Ayer me di cuenta de una realidad, que ya sabía, pero que se me había ido quedando atrás en los sistemas de alerta del cerebro; y es que más o menos cada uno puede conocer sus límites técnicos: experiencia, estado de ánimo, carretera, neumáticos, máquina ... Pero a veces nos olvidamos del factor sorpresa, de lo inesperado, de lo que aparece de pronto delante nuestra. Todo está bien en nuestro pilotaje en ese momento excepto ese factor que ha aparecido de pronto.
En mi caso ha sido un Nissan blanco a la salida de una curva ciega en una carretera de montaña, el balance un rocetón en la pintura del carenado, el contrapeso del manillar inexplicablemente doblado y el espejo que salto por los aires por el golpe en el contrapeso, ningún daño más en la moto ni en mi persona.
En estas ocasiones es donde resulta decisivo tener margen de acción, no ir en nuestros límites. Una diferencia de centímetros marca la diferencia entre el susto y el desastre, no sólo para ti, sino también para tus compañeros de salida (yo iba de road lider). En mi caso tuve mucha suerte y algo de pericia y reflejos... y que tampoco iba pasado.
Como autoexamen diré que si hubiera trazado mejor, retrasando más la entrada en curva no hubiera tenido el más mínimo problema. Siempre se puede hacer mejor. La técnica y la práctica lo son todo.
Desde ahora incluiré en mis rutinas de conducción el elemento inesperado... que cierto es que acaba sabiendo más el diablo, por viejo que por diablo. Lo importante es llegar a viejos y que podamos seguir disfrutando de hacer diabluras encima de una moto
Como añadido para el post del la "velocidad del movimiento en el cerebro", diré que no me acuerdo de nada más que pararme a la derecha de la cuneta porque me había saltado el retrovisor.
A Killa de Cai: Gracias por estar ahí y hacerte cargo de la situación, eres un sol :-*
Ózu