diekoss dijo:
PD.: Pinciano, mañana la segunda parte... ;D
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Tres son, al menos, los nombres con que se designa a la Capital del
Pisuerga: Valladolid, Pincia y Pucela. Tres denominaciones que
transciende el simple nombre para hacer referencia al orígen y
evolución de esta ciudad castellano-leonesa. Hay que advertir que
la falta de certezas absolutas ha llevado a que surgiesen las más
divesas hipótesis explicativas, no faltando la de simple sentido
común -lo cual no presupone que históricamente no sea correcta-,
hasta la más descabellada.
VALLADOLID
En cuanto al término VALLADOLID, nos encontramos con defensores, al
menos, de tres teorías, que hacen arrancar los orígenes de los
celtas (s. IV a.C.), los árabes (S. VIII) o los cristianos
repobladores (s. XI). Los orígenes celtas han sido defendidos por
Angel Montenegro, tras un minucioso análisis filológico con
apoyaturas arqueológicas (Soto de Medinilla). Según esta teoría,
aunque posiblemente desde el s. VII a.C., pero de una forma
continuada desde el s. IV a.C., en estas tierras se asentarian
sucesivas tribus celtas. Ellos denominarían a estas tierras bajas
como Toletum o Tolitum, que quería significar "lugar de aguas". Con
la llegada de los romanos se encontraron con el dilema de aceptar el
vocablo celta o rebautizar la ciudad. Adoptaron el camino de la
simbiosis, como posiblemente ocurrió en el terreno demográfico.
Recurrieron a la latinización de la denominación primigenia, pero
sin rechazar ésta totalmente. La solución fue la simbiosis,
reduplicación y anteposición: Vallis-Toletum. Lo que viene a ser
lo mismo que valle-valle o valle-lugar de aguas. Así, de nombre
genérico pasa a convertirse en propio. La evolución fonético y
filológica de la palabra sigue un curso irregular, especialmente
cuando el latín vulgar pierde uniformidad y seguridad. La
influencia fonético y gráfica de los cultos andalusíes del sur tiene
claras influencias. En el s. XII encontramos ya, junto a otra
serie de variantes, la grafía definitiva de Valladolid. El orígen
árabe ha sido defendido por notables arabistas (Asín Palacios, Gómez
Moreno, e incluso por Alonso Cortés, ...). Todo arrancaría de la
presencia de la invasión norteafricana en la península (año 711).
Por la vía de la similitud fonética se ha supuesto -no existe
ninguna evidencia documental- que un tal Olid u Ullit, capitán moro
enamorado de estas tierras, fundaría la ciudad. Y por estar ubicada
en un valle resultaría Valle-de-Olid. Por este mismo camino de
resonancias fonéticas se ha supuesto que también podía provenir de
Valle-de-Olivos (árbol), Valle-de-lides (contiendas),
Valle-de-Olores (plantas aromáticas), ... El orígen cristiano,
repoblación de la cuenca del Duero, parte de la fundación del conde
Pedro Ansúrez, hacia finales del s. XI. Ciertamente resulta
innegable que el tal conde tuvo un papel decisivo en el futuro de la
ciudad. Desde entonces hay constancia de una ininterrumpida
continuidad histórica, así como de que los cristianos repobladores
jugaron un papel preponderante. Sin embargo, ello no presupone
necesariamente que no existiese un núcleo anterior y, desde luego,
que el nombre de Valladolid fuese una invención de estos
repobladores; es decir, que tenía que existir una cierta memoria
colectiva acerca de la denominación previa de este solar entre la
desembocadura de La Esgueva en el Pisuerga.
PINCIA
El segundo nombre, PINCIA, es una invención del Renacimiento (siglos
XV y XVI). Al ponerse de moda la cultura clásica, un erudito
vallisoletano (amante y buen conocedor de la cultura greco-romana),
Fernán Núñez de Toledo y Guzmán, entendió, por el camino de buscar
unos nobles y cultos antecedentes a su ciudad, que Valladolid
arrancaba de la famosa Pincia romana. A partir de entonces no sólo
contribuyó a extender dicha suposición, sino que él mismo, muy de
acuerdo con la sensibilidad de la época, pasó a firmar como Fernán
Núñez, el Pinciano. Lo cierto es que desde relativamente pronto se
sospecha, y luego se tiene la certeza, que Valladolid no es la tal
Pincia (se buscarán otras similitudes con Pisórica e incluso con
Tela), pero, por estar el sobrenombre generalizado, no se rechaza.
Así Beristain, director del Diario Pinciano (1787-1788), lo expone
con total claridad. De esta forma se consolida un nombre, inventado
por un erudito hacia comienzos de la modernidad, que ya desde el s.
XVII está muy extendido y que en el XVIII es del dominio popular.
PUCELA
El tercer nombre, es la famosa, reciente y oscura, PUCELA. Es ésta
una invención del s. XX, aunque no se puede precisar ni quien ni
con qué fundamento inventó tal término. Dos teorías se pueden
apuntar. La primera de carácter historicista, señala que unos
caballeros vallisoletanos lucharon en Francia, en la primera mitad
del siglo XV, al lado de Juana de Arco, la doncella (pucelle) de
Orleans. Al regresar a su ciudad, como constancia del hecho y de
las gestas realizadas, pasarían a denominarse como caballeros de
pucelle (doncella). El resto es fácil de imaginar. Sin embargo, en
ningún texto desde el lejano s. XV, máxime cuando los documentos
conservados son importantes, aparece ni una sola vez tal nombre, por
lo menos hasta finales del siglo XIX. La otra tería, totalmente
personal de Celso Almuiña es de base geográfica -en línea de la
primigenaria Vallis-Tolitum- haría referencia a ser ésta nuestra
Venecia de la Meseta, una zona de pozas o pocitas. Peca del mismo
pecado señalado anteriormente para otras derivaciones: echar mano
de una fonética pedrestre. Por tanto, habrá que repasar
minuciosamente los textos del siglo XX, para tratar de comprobar a
quién y con qué sentido se le ocurrió los ya consagrados
sobrenombres de Pucela y pucelanos.