diógenes le daban igual las normas positivas, las convicciones sociales y el qué dirán. Su criterio era el único fiel para comportarse, procuraba actuar haciendo el bien pero sin entender por “bien” lo que dictaminasen los juriconsultos o los sacerdotes oficiales.
http://www.palabrasmalditas.net/archivo/content/view/362/7/
Pero, y esto es lo que nos interesa como moteros, en realidad, ninguno somos kantianos puros. Continuamente admitimos que hay normas legales que no merecen cumplirse. ¿Alguien entiende lógica la prohibición de entrar en un país árabe después de visitar Israel? Cualquiera que pretenda ir a los Santos Lugares y luego ir de vacaciones a Marruecos o seguir ruta para regresar a España por carretera recorriendo el Mediterráneo, por poner un para de ejemplos, está dispuesto a incumplir las normas legales de otro país. ¿Por qué son diferentes las leyes sirias o marroquíes de las nuestras? Cualquiera al que en Europa le salte un flash de radar por exceso de velocidad y no se detenga en la primera comisaría a denunciarse y a ofrecerse a pagar in situ la multa está incumpliendo las normas legales de un país.¿Sería moralmente inmaculado o totalmente estúpido hacer semejante acto de pureza kantiana? ¿Por qué está bien incumplir la ley uzbeca y no la francesa? Si se admite que tenemos capacidad de decidir que la uzbeca, la siria, la normativa española sobre el IVA son leyes incumplibles, entonces reconocemos que todo es relativo. Y si es relativo, en mi opinión, una moto no paga en un parking de aeropuerto porque no le quita el sitio a nadie.
Nadie tiene aquí autoridad moral para darme lecciones éticas conociéndome sólo por mis post de viajes. Como cantaba Elvis Presley, antes de juzgarme camina primero una milla en mis zapatos. Pero, eso sí, si alguien quiere pagar un dineral en un parking francés, a mí me parecerá fantásticamente kantiano.