Lo primero de todo, agradecer a todos los que me habéis aconsejado en la preparación de la ruta. Al final, pese al plan, las cosas no han seguido este a rajatabla, pero es lo bueno de estos viajes, que puedes improvisar sobre la marcha.
El viaje lo hice en solitario, era la primera vez que lo hacía, y la verdad es que la experiencia ha sido buena. Vas a tu aire, haces lo que quieres, aunque claro está también echas de menos a tu gente, y a veces tienes unas ganas de hablar hasta con las piedras, pero bueno, no esta mal, además te encuentras a mucha gente enrollada por el camino.
Salí el miércoles de Coruña, rumbo a Santillana del Mar. Cargado de bártulos hasta arriba.
Tocó autovía hasta Ponferrada, y una vez allí, y ya un poco cansado de la monotonía de la autovía, tomé la nacional con rumbo norte.
Los destinos eran León, y después Riaño.
La verdad es que esta carretera es una maravilla, muy poco tráfico, asfalto bueno y un trazado lleno de curvas medias o rápidas.
Conforme salía de León, ya vislumbraba al fondo lo que me esperaba, Picos de Europa, un primer aperitivo de lo que me esperaba.
Después de Riaño, y de la parada de rigor para repostar y estirar las piernas, nos adentramos en las montañas. Tras coronar el puerto de San Glorio a 1609 m de altura. Me esperaba un descenso lento, por una carretera estrecha y ratonera. El paisaje precioso.
Y así abriéndome camino entre las montañas, llegamos a Potes, dónde toca una nueva paradita.
Para terminar el día, solo quedaba un agradable paseo costeando Cantabria, desde Unquera hasta Santillana del Mar. Un pueblecito pequeño, y muy turístico.
564 KM
El Jueves, era la etapa en la que iba a entrar ya en los Pirineos.
Salida tranquila, tras un buen desayuno en Santillana. El día amanecía precioso, y la decena de Km hasta la autovía fueron una delicia. Enseguida estaba de nuevo en la autovía, rumbo a Euskadi. Bastante tráfico, aunque el trazado de la autovía es bastante más divertido que las rectas de la meseta.
A media mañana, ya estamos en Bilbao. Así que toca la parada de rigor, no lo conocía y la verdad es que me causo una grata impresión. Al final, a los pies del Guggenhaim descansamos un poco, preparándome para recorrer toda la costa vasca, hasta Donostia.
A la salida de Bilbaó, tomo el rumbo hacia la costa, hasta Bermeo. La ruta estaba clara, recorrer toda la costa.
Las carreteras son preciosas, algún tramo con más tráfico de la cuenta, pero la verdad es que son una maravilla de curvas, y vistas. Eso si, no son compatibles con las prisas, son trazados muy lentos y estrechos, dónde los Km van cayendo poco a poco.
Tras la parada de la comida, tocaba ponerse las pilas, ya que había que llegar a Jaca. Así que autopista de nuevo, esta vez rumbo a Irún. Mucho tráfico, mucho camión enfilando hacia el pais vecino, así que tras este trámite sin mucha pena ni gloria, llegó otro buen momento. La carretera de Irún a Pamplona.
Buen paisaje, y trazado con mucha curva. Eso si, en los primeros km, mucho tráfico de camión, pero conforme llegaba a la mitad del recorrido, ya no los vi. No se si porque se quedarón por el camino, o por qué ya los había adelantado a todos.
La llegada a Pamplona, un día antes del chupinazo fue espectacular. Mucho ambiente, las calles llenas de gente, el caso viejo cortado al tráfico. Los chicos de protección civil muy amables indicando dónde podía dejar la moto, por dónde quedaban los puntos de interés, así que paré un ratillo a pulsar el ambiente pre-fiesta.
Tras esta parada, un último repostaje, y ya algo cansado enfilé rumbo a los Pirineos. La carretera de Pamplona a Jaca, comienza con tramos muy rápidos, de rectas enormes, pero pronto empiezas a ver en el horizonte la silueta de la cordillera, y el paisaje cambia.
Al alcanzar el embalse de Yesa comienza el espectáculo. Curvas hasta aburrir, de todo tipo, por lo que al final del día, con este magnífico fin de jornada, llegamos a Jaca adentrándonos en el corazón del Pirineo.
La jornada termina con 502 Km.
Por fin estaba a los pies de la cordillera, al día siguiente me adentraría entre esas montañas, pero bueno eso ya lo sigo contado que me está quedando un ladrillo de post
El viaje lo hice en solitario, era la primera vez que lo hacía, y la verdad es que la experiencia ha sido buena. Vas a tu aire, haces lo que quieres, aunque claro está también echas de menos a tu gente, y a veces tienes unas ganas de hablar hasta con las piedras, pero bueno, no esta mal, además te encuentras a mucha gente enrollada por el camino.

Salí el miércoles de Coruña, rumbo a Santillana del Mar. Cargado de bártulos hasta arriba.

Tocó autovía hasta Ponferrada, y una vez allí, y ya un poco cansado de la monotonía de la autovía, tomé la nacional con rumbo norte.
Los destinos eran León, y después Riaño.
La verdad es que esta carretera es una maravilla, muy poco tráfico, asfalto bueno y un trazado lleno de curvas medias o rápidas.
Conforme salía de León, ya vislumbraba al fondo lo que me esperaba, Picos de Europa, un primer aperitivo de lo que me esperaba.
Después de Riaño, y de la parada de rigor para repostar y estirar las piernas, nos adentramos en las montañas. Tras coronar el puerto de San Glorio a 1609 m de altura. Me esperaba un descenso lento, por una carretera estrecha y ratonera. El paisaje precioso.

Y así abriéndome camino entre las montañas, llegamos a Potes, dónde toca una nueva paradita.
Para terminar el día, solo quedaba un agradable paseo costeando Cantabria, desde Unquera hasta Santillana del Mar. Un pueblecito pequeño, y muy turístico.
564 KM

El Jueves, era la etapa en la que iba a entrar ya en los Pirineos.
Salida tranquila, tras un buen desayuno en Santillana. El día amanecía precioso, y la decena de Km hasta la autovía fueron una delicia. Enseguida estaba de nuevo en la autovía, rumbo a Euskadi. Bastante tráfico, aunque el trazado de la autovía es bastante más divertido que las rectas de la meseta.
A media mañana, ya estamos en Bilbao. Así que toca la parada de rigor, no lo conocía y la verdad es que me causo una grata impresión. Al final, a los pies del Guggenhaim descansamos un poco, preparándome para recorrer toda la costa vasca, hasta Donostia.

A la salida de Bilbaó, tomo el rumbo hacia la costa, hasta Bermeo. La ruta estaba clara, recorrer toda la costa.
Las carreteras son preciosas, algún tramo con más tráfico de la cuenta, pero la verdad es que son una maravilla de curvas, y vistas. Eso si, no son compatibles con las prisas, son trazados muy lentos y estrechos, dónde los Km van cayendo poco a poco.

Tras la parada de la comida, tocaba ponerse las pilas, ya que había que llegar a Jaca. Así que autopista de nuevo, esta vez rumbo a Irún. Mucho tráfico, mucho camión enfilando hacia el pais vecino, así que tras este trámite sin mucha pena ni gloria, llegó otro buen momento. La carretera de Irún a Pamplona.
Buen paisaje, y trazado con mucha curva. Eso si, en los primeros km, mucho tráfico de camión, pero conforme llegaba a la mitad del recorrido, ya no los vi. No se si porque se quedarón por el camino, o por qué ya los había adelantado a todos.
La llegada a Pamplona, un día antes del chupinazo fue espectacular. Mucho ambiente, las calles llenas de gente, el caso viejo cortado al tráfico. Los chicos de protección civil muy amables indicando dónde podía dejar la moto, por dónde quedaban los puntos de interés, así que paré un ratillo a pulsar el ambiente pre-fiesta.

Tras esta parada, un último repostaje, y ya algo cansado enfilé rumbo a los Pirineos. La carretera de Pamplona a Jaca, comienza con tramos muy rápidos, de rectas enormes, pero pronto empiezas a ver en el horizonte la silueta de la cordillera, y el paisaje cambia.

Al alcanzar el embalse de Yesa comienza el espectáculo. Curvas hasta aburrir, de todo tipo, por lo que al final del día, con este magnífico fin de jornada, llegamos a Jaca adentrándonos en el corazón del Pirineo.
La jornada termina con 502 Km.
Por fin estaba a los pies de la cordillera, al día siguiente me adentraría entre esas montañas, pero bueno eso ya lo sigo contado que me está quedando un ladrillo de post
