Hay concentraciones y concentraciones. Algunas por el motivo que sea crecen y otras por el motivo que sea, no. Unas permiten sacar pasta y otras cuestan pasta a los organizadores. Yo quiero creer que el que va a una concentración lo hace con la ilusión de juntarse con más gente con la misma pasión, se entiende que motera, reforzada por las ganas de hacer kilómetros, un pequeño viaje tal vez, juntarte en una hoguera, compartir lo que lleves con los demás y contar batallitas. A mí éso me lo han dado unas cuantas, entre ellas mis primeros Pingüinos. La evolución de algunas concentraciones -entre ellas Pingüinos nuevamente- hacen que se pierda el origen, que se conviertan en un evento de ocio para todos los públicos y acaben muriendo de un éxito distinto al de la idea inicial. Siguen yendo muchos moteros, pero también dejan de ir muchos porque ya no es lo que era. No es que mueran literalmente de éxito, pues cada año baten récords de asistencia, pero sí dejan de ir los que pusieron los pilares, aquellos primeros valientes que iban desde los inicios, e incluso desde hace 8 ó 10 años hacia atrás por carreteras nacionales, no como ahora que todo quisqui va por autovía y peaje. Poco a poco aquello cambió, cambiaron las formas y el fondo de la concentración y algunos buscamos otras concentraciones más de verdad, más de las de tienda, hoguera, bota de vino o cervezas enfriando en el abrevadero de la fuente. Personalmente me gusta asistir por la gente con la que voy, que es la que la hace auténtica para mí porque elijo ir con gente que vive la moto de forma parecida a la mía.
Os podría contar batallitas de concentraciones la mar de divertidas, pero a cambio os pondré una que a mí me hizo pensar que independientemente de lo grande que sea una concentración, los que la hacen auténtica no son los organizadores, sino los asistentes. Hace unos años estábamos liando ir al inevitable Pingüinos por primera vez mucha gente de otro foro, Motofan (el original, no el actual). Muchos íbamos a ponernos cara por primera vez y había mucho cachondeíto con algunos y algunas. Unas semanas antes de Pingüinos hubo un fatal accidente en el que murió Iker, uno de los que tenía muchas ganas de conocer. Pingüinos ya no iba a ser igual sin él, pero hubo algo que lo hizo inolvidable. El domingo aparecieron en la acampada los padres de Iker. Quisieron venir a conocer a toda esa gente que su hijo no pudo conocer, la gente de ese foro en el que se pasaba tanto tiempo charlando de motos, saber porqué tenía tantas ganar de venir, saber lo que hubiera vivido si no hubiera tenido el accidente. Abrazos emocionados, algunos ya se conocían del entierro, otros de fotos, otros simplemente por el nick al leernos en el foro en el mensaje del fallecimiento de Iker. En éso que sacaron una pequeña urna y esparcieron sus cenizas entre nuestras tiendas, para sentir que finalmente había hecho realidad su ilusión de venir y acampar en Pingüinos con nosotros. Os podéis imaginar la emoción del momento, la jartá de llorar y el congojo que nos duró durante buena parte de la vuelta a casa. Las concentraciones las hacemos auténticas nosotros. No me hace falta ni 200 ni 30.000 personas. No me hace falta striptease ni concierto en vivo. No me hace falta una borrachera ni acabar apestando a humo. Simplemente me hace falta sentirme vivo juntarme con más gente que quiera sentirse así... en moto.