Conducir bien..., ¿arte o rutina?
De mis pensamientos vengo, y me gustaría comentar este tema. Creo que una de las diferencias importantes del buen conductor respecto al que no lo es, es la calificación de lo que está haciendo. Unos conducen rutinariamente, igual como hacen muchas otras acciones repetitivas durante la semana. Como comerse un plato de sopa, ducharse o pasar un aspirador. No le ven la parte sublime y artística, y la acción se queda sin importancia, como una más.
Otros sentimos el conducir bien como la esencia de nuestra capacidad de movernos en libertad, potenciada por la moto y perfeccionada al límite para que por encima de todo sea una expresión artística que nos la dedicamos a nosotros mismos y para nuestra propia satisfacción. Que no hace falta ir demostrando nada, otras formas de arte se hacen principalmente dirigidas a los demás, y ésta es reservada para nosotros mismos.
Cuando un buen motero sale a la carretera con su moto de más de cien caballos, esos caballos los tiene y domina él, y no la moto, que ya se los ha cedido porque ella ya sabe que ha dejado de ser una máquina potente para ser solamente la cómplice mecánica de esa expresión artística que es la alta conducción, y se acopla al mandato del conductor como si de un caballo pura sangre bien domado se tratara. El arte está en la armonía de ese movimiento con todo lo que se va encontrando y lo que el conductor va sintiendo, haciendo que cada metro recorrido sea magnífico e inolvidable.
Y el secreto de todo esto, precisamente, está ahí: En saber valorar cada metro como si fuera el único, solo de esa forma podrás conseguir que todos los demás metros lleguen y tú estés ahí para seguir disfrutándolos.
De mis pensamientos vengo, y me gustaría comentar este tema. Creo que una de las diferencias importantes del buen conductor respecto al que no lo es, es la calificación de lo que está haciendo. Unos conducen rutinariamente, igual como hacen muchas otras acciones repetitivas durante la semana. Como comerse un plato de sopa, ducharse o pasar un aspirador. No le ven la parte sublime y artística, y la acción se queda sin importancia, como una más.
Otros sentimos el conducir bien como la esencia de nuestra capacidad de movernos en libertad, potenciada por la moto y perfeccionada al límite para que por encima de todo sea una expresión artística que nos la dedicamos a nosotros mismos y para nuestra propia satisfacción. Que no hace falta ir demostrando nada, otras formas de arte se hacen principalmente dirigidas a los demás, y ésta es reservada para nosotros mismos.
Cuando un buen motero sale a la carretera con su moto de más de cien caballos, esos caballos los tiene y domina él, y no la moto, que ya se los ha cedido porque ella ya sabe que ha dejado de ser una máquina potente para ser solamente la cómplice mecánica de esa expresión artística que es la alta conducción, y se acopla al mandato del conductor como si de un caballo pura sangre bien domado se tratara. El arte está en la armonía de ese movimiento con todo lo que se va encontrando y lo que el conductor va sintiendo, haciendo que cada metro recorrido sea magnífico e inolvidable.
Y el secreto de todo esto, precisamente, está ahí: En saber valorar cada metro como si fuera el único, solo de esa forma podrás conseguir que todos los demás metros lleguen y tú estés ahí para seguir disfrutándolos.