Día 19 en Busca del Sol de Media Noche. (Olsborg/Svolvaer-227Kms)
*En esta ocasión he subido dos mapas, porque Google Maps no me deja enlazar Gryllefjord con Andenes, ya que ese ferry solo opera del 1 de junio al 30 de septiempre y ahora mismo no contempla ese paso. Si consultas esa ruta dentro de esas fechas, no hay problema de ver la ruta con el enlace marítimo.
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Amanece un día radiante que nos motiva a aprovechar hasta el último segundo disponible, ya hemos aprendido que a partir de las cinco de la tarde el sol radiante deja paso a las nubes que llegan arrastradas por el fuerte viento regalándonos una lluvia suave que refresca los campos y nuestra mente... descubrir un archipiélago en medio de la naturaleza más salvaje te despierta el alma. Las Islas Lofoten se ubican en un espacio totalmente natural por encima del círculo polar ártico, donde las montañas nos dan la bienvenida escoltando los fiordos atareados en regular las mareas, en donde hemos descubierto numerosas aves marinas como frailecillos, cormoranes, pingüinos y rincones con playas de arenas blancas, aguas turquesas y límpidas como espejos. Las montañas de las Lofoten que flanquean la carretera son espectaculares, están separadas de tierra firme por el Vestfjorden –un brazo de mar famoso entre los marineros noruegos porque, en determinadas condiciones meteorológicas, resulta difícilmente navegable-, emergen del mar de tal manera que, vistas desde el cielo, son como una inmensa gran muralla con dientes de sierra.
Las Lofoten es la principal área de pesca invernal de Noruega (de enero a abril) y, en especial del bacalao del norte, el pata negra del Ártico que migra todos los inviernos desde el mar de Barents hasta las Lofoten en busca de la seguridad de sus fiordos y la calidez de sus aguas para desovar. De hecho, el bacalao sigue dejándose secar en las omnipresentes perchas de madera varadas a lo largo de toda la costa y a principios de cada verano. Estos secaderos están presentes en la mayoría de los poblados pesqueros de ambos archipiélagos, impregnando la atmósfera de las islas con ese fuerte “olor” tan característico. La carretera, llena de curvas y recodos, nos lleva más allá de las montañas que caen a plomo sobre el mar y permite hacer breves paradas en los pequeños poblados (Ramberg, Henninsgvaer, Reine, Moskenes), cuyas casas, de un rojo intenso, son auténticos palafitos situados unos cuantos metros por encima de la superficie del agua... antes eran casas de pescadores, ahora se han reconvertido en hoteles familiares que compensan con el turismo la economía local. La atmósfera es casi irreal... a lo largo de la orilla, el mar, extraordinariamente claro, brilla con sus tonos azulados, verdes y turquesas. Sus aguas aparentan ser playas paradisíacas pero basta con tocarlas para sentir el frío ártico en la piel... las nubes empiezan a arremolinarse en los picachos traviesos y llegamos al hotel con las expectativas cumplidas y los pulmones henchidos de aires de libertad... mañana seguiremos descubriendo rincones...
