¡Celebrando los 50 por Sudamérica!

Hola amig@s FELIZ NAVIDAD! Os dejo hoy un pequeño vídeo en sustitución de la crónica.

[video=youtube;7URtoCe-jLw]https://www.youtube.com/watch?v=7URtoCe-jLw&feature=youtu.be[/video]

IMG_20151224_214103.jpg
Un abrazo!
 
Hola amig@s!
Cada día estoy más sorprendido con el acogimiento que brinda la gente sudamericana, no paran de sorprenderme, y si no juzgar vosotros mismos.
Tal y como me quedé el último día salí de Arequipa para cruzar la frontera chilena. El trabajo de “pajarito” parece que lo realizó, y no me pusieron ninguna pega los aduaneros peruanos para salir. Luego los chilenos me obligaron a sacar todas las mochilas de la moto para pasarlas por el scaner, y una banana que llevaba me la tuve que comer porque de lo contrario me la requisaban por el problema del mosquito de la fruta. Una vez que recogí todos los papeles, volví a meter todo en las maletas, y cuando me dijeron que siguiera en una nueva ventanilla me vuelven a pedir los papeles, así que a abrir otra vez la maleta. Lo guardo todo y cuando paso una nueva garita me pide otro papel, así que a abrir otra vez la maleta y darle el puñetero papel. Lo cierto es que tardé por no decirme claramente que tendría que volver a enseñar los papeles en la siguiente ventanilla hartándome de abrir y cerrar las maletas. Pero tengo que decir que todas las personas, aduaneros y policías fueron muy atentos y cordiales conmigo, e incluso un aduanero chileno se interesó por mi viaje y me comentó lugares a visitar.
La entrada en Chile recuerda a un país europeo, con buenas carreteras y viviendas con buen aspecto de fachadas lucidas. Incluso volví a ver una autopista, aunque al estilo casi europeo, haciendo pasar por caja a las motocicletas, aunque menos importe que los coches. Ya en Arica la gente andaba por las calles comerciales portando todas regalos de navidad, porque la moda de las compras navideñas es como allá, una auténtica locura. Otra novedad del país fue el recibimiento en el nuevo hotel, ¡35.000 pesos la noche! Que vinieron a ser 46 €, muy distintos a los 12 ó 20 € que he venido pagando por una habitación individual con baño privado en los países anteriores.
Tras sacar 200.000 pesos en el cajero (262 € que es lo máximo que me dio) y comprar una nueva tarjeta de teléfono, cené y a la cama. Además el hotel no tenía estacionamiento, y tuve que dejar la moto pegada a la entrada del hotel frente al recepcionista que la tenía a la vista.
A la mañana siguiente me percaté que el móvil no estaba cargado, y es que el enchufe se quedaba sin corriente cuando apagaba la luz de la lamparita, después de pagar una buena cantidad por la habitación. Pedro y Humberto me comentaron que habían tenido un problema con la Africa Twin y que no llegarían a S. Pedro hoy, con lo cual me relajé en el viaje sabiendo ya tendría que cenar solo la noche de navidad. El trayecto hasta Iquique trascurre por el desierto, que me recordaba a las etapas del Dakar por esta zona, una auténtica pasada y cada vez envidio más a los pilotos que tienen la suerte de participar en esta prueba por estos bellísimos entornos. Al llegar a la nueva ciudad encontré de paso un restaurant que además era hotel, así que le pregunté al chaval que estaba en la puerta. El problema era que tenía habitaciones y a buen precio, pero no aparcamiento. Bueno como era la hora de comer me senté a la mesa y Daniel, el chaval me estuvo contando que era argentino, de Jujuy, y me dijo que podía mirar en algún hotel a ver si me dejaban guardar la moto, porque dejarla en la calle era peligroso, al lado estaba el barrio de los colombianos y eran gente peligrosa que podían robarme la moto. Después vino su tía, Rosalía, una mujer mayor encantadora, pero que terminó diciéndome que buscara otro alojamiento, que iba a cerrar esa noche. Así que tras hacernos una foto amigable me fui a buscar otro alojamiento. Encuentro un hostal y me dice que no tiene aparcamiento, pero que cerca hay uno, así que para ya que voy, le pregunto a la señora y me dice que vale. Me voy al hostal y cuando llego me dice que su hijo le ha dicho que esa noche no abre, así que a buscar otro. Llego a otro y me dice que esa noche no abre. Me voy a otro y lo mismo. Encuentro otro y me dice que de acuerdo, pero tampoco tiene aparcamiento. Descargo los bártulos y me voy al parking que vi, y cuando llego está cerrado, no hay ningún coche y el tipo se lo ha debido pensar y ha cerrado. Vuelvo al hostal y le digo si la puedo dejar en la puerta, y me dice que no lo haga porque es peligroso, los colombianos me la puedan quitar o dañar. ¡Otro con los colombianos! Así que me voy a buscar otro parking, y encuentro uno y me dice que de acuerdo, pero que tengo que ir a por ella el sábado, que el viernes no abre. Así que a buscar otro, y lo mismo. En esto que veo a un tipo en una Harley que se pone a mi lado, y le pregunto si sabe de algún parking para guardar la moto. Y me lleva a uno, pero le dicen lo mismo, que mañana no abre. Me dice que vamos a ir a otro, y sino en frente de los Carabineros porque es peligroso dejarla en la calle, los colombianos pueden hacerla algo ¡Y dale con los colombianos! Llegamos al otro, y le dice el tipo que no abre al día siguiente, pero le rompe el corazón con mi problema y le dice que bueno, que vendrá exclusivamente para abrirme a mí. Nos ponemos a hablar los tres y el motero se llama Claudio, y ha trabajado durante 18 años en Punta Arenas, al sur de Argentina, un puerto franco, y que entre otras cosas se dedicaba a bajar coches desde Iquique hasta allá, y que se conoce la carretera al dedillo, dándome su teléfono para que le consulte si tengo algún problema o para indicarme algún sitio que no esté bien señalizado. Después de una hora de charla me voy sorprendido por la cordialidad de Claudio, y sentí no poderme hacer una foto con él porque al no poder cargar el móvil la noche anterior me quedé sin batería y lo tuve que dejar cargando en el hostal.
Como Daniel me dijo que los super abrían hasta las cinco, antes de bajar las maletas en el hostal me fui a comprar algo para cenar porque prácticamente todo estaría cerrado por la noche. El hostal ha sido el más cutre por el momento, quitando el de Bolivia cuando el desprendimiento de la montaña, aunque éste tenía agua caliente. Además era tan pequeño que decidí irme a cenar a la playa donde además haría unos vídeos para los colegas visibles e invisibles que me acompañáis en este viaje. Sin la familia no me parecieron unas navidades, pero creo que es la primera vez que no las paso con mi familia, y lo que aprecias es lo que se echa en falta cuando no la tienes. Seguro que el año que viene volveré a pasarlas con ellos y me acordaré de estos momentos, lo distintas que fueron ese año para mí. Son los perjuicios de vivir nómadamente estos días.
Quedé con Oswaldo ir a retirar la moto a las ocho de la mañana, y cuando a las siete sonó el móvil-despertador, me percaté que llevaba una hora atrasado el reloj. Me vestí aprisa y salí sin desayunar en busca de la moto. Cuando llegué él estaba montando en su coche para marcharse. Le conté el error y todavía tuvo ganas de contarme y dibujarme en el suelo las rutas para ir a San Pedro de Atacama y luego de regreso. De verdad, que buen tipo, ya me lo avisó la encargada del parking cuando le pagué el día anterior y le dije que me había dicho que vendría a abrirme “es muy buena persona”, y pongo la mano en el fuego que es así, mi intuición masculina me lo dice. Muchas gracias Oswaldo.
Al poco de salir cuando iba recreándome la vista con el paseo marítimo noto que pierdo la tracción en la moto y un ruido extraño, me detengo al momento viendo que la cadena se me ha salido. Me pongo los guantes de mecánico y trato de volverla a poner, pero tengo que echar la moto hacia atrás y como estoy sobre un pequeño banco de arena no puedo, entonces un tipo que estaba pendiente de mi maniobra se acerca y me dice que si me ayuda, y entre los dos la movemos para atrás y vuelve la cadena a su sitio. Tras darle la mano y agradecerle su ayuda, regreso a la carretera, pero un poco más adelante siento un clak que no es normal, paro junto a la entrada de unos chalets y veo que un pasador de un eslabón de la cadena se ha salido de un lado, pero con la ayuda de un alicate lo vuelvo a meter. No me da buena espina porque ha entrado muy suelto, lo cual quiere decir que puede volver a salirse. En esto que sale el dueño del chalet con su coche y me pregunta qué me pasa. Le comento que ya estoy terminando y me cuando le digo que soy español me comenta que sus padres eran gallegos y andaluces, jaja. Nos reímos y me ofrece su casa para lavarme las manos o incluso si necesito ayuda que ya sé dónde vive. Oscar, además es el presidente del casino (casa de españoles) que se reúnen frecuentemente. Un tipo la mar de simpático.
Bueno me pongo en ruta y disfruto como un niño cuando veo que la carretera va paralela a la costa, ¡realmente espectacular! El caso es que los kilómetros van pasando y no veo ninguna gasolinera. De repente llego a un control aduanero, no veo a nadie y tiro para adelante, al llegar a una barrera la chica me la levanta, y le pregunto por una gasolinera, y me dice que no hay ninguna. Entonces el aduanero sale y me dice que vaya, que estaba dentro atendiendo a un camionero, pero que me tiene que sellar un papel. Anda que si llego a pirarme luego seguro que para salir del país el sellito me trae de cabeza. El caso es que el aduanero también es muy simpático y me dice dónde comer cuando llegue al pueblo al que voy.
Como no había llenado el depósito, porque llevo la junta de la bomba de la gasolina mal puesta y cuando lleno el depósito se sale un poco hasta que baja, entra la reserva y decido llenar el tanque con la gasolina de la garrafa. Resulta que el día que salí de Arica me tiré doscientos kilómetros sin ver una gasolinera, y me quedé sin combustible, y al echar la que llevaba en mis bidones me percaté que en uno de ellos algún gracioso me había metido una piedra, debió ser alguno de los dos días que he dejado la moto en la calle porque no encontré donde meterla y era tarde. Y cuando la escuche miré y vi que la gasolina estaba turbia, no echando el resto, pero temo que si apuro el depósito pueda pasar al filtro de la gasolina. Al final han sido otros 250 km sin ver un surtidor.
Cuando llego a Tocopilla me voy al mercado donde me dijo el aduanero que se comía bien. Al llegar veo una BMW Adventur 1200, y saludo al motero. Como está solo y también va a comer nos sentamos juntos. Pedimos unos congrios que están exquisitos junto con unos “locos” que son un marisco típico de acá. Me comenta que se llama Antonio, y que es ingeniero de minas, que lleva el apartado de salud laboral, y que va a pasar el fin de semana a Iquique, pero que vive en Calama. Me da su tarjeta por si necesito algo. Una agradable comida paso con él hablando de las minas y viajes.
Cuando termino me vuelvo a internar en el desierto, hago una foto cuando marca el termómetro 42 grados, pero luego sube hasta los 47 grados. Como para que se rompa la moto con la que está cayendo. Paro en una marquesina de autobús a beber agua, y cuando salgo vuelvo a sentir el clak. Paro y es de nuevo el pasador que se ha salido. Saco el alicate y lo vuelvo a meter. Pero ya no manejo tranquilo, si se suelta y pierdo el pasador la cadena se puede enganchar en la rueda y bloquearla pudiendo causar un accidente. Un cartel me dice que para Calama faltan 92 km, así que tengo que llegar hasta allí y tratar de buscar un taller para repararla. Otros 250 km sin ver una gasolinera ¡qué pasada! Cuando llego veo la gasolinera y pregunto a un chaval con un quad si sabe de algún taller o alguien que tenga una remachadora, pero me dice que tendrá que ser mañana. Le pregunto por un hostal barato y la persona que estaba en un auto con él, me dice que le siga que me lleva a uno. Qué gente tan maja. Cuando llego el tipo del hostal, Alejandro, me dice que guarde la moto dentro de un patio interior la moto, y me facilita diversa información todo amigablemente, e incluso me hace un descuento en el precio, aun así otros 40 €, el precio de dos días de Bolivia o Perú.
Llamo a Antonio para que me recomiende un taller fiable, y me indica un par de ellos, y que no dude en volver a llamarle si necesito alto más.
Ya veis que viajar con gente así lo hace cualquiera, jaja.
Buenas noches amigos!

a.jpg

b.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

h.jpg

i.jpg

j.jpg

k.jpg

IMG_20151225_190554.jpg
 
Última edición:
Hola Amig@s!
Tengo que deciros antes que nada que este viaje me está sorprendiendo cada día un poco más, y cada vez tengo más claro que va a ser un hito en mi vida inolvidable. Pero vayamos por partes porque son muchos los acontecimientos vividos y todos ellos geniales.
Si no recuerdo mal me quedé en que tenía que llevar la moto a un taller para que me revisaran la cadena. Pues llegué puntual a dos talleres, uno enfrente del otro, de Honda y Yamaha, a las 9:45 de la mañana para que me atendieran rápido. Cuando dieron las 10: 15 y allí no llegaba mecánico alguno, me empecé a mosquear, y me acordé de que como el viernes fue fiesta podían haber hecho puente. Pregunté a algunos viandantes y me dijeron que creían que habrían a las once. Un poco extraño pensé. Entonces uno de ellos me dice allí hay unos carabineros, pregúnteles por si saben de otro taller. Y entonces me comentaron que había otro tallercillo en la misma calle un poco antes de donde estaba. Llegué y el chaval me dijo que podía ponerle un eslabón nuevo sustituyendo al dañado. Le dije que adelante. Entonces cuando fue a poner el nuevo se percató que era un poco más pequeño y que no se podía poner toda la pieza entera, pero que no tendría problema. De haber sabido que era esa la solución habría renunciado, pero ya no había vuelta atrás porque había serrado el pasador sano para quitar es eslabón. Volví a pasar por los otros talleres que ya eran las doce de la mañana y se confirmó que habían hecho puente.
Regresé al hotel para recoger mis bártulos y marcharme, y allí estaba Sofía, boliviana, la chica de la limpieza que quería hacerse una foto conmigo. Además al ver mi pegatina me preguntó si es que llevaba cincuenta años viajando, y le comenté que era mi edad, entonces se quedó extrañada y me dijo “¿Va usted al gimnasio?”, porque pensaba que por eso no aparentaba esa edad. Yo sabía que ella era más joven que yo, pero su cara aparentaba más edad, más incluso que la mía. Ya veis que en este viaje no me faltan motivos para sentirme joven, jeje
El camino hasta San Pedro de Atacama es puro desierto, no de arena, más bien de piedras, y con mucho calor, más de cuarenta grados. Cuando llegué al pueblo todo de adobe y plagado de turistas, fui preguntando por los precios y viendo las habitaciones, pues mis colegas llegarían al día siguiente y quería sorprenderles con algo bueno, bonito y barato. Al final encontré como una especie de carpas recién estrenadas con buen precio y con Ana, la mujer de la recepción muy cordial. Esa tarde ya me dediqué a descansar un poco y dar un paseo por la turística población de tiendas de suvenires y agencias de paseos por las distintas atracciones similares a Uyuni pero más caras.
Cuando me marchaba a dormir coincidí con otra turista que dormía en el mismo hostal, Beatriz, chilena de Santiago, y una persona viajera con la que departí un buen rato hablando de viajes, y que al final la pedí si podía hacerme de cicerone en su ciudad, enseñándome los lugares tanto turísticos como otros más cotidianos para los santiagueños, y contestar a mis muchas preguntas que seguramente me irían surgiendo por el camino. La chica se mostró encantada, así que si es así me acercaré a conocer la gran ciudad que en principio no me atraen demasiado.
Por la mañana me levanté algo temprano y me fui a visitar unos salares, pues Pedro y Humberto me dijeron que llegarían por la tarde-noche. Los sitios están todos indicados con carteles, así que fue fácil llegar. Una vez que sales de la carretera los caminos son de tierra con sal prensada, mucho mejores que en Bolivia. Allí volví a encontrarme con una parejita de holandeses muy simpáticos que están también alojados en el mismo hotel, y que él también tiene una moto y llegó hasta Nepal, viendo en ese camino a varios españoles con moto. Se le veía a la legua que sentía cierta envidia de no poder tener allí su moto, pero su bellísima novia era también como para renunciar en este viaje a la moto y sustituirla por ella, jeje.
La verdad es que con la moto sin peso y el buen estado de los caminos, quizás un poco bacheados, me puse de pie en la moto y comencé a grabar con la videocámara a ciclistas que venían en sentido contrario invitándoles a saludar. Como a unos doscientos metros antes de llegar a la carretera escuché un ¡crack! y supe enseguida que la cadena se había soltado. Cuando miré los daños la tapa cubrecadenas vi que había desaparecido fruto del golpe. Cada vez me queda menos moto. Traté de poner los pasadores pero sin nada que sujetarlos la cadena se volvió a salir. Debía pedir el comodín del público. Vi llegar a un coche pero en cuanto vi que eran cinco jóvenes me imaginé que el coche era alquilado y no podrían ayudarme, y así fue. La solución tenía que venir de algunos motoristas que pasaran o algún lugareño. Entonces vi llegar una picap vieja y le hice una señal de que parase, y así lo hizo. Era Sigifredo, el hombre milagro del día. “¿Tendría usted un pasador o un tornillo para reparar mi cadena que se me partido?”, le pregunté. “Sí, yo creo que sí”. Y se dirigió con su coche hacia mi moto. “No, no toque la cadena que se va a manchar, ya lo hago yo”, le dije. Pero él tomó la cadena y la llevó a la parte trasera de su picap. “Aquí lo haremos mejor”. Me comentó que vivía en el siguiente pueblo, Toconao, y que había ido a llevar a su hija a San Pedro para que tomara un autobús para Calama, lugar donde vivía. Casualmente le hizo una reparación a su hija en casa y se llevó la bisagra vieja que su hija le recriminó porque decía que eso ya no servía para nada. Pues con el eje de la bisagra me preparó dos pasadores que con ayuda de una lima y un martillo dejo la cadena intacta, “como usted la tenía” me dijo. Le comenté que cómo llevaba todas aquellas herramientas en el auto, y me dijo que se dirigía a un terreno para reparar unas cosillas, porque en ese auto nuevo, del 2003, no solía llevarlas, sí en la furgoneta más antigua del 90. No me quiso cobrar nada, aunque le di una propina. Además me dio su teléfono por si yo o algún otro motero tenía un problema por la zona, que iría a atenderle con mucho gusto. Todavía no estaba jubilado, pero ahora no trabaja porque su mujer se había jubilado y atendían unos terrenos, pero su oficio era mecánico de minas, arreglando cosas de camiones o la propia mina. Vamos toda una bendición para mí en ese momento. “Desde luego tengo la sensación de que esta avería ha sido hasta bienvenida por conocer a una persona tan hospitalaria como usted”, le dije henchido de satisfacción. Una buena persona que sin duda contribuye a hacer este mundo más acogedor.
Ya de regreso la noche comenzó a caer y mis amigos no acababan de llegar, ya no sabía si les habían pasado algo o qué. Me fui a la calle a esperarlos, por si no localizaban el lugar. Y finalmente vi llegar dos motos. ¡Eran Pedro y Humberto! Nos abrazamos llenos de emoción. “Este país es otro mundo, yo me estoy sorprendiendo con la gente, nos han pasado tantas cosas que es para escribir un libro”, me decía Pedro. Lo cierto es que ya los malos ratos de Buenos Aires con los problemas de sacar la moto eran papel olvidado y los días que llevamos vividos durante todo este viaje han merecido la pena sin lugar a dudas. Cenando estuvimos comentando los sucesos más anecdóticos, como el día que tuvieron que dormir en una gasolinera en unas sillas, el tipo motero que recorrió 160 km para remolcarle la moto a Humberto sin cobrarle nada, o el trayecto por Paso de Jama, a 5000 m con una temperatura de cero grados cuando salieron con cuarenta, y que casi mueren de frío. Pero todos estábamos enormemente emocionados y entusiasmados porque este viaje nos está mostrando una cara de este continente que nos está sorprendiendo por la gran acogida que nos está brindando.
Como nos acostamos tarde hoy hemos descansado y preparado una barbacoa para celebrar lo bien que lo estamos pasando. Y además el lugar también les ha gustado y me han agradecido el buen trabajo con el alojamiento.
Mañana nos marcharemos juntos hasta Calama, donde yo me quedaré para que me reparen la cadena porque el eslabón que me repararon en esa ciudad que no tiene buena pinta, necesito unos pasadores más largos para ponerle la chapa lateral que le falta.
Un gran saludo a tod@s!

a.jpg

b.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

h.jpg

i.jpg

j.jpg

IMG_20151226_093240.jpg
 
Última edición:
Otra de tantas, gracias por contar con pelos y señas las cosas que te pasan en EL VIAJE.
 
Hola Amig@s!
Hoy mi Ángel de la guarda me ha dado la oportunidad de devolver algunos favores por todos los que hasta ahora he recibido, lo que me ha hecho sentir bien al ver sus rostros de felicidad.
Esta maña tocaba despedida de mis amigos Pedro y Humberto, después de un día de celebraciones con asado por la mañana y cena por la noche, con una invitada especial, Beatriz, la santiagueña que aceptó la invitación de acompañarnos en la cena que el maestro cocinero Humberto se encargó de elaborar, y por cierto con un aprobado alto por parte de los comensales. La próxima vez que nos veamos será ya en Buenos Aires, ilusionados por haber culminado con éxito el sueño viajero, pero seguramente afligidos por acabar este maravilloso sueño en el que nos encontramos tan a gusto. Pero bueno, todavía es tiempo de seguir disfrutando del recorrido pendiente.
Tras despedirnos de Ana, nuestra madre estos días en aquel remanso de paz que hemos convivido, pusimos de nuevo las ruedas en el asfalto para echar a rodar los programas viajeros. A los pocos kilómetros de salir vimos dos motos paradas en la berma o arcén, junto a dos chicas moteras brasileñas, Rosa y su amiga, que al hacerles el gesto de OK con la mano me devolvieron un “no del todo bien”. Así que paramos los tres mosqueteros y las chicas nos comentaron que un de las motos cuando el disco de freno delantero se calentaba se dilataba y las pastillas frenaban la rueda, ya que les habían puesto seguramente pastillas nuevas no originales ás gordas de lo normal. La amiga me decía que había que soltar un poco de líquido de frenos para que los émbolos se retrajeran y así liberaran las pastillas. Les pregunté si tenían herramientas, y me dijeron que las tenían debajo del equipaje, con lo cual saqué mis llaves y aflojamos el tornillo de la pinza sacando un poco de líquido y asunto concluido. Desde luego la afectada sobre todo se puso muy contenta, y a mí con eso me basta, estos días tengo experiencia en sentir estas sensaciones. A cambio recibí una información interesante, pues al comentarle que yo iba a Calama a visitar al mecánico para reparar mi cadena, me dijo que fuera a la avenida Calama, que todos los de San Pedro llevaban sus motos allí.
Una vez en Calama, y tras despedirme de mis dos colegas de sueño viajero en ejecución, y como mi navegador no tenía esa avenida, pregunté en la gasolinera, y me dijeron que esa calle no existía, pero que más adelante encontraría tres tiendas, las que yo conocía, y a parte un motero que llegó me dijo que fuera a la de Yamaha que eran buenos. Así que para allá que me fui. Jose, el mecánico, me dijo que efectivamente lo que me habían hecho era una chapuza, y además el fiador estaba puesto al revés, en el sentido de la tracción, con lo cual era más fácil que se saliera. Me dijo que tenía la opción de poner un eslabón nuevo para sustituir a ese o ponerla nueva. Y entre que al ver la cadena de la Africa de Humberto que es más gorda que la mía, y que también varios colegas del Facebook me aconsejaron poner una nueva, así lo he hecho y me he quedado con la vieja de repuesto. Una vez puesta parece que Dulcinea va mejor, ya no sé si es psicológico o que realmente es más adecuada para lo que está haciendo, pero desde que se la llevaba con la ñapa tenía temor a correr un poco o elevar las revoluciones, y ahora he vuelto a estirar las marchas con alegría, jeje. Además me percaté que en sus camisas ponía Calama motor, y para mí que lo que me quisieron decir no era la calle, sino el taller, aunque fuera sólo pone Yamaha.
Cuando ha llegado la hora de comer he parado en un restaurante pegado a la carretera, y entonces he escuchado a una familia preguntar al camarero si sabía de alguien que vendiera benzina, recibiendo como contestación que no. Entonces como estaban a mi lado les he comentado si es que no tenían nada, porque Calama quedaba a 70 km. Pero me han comentado que llevaban un coche nuevo y su marido le había ido pisando un poco y no estaban del todo seguros en poder hacer ese recorrido con la que les quedaba. “Si quieren yo puedo venderles la que llevo en mis bidones, he llenado el depósito y para Antofagasta quedan unos 160 km, y con la que llevo puedo aguantar”. Han aceptado y desde luego se han alegrado de mi gesto. Una vez más sé cómo se siente uno con gestos como este.
El recibir toda la ayuda de los Ángeles de la guarda estos días lo que logran en mí es un compromiso por devolverlos a la mayor brevedad posible, y así los tendré contentos y seguirán viajando a mi lado, jeje.
Un cordial saludo desde Antofagasta, una ciudad con una playita hermosa que me ha deleitado con mi Olympus.

a.jpg

b.jpg

l.jpg

d.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

h.jpg

i.jpg

j.jpg

k.jpg

IMG_20151228_220920.jpg
 
Última edición:
¡Feliz Año Nuevo Amig@s!
La verdad que he terminado un año haciendo lo que más me gusta, conducir mi moto y viajar por Sudamérica que me he está demostrando que es un país que entra en el corazón y ya no sale. Además muchos de los amigos que estoy conociendo por el camino me están acompañando a través de mis crónicas pendientes de mis sensaciones personales, pintorescos lugares y nuevos amigos. También estoy recibiendo mensajes privados y públicos que me están emocionando, bueno también es cierto que yo me emociono con un simple apretón de manos sincero, jeje. Pero la mayoría de ellos contienen mensajes de personas que igualmente se sienten atraídos por mi forma de viajar, mi pasión por descubrir almas allá por donde paso con mi moto, subiéndose a mi moto para disfrutar conmigo de esas dichosas sensaciones.
Estos dos días han sido de ruta en moto, para acercarme poco a poco a Santiago, desde donde emprenderé una travesía más espectacular con cambio de paisaje. Tanto ayer como hoy he seguido circulando por el árido desierto, un lugar inhóspito que lejos de aburrirme me transmite sensaciones de belleza rebelde. Lo que me asombra es que estoy haciendo tramos de 250 km ayer y hoy 300 km sin gasolinera alguna. Con ello he tenido la oportunidad, tal y como vaticinaba mi colega Paracabip, que circulando cargado a una velocidad de 90-110 km/h la reserva me ha saltado a los 300 km, y hoy al ser autovía, a 100-120 km/h a los 260 km, que bajando luego a 80-90 km/h he conseguido hacer 350 km con sólo el depósito. No obstante llevo 6 l entre los dos bidones, los cuales me dan confianza y no me pongo nervioso cuando salta la endemoniada luz naranja de la reserva.
Los momentos emotivos no siguen faltando aun así, pues ayer cuando paré para visitar “la mano del desierto”, se acercó una familia, Juan Carlos y Susi, junto con sus dos hijos, para saludarme al ver a la española Dulcinea. Me contaron que iban para Valparaíso para iniciar un nuevo trabajo, y que allí se celebraban unos fuegos artificiales en la playa a la que acudía muchísima gente de Santiago y alrededores, y que incluso los accesos se cortaban a partir de las once de la mañana. Resulta muy gratificante como enseguida construimos una nube de franqueza en la que nos sentimos tan a gusto que nos despedimos, decidimos entonces hacernos una foto, nos despedimos otra vez, luego volvemos a comentar algo más, como que tienen familiares en España, e intentamos marcharnos, pero entonces uno de sus hijos comenta que él quiere hacer un viaje como el mío, y volvemos a despedirnos, y es que nos sentimos tan confortables envueltos esa nube de amistad sincera que nos cuesta abandonarla. La franqueza y cordialidad es un maravilloso instrumento de hacer amigos.
Copiapó era ayer mi final de ruta, casi setecientos kilómetros, etapa un poco cansada al final como para hacer una nueva crónica. La ciudad me atraía porque soy un acérrimo seguidor del Dakar, y esta localidad suele ser una de las etapas, pero la ciudad no es linda, una plaza de armas normalita y muchas tiendas. Además pregunté al recepcionista si allí se montaba el campamento, y me contestó que a 30 km, y que la gente seguía trabajando en sus rutinas, no como en Belén que allí se hace fiesta local. Pero bueno la próxima vez que salga esta etapa ya podré ponerle imagen.
Lo que me agrada es la simbiosis que tengo con Dulcinea, a través de mis manos, pies y trasero siento su palpitar, y en todo momento sé si sus latidos son normales. Después de tantos días los dos somos el mismo, me siento tan cómodo con ella que no percibo cansancio alguno cabalgando por las hojas de mi programa. Hoy ha sido todo autopista, y es curiosa la sensación que produce sobre el desierto, lo domestica arrancándole su estado salvaje. Además en ella me suceden unas sensaciones curiosas, pues hay momentos que miro a los lados y veo un montón de gente mirándome, y es entonces cuando me siento como el mismísimo Steve McQueen con la mitad de años, jeje.
Esta noche he conseguido un hostal bueno, bonito y barato, con un patio interior donde dormirá Dulcinea, lugar silencioso, con Erna, una señora dulce y amable que me hace sentir como si estuviera en mi casa. Además esta noche se celebrarán fuegos artificiales en la playa, un evento que me proporcionará algo de diversión a falta del calor de mi familia.
Antes de venirme a cenar dando un paseo por la ciudad pregunté a un joven, José Miguel, por la plaza de armas, y ha sido la excusa para ponernos a charlar e incluso acompañarme un rato dando un pequeño rodeo hasta el salón de té a donde iba para cenar con su madre. Cada día me siento más desconocido porque voy descubriendo una faceta que no había tenido la oportunidad de practicar hasta ahora, y creo que el secreto es perder cierta vergüenza y ser franco y cordial.
Otro aspecto que me acabo de acordar es la sensación de inseguridad ciudadana que tiene la gente, pues ayer en Copiapó como el primer hostal que encontré no tenía garaje fui a uno que quedaba más abajo, y me dijo que no quería la moto porque era muy golosa para tenerla allí sin vigilancia porque por la noche no había nadie. Hoy cuando he parado a hacer unas fotos y descansar un poco se ha acercado una mujer que estaba vigilando una obra y me ha dicho que ya habían robado las baterías del generador, y que a unos gringos el otro día les dispararon en los cristales de su carro. Pero yo la verdad es que me siento hasta ahora muy seguro, rodeado de buena gente que va saliendo a cada paso, y los centros de las ciudades están llenos de policías, en Perú hasta vi los autobuses que los trasladaban.
Este año que comienza espero que siga tan cargado de buenas emociones como el anterior, y que me sigan haciendo disfrutar tanto de los nuevos amigos con rostro como sin él que vayan subiéndose a mi moto.
Muchas gracias a todos por estar ahí y que se os cumplan los sueños pendientes.

a.jpg

b.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

i.jpg
 
Hola Kenko, me alegro que todo vaya bien con tu viaje. He seguido cada posteo con gran interés. Queda abierta la invitación de alojamiento cuando pases por Rancagua. coordinamos si te acomoda. Saludos.
 
Donde te cayeron las campanadas? Tomastes las tradicionales uvas? A mi me toco comerlas en Francia, y con una aplicación de móvil y la tele on line conseguí atragantarse como todos los años :D

Buena ruta !!!!!
 
Gracias Mauricio! Hoy estoy en Valparaiso y quiero pasar el día mañana visitándolo
El domingo en Santiago. El problema es que no sé si con el mes que me queda podré bajar a Ushuaia y regresar a B Aires. Estoy mirando tomar el ferry desde Puerto Montt a Puerto Natales aunque me pierda parte de la ruta rodada. En todo caso sino puedo aaceptar tu ofrecimiento trataré de pasar a saludarte será un placer poner cara a un compañero de viaje. Un abrazo!
 
Hola Kenko, en mi opinion en un mes alcanzas a dar la vuelta.... La parte de Argentina ( pampa ) por la ruta 3 desde la frontera con Chile ( al sur de Rio Gallegos ) hasta Bahía Blanca al menos no es muy entretenida por lo que puedes andar rápido. Yo creo que de Ushuaia a Buenos Aires podrias demorar 7 u 8 días.
Si tomas el transbordador te saltarás, creo yo, uno de los paisajes más bonitos de tu viaje y de Sudamérica, la Carretera Austral.
Ojalá pudieras pasar por Rancagua y coordinemos para que conversemos de tu ruta.
Saludos.
 
Hola Kenko!

Hoy he podido ponerme al día con tu relato jeje! Me alegra mucho que hayas disfrutado la zona norte de Chile, a mí me encanta.

Estoy de acuerdo con Mauricio, creo que en un mes podrías hacer la vuelta y es cierto que la Austral tiene fama de ser impresionante.

Avísame cuando estés en Santiago, quizás podamos vernos aunque sea para saludarte en persona.

Sigo pendiente de tu viaje! ya vas a ver lo hermoso que es el Sur Chileno y Argentino ;)

Pura vida
 
Coincido en lo dicho por Mauricio y Quike: ese recorrido que dices tiene unos 6.500~7.000 km y de sobra lo haces en un mes. Además, toda esa parte de Patagonia tiene unos paisajes inolvidables por lo que -yo en concreto- utilizaría ferries exclusivamente por donde no fuera posible continuar por carretera. Saltárselo en mi opinión sería un gran error, habiendo tiempo naturalmente...
 
Hola Chavales! Ante todo gracias por vuestras opiniones, lo cierto es que yo también quiero hacer todo el trayecto que me queda en moto, pero por un lado temo que con mis visitas e incluso me gustaría ir un día de pesca de trucha o salmón, no llegue hasta el final, además en el ripio las etapas se demoran. Estoy pensando que también podría hacer la ruta en moto y si no puedo llegar hasta el final por falta de tiempo darme la vuelta y cruzar al lado Atlántico para tirar hacia Buenos Aires. La verdad es que tengo varias opiniones que me indican que baje en moto, así que lo mismo tomo esta decisión...

En cuanto a lo que me preguntaba Lapizlazuli sobre mi final de año tengo que decir que fue mejor que el día de Navidad, el hostal fue mucho mejor y Erma, la señora que lo llevaba me hizo sentir como en mi casa. Además es típico que se hagan fuegos artificiales en los sitios de costa, y lo cierto que estuvieron entretenidos, además había una orquesta para animar la fiesta. La impresión que tuve es que la gente actúa como allá, llamando a sus mamás para felicitarle el año, familias que acuden a la playa a ver los fuegos, jóvenes con ganas de divertirse, y en definitiva ganas de pasar de una noche divertida con la familia y amigos. Después me vine dando un paseo junto con un montón de gente que también fueron a ver los fuegos, y luego a la cama para continuar mi viaje al día siguiente. Sin la familia no son Navidades, pero el año que viene volveré a estar con ellos y recordaré todas estas anécdotas seguramente que cada año que las celebre.

a.jpg

b.jpg

c.jpg
 
Última edición:
Kenko,que tal. Me alegro hayas tenido una buena fiesta de año nuevo.
Respecto de tu ruta sureña, para evitar el ripio, y andar algo más rápido, puedes hacer lo que hicimos nosotros, pasar a Chiloé, y cruzar en ferry desde Quellón a Puerto Cisnes. Es bastante económico y tienes solo pavimento hasta Chile Chico para cruzar a Argentina por Los Antiguos. me comentaron además en la zona, que la ruta 40 esta pavimentada desde Los Antiguos hasta El paso a Chile por Torres del Paine. Por lo que no tienes ripio salvo unos pocos kilómetros.
Por otra parte en tierra del fuego, se encuentra todo pabimentado si cruzas por el Estrecho de Magallanes ( Punta Delgada ), si pasas a Punta Arenas y en ferry a Porvenir, tienes ripio por el lado chileno hasta Cerro Sombrero, en donde se encuentra la aduana hacia Argentina. Por el lado argentino todo asfalrado hasta Ushuaia.

Saludos.
 
Kenko,que tal. Me alegro hayas tenido una buena fiesta de año nuevo.
Respecto de tu ruta sureña, para evitar el ripio, y andar algo más rápido, puedes hacer lo que hicimos nosotros, pasar a Chiloé, y cruzar en ferry desde Quellón a Puerto Cisnes. Es bastante económico y tienes solo pavimento hasta Chile Chico ( cruzando el lago General Carrera en ferry ) para cruzar a Argentina por Los Antiguos. me comentaron además en la zona, que la ruta 40 esta pavimentada desde Los Antiguos hasta El paso a Chile por Torres del Paine. Por lo que no tienes ripio salvo unos pocos kilómetros.
Por otra parte en tierra del fuego, se encuentra todo pavimentado si cruzas por el Estrecho de Magallanes ( Punta Delgada ), si pasas a Punta Arenas y en ferry a Porvenir, tienes ripio por el lado chileno hasta Cerro Sombrero, en donde se encuentra la aduana hacia Argentina. Por el lado argentino todo asfalrado hasta Ushuaia.

Saludos.
 
Hola Amig@s!
El nuevo año ha comenzado tal y como lo dejé, dejándome disfrutar de mi gran viaje ahora por tierras chilenas. Sin embargo hay algunas cosas que se han añadido a la ruta pendiente, y es que por un lado ya comienzo a ver el final, y eso quiere decir que ahora los pasos los tengo que medir mejor que hasta ahora. Además junto con mis colegas tenemos que empezar a pedir presupuestos para regresar las motos a la península. Todo ello introduce una nueva forma de afrontar estas últimas fases del viaje, con la vista puesta en llegar a tiempo al destino obligado.
Ayer llegué a Valparaíso y por la tarde-noche bajé a dar una vuelta y me dieron calambres en los gemelos de las calles super empinadas que hay en estos cerros, una auténtica pasada, incluso creo que es peor bajar que subir, aunque a la vuelta la pendiente es tanta que no llegué a apoyar toda la planta del pie, subí la calle sin apoyar los talones, como os digo una pasada. Además toda la zona junto al puerto el ambiente está un tanto enrarecido, mucho punk con malas pintas y comenzando a beber con lo que a la noche son zonas a evitar. Además la ciudad está muy sucia, y las fachadas necesitan una mano de pintura. Cuando llegué al hostal iba con la idea de marcharme al día siguiente, pero una mujer me dijo que aquella plaza no era el centro, que quedaba más allá, que había cosas bonitas que visitar, así que gracias a ella me quedé un día más.
Esta mañana mientras desayunaba otro grupo de franceses (porque el dueño del hostal es francés y atrae a muchos compatriotas), ya celebrando los setenta, desayunaban a mi lado. Me han parecido gente que quiere comerse el mundo con sus 4x4 reconvertidos en autocaravanas, pero a mí me dan la impresión de que están quemando su último cartucho. Sus cuerpos arrugados indican que están tal vez emprendiendo su último sueño, conocer mundo en compañía de su pareja que ya en cualquier momento pueden abandonarse por llegar a aquello de “hasta que la muerte…”. Por eso hay que celebrar los cincuenta sin excusa, me digo al terminar el desayuno.
Después lo primero que he hecho ha sido ir a visitar la casa de Pablo Neruda, “La Sebastiana”, en honor al arquitecto español que comenzó su construcción. Las vistas que tiene la casa son fabulosas, junto a su escritorio me he sentado y he pensado que con esas vistas y la decoración tan sublime que dio a su casa uno tiene que escribir bien porque la inspiración fluye al momento. Desde luego ha sido el atractivo de la ciudad que más me ha gustado y que creo que nadie debería perdérselo de venir a este lugar.
Luego he ido a una plaza donde me dijeron que podrían informarme sobre el ferry que quiero coger de Puerto Montt a Puerto Natales, y he preguntado a un operario que estaba junto al puerto: “Buenos días, ¿Sabe por favor dónde puedo obtener información para conseguir un pasaje para el ferry que hace el trayecto de Puerto Montt a Puerto Natales?”, contestándome, “¿Usted lo que quiere es un billete para el metro?”. Bueno es uno de esos momentos jocosos del viaje, además aquel tipo estaba bajo el sol y la gorra debía de ser de una tela fina que dejaba pasar el calor, jeje.
Luego me he ido a comer a un sitio típico que me ha recomendado el del hostal, el Casino Social J. Cruz, que según una placa que hay en la pared pertenece a los suboficiales mayores carabineros retirados. Estaba a tope de gente y he tenido que esperar en la cola unos veinte minutos. Luego me he sentado en una mesa junto a otros dos chavales, que enseguida se han puesto a conversar conmigo. Son Leandro y Gervasio, dos argentinos de Buenos Aires que uno de ellos vive en Santiago y el otro ha venido a visitarle. Me han parecido una gente estupenda, además grandes consumidores de la cultura española, habiendo visitado ciudades españolas, conociendo directores de cine también españoles y también cantantes, y en general personas que les gusta conocer mundo como viajeros y no como turistas. Además Leandro me ha dado su número de teléfono para que si quiero me ponga en contacto con amigos moteros de Santiago. Luego hemos ido dando un paseo comentándome que tampoco se adaptan a la vida que se espera han de tener, sino que quieren navegar por allá donde se les antoja, y así Leandro tiene una oferta para trabajar en una cadena de hoteles internacional en cualquier país del mundo, una opción que le atrae y la va aprovechar.
Cuando me he despedido de ellos he preguntado a una joven pareja con un niño por una calle, y enseguida ha comenzado una nueva conversación. David ha vivido en Noruega, pero es de Valparaiso, y aquí conoció a su mujer, Valerie, que vino de Estados Unidos a estudiar a la Universidad, y ahora tienen un niño de nueve meses. Creo que ese carácter de persona que ha vivido en continentes diferentes le ha impregnado un carácter abierto que le ha llevado a conocer y casarse con su mujer, y además a propiciar esta conversación conmigo. De verdad os tengo que decir que hasta ahora no hay día que no conozca gente y además sean personas cordiales y la mar de simpáticas. Este viaje me está gustando una barbaridad, y toda la gente que estoy conociendo a mi alrededor tienen la culpa, jeje.
En cuanto a Valparaíso finalmente tengo que contar que me ha decepcionado, la veo muy sucia, si bien David me decía que como han sido las fiestas todo está más sucio de lo normal, pero aun así las fachadas de los edificios necesitan reformas y limpiezas. Leandro me decía que fue la capital de Chile, pero que luego Santiago se ha llevado todos los recursos económicos dejando de lado Valparaíso.
Buenas noches amigos!

a.jpg

b.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

h.jpg

i.jpg
 

Adjuntos

  • j.jpg
    j.jpg
    68,4 KB · Visitas: 44
Última edición:
Si Valparaíso no te ha convencido puedes acercarte a Viña del Mar, está al lado y es todo lo contrario: bonita, tranquila y con un clima divino (uno de los 10 mejores del mundo según algún ranking que hay por ahí)...
 
PEDRO !!!!!!!!!!!!!!!!!!!

NOS TIENES ABANDONADOS !

un abrazo
 
Hola Chavalote!! Estos días he andado muy entusiasmado y sin tiempo para escribir, voy a ver si me pongo porque hay mucho que contar. Por cierto me he dado cuenta que las fotos últimas no habían salido, pero ya las he puesto.

Un cordial saludo a tod@s!!!!
 
Hola Amig@s!
Cuando pensaba que en este viaje no quedaba margen para más sorpresas, estos días se ha demostrado que no es así, y que todavía es capaz de sorprenderme, y si no juzgar por vosotros mismos con lo que viene a continuación.
Bueno pues me marché de Valparaíso a Santiago, además como voy mal de tiempo no pude hacer caso a Carolus y darme una vuelta por Viña del Mar, pero cuando llegué a Valparaíso pasé por ella y había buen ambiente. Gracias a Geromo Pirotto me pasó la dirección de una casa para alojarme en Santiago, Casa Matta, que después comprobé que es un auténtico templo motoquero. Lo primero es que si alguien quiere ir a ella en la casa no pone absolutamente nada de hostal ni nada de nada, pasa completamente desapercibida, porque además tiene un pasillo de entrada, pero a mitad de él tiene otra puerta, y cuando se pasa es cuando se descubre un patio lleno de motos. Cristian es el propietario, que junto con Francisca, su chica, dirigen la casa, y allí sólo se dan cita por el boca a boca motoqueros de todo el mundo. Es una casa de tres pisos con otra terraza arriba del todo con barbacoa, y el ambiente que se percibe allí es totalmente viajero, con personas llegadas de todos los países que van recorriendo el mundo en moto. Allí se deja la moto con el Gps o navegador, herramientas, o lo que sea porque nadie se lo va a quitar, todos procesamos un código de honor que sólo entiende el que pertenece a este grupo de apasionados moteros viajeros. Incluso las habitaciones permanecen sin llave, y si alguno está haciendo alguna reparación o mantenimiento no tiene que pedir que le ayuden, es automático que otro motero se ponga sin invitación alguna a ayudarle, diría que incluso es una petición de que le deje ayudar. Allí me encontré con Donald, un inglés que viaja en una Honda 250 que ha comprado en Chile y ha ido hasta Ushuaia y ha vuelto, y tiene otros nueve meses para llegar hasta Alaska. Estos días se ha quedado ahí por el simple hecho de relacionarse con los moteros viajeros que pasan por allí, y yo de haber tenido más tiempo también me habría quedado, aquellos tipos están llenos de lugares del mundo que han visitado con sus motos y se saben todos los pormenores de interés para los viajeros en moto. También acaba de pasar una mujer con 70 años, Linda, una británica que ha estado recorriendo Sudamérica y que ya regresa a su país, pero seguro que sólo para hacer un pequeño alto.
Francisca me dijo que para comer podía ir a comprar algo al súper de al lado y luego cocinarlo en la casa, que para ello podía utilizar la cocina, o también comer en un chino que era barato. Como no quería perder tiempo me decanté por el chino. Pedí tal y como me indicó Francisca el apartado de colación, que sería más barato y me incluiría todo. Y eso hice, pedí un pollo con verduras que resultaron ser coliflor y brócoli, y que además de no ser mis verduras preferidas estaban un poco duras. Total que me comí el pollo y el arroz y pedí la cuenta. 4100 pesos. Tengo costumbre de poner en mi cartera los billetes grandes a la derecha y los pequeños a la izquierda dentro del taco. Di por error dos billetes de 20000 pesos pensando que eran de 2000. La camarera que no era china, me dijo todo eso de propina, y entonces cuando me trajo la vuelta me percaté que aquellos billetes no habían sido de 2000, lo que pasó es que saqué dinero del cajero y como era tarde lo guardé sin colocarlo en la cartera y por eso aparecieron a la izquierda del taco de billetes, y además hasta entonces no había visto los billetes de 20000. Total que me voy a la caja y le digo a la china que me había equivocado y había dado dos billetes de 20000, pero ella me dijo que la camarera la había dado solo uno, y que luego me dio la vuelta. Era cierto me dio la vuelta de uno de 20000, pero no el otro, y la camarera dijo que sí que me lo había devuelto. La china la dijo que me lo devolviera, pero ella decía que ya me lo había devuelto. Y al final pagué por una porquería de comida lo que al cambio serían 31 €. Me marché super cabreado, pero por el camino pensé que la culpa había sido mía por no haber puesto cuidado con la pasta, y que de todos modos si pensaba en todos los momentos buenos que tenía en la otra balanza de sobra se inclinaban hacia este lado. Además ojalá todos los problemas que falten por venir sean así, que los resuelva por 30 pavos.
La tarde la pasé paseando por la ciudad, porque además como ahora no puedo hacer deporte estoy deseando patearme una ciudad, de 8 km no creo que baje, e incluso en Santiago yo creo que debieron ser el doble, pero me encanta andar y disfruté un montón. La visita que más me gustó fue la otra casa de Neruda, la Chascona, nuevamente impregnada de su estilo tan personal y bello, y si bien ésta merece igualmente visitarla al que le guste su estilo, las vistas de la Sebastiana son mejores porque está más alta. No obstante me he quedado con ganas de ver la tercera, Isla Negra, porque dicen que en ella en donde se guarda la colección más grande de objetos que iba recogiendo por el mundo. Si tengo que seleccionar una pieza de la casa el comedor con forma de barco, realmente maravilloso.
Al día siguiente Quike, otro motoviajero que cuelga sus crónicas en el foro de bmwmotos.com ha estado haciendo un viaje en moto por Chile, Paraguay, Brasil, Uruguay y Argentina, y en principio teníamos previsto habernos cruzado en Brasil, pero como luego no pasé teníamos pendiente la cita. Así que como vive en Santiago me dijo que había comenzado a trabajar, y tenía turno de noche, pero que si quería podíamos desayunar cuando saliera, antes de que me marchara a visitar la ciudad y luego partiera siguiendo mi viaje. Me pareció una magnífica idea, y cuando llegó descubrí que como viajero motero tenemos muchas cosas en común. La que se me quedó prendada fue aquella frase que dijo que cuando llegaba a un sitio o lugar que le gustaba y no iba en moto lo primero que se le pasaba por la cabeza era poder recorrerlo con su moto, algo que no hace falta que me lo explique, conozco muy bien esa sensación irreprimible, jeje. Le comenté que viniera a ver la Casa Matte, porque además eran vecinos sin saberlo, e igualmente le pareció magnífico el ambiente motoquero reinante e incluso le dio a Cristian su teléfono para futuras salidas. Para estar más cómodo me invitó a su casa para desayunar así podría quitarse el traje de moto con el que venía de trabajar. Estuvimos hablando de viajes, de libros de viajes, y de los proyectos futuros. Como reinaba la sintonía podríamos haber seguido charlando horas y horas, pero él tenía que dormir y yo ir a darme mi caminata turística. Desde luego fue un agradable encuentro que seguramente haga que en un futuro nos volvamos a reencontrar. Además me hizo hasta un croquis con los lugares que me habían recomendado visitar. Yo estaba en su campo y quería que disfrutara mi estancia lo mejor posible. Un gran abrazo Quike, gracias por el desayuno y por ser uno más de los que estáis haciendo mi viaje inolvidable y repleto de amigos.
De momento no es por nada, pero la única persona que me ha fallado ha sido la chica que conocí en San Pedro de Atacama a la que le pedí que me enseñara la ciudad y que me dijo cuando llegó el momento que tenía un evento familiar y no podía atenderme, porque hasta ahora todos los moteros no me han fallado, jeje. Eso sí, le pedí que me recomendara algunos lugares imprescindibles para visitar de la ciudad y ahí cumplió. Me subí al edificio más alto de Latinoamérica, y realmente las vistas son espléndidas. Además la guía del ascensor, Camila, una chica jovencita con ganas de trabajar, cuando le pregunté por el estadio de futbol, porque me acordé de la película Mising, al que llevaban los detenidos por la dictadura que luego desaparecían, me recomendó también para comer un lugar del Mercado Central, porque la mayoría de los locales están dirigidos al turista que le pegan en palo sabiendo que no volverá más. “Mi padre y yo vamos a Donde Blanca”, me comento. Agarré el metro y me fui para allá, y me hizo gracia que cuando pregunté a un hombre mayor para ver si estaba en el andén correcto, me reconoció como español, y nos pusimos a hablar dentro del metro, y porque a la estación siguiente se bajó y yo en la otra, pero mientras le hablaba de mi viaje las personas de alrededor estuvieron pendientes y de alguno de ellos les noté con ganas de intervenir, hubiera estado genial en aquel ambiente sepulcral ignorándose unos a otros romper aquel silencio verbal, jaja.
El sitio estuvo genial, además me percaté que no estaba en el centro del mercado, sino en un lateral y que al contrario que el resto de establecimientos comía gente local, buena señal me dije a mí mismo.
De vuelta en la casa me despedí de Francisca, del resto de viajeros y del padre de Cristian, quienes también al día siguiente saldrían con dos motos en la camioneta para ir hasta Puerto Montt, donde las bajarían e irían hasta el final de la carretera Austral. Estoy seguro que para Cristian será un maravilloso e inolvidable recuerdo que le quedará de su padre, y para éste unos días repletos de emoción disfrutando en compañía de su hijo. A ver si nos vemos por el camino, me encantaría ver sus rostros de felicidad.
Puse rumbo a Rancagua, donde a través del foro otro motoquero, Mauricio, me había invitado a su casa con el objetivo de convencerme para que no tomara el ferry e hiciera la carretera Panamericana y la Austral, que de lo contrario me iba a perder una parte lindísima. Quedamos a la entrada del pueblo. Me paré junto a unos negocios, y entonces llegó una persona de ellos y me preguntó si tenía algún problema o me había perdido, contándole el motivo de mi presencia. Al llegar una cliente me pidió que le disculpara y se marchó con ella. Entonces llegó un coche y se puso delante de mí. Se bajó una persona, Juan Pablo, y me preguntó si tenía algún problema, contándole también el motivo de mi presencia allí. Entonces me dijo que él también tenía una moto, una VSTrom 1000, y que había venido al verme parado por si tenía algún problema, y que igualmente me invitaba a su casa cuando quisiera. Yo no dejaba de alucinar, sigo impresionado con el acogimiento motero de Sudamérica. Es realmente asombroso y encantador.
Nos despedimos porque llegó Mauricio en su Adventur 1200 GS, que cuando vi el porte de su montura y la gallardía con que la movía, me acordé de mi “Poderosa”, de la diferencia entre ella y Dulcinea, a la que para que logre ese porte hay que espolearla un poco mientras que la 1200 es su forma de ser sin más, jeje.
Por el camino en los semáforos ya fuimos hablando, pero cuando llegamos a su casa nos dimos un abrazo. Algunos amigos me preguntan cómo me fio de un desconocido y me voy a su casa sin saber sus intenciones. Yo les digo que si bien para los bonos, becas y planes juveniles yo ya no soy joven, sí tengo cada vez más desarrollada mi intuición masculina y sé cuando una persona es franca o no. Mauricio y yo fuimos a base de detalles componiendo las piezas del puzle del contrario y al final llegamos a la misma conclusión: este tipo es legal.
Me propuso ir a cenar, y me pareció una excelente idea, así tendría la oportunidad de invitarle por su gesto altruista. Nos fuimos en su camioneta, vamos una picap, a un restaurante muy acogedor, y allí nos tomamos cada uno un churrasco, que para los de allá eso acá es como una hamburguesa pero la carne es un filete de ternera, muy rico por cierto. Y a pesar de que pedí yo la cuenta él raudo y veloz no me dejó cogerla y me invitó. ¿Acaso no es lo que cuento sorprendente? Jeje. Estuvimos hablando y riéndonos durante la cena, y no cabía la menor duda que existía entre los dos esa pertenencia y adopción del código de honor motoquero que nos convierte en buenos amigos y leales compañeros de afición. Estuvimos hasta más de las dos de la mañana repasando la ruta que podría hacer con mi moto hasta Ushuaia, describiéndomela con distancias, surtidores, estado carreteras, lugares interesantes, experiencias personales porque él acaba de venir la semana anterior de recorrerla junto con su novia. Me sentí tan metido en la ruta que no notaba sueño ni cansancio y finalmente consiguió su objetivo, convencerme con su franqueza y opinión de amigo que debía hacer la ruta porque me lo pasaría bien, era accesible a mi nivel y llegaría a tiempo a Buenos Aires.
Al final como veis son a base de detalles como se forja todo. “Yo a mis amigos no ando detrás de ellos, les digo que si quieren algo vayan a la cocina y lo cojan, así que a ti José Pedro te digo lo mismo”, me dijo como un detalle más para que me sintiera cómodo en su casa. Yo ni soy un lacayo ni me gusta tenerlos, por eso la noche que cené en Santiago vino el camarero, un tipo mayor con pinta de buen servicial, y me dijo “¿Quiere que le eche el agua en el vaso?”. Me quedé mirándolo y le dije: “Yo estoy de vacaciones, pero soy un trabajador como usted, y seguramente que estará de acuerdo que tampoco le gustan los señoritos, el que quiera agua que se la eche él. Muchas gracias amigo”. Aquel tipo sonrió, pero estaba también adiestrado para servir que creo que aunque no me echó el agua se quedó con las ganas. Yo tengo suficiente con la franqueza, cordialidad y amabilidad, y a todo lo más que aspiro es a ganarme nuevos amigos. Mauricio me trató como un amigo, sin conocerme, y lo mejor de todo es que sentí que lo era. Te agradezco amigo el que hayas aportado a mi viaje un inolvidable pasaje que añade si cabe más un mayor valor añadido a todo lo que hasta ahora he vivido, y que me mantiene flotando en una nube emocionante y placentera. Un gran abrazo, “ ostias, tío”, jaja!
Buenas noches amigos!

a.jpg

b.jpg

c.jpg

e.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

h.jpg

j.jpg
 

Adjuntos

  • d.jpg
    d.jpg
    42,4 KB · Visitas: 113
Última edición:
Perdón, me he liado y no había visto los últimos mensajes. Ánimo y mucha suerte
 
Hola Amig@s!
Como ya sabéis viajo solo, sin embargo quiero mostraros un día de viaje para que veáis que eso de ir solo es un poco relativo. Os cuento por ejemplo el último día de viaje para que veáis como es de solitario mi viaje.
Hoy me levanté en el hostal y después de hablar con mamá bajé a desayunar. En torno a una mesa de seis estaban cuatro personas cayadas desayunando. Me senté en una de las sillas vacías y di los buenos días. Eso fue el detonante para que una persona al oírme me preguntara “¿de dónde es usted?”. Lo bueno que tiene ser español es que nada más hablar despierto la curiosidad con mi lengua exótica. Entonces les cuento que estoy viajando en moto y todos los comensales prestan atención y comenzamos a charlar sobre mi viaje. “¿Y viaja usted sólo?”, es la típica pregunta sobre todo en personas mayores. “Mejor solo que mal acompañado”, y con ello logro distender la conversación para que sea más amena y coloquial. Entonces descubro también que la señora mayor y su marido han venido a ver al cuñado que está ingresado, y que su marido a pesar de tener casi ochenta años y tener un buen aspecto fue un carabinero que estuvo en Osorno, y que podría estar mejor de no haber fumado desde los 13 años, aunque ya lo dejó hace unos años. Y los otros dos son Uruguayos que están de turismo, y que no es que se lleven mal con los argentinos, solo con los porteños, los de Buenos Aires. De estar callados cuando llegué pasamos a una entretenida conversación que tenemos que dejar porque hay otras personas esperado para desayunar y no hay más mesas.
Me despido de la señora de la casa y me pongo en camino. El navegador no sé qué diantres le pasa que trata de liarme todo lo que puede en vez de facilitarme la salida de la ciudad, así que tengo que acudir al comodín del público. Pregunto a una persona que me empieza a comentar cada uno de los tramos que tengo que seguir, y al final “¿Es un usted español?”, porque me delata mi acento, y trato de irme porque él parece tener todo el tiempo del mundo.
Ya en carretera ingreso en la autopista, y lo bueno que gracias a todos vosotros he descubierto un nuevo entretenimiento que consiste en ponerme a escribir la crónica mentalmente, jeje. Llego a un peaje en donde las motos pagamos 90 céntimos de euro, aunque ayer fueron siete peajes en un tramo de 500 km, pero aun así mucho más baratos que en España. Como tengo el monedero lleno de monedas se lo doy a la chica y le digo que coja las monedas del cobro, la veo que empieza a contarlas y me devuelve el monedero todavía con monedas. Mi intuición me dice que son chicas jóvenes honradas que no me sisan, jeje. Me despido de ella y a por el siguiente.
En la gasolinera paro a repostar y un empleado nada más oírme hace la pregunta típica “¿Español?”. Entonces le cuento mi historia viajera y me dice “¿Has visto los cuatro lagos Puyehue, Rupanco, Llanquihue y Petrohue?, porque si tu dices que has estado en Chile y no has visto esos lagos entonces no has visto Chile”. Marcelo tomó un trozo de cinta para la máquina de las tarjetas y se puso a dibujarme un croquis. “Primero tienes que ver la cascada del Salto del Laja, eso está cerca de acá. Lugo vas pasando estos pueblos y continuas hasta llegar al cruce de los lagos. Te quedas dos días, uno para los dos de la derecha y otro para los otros dos, además puedes acampar o dormir en cabañas, es todo muy bonito y les puedes bordear con la moto”. Total que lo dijo con tanta contundencia que me creó hasta remordimiento, porque dos días imposible sacarlos del programa, pero por lo menos tenía que verlos.
Sigo por la autopista y me encuentro con unos carabineros que me empiezan a hacer señales para que me detenga a la derecha, algo raro porque siempre paran a coches o camiones. Entonces una chica jovencita me dice que están haciendo una campaña para que los conductores no corran en la carretera, dándome un folleto. Al oírme me pregunta de dónde soy, y de nuevo suelto el discurso de campaña. “Es usted un aventurero, y tiene una bonita moto y grande”, me dice la chica. “Bueno el problema es que cada vez que la meto por los caminos pierdo un trozo de moto, como el guardabarros trasero, el guardacadenas, un lateral del faro se ha soltado y lo llevo con alambre, he perdido unos tornillos, un embellecedor de plástico también se ha soltado…”, le cuento, y entonces el carabinero que está pendiente de mi conversación, como el resto de personas del grupo, me dice jocosamente “va a terminar usted sólo con el manurrio de la moto”, nos reímos todos, y contesto ”bueno así al menos el envío de la moto me va a salir barato, meto el manurrio en la maleta y asunto concluido”, y nos reímos nuevamente. Nos despedimos dando a todos la mano y deseándome buen viaje.
Más adelante paro a comer y la camarera al oír mi acento exótico me pregunta si soy Argentino, y entonces le cuento por enésima vez mi discurso viajero. La chica se queda impresionada y me pregunta si no me da miedo ir solo. “En Sudamérica un español nunca está solo”, le contesto. Ya cuando estoy montando en la moto viene un tipo y me saluda, “perdona es que he visto tu placa y quería preguntarte cómo la has traído, porque yo quiero llevar la mía a España”. Y con ello comienzo una nueva conversación.
Después de un rato de conversación me subo en la moto y me pongo en marcha. Unos tipos desde una camioneta me saludan al ver mi moto y su placa, haciéndome el gesto de OK desde el coche. Luego veo el desvío de la cascada y me acerco a verlo. Les digo a unos carabineros si puedo dejar mi moto cerca de ellos para que la echen un vistazo, y me indican el lugar donde puedo dejarla. Una vez de vuelta me compro un dulce de chocolate y mientras me lo como la señora de la tienda que está junto a mi moto me pregunta de qué sitio de España soy, y con ello doy pie a una nueva conversación.
Ya me vuelvo a subir en mi moto y voy a buscar el alojamiento que aunque no he reservado llevo puesta su dirección en el navegador. Llego y me parece bien el precio y el lugar, con garaje por supuesto para Dulcinea. Le cuento mis avatares a la señora del hostal y ella me dice donde cenar y donde está la plaza de armas. Como no acabo de ver el restaurante pregunto a una persona que pasa por ahí, y me explica cómo llegar, y “¿de dónde es usted?”, charlando un rato sobre el motivo de mi visita a Chile.
Después de cenar doy un paseo por la plaza y me marcho al hostal. Contesto a mensajes del wasap, veo el correo y me pongo a escribir la crónica de mi viaje, en solitario claro.
Buenas noches desde Llanquihue.

a.jpg

b.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

h.jpg
 
Hola de nuevo Amig@s!
Estos días el paisaje que estoy conociendo es diferente al que me saludaba en las etapas pasadas, de tal modo que tengo la sensación de estar iniciando un nuevo camino que en parte me recuerda a uno que conocí tiempo atrás, el que me condujo hasta Cabo Norte, el territorio noruego que parece primo de este otro en el que me acabo de adentrar. De hecho estos días he creído haber visto a la “colorá” con sus jinetes camino de Nordkapp, son tantos los recuerdos que han ido desfilando por mi mente junto con aquellos compañeros y amigos en busca del mítico Cabo Norte…
Como el alojamiento de Llanquihue me gustó tanto por ser acogedor, tranquilo y barato, y como tenía que coger un ferry que no salía hasta el sábado, decidí quedarme un día más para recorrer el lago y hacer algo de caso a Marcelo, algo que ha sido todo un acierto. La belleza domina por todas partes con el volcán Osorno como telón de fondo que engalana todas las vistas. Además la carretera, especialmente la subida a las pistas de sky, cuenta con unas buenas curvas para deleitarse con la moto y pasar un buen rato. El único inconveniente fueron los tábanos gigantes que en cuanto paraban me rodeaban y si los dejabas posarse en algún lugar de tu cuerpo te metían un mordisco que no veas. De hecho me acerqué a visitar el Saltos del Petrohué en una zona boscosa y todos los visitantes nos tuvimos que hacer con una ramita con hojas para espantar a las bestias voladoras, si bien un local me dijo para tranquilizar “sólo pican pero nada más, no es como con las avispas que después se hincha la picadura”.
Al salir por la mañana también vi un museo con entrada gratuita que es propiedad de Pablo, en donde guarda un montón de objetos antiguos que me hicieron dar un paseo por viejos recuerdos de infancia, e incluso hasta regresar a casa de mis abuelos en aquellos días calurosos de verano con todos aquellos instrumentos domésticos ya desaparecidos pero que se mantienen vivos en mi memoria junto a mis venerados antecesores. Pablo es un tipo amable y cordial, que ha logrado vivir de su museo y seguir siendo niño modelando sus sueños y recuerdos pasados. La verdad es que nos caímos los dos bien desde el primer momento y pasamos un rato entretenido, e incluso él quiso salir a la calle para ver mi moto, “muy buena moto y linda”, me dijo.
La vuelta estuvo tan divertida y entretenida que le dije a Rosa, la mujer que limpia la casa y que hace también su trabajo que tuve la sensación de que era mi madre la que vive allí, que volvería a las cinco o seis de la tarde, y en realidad llegué casi a las nueve de la noche.
Esta mañana después de tomarme otro desayuno preparado por Rosa con esmero e incluso con pastas caseras, me marché para consumar una nueva etapa. Me acerqué a visitar el puerto de Puerto Montt y allí vieron mi moto Rosa y Oscar, dos españoles que están haciendo turismo sin moto, pero ambos son moteros, por eso en cuanto vieron la placa española quisieron saber cómo la había traído. Pero ello no son tan dueños de su tiempo como yo, y se tuvieron que marchar porque tenían que tomar un autobús. Lo que me llamó la atención es la presencia de unos lobos marinos en la orilla, sin duda una gran atracción para los turistas.
Lo curioso de todo este paisaje es que como os digo me recuerda a Noruega, por las cabañas de madera y más todavía cuando tuve que coger un ferry para salvar la lengua de mar que corta la carretera. El paisaje también ha cambiado, y ahora aquel desierto imponente al que te acabas acostumbrando por vivir tantos días junto a él, es ya un recuerdo nostálgico, una vivencia más de lo mucho que este viaje me está enseñando y que parece que todavía me quiere sorprender más con nuevas postales y estoy seguro que nuevos amigos.
Esta tarde he dado un paseo en barquito para ver los palafitos desde el mar, que son los palos bajo las casas que quedan al descubierto cuando la marea baja. El guía decía que antes eran todas de pescadores, pero que ahora con la fama que les han dado diversos programas televisivos se ha incrementado su valor y poco a poco están pasando a convertirse en negocios como hoteles y restaurantes al venderlas sus propietarios a nuevos inversores.
Para cenar decidí comprarme unas empanadas que vi junto al hostal, y allí conocí a Jhanet, la chica que ha montado el negocio, y que siendo pastelera con la ayuda de su hermano, también motero por cierto, está sabiendo conducirlo por las necesidades del mercado, ya que por la zona tiene estudiantes y funcionarios que quieren comer barato y bien, y ella está sabiendo dar respuesta a esas necesidades teniendo buen resultado en las ventas. “Yo no sé por qué pero los españoles son muy bien vistos por la gente acá, tienen muy buena acogida, de hecho me extrañaste un poco cuando entraste preguntando por lo que llevaba cada cosa, me pregunté de dónde serías preguntando tanto”, me confesó finalmente. “Yo creo que el idioma es mucho más que sólo una lengua, es como si ya nos conociéramos cuando hablamos”, la dije antes de despedirme.
Buenas noches desde Castro.

a.jpg

b.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

g.jpg

h.jpg

j.jpg

l.jpg

m.jpg

ñ.jpg
 
Que tal Kenko. Me alegro que estes disfrutando el sur de chile... y has visto un pequeño porcentaje de los que hay para ver... pero el tiempo es escaso. Mañana comienzas la Carretera Austral, si el sur te pareció Noruega, el extremo sur, lease la Carretera Austral, te parecera Suiza sin túneles. Saludos amigo y disfruta.
 
Hola Mauricio! De momento la ruta me está deleitando, los paisajes son lindos y la gente sigue siendo acogedora, veremos que tal sigo al otro lado por la Austral, espero que esa "Suiza" se porte bien conmigo y Dulcinea, jeje. Un abrazo.
 
Kenko espero que sigas disfrutando y nos lo hagas haciendo a nosotros con tus crónica
 
Entretenido relato, buena ruta. No tengo duda que disfrutaras nuestra gente y paisajes sureños.
Inicio travesia a Futaleufu, alrededor del 18 de Enero, a ver si coincidimos,si todavía estas por esos lugares.
Buen IMG_1624.jpgviaje y atento a tus cronicas

Carlos
 
Última edición:
Me alegro de que Mauricio te haya convencido de no tomar el ferry en Puerto Montt; lo que no ha quedado claro José Pedro es si sigues por la Panamericana (5) con ferry desde Chiloé a Chaitén o empiezas ahí mismo la Austral (7) con lo que alguna pequeña travesía en ferry también tendrías que tomar. Ya nos contarás con alguna que otra foto, ya sabes cómo nos gustan... ;)
 
Hola Carolus, que tal. Te respondo yo ya que lo planeado acá en mi casa era tomar el ferry de Quellón a Chaitén el sábado 9 en la tarde. Y entiendo que eso hizo José Pedro. El ferry son 4 o 5 horas y te saltas la parte de los ferrys cortos que hay entre Puerto Montt y Chaitén por la carretera Austral, por lo que de Chaitén al sur es camino continuo con un puente grande que es el de Palena. Son 250 Km de ripio pasando por Puyuhuapi y el ventisquero Queulat para llegar al pavimento llegando a Puerto Cisnes.
Saludos.
 
Hola a tod@s! Acá son las doce de la noche y acabo de llegar de cenar con unos amigos y es tarde para escribir la crónica pero la prueba del ripio la he superado con éxito e incluso muy divertida aunque muy polvorienta. Muchas gracias a Mauricio y Carolus por animarme a cambiar mis planes estos paisajes son lindos lindos jeje.

IMG_20160110_115407.jpg
 
Hola de nuevo Amig@s!
Estos días me ha sido imposible escribir la multitud de anécdotas que me han ido sucediendo en las etapas pasadas, en unas ocasiones por retirarme al hostal un poco más tarde al compartir cena con unos nuevos amigos, y en otra por llegar tarde al alojamiento y tener que madrugar para la siguiente. No obstante sí os adelanto que el paisaje que ahora me da los buenos días es diferente pero las personas siguen siendo tan acogedoras como siempre. Bueno, a ver si logro ponerme al día.
La idea de ruta que me propuso Mauricio era hacer la carretera Panamericana hasta el final, en Quellón, y desde allí saltar las aguas del Pacífico en ferry hasta Chaitén para hacer parte de la carretera Austral. Cuando me levanté en Castro me fui a la oficina de la naviera que tenía localizada para sacar el pasaje y así sabría antes de ir si tenía hueco en el ferry. Me vendieron el pasaje comentándome que saldría a las 17 horas, pero que tenía que estar dos horas antes para embarcar. Era pronto, sobre las once de la mañana, y llegar hasta allá me llevaría un par de horas como mucho. Así que me lo tomé con tranquilidad y primero me fui al mirador que quedaba al lado para hacer nuevas fotos de los palafitos. Después me puse en carretera y aunque me dijo algunos lugares que podría visitar de paso, no me sentía a gusto, si algo le pasaba a Dulcinea o cualquier obra en la carretera me haría perder el pasaje, así que decidí ir tranquilo para allá sin prisa pero sin pausa y sin detenerme en ningún otro sitio, además quería reservar tiempo para la foto pintoresca en el kilométro 0 de la Panamericana.
Cuando llegue a Quellón era la una y media marchándome directo a conseguir la afamada foto. Frente al mar se erige una estructura de hormigón junto a la bandera chilena y un cartel que informa del hito cero hasta Alaska, recorriendo la carretera más de 21.000 km. En ese momento sí me sentí orgulloso de estar en el lugar donde estoy seguro que millones de personas han soñado alcanzar para recorrer toda la carretera panamericana de punta a punta, y unos seguro que ya lo han logrado, otras siguen soñando con realizarlo, y muchos que ni si quiera han nacido seguirán soñando con este lugar. Para mí es un punto que tiene un gran valor subjetivo y que incluso quien sabe si algún día…
Después quise comer antes de embarcar, y entré en un restaurante cerca del símbolo mítico, pero me dijo que estaba cerrado, que fuera al lado, pero me sucedió lo mismo. Mi interés era decir que además estuve comiendo ese día junto aquel símbolo, pero al final terminé haciéndolo en uno próximo al embarcadero.
Una vez embarcado sujetaron con eslingas a Dulcinea para que no se desmayara y yo me subí primero a la cubierta exterior del barco y luego dentro para echar una siestecita en el butacón para sentirme como allá. Quise salir fuera a ver el atardecer sobre las aguas del Pacífico, muy lindo, y mientras tanto vi a una pareja de jóvenes fumándose un porro. Yo encontré el nirvana con mi propia mente, y mientras veía las aguas volver a su normalidad borrado el rastro del barco, pensé que mi viaje era igual, que estoy en movimiento constantemente, y todos los lugares que voy viendo quedan atrás junto a los nuevos rostros que los acompañan y que pueblan mis recuerdos. Incluso este viaje es la consumación de un gran sueño que ya empiezo a intuir que no me dejará indiferente y cambiará mi forma de ser y pensar todavía más. Al final los efectos de aquel atardecer fueron como si me hubiera fumado otro porro pero más saludable y consistente al insuflarme de energía positiva y revitalizadora.
El ferry llegó a las diez de la noche, y me encaminé al hostal que el chaval de la naviera me recomendó, Don Carlos, que fue el único que decidió seguir funcionando cuando estuvo activo el terremoto. Cuando llegué él me atendió y me dijo que le quedaba sólo una habitación, la mía le dije yo, jeje. Era pequeñita y con baño compartido, pero estaba demasiado cansado como para buscar algo mejor. Cuando bajé para subir las bolsas un tipo me dijo que si era el de la moto que estaba fuera, y entonces me dijo que era portugués, pues hablaba bastante bien el español, y que viajaba en una furgoneta que se había comprado en Brasil donde vivía su madre. Una vez que subí todas las bolsas bajé para meter la moto en un apartado del hotel al aire libre, pero yo le puse mi funda a Dulcinea. Entonces al regresar me encontré a cinco o seis personas en la puerta del hotel y me empezaron a preguntar sobre mi moto y mi viaje. Llegó el portugués y quiso también ser protagonista, él venía del sur y viajaba en carro. “En el sur todo es más caro y de peor calidad”, decía. Pero el resto de congregados les interesaba más el tipo de la moto y preferían oírme. “Los caminos son de ripio malo”, volvió a decir el portugués. “No, hasta antes de llegar a Chile Chico son buenos”, dijo uno de los que allí estaban. Aquel portugués entonces entendió que la partida la tenía perdida frente a aquel español y motero. “Buenas noches, me voy a descansar”, terminó diciendo mientras yo seguí llevándome de viaje a los presentes.
Bueno estaría la crónica del día que dormí en Chailtén.

Tengo problemas con la wifi para subir fotos. Lo intento otro día. Lo siento.

a.jpg

b.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

j.jpg

k.jpg

l.jpg
 
Última edición:
Hola de nuevo Amig@s!
Estos días me ha sido imposible escribir la multitud de anécdotas que me han ido sucediendo en las etapas pasadas, en unas ocasiones por retirarme al hostal un poco más tarde al compartir cena con unos nuevos amigos, y en otra por llegar tarde al alojamiento y tener que madrugar para la siguiente. No obstante sí os adelanto que el paisaje que ahora me da los buenos días es diferente pero las personas siguen siendo tan acogedoras como siempre. Bueno, a ver si logro ponerme al día.
La idea de ruta que me propuso Mauricio era hacer la carretera Panamericana hasta el final, en Quellón, y desde allí saltar las aguas del Pacífico en ferry hasta Chaitén para hacer parte de la carretera Austral. Cuando me levanté en Castro me fui a la oficina de la naviera que tenía localizada para sacar el pasaje y así sabría antes de ir si tenía hueco en el ferry. Me vendieron el pasaje comentándome que saldría a las 17 horas, pero que tenía que estar dos horas antes para embarcar. Era pronto, sobre las once de la mañana, y llegar hasta allá me llevaría un par de horas como mucho. Así que me lo tomé con tranquilidad y primero me fui al mirador que quedaba al lado para hacer nuevas fotos de los palafitos. Después me puse en carretera y aunque me dijo algunos lugares que podría visitar de paso, no me sentía a gusto, si algo le pasaba a Dulcinea o cualquier obra en la carretera me haría perder el pasaje, así que decidí ir tranquilo para allá sin prisa pero sin pausa y sin detenerme en ningún otro sitio, además quería reservar tiempo para la foto pintoresca en el kilométro 0 de la Panamericana.
Cuando llegue a Quellón era la una y media marchándome directo a conseguir la afamada foto. Frente al mar se erige una estructura de hormigón junto a la bandera chilena y un cartel que informa del hito cero hasta Alaska, recorriendo la carretera más de 21.000 km. En ese momento sí me sentí orgulloso de estar en el lugar donde estoy seguro que millones de personas han soñado alcanzar para recorrer toda la carretera panamericana de punta a punta, y unos seguro que ya lo han logrado, otras siguen soñando con realizarlo, y muchos que ni si quiera han nacido seguirán soñando con este lugar. Para mí es un punto que tiene un gran valor subjetivo y que incluso quien sabe si algún día…
Después quise comer antes de embarcar, y entré en un restaurante cerca del símbolo mítico, pero me dijo que estaba cerrado, que fuera al lado, pero me sucedió lo mismo. Mi interés era decir que además estuve comiendo ese día junto aquel símbolo, pero al final terminé haciéndolo en uno próximo al embarcadero.
Una vez embarcado sujetaron con eslingas a Dulcinea para que no se desmayara y yo me subí primero a la cubierta exterior del barco y luego dentro para echar una siestecita en el butacón para sentirme como allá. Quise salir fuera a ver el atardecer sobre las aguas del Pacífico, muy lindo, y mientras tanto vi a una pareja de jóvenes fumándose un porro. Yo encontré el nirvana con mi propia mente, y mientras veía las aguas volver a su normalidad borrado el rastro del barco, pensé que mi viaje era igual, que estoy en movimiento constantemente, y todos los lugares que voy viendo quedan atrás junto a los nuevos rostros que los acompañan y que pueblan mis recuerdos. Incluso este viaje es la consumación de un gran sueño que ya empiezo a intuir que no me dejará indiferente y cambiará mi forma de ser y pensar todavía más. Al final los efectos de aquel atardecer fueron como si me hubiera fumado otro porro pero más saludable y consistente al insuflarme de energía positiva y revitalizadora.
El ferry llegó a las diez de la noche, y me encaminé al hostal que el chaval de la naviera me recomendó, Don Carlos, que fue el único que decidió seguir funcionando cuando estuvo activo el terremoto. Cuando llegué él me atendió y me dijo que le quedaba sólo una habitación, la mía le dije yo, jeje. Era pequeñita y con baño compartido, pero estaba demasiado cansado como para buscar algo mejor. Cuando bajé para subir las bolsas un tipo me dijo que si era el de la moto que estaba fuera, y entonces me dijo que era portugués, pues hablaba bastante bien el español, y que viajaba en una furgoneta que se había comprado en Brasil donde vivía su madre. Una vez que subí todas las bolsas bajé para meter la moto en un apartado del hotel al aire libre, pero yo le puse mi funda a Dulcinea. Entonces al regresar me encontré a cinco o seis personas en la puerta del hotel y me empezaron a preguntar sobre mi moto y mi viaje. Llegó el portugués y quiso también ser protagonista, él venía del sur y viajaba en carro. “En el sur todo es más caro y de peor calidad”, decía. Pero el resto de congregados les interesaba más el tipo de la moto y preferían oírme. “Los caminos son de ripio malo”, volvió a decir el portugués. “No, hasta antes de llegar a Chile Chico son buenos”, dijo uno de los que allí estaban. Aquel portugués entonces entendió que la partida la tenía perdida frente a aquel español y motero. “Buenas noches, me voy a descansar”, terminó diciendo mientras yo seguí llevándome de viaje a los presentes.
Bueno estaría la crónica del día que dormí en Chailtén.

Tengo problemas con la wifi para subir fotos. Lo intento otro día. Lo siento.
 
Hola un día más amig@s!
El día siguiente se presentaba con importantes novedades, una de ellas era que la carretera que conducía de Chaitén hasta el final de la etapa prevista Puyuhuapi no estaba toda asfaltada, sino que tenía una parte de ripio, aunque según Mauricio de ripio bueno, tierra sin calamina o rizados, lo mismo que me dijeron los tipos de la noche anterior en el hotel.
Mientras desayunaba un tipo mayor, Pablo, me preguntó sobre mi moto y mi viaje, y al contestarle entonces me dijo que él también había tenido motos y seguía teniendo una Vespa del año 59 que todavía funcionaba, aunque ahora era más aficionado a los coches clásicos. Viajaba mucho porque era auditor, y su labor era visitar empresas para auditarlas, aunque esperaba jubilarse en un par de años. Su hijo estaba estudiando en la universidad una ingeniería relacionada con los fluidos dirigida a trabajar en refinerías de petróleo, y que en un año más la terminaría. Es curioso como mucha de la gente con trabajos cualificados y carreras universitarias sus hijos también están siguiendo sus pasos, mientras que la mayoría de los campesinos que ido viendo sus hijos parecían seguir también sus pasos pero más manuales. Me vino a la mente aquello de la reproducción de las clases sociales…
Lo bueno es que el día parecía querer enseñar el sol, y el viento y el frío no eran tan intensos como durante la noche. El inicio era por carretera de asfalto, y al cabo de 45 km llegaría el ripio. Me fijé en el cuentakilómetros para ver cuando llegaría el momento de enfrentarme a uno de mis mayores temores. El paisaje era asombroso como había cambiado desde que bajé del ferry, mucho más frondoso y un colorido verde intenso. Era imposible no detenerse para llevarse un recuerdo digital. Cuando volvía a arrancar miraba el cuentakilómetros para ver cuánto me quedaba para llegar. Entonces me di cuenta que estaba asustado por enfrentarme a ese medio, y si quería salir invicto tenía que creer en que lo podría hacer, de lo contrario era muy probable que besase el ripio. Me armé de valor y me dije lo que tenga que venir que venga que lo torearemos lo mejor posible, seguro que si otros lo han logrado yo también puedo. Y llegó el momento. Un cartel anunciaba el fin del pavimento. Me detuve para ver como pintaba y me dije allá que vamos. Entonces comprobé que efectivamente no tenía calamina, sino gravilla suelta, el estado último antes de que le tiraran el asfalto. En principio lo veía factible, no sentía sensaciones extrañas, circulando a 40 ó 50 km/h se iba bien sin problemas añadidos. Llegué a un corte del camino, estaba en obras. La chica de la obra me comentó que estaban trabajando camiones, y que la peor zona era junto a la ladera, pero que luego ya era mejor. Decidí que los seis o siete coches que estaban aguardando pasaran primero, luego seguro que correrían más que yo y me meterían presión. Cuando todos pasaron me puse detrás, y junto a la ladera el terreno era un poco más suelto, pero yendo despacio se hacía bien, quizás un par de arroyos que tuve que pasar y uno de ellos llegaba por la mitad de la rueda de los carros y a mí por las botas fue la parte más técnica. Una vez que pasamos el tramo les dejé que se marcharan porque liaban una nube de polvo inmensa. Pero entonces me di cuenta que los coches en sentido contrario también liaban otra polvareda, así que me quedó claro que iba a tragar polvo sí o sí. Me puse de pie sobre la moto y poco a poco me fui afianzando, pasando de tenerle temor a empezar a divertirme, tanto que poco a poco fui alcanzando a los carros. Claro los locales se conocían la carretera y marchaban rápido, pero me percaté que había turistas que habían alquilado el auto y circulaban más despacio que yo. Así que tomé la decisión de comenzar a adelantarles. ¡yiujuuuuuuu!!!!!!! Iba diciendo cuando los adelantaba y veía la nube de polvo que levantaban las ruedas de Dulcinea. ¡Cómo mola esto chaval! Me iba espoleando a mí mismo. Aquel ripio nada tenía que ver con el que conocí allá en el norte de Argentina, este desde luego era muy divertido, aunque muy sucio, comenzando a apreciar que los espejos de la moto y el cuadro, como mi chaqueta se cubrían de una capa amarronada.
Cuando terminó el tramo tengo que decir que me quedé con ganas de más. Pero bueno era la hora de comer y en las Juntas encontré un buen lugar para hacerlo. Acá una característica es que rapidez en servir poca, todo tienen que prepararlo, pero la espera merece la pena. Una crema de choclo (maíz) con verduras estupenda, un salmón cocido mucho más jugoso que a la plancha, y además con postre, huesillo con mote, un típico postre chileno muy dulce y rico. Un gran premio después de tanta diversión.
Para dormir encontré un hostal muy familiar, donde Bertita es una mujer muy amable, contándome que tenía alojadas unas niñas muy ordenadas y con la habitación muy recogida, y que no les gustaba el camping. Mi habitación tenía baño privado, pero me resultó curioso que no tuviera luz ni siquiera enchufe ni espejo. Por la noche al no entrar luz por la ventana tenía que ver con la poca luz que entraba de la habitación.
Por la tarde me entró el antojo de tomarme un dulce, y vi una hospedería alemana que ponía además pastelería, anunciando el famoso strudell, y ciertamente era casero y exquisito. Cuando entré había tres mesas y dos de ellas estaban ocupadas, y en la que estaban la que resultó ser la madre y el hijo, me invitaron a que me sentara con ellos, aceptando. Me comentaron que estaban de turismo, sus hijas ya se habían ido, y ella se iba en un par de días dejando a su hijo todavía unos días más. Yo de verdad es que no acabo de creerme la cordialidad de la gente de acá, donde voy me lo paso estupendo, y eso que iba vestido de calle sin atuendo de moto, pero debió ser mi acento español lo que les animó a proponerme que compartiera la mesa con ellos. Por enésima vez les hablé de mi viaje y de lo sorprendido que estaba con el acogimiento de la gente en todos los países en los que había estado algo que también creo que les gustó a ellos seguramente por lo bien que me lo estaban haciendo pasar entre todos. Nos despedimos y con la glucosa bien repuesta me fui a deleitarme por la costanera con mi Olympus.
Salí a cenar y me encontré con Rafa y Edi, dos de las personas que vi en el hotel de Chaitén, y que me contaron que eran el conductor y el guía de un tour, y que hacían esa ruta constantemente, bajaban con unos turistas y subían con otros, de ahí que se conocieran la carretera al dedillo y comentaran al portugués que el ripio era bueno. Además me propusieron que visitara el Ventisquero de Queulat, con un bonito lago y una cascada del agua que se derretía del glaciar, y además no tenía que desviarme demasiado para llegar.
Me fui a la cama con la sensación de haber disfrutado de un gran día, y además con la sensación de que el siguiente día lo afrontaría ya con entusiasmo esperando adentrarme en los tramos polvorientos para sacar al joven rebelde que llevo dentro, jeje.
Y esta sería la crónica de la etapa hasta Puyuhuapi.

d.jpg

a.jpg

b.jpg

c.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

j.jpg

k.jpg
 
Última edición:
Fantástica crónica...y cómo siempre, despues de leerla me voy al Google maps a ver por donde andas metido!!!

Un saludo.
 
Estos días estoy llegando tarde al final de las etapas, así que las crónicas son en diferido, trataré de ir haciéndolas poco a poco. Hoy estoy en Puerto Natales, a dos días del fin del mundo, Ushuaia.
Un cordial saludo, y de momento en Chile como va mejor la wifi os dejo las fotos de las crónicas anteriores.
 
Hola un día más amig@s!
Me desperté por la mañana y después de entonarme un poco me puse a pertrechar a Dulcinea, saliendo al poco Berta para decirme que tenía preparado el desayuno. Además miro el correo y una de las tiendas que vende mi libro me dice que ha vendido todos los ejemplares y quiere que se los reponga, así que buenas noticias para iniciar el bonito día que ha despuntado. Una vez repuestas las fuerzas espoleé a mi montura y al salir de la calle principal del pueblo me metí de lleno en el ripio polvoriento que bordeaba al que yo diría que era una especie de lago, pero en realidad era un brazo del océano Pacífico, y el olor a mar lo confirmaba. El pavimento seguía manteniendo la tendencia del día anterior y por tanto la diversión comenzó nada más poner las ruedas sobre él, poniéndome de pie para divisar mejor el tramo venidero y liberar la suspensión trasera de peso. La pega es que había bastante tráfico en ambos sentidos y el polvo flotante me tocaba ingerirlo junto con el oxígeno bajo en calorías contaminantes. Tal y como me dijeron los amigos al poco de salir me topé con el cruce para el Ventisquero de Queulat y me dirigí hacia él. El camino era similar al de la ruta Austral, algo más bacheado, pero se hacía bien. Una caseta se ocupaba de parar la marcha de los vehículos y de vaciar los bolsillos de los visitantes, 5000 pesos, unos siete pavos europeos, y una vez saldada la deuda entonces vía libre.
Cuando llegué al parking me encontré con la micro de Rafa y Edi, que me dijeron que siguiera un poco más porque para los turismos se podía aparcar un poco más adentro. Dejé todo en la moto, incluido el casco para ir más cómodo, pues el ambiente reinante era el de turistas sin inclinación por lo ajeno, o por lo menos esa era mi intuición. Con la chaqueta puesta, pues todavía hacía fresco, me encaminé hacía el puente colgante atracción turística y objeto de multitud de fotos cada día. La vegetación era muy frondosa y a través de unos senderos se accedía por ella. Si bien había varias opciones, yo me decanté por la más corta, unos seiscientos metros hasta el lago desde donde se veía precipitar la cola de agua proveniente de la masa glaciar que quedaba más arriba. Realmente merecía la pena ver aquella escena, y gracias a los nuevos amigos la puede incluir en mi programa. Además había unos barquitos que te llevaban a dar una vuelta por el lago acercándose hasta la cascada, pero yo tampoco quería dejar expuesta a Dulcinea más de la cuenta, por lo que al cabo de un rato regresé. Por el camino me encontré con una pareja motera, nos saludamos brevemente y cuando llegué al aparcamiento vi que llevaban una moto como la mía, y además con el guardabarro trasero, por lo que me imaginé que todavía no debía llevar muchos kilómetros de ripio con calamina.
Regresé a la Austral y volví a sacar el Jeans Deam rebelde que llevaba dentro poniéndome en pie e incluso adelantando a otros turismos más lentos. Además una vez que estaba embadurnado de polvo ya no tenía nada que perder cuando veía otro circulando delante o cruzándome con él. Lo que también sentía es que Dulcinea se lo estaba pasando bien, notaba que disfrutaba, que se sentía cómoda en el nuevo ambiente y que ya la noto que está esperando al nuevo día para mover el corazón por estos lugares tan espectaculares que deben parecerle emocionantes después de haberse pasado gran parte de su vida aguardando a poner todo su corazón de explosión en funcionamiento. Además me encanta ver por los retrovisores la nube polvorienta que saca de su furia motriz. ¡Tataratarati! Iba entonando una y otra vez en alto fruto de mi euforia ripial, jeje.
Como he parado varias veces para hacer fotos me han adelantado Rafa y Edi, y les veo parados, y me dicen que si quiero puedo ir a ver “un bosque encantado”, que ellos siempre hacen un alto allí, con un recorrido corto, de unos diez minutos, pero que son suficientes para enseñarles las maravillas de un bosque muy húmedo y frondoso, así que yo también me apunto, dejando una vez más las cosas en la moto junto con el casco, sigo confiando en mi Ángel de la guarda que ya ha tenido momentos para abandonarme, jeje. El bosque realmente es lindísimo, y sería para hacer una buena ruta porque las fotos atractivas que se pueden hacer son muchísimas, pero la ruta me aguarda.
Al marcharnos me dicen que ahora vienen unas curvas un poco cerradas más lentas, y lo peor que tal vez por miedo a que cierren la carretera de dos a cinco de la tarde hay una multitud de vehículos que circulan en caravana y levantan un polvo tremendo, apenas se ve bien el piso, y además ya no veo ni las agujas del cuadro de la tierra que tienen acumulada. Algunas curvas son tan cerradas que tengo que abrirme al carril contrario que afortunadamente no baja nadie.
Al cabo de un buen rato salimos de aquel infierno polvoriento y voy siguiendo a la micro de Rafa porque me han dicho que paran a comer en el primer pueblo Villa Amengual, ellos van a una casa y que si quiero que me vaya con ellos, aceptando la invitación. Cuando llegamos efectivamente no pone nada en la puerta, y me siento con Rita y Raul, que son dos de las personas que estaban en el hotel de Chaiten, junto con otras que también veo allí. Me cuentan que ese día hacen 43 años que están casados, y lo que más me gusta es la complicidad que existe entre ambos que me hace ver que además felizmente. Me comentan que viven en Santiago, que a otra noche les llamaron de las alarmas, se pusieron nerviosos y llamaron a su hija para que fuera a su casa para comprobar qué pasaba, y que al final fue una falsa alarma, pero que apenas durmieron de los nervios. Él ha sido funcionario municipal, y tengo la intuición que una buena persona, le noto muy cordial y sincero, y seguro que en su oficio fue igual, las personas así lo son en todos sus ámbitos. Rafa y Edi les regalan una botella de vino por su aniversario, un detalle que les sorprende y alegra. Una vez que abren la botella dice unas palabras por el aplauso que reciben por el detalle, y Raul agradece a todos lo unido que está el grupo, que ha hecho otros tours pero que en éste nota más unión entre los integrantes. “Y además quiero agradecer al amigo español que tenemos con nosotros que haya compartido esta comida con nosotros, que además nos ha dado la idea de que para el aniversario de los 50 mi mujer y yo nos vamos a hacer también una camiseta como la suya”. A pesar de que en este viaje no hay día que no me sorprendan, no llego a acostumbrarme, y realmente no me esperaba que pudiera formar parte de las palabras de su pequeño discurso en un día tan especial para ellos. Sigo sinceramente sin acostumbrarme a estos gestos tan hermosos e inolvidables para mí, y que sin lugar a dudas hacen que este viaje cobre un sentido tan especial y emotivo que permanecerá en mi memoria para siempre.
Por la noche llegué a Coyaique y fui al hotel que ellos iban, me sentía ya como uno más del grupo, pero era muy caro para mí, así que busqué un hostal más económico. Aun así comencé a notar que el sur es más caro y más escaso en servicios, pues a pesar de pagar 25 euros por la habitación no me entró ni desayuno, y además con baño compartido. La habitación estaba en la parte de arriba de un adosado y oía correr el viento que daba miedo, pensé que de un momento a otro levantaría el tejado. Por lo menos Dulcinea estaba bajo techo. Para cenar me fui a un pizzería y también me metieron una pequeña clavada porque aunque me dijeron que tendrían la atención de hacerme una pizza individual la realidad es que era poco más o menos y el precio poco más o menos.
Y tras cenar y regresar por la calle ya desierta me marché a dormir.
Y como voy con retraso esta sería la crónica del día que dormí en Coyhaique.
Un cordial saludo a tod@s!

a.jpg

b.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

h.jpg
 
Buena crónica, gracias una vez mas por compartir....saludos desde la isla picuda.
 
Hola un día más amig@s!
El día anterior pregunté en una empresa de turismo por ir a pescar la trucha, era una experiencia que me atraía y con la que venía desde España. El caso es que Juan Carlos me comentó que en una mañana sería difícil aprender a manejar la caña, es un arte que lleva tiempo. Me hizo unas demostraciones en la calle sobre el asfalto, y realmente era un tanto complicado, no era como la pesca que yo hago los veranos con la carpa. Me dijo que si quería podíamos ir e intentarlo, pero que sería complicado, e incluso por allí cerca y que no me cobraría nada. Pero entonces me desinflé, pensé que no disfrutaría haciendo lo que buscaba, pescar truchas y no aprender a lanzar la caña, y como iba mal con mi agenda viajera decidí avanzar unas páginas más renunciando a esta actividad.
Cuando me acosté soplaba un viento que pensé que si al día siguiente seguía así me sería muy difícil conducir, incluso me habían avisado que en ocasiones no se puede salir bajo esas circunstancias, incluso hasta los camiones terminaban volcados, pero con el cansancio terminé durmiéndome.
Al levantarme el reloj corría en mi contra, quería montar en el ferry que iba desde Puerto Ibáñez hasta Chile Chico, pues así lograría evitar el camino de ripio que bordea el lago General Carreras o Buenos Aires, según se esté en Chile o Argentina. Mauricio me dijo que salía a las 11 de la mañana, pero el dueño del hostal a las 10 horas, así que después de desayunar me encaminé cuando daban las ocho de la mañana en busca del crucero. Lo peor de ir con prisas es que no disfruté todo lo que me hubiera gustado, a mi paso veía lindas fotos que no podía incluir en mi tarjeta con mi Olympus, no obstante alguna tuve que hacer porque no me pude contener más.
Llegando al puerto, desde un alto que se divisaba la ciudad, quise hacer una foto, todavía eran las 9:40 y tenía tiempo, pero hacía tanto viento que temía que me tirara la moto al suelo, así que no me quedó más remedio que quedarme junto a ella por si hacía el amago de tumbarse.
Llegue al embarcadero y me fui a sacar el pasaje, no había mucha gente, con lo cual me sentí más tranquilo, y además Mauricio tuvo razón, hasta las once no partía. Las aguas del lago eran preciosas, un verde turquesa muy lindo, pero el viento era muy fuerte y dejaban su impronta sobre la superficie de las mismas. El día también estaba soleado y si no fuera por el viento molesto habría apetecido estar fuera en la cubierta. Cuando el barco estuvo en el medio de aquel enorme lago que a mí más me parecía un mar, el barco comenzó a pegar unos saltos y escuchaba como las olas pegaban contra el mismo. Salí fuera y vi como la proa del barco iba recibiendo los envites y las aguas por encima de la misma terminaban desplomándose sobre los vehículos estacionados poniéndolos en remojo. Menos mal que era agua dulce, porque de lo contrario me obligaría a darle un baño espumoso a Dulcinea que si bien se lo tiene bien ganado por acá no se estilan las gasolineras con mangueras a presión.
Una chica francesa me habla en inglés, pero la digo que sólo español, pues estoy en mi terreno y es ella la que tiene que esforzarse, como hago yo cuando voy a Francia. Además no me apetece esforzarme ni con el inglés ni el francés, pues si quiero hablar lo puedo hacer con otras personas del barco que hablan mi idioma, es lo que tiene esto de estar como en casa, jeje. Ella se esfuerza un poco en español, me dice que viaja andando, o me imagino que en transporte público, pero enseguida se le acaban las palabras. Pienso que debe estar conociendo mucha gente extranjera con su inglés, pero lo que es el sentir latino nada sin conocer el idioma.
Al llegar a Chile Chico efectivamente Dulcinea ha recibido su baño, se percibe todavía en mi cojín que sigue un poco mojado. Decido que antes de encaminarme a la frontera mejor ir con los deberes hechos, así que entro en un restaurante y pido el menú. Después de esperar un buen rato a que me atiendan pido y lo que recibo es una carne un poco seca que no me atrae mucho con guarnición. Mientras como escucho decir al camarero a los clientes si quieren dejar propina, me voy calentando por dentro. Cuando termino voy a pagar y me hace la misma pregunta, “pues después de haber esperado un buen rato para que me atiendan, tener que pedir el pan y servilletas, y además no tenéis ni agua para comer, pues yo creo que va a ser que no. ¿No te parece?”, le digo al camarero de la barra. “No se preocupe señor, disculpe las molestias”, me contesta. Lo que busco además es levantar la liebre porque ya antes he escuchado quejas de otros clientes que igualmente se querían ir porque no les atendían, y otros siguen esperando.
Me encamino ya desahogado a la frontera, y en el recinto chileno los trámites son rápidos, se quedan con la hojita que me dieron de la moto al entrar y me sellan el pasaporte. Luego me encamino a la argentina que está a varios kilómetros, y me pongo en una cola, donde están dos chavales veinteañeros con sus chaquetas de moto llenas de polvo. Les saludo y me dicen que ellos en vez de tomar la barcaza han rodeado el lago, y que efectivamente el ripio era malo, con mucha calamina. Llevan una Honda Falcon cada uno, y son argentinos, y me preguntan por la frontera chilena. Estoy seguro que dentro de unos años si todo está asfaltado estos recuerdos de chaquetas empolvadas de motoqueros serán historias de abuelos cebolletas, porque todos los que viajamos en moto ahora llevamos kilos de polvo en los trajes y en las motos, seguro que para entonces las motos irán sólo llenas de mosquitos y los trajes sin polvo, como en Europa.
Tanto en una como en la otra frontera los policías y funcionarios aduaneros han sido muy atentos y simpáticos, e incluso siempre me despido de ellos dándoles la mano. Es curioso también que uno si quisiera podría pasar la frontera sin detenerse, pues fuera no hay nadie que te pida nada, todos entramos a arreglar papeles por ir luego tranquilos y no tener problemas, pero en realidad como digo nadie me pide nada cuando termino los trámites.
Una vez en Argentina sale a recibirme una camioneta Chevrolet que se escapó del museo hace ya algún tiempo. El paisaje también es muy plano y la vegetación escasa, y el viento también sale a recibirme dándome unos grandes abrazos. Me da la impresión que es como si enfrente estuviera el muñeco michelín sentado dando patadas sobre las maletas de mi moto muerto de risa mientras yo corro sobre una cinta sin lograr deshacerme de su jueguecito macabro que no me hace ninguna gracia.
Al llegar al pueblo de Perito Moreno, que no es donde está el glaciar que lleva su nombre, veo una panadería pastelería y allá que me voy. Me pido una rosquilla con muy buena pinta y unos dulces de chocolate, y le solicito a la chica un té, pero me dice que no se sirve, entonces agarro de la vitrina una fanta y me siento en las mesas, y ella me dice que lo que está cerrado son el espacio de las mesas, pero que bueno, que me siente, debe ser que tener alguien tan exótico lo merece, jeje.
Empiezo a preguntar en alojamientos y son caros, y al final me tengo que quedar en un hotel necesitado de unas reformas, con baño privado y estacionamiento para Dulcinea por 25 euros pero sin desayuno. “¿El parking está vigilado?”, le pregunto al recepcionista, un tipo barrigón que fuma algo extraño, huele raro, tal vez esos nuevos productos de vapor o algo así. “No”, me contesta. “¿Pero se cerrará por la noche?”, le pregunto de nuevo, “no, está siempre abierto porque entran clientes a distintas horas”, me dice. “¿Pero hay cámaras que lo vigilen?”, insisto. “No, acá nunca pasa nada”. “Bueno espero no ser el primero en romper la tendencia”, concluyo.
Además la wifi sólo se agarra en la recepción, comedor o pasillo, en la habitación nada de nada, y aun así se va y se viene. Como decía el portugués el sur caro y mal servicio.
Esta sería la crónica del día que dormí en PeritoMoreno, aunque es en diferido espero que os siga haciendo viajar.
Un cordial saludo a tod@s!

a.jpg

b.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

h.jpg
 
Hola un día más amig@s!
Una de mis reglas es no salir sin desayunar, y me fastidiaba dejarle la pasta al hotel por algo que hasta ahora me venía incluyendo, pero como era temprano pues tenía que hacer una tirada larga, me acerqué a la cafetería y pasé por el aro.
Ya en la moto vi a una chica al otro lado con una Tornado, la saludé y me fui en busca de combustible. Luego me puse a rodar por Ruta 40, carente de vegetación pero con la superficie alomada que generan lindas vistas que de cuando en cuando trato de llevarme con mi cámara. Cuando me dicen que estos paisajes son aburridos yo los encuentro lindos, son diferentes a otros y me gusta rodar por ellos porque cuando esté en casa me acordaré de estos momentos y los echaré de menos. Lo más incómodo el muñequito michelín que cuando le parece empieza a jugar conmigo hasta que se aburre y baja de intensidad.
Me han avisado que hay un tramo de 120 km sin gasolineras y luego otro de 230 km, por lo que al llegar a Bajo Caracoles me encamino al surtidor. Allí veo una moto china que tiene el neumático trasero desinflado, le pregunto al tipo que está junto a ella y me dice que ha pinchado, que va a echarle un espray reparapinchazos. Me pregunta si tengo compresor y le digo que sí, que si quiere lo estrena. Me comenta que se llama Federico, un porteño que necesitaba irse al pedo, “o a tomar por culo como dicen ustedes”, y que se sacó la licencia y los veinte días se puso en camino con su Guerrero, una moto china, sin haber nunca antes llevado ninguna moto. Está descubriendo la solidaridad motera, y ya está pensando en comprarse una más grande. Entonces llega Verónica, la chica que vi al salir y que me crucé, y que es la que la dejado el espray. Cuando le pregunto si lleva herramientas me dice “yo llevo la pegatina del Gauchito Gil y cuando la puse dije ya tengo todo. Y eso que no soy creyente pero en este viaje me estoy haciendo”. Veronica y yo nos echamos unas risas porque lejos de hundirse ante la adversidad aquel tipo se crece. “Tu eres de Estonia”, me dice. “¡Pero no ves que soy español tío!”, le contesto. “Es que estuve trabajando en Francia y allí tenía buenos amigos, todos españoles”, nos dice. Se ha caído con la moto en el ripio y lleva el faro con cinta americana, ha recorrido ya 7000 km y “estoy seguro que voy a terminar mi viaje, para que luego digan que Guerro no cumple”. Veronica y yo estamos muertos de risa, aquel tipo es divertido y nosotros tenemos ganas de reírnos. Al final hinchamos el neumático y Veronica le dice que si quiere le acompaña por si vuelve a pinchar, y él acepta, pero que la va a retrasar, su moto va a 50 ó 60 km/h. Yo no puedo acompañarles, me retrasaría demasiado en mi ruta, y me despido de ellos, aunque antes le hago unas fotos porque ni siquiera lleva Federico cámara de fotos, para que después se las mande y las tenga de recuerdo. Por el camino no dejo de pensar en ellos, me habría gustado acompañarles, veía diversión segura con aquel tipo tan elocuente, y además no sé los motivos de su huida, pero con el viaje seguro que iba a olvidarse de cualquier problema con la cantidad de gente que estaba conociendo y seguro que le quedaba por conocer, jaja.
Por el camino me encontré una furgoneta con un remolque, y me percaté que la rueda trasera se había reventado y empezaba a echar humo, me puse a su altura y les avisé haciendo con mi mano el giro de la rueda y el correspondiente no OK. Entonces paró al lado porque al principio pensaba que sólo quería saludarle. Mi segunda buena acción del día, jeje.
Cuando llegué a Gobernador Gregores me encaminé a la gasolinera, estaba cansado y después me dijeron que tenía que hacer 72 km de ripio, y según la pareja mayor del auto que lo había hecho “muy malo, aunque las motos nos pasaban rapidísimo”, me decía ella, y su marido “yo despacio a 40 o incluso 20 km/h”, con lo cual decidí que me quedaría a dormir allí y al día siguiente lo haría fresco. Como en la gasolinera vendían menú, y siendo ya casi las tres de la tarde me dije que primero comía y luego me iba al hotel. El menú resultó ser un desastre, y eso que fui simpático con la cocinera, pero aquella carne estaba dura y el arroz saladísimo, vamos que dejé todo allí en el plato a excepción de un trozo de carne que me comí por matar el hambre y el pan.
Entonces vi llegar a Verónica y me contó que a 90 km volvió a desinflarse la rueda y que Federico buscó un vehículo para que le llevara a Bajo Caracoles otra vez, subiendo la moto en una autocaravana que se ofreció a llevarlos. Verónica se tomó sólo un sándwich, y me dijo que iba a continuar, entonces le dije que si quería me iba con ella y así hacíamos el ripio juntos, por si teníamos algún problema nos podríamos ayudar.
Nos marchamos y a los pocos km se terminó el asfalto, pero enseguida me percaté que aquel ripio era bueno, no tenía calamina, era más bien como suelo empedrado pero con las piedras más separadas. Al final está visto que cada uno ve el ripio de una forma distinta, aquellos abuelos eran mayores y llevaban un turismo, mientras que los 4x4 lo ven todo fácil. Además Verónica se manejaba bien, incluso también se ponía de pie para liberar la suspensión, y circulábamos a 60 ó 70 km/h. Paramos un par de veces para hacer alguna foto y comentar impresiones, y llegamos a la conclusión que era divertido aunque un poco sucio por el polvo, aunque cuando hacía viento lateral mejor porque evitaba echármelo a mí que iba detrás, prefería que ella marcara el ritmo, muy similar al mío finalmente.
En la última parada eran ya casi las siete de la tarde, y la propuse que nos quedáramos a dormir en Tres Lagos, que la invitaba a cenar, y luego al día siguiente cada uno tiraba para su sitio, Chaltén ella y Calafate yo. Aceptando mi propuesta.
Nos alojamos en un hostal que nuevamente nos costó 25 euros a cada uno y encima sin desayuno. Nos marchamos a cenar y pedimos una botella de vino, saliendo en la conversación como no podía faltar Federico, que ella había conocido el día anterior, cuando pinchó, y que otra persona le llevó a las Cuevas de las manos en un auto. “Al final va a terminar su viaje con ayuda del Gauchito y medio país”, decía Verónica. Me contó que era maestra de Física, que vivía en Córdoba, la ciudad argentina en la que yo estuve cuando mi beca hace 20 años. También me dijo que tenía un grupo de wasap con amigos y familiares y que habían comentado que a una persona le habían pegado un tiro y quitado su carro, y otro tiro en la pierna al acompañante, “al final es más peligroso vivir en Córdoba que viajar en moto”, decía ella. Su pareja no había podido acompañarle, ni tampoco su hijo, así que se fue ella sola con su moto, y que le gustaba mucho viajar en moto, incluso en Córdoba hacía también bastante ripio con ella, de ahí su buena mañana con él.
Nos fuimos a acostar compartiendo habitación doble, en camas separadas, hablando sobre el viaje y nuestras vidas como buenos amigos, rompiendo con el silencio que estoy acostumbrado durante todo este tiempo.
Y así fue el día que dormí en Tres Lagos, muy lindo y divertido.
Un cordial saludo!

a.jpg

b.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

h.jpg
 
Hola un día más amig@s!
Vamos allá con otra crónica con la que os quiero regalar unas bellas imágenes, seguro que os deleitarán.
De ese día recuerdo que nos levantamos y vimos que ya nos había ganado otra familia que viajaban en auto, y que nos invitaron a tomar un café, pero les dijimos que teníamos que ir a repostar y de paso ya desayunábamos allí. El tipo de la gasolinera nos contó que habían estado diez días sin combustible porque parece que hay unos trabajadores que no les pagan y toman como represalia cortar la carretera. “Pues si el sitio más cercano para cargar combustible está a 100 km entre ida y vuelta vuelve a estar el auto casi como al principio”, le dije yo. No era lo normal estar tantos días sin combustible, pero alguna vez si coincidía que pudieran estar uno o dos días a lo sumo. Allí vimos que vendía pegatinas de la Ruta 40, y Verónica y yo compramos una, bueno yo dos, una para Dulcinea y otra de recuerdo. Me hubiese gustado llevar mis maletas con pegatinas de los países que había visitado, pero nunca las encontré a mi paso.
Después nos despedimos porque yo quería ir a visitar el glaciar y unos kilómetros más adelante Verónica se iría por otro lado porque iba a otro pueblo que le habían dicho que era bonito y quería conocerlo, todavía disponía de días para relajarse recorriendo sitios, mientras que yo había entrado en tiempo de descuento.
Tengo que decir que durante este viaje me he sentido el protagonista de películas como “La gran evasión” convertido en un Steve McQueen conduciendo su moto jovialmente escapando de ataduras y rutinas a golpes de gas libertario, o en otras ocasiones siendo un “Rebelde sin causa” protagonizando un rebelde Jeans Deam consumiendo kilómetros de libertad rejuvenecedora. Y esa mañana me sentía el Clint Eastwood nómada interpretando “Los puentes de Madison” siempre con mi cámara al hombro y sólo que en esta ocasión con moto en busca de la foto memorable. Estas sensaciones cinematográficas son otras bondades que me está aportando este viaje en moto, permitiéndome ser el protagonista de mis películas favoritas.
El resto de la ruta era carretera asfaltada y Dulcinea galopaba ágilmente, y sobre el medio día llegué a Calafate. Entré en el primer hotel que encontré a mi paso, quería ver por dónde andaba los precios, y descubrí que astronómicos, casi cien pavos por una habitación individual. Me fui a un hostel y allí me ofrecieron una compartida con otros cinco por veinticinco pavos. Estaba asombrado con aquellos precios. Me dijeron que fuera a la oficina de turismo porque ellos podían hacer reservas en todos los sitios y me dirían los más baratos. Me fui para allá y me indicaron tres sitios de habitaciones privadas por 42 €, era lo más barato. Me fui al más cercano, y lo bueno que tenía un pequeño patio interior donde podría dejar la moto, lo malo que la habitación era cutre de narices, no tenía ni una silla para sentarme y el somier de muelles, y cuando le pregunto por el desayuno me dice que tengo la cocina para prepararlo, “¿Y el condumio para prepararlo?” le pregunto a la persona mayor que me atiende, “eso tiene usted que comprarlo”, me contesta. Se me puso un mal cuerpo de narices, después de soltar esa pasta.
La cuestión es que la ciudad que yo conocí hace 20 años ha desaparecido por completo, el pueblito ya no existe, y ahora es una gran urbe dedicada de lleno al turismo, a las miles de personas que vienen a visitar el glaciar, y se pueden tomar el lujo de poner el precio que les dé la gana porque no tienen competencia alguna, el pueblo más cercano está a ciento y pico de kilómetros. Y si los hoteles se apuntan a sacar los cuartos al turista sin contemplaciones, los hostel también se apuntan con precios más bajos para los mochileros pero también altos para lo que ofrecen.
Tras dejar todo mi equipaje en la cutrada de habitación me fui al supermercado a comprarme unos sanwiches para comerlos en el glaciar, pues ya me avisó el tipo del hostel que los precios allí eran altos. Tuve que recorrer 80 km asfaltados para llegar, y de nuevo a la entrada me sacaron otros 20 € por acceder al recinto. Todo aquel entorno estaba tan cambiado que no lo reconocía, lleno de autobuses, coches y motos y multitud de turistas.
Cuando estuve en las pasarelas que ofrecen la espectacular vista del glaciar Perito Moreno, entonces sí reconocí aquella imagen, tan radiante y espectacular como el día que lo visité por primera vez. Incluso me reencontré con aquel joven treintañero que seguía allí, y que me comentó que él siempre veía al glaciar igual, desprendiéndose los mismos trozos de hielo, sin ver todo aquel cambio en el entorno ni la nueva multitud. Todavía mantenía la misma ilusión y emoción por haber logrado su beca y aquel viaje que le estaba mostrando lugares relindos e inolvidables. “Quién iba a decirme que vendrías con tu moto hasta acá”, me dijo sonriente.
Le pedí a un tipo que andaba por allí que me hiciera una foto, era un brasileño, y me contó que estaba viajando en auto, pero que él había sido motoquero, pero que por unas hernias en la columna la había aparcado, pero al verme a mí, “bueno a ver si puedo volver más adelante”, me dijo. “La pasión motoquera nunca muere, eso se lleva siempre dentro”, le contesté y nos echamos unas risas y un amigable apretón de manos.
Después de deleitarme con aquellas imponentes vistas dejé allí al becario que a partir de ahora tendría un nuevo amigo para pasar las horas frente a la majestuosa masa glaciar.
Cuando regresé al hostel varios jóvenes estaban sentados en la mesa del patio. Después de ducharme me percaté que la wifi ¡tampoco se agarraba en la habitación! Tenía que salir al patio. ¡Vaya tomadura de pelo los 42 pavos! Me senté al otro lado de la mesa a escribir una crónica y enfrente estaban dos chicas jóvenes lindas que por el habla debían ser croatas o de por allá. Llegaron dos chavalitos también del mismo país, pero que no debían viajar juntos, y que trataban de cortejarlas. Yo era para ellos medio invisible o un tipo sin interés alguno para sus intereses juveniles. Aquel mundo me sonaba pero ya no me pertenecía, solo cobra vida en mis recuerdos. También unos japoneses comenzaron a preparar una barbacoa, chicos y chicas, aunque muy comedidos, sin montar mucho barullo. No es que yo no disfrute con mi moto, mis sensaciones de viaje y mis nuevos amigos, pero es cierto que me hicieron añorar aquellos juveniles años, cuando se es joven hay tanto por descubrir… Ahora sólo me siento joven, aunque invisible para los jóvenes, jeje
Aquella noche me acosté un poco decepcionado por no encontrar aquel Calafate de mis recuerdos, pero emocionado de reencontrarme con aquel joven amigo y fastuoso glaciar del que quedé prendido aquel mismo día que un profesor en la universidad lo proyectó en la pantalla.
Espero que hayáis disfrutado en mi moto de la etapa que dormí en Calafate y no os hayáis mareado o muerto de frío, jeje.
Un cordial saludo!

a.jpg

b.jpg

c.jpg

d.jpg

e.jpg

f.jpg

g.jpg

j.jpg
 
Arriba