Decidimos El Coleta y una servidora, apuntarnos con un grupo de buenos amigos al fantástico viaje que organizaba Antón y que duraría 8 días, y del que voy a dar fe para que quede constancia en el recuerdo de los impresionantes paisajes, preciosos pueblos y ciudades, espectaculares hoteles y restaurantes y sobre todo del carisma de amistad que hemos respirado y que se ha afianzado con este viaje.
Gracias a Antón , el Road Leader de esta ruta, y a Ana, su mujer, por la increíble organización de este viaje y porque se desvivieron para que todo saliera a la perfección, como así ha sido. Y a todos los integrantes del grupo:
Francesc y Gemma,, Miguel y Montse, Emebe y Lourdes, Ramón y Carmen con su hijo de 15 años, Marc, que se atrevió con este grupo de carrozas y que se lo pasó “mú má”, Antonio y Montse, Carlos (malatesta) y Olga y nuestros dos coches escoba: Luis y Aurea y Paco y Miteia, que “abandonaron” sus monturas por si hubiese algún contratiempo; pocas personas tienen ese gesto desinteresado y que es enormemente de agradecer, a todos ellos, les doy las gracias por haber hecho de este viaje, uno de los mejores de nuestra vida, GRACIAS.
Dos coches, once motos, ¿once?, ¿no cuadra? “po zí” contad con tres amazonas, Gemma , Carmen y una servidora, 20 personas y un chaval que no sabían lo que se les avecinaba y que os iré contando.
Día 31 de marzo 07
Llegamos a Barcelona, con Emebe y Lourdes para reagruparnos en el puerto con todos los demás y así embarcar rumbo a Civitaveccia. Comenzaba así el primero de los mil y un desafíos que me iban a suceder durante el viaje: subir la rampa del barco, os aseguro que, sin llegar bien al suelo, es toda una odisea con esa cuesta llena de aceites y demás componentes resbaladizos, pero…después de unos cuantos malabares…¡eco!, ya estaba dentro del barco. Primera prueba superada.
Ya en el interior no tuve más remedio que tomarme un par de biodraminas para evitar tener que darle de comer a los pececillos. Y la travesía transcurrió con normalidad; pensé que iba a ser peor.
Día 1 abril 07
Llegamos a Civitaveccia y entre risas y más risas, llegó la hora de bajar del “puñetero” barco; la cara se me descompone por momentos al acordarme de que lo ayer subí, ahora tenía que bajar y….¡¡¡al ataquerrrrr, allá voy!!! Menos mal que no me caí, por que me faltó poco; no imaginaba yo la de porquería que podía acumular el suelo de las bodegas de un trasto tan grande
Nos ponemos en ruta dirección Nápoles, donde haríamos noche y dejando atrás Roma, Artena, Ceprano y Caserta dimos con la ciudad.
La llegada a Nápoles fue apoteósica. Entre tanto caos, perdimos a los demás y paramos, al ver que todo el mundo lo hacía, donde bien nos vino en gana. Pregunté, con cara de asombro, si había fiestas o algo parecido y cual fue mi sorpresa cuando me dicen que todos los días es igual, ¡¡¡Dios mío, vivir en esa jungla de coches, que horror!!!. Allí los intermitentes son de adorno, tú te metes y no hace falta que mires, ¡ya lo hará el que viene detrás!, y todo esto a una velocidad de vértigo; los carriles se triplican y si te paras en medio, ¡¡¡no pasa nada!!!, los demás te esquivan y punto; igualmente los semáforos sirven para adornar las aceras, es decir, te los puedes saltar en rojo que tampoco pasa nada, ¿y los peatones?...pasan por donde les pilla, ¡claro, si los semáforos son de adorno…!
Mientras tanto yo, con mis recién estrenadas maletas y sin control alguno sobre ellas, me las veía y me las deseaba para pasar entre los coches y entre huecos diminutos.¡Pero esto no es todo!, de pronto diviso una cosa “mu” rara, ¿qué es eso? ¡¡¡Dios mío, railes de tranvía!!!, cuando quise darme cuenta ya estaba dentro de ellos, y…¡más malabares para poder salir! La situación era desesperante.
No sé cómo, pero llegué al esperado hotel, después de cometer no sé cuántas infracciones y rodando por una ciudad que pienso que no saben que de vez en cuando hay que echarles a la calzada un poquito de alquitrán, ¡¡¡qué de boquetes mare mía!!! Después de esto, otra prueba superada: conducción por ciudad. Nunca conduje por ciudad por miedo, pero ahora…¿quién dijo miedo?
El hotel, muy europeo y la cena típica de la zona: antipasto, pasta y pescado.
Día 2 abril 07
A la mañana siguiente, después de ver los antirrobos los coches (no se os ocurra dejar la moto en la calle) y que la recogida de basura en Nápoles, deja mucho que desear, ¡que de mierda hay en las calles! nos dirigimos hacia la región de Calabria donde cogeríamos el ferry que nos llevaría a Sicilia, no exentos de sorpresas. Pensé durante el trayecto que estos italianos deberían de pasar hambre, ya que las líneas continuas, dobles o simples, se las comían que era un gusto; pensé que las veían como un largo espagueti y…¡cuando el hambre acecha!..., pues gusto nos dio a nosotros, que tan recatados íbamos poniendo en práctica todos nuestros estudios sobre circulación y educación vial, el ver que también nos las podíamos comer, así que, haciendo honor a la práctica italiana, nos dispusimos a engullir cuantas se ponían en nuestros camino, ya que el tiempo apremiaba, no sin antes otear por si se veía alguna sirena azul. La velocidad es digna de mencionar: no sé con seguridad si funcionan, como dicen, los rádares en Italia, sólo espero no recibir correspondencia con sello del país vecino, si no, ¡¡¡estamos perdidos!!
Nos dirigimos por la nacional hacia Castellammare di Stabia, y, adentrándonos por el interior, disfrutamos de unas suculentas curvas de sierra, hasta llegar a Amalfi, preciosa ciudad costera,donde paramos para su visita y tomar un refrigerio. Seguimos ruta pasando por Maiori para incorporarnos en Salerno a la autovía ya que, como siempre, el horario manda.
La ruta de Castellammare di Stabia hacia Salermo bordeando el Golfo de Napoli y el Golfo de Salerno,hizo las delicias para mis ojos, que se dejaron llevar por el verdor de sus montañas, el encanto de sus pueblos incrustados en la piedra y su costa azul; realmente este trayecto es embelesador, tanto por el paisaje como por…¡sus curvas!. Maravilloso, nunca olvidaré este tramo del viaje.
AMALFI
AMALFI
En ruta hacia Salerno
Vista panorámica
Nos hemos quedado con las ganas de seguir ruteando por la costa pero, aunque muchos tramos de la autovía están en obras, pudimos disfrutar, y a lo grande, de los curvones que se nos presentaron en el camino.. ¡Disfruté como una enana con mi Sir. Coleta!. Pasaríamos, después por Polla ( con perdón), Lagonegro, Cosenza, Sta.Eufemia Lamezia (bonito pueblo), Palmi y Villa S. Giovanni, donde cogeríamos el ferry hasta Sicilia. Este tramo resultó un poco aburrido y pesado, no tanto por la enorme recta de autovía sino por el tráfico acumulado por las obras.
Hemos llegado a Messina, y la verdad, para 20 minutos que dura el trayecto,¡por que no hacen un puente!, llegaríamos en 5 minutos y así evitaría subirme a uno de esos trastos que tanto pánico me dan. Y de ahí, a Calatabiano, donde dormiremos, plácidamente, en el Castello di San Marco. Precioso castillo aristocrático del s XVI y reconstruido en el s.XVII (porque los turcos lo dejaron hecho trizas), rodeado por preciosos jardines.
El cansancio hace estragos en nuestros cuerpos tras 580 km, así que, después de una suculenta cena a base de antipasto y pasta típica siciliana, tomamos una copa y a dormir.
¿Que qué es el antipasto? Eso mismo nos preguntábamos todos, hasta que descubrimos que son los entremeses que, curiosamente no van al centro de la mesa sino uno para cada comensal.
Mañana seguiré contando más. Aún me quedan 6 días.
Gracias a Antón , el Road Leader de esta ruta, y a Ana, su mujer, por la increíble organización de este viaje y porque se desvivieron para que todo saliera a la perfección, como así ha sido. Y a todos los integrantes del grupo:
Francesc y Gemma,, Miguel y Montse, Emebe y Lourdes, Ramón y Carmen con su hijo de 15 años, Marc, que se atrevió con este grupo de carrozas y que se lo pasó “mú má”, Antonio y Montse, Carlos (malatesta) y Olga y nuestros dos coches escoba: Luis y Aurea y Paco y Miteia, que “abandonaron” sus monturas por si hubiese algún contratiempo; pocas personas tienen ese gesto desinteresado y que es enormemente de agradecer, a todos ellos, les doy las gracias por haber hecho de este viaje, uno de los mejores de nuestra vida, GRACIAS.
Dos coches, once motos, ¿once?, ¿no cuadra? “po zí” contad con tres amazonas, Gemma , Carmen y una servidora, 20 personas y un chaval que no sabían lo que se les avecinaba y que os iré contando.
Día 31 de marzo 07
Llegamos a Barcelona, con Emebe y Lourdes para reagruparnos en el puerto con todos los demás y así embarcar rumbo a Civitaveccia. Comenzaba así el primero de los mil y un desafíos que me iban a suceder durante el viaje: subir la rampa del barco, os aseguro que, sin llegar bien al suelo, es toda una odisea con esa cuesta llena de aceites y demás componentes resbaladizos, pero…después de unos cuantos malabares…¡eco!, ya estaba dentro del barco. Primera prueba superada.
Ya en el interior no tuve más remedio que tomarme un par de biodraminas para evitar tener que darle de comer a los pececillos. Y la travesía transcurrió con normalidad; pensé que iba a ser peor.
Día 1 abril 07
Llegamos a Civitaveccia y entre risas y más risas, llegó la hora de bajar del “puñetero” barco; la cara se me descompone por momentos al acordarme de que lo ayer subí, ahora tenía que bajar y….¡¡¡al ataquerrrrr, allá voy!!! Menos mal que no me caí, por que me faltó poco; no imaginaba yo la de porquería que podía acumular el suelo de las bodegas de un trasto tan grande
Nos ponemos en ruta dirección Nápoles, donde haríamos noche y dejando atrás Roma, Artena, Ceprano y Caserta dimos con la ciudad.
La llegada a Nápoles fue apoteósica. Entre tanto caos, perdimos a los demás y paramos, al ver que todo el mundo lo hacía, donde bien nos vino en gana. Pregunté, con cara de asombro, si había fiestas o algo parecido y cual fue mi sorpresa cuando me dicen que todos los días es igual, ¡¡¡Dios mío, vivir en esa jungla de coches, que horror!!!. Allí los intermitentes son de adorno, tú te metes y no hace falta que mires, ¡ya lo hará el que viene detrás!, y todo esto a una velocidad de vértigo; los carriles se triplican y si te paras en medio, ¡¡¡no pasa nada!!!, los demás te esquivan y punto; igualmente los semáforos sirven para adornar las aceras, es decir, te los puedes saltar en rojo que tampoco pasa nada, ¿y los peatones?...pasan por donde les pilla, ¡claro, si los semáforos son de adorno…!
Mientras tanto yo, con mis recién estrenadas maletas y sin control alguno sobre ellas, me las veía y me las deseaba para pasar entre los coches y entre huecos diminutos.¡Pero esto no es todo!, de pronto diviso una cosa “mu” rara, ¿qué es eso? ¡¡¡Dios mío, railes de tranvía!!!, cuando quise darme cuenta ya estaba dentro de ellos, y…¡más malabares para poder salir! La situación era desesperante.
No sé cómo, pero llegué al esperado hotel, después de cometer no sé cuántas infracciones y rodando por una ciudad que pienso que no saben que de vez en cuando hay que echarles a la calzada un poquito de alquitrán, ¡¡¡qué de boquetes mare mía!!! Después de esto, otra prueba superada: conducción por ciudad. Nunca conduje por ciudad por miedo, pero ahora…¿quién dijo miedo?
El hotel, muy europeo y la cena típica de la zona: antipasto, pasta y pescado.
Día 2 abril 07
A la mañana siguiente, después de ver los antirrobos los coches (no se os ocurra dejar la moto en la calle) y que la recogida de basura en Nápoles, deja mucho que desear, ¡que de mierda hay en las calles! nos dirigimos hacia la región de Calabria donde cogeríamos el ferry que nos llevaría a Sicilia, no exentos de sorpresas. Pensé durante el trayecto que estos italianos deberían de pasar hambre, ya que las líneas continuas, dobles o simples, se las comían que era un gusto; pensé que las veían como un largo espagueti y…¡cuando el hambre acecha!..., pues gusto nos dio a nosotros, que tan recatados íbamos poniendo en práctica todos nuestros estudios sobre circulación y educación vial, el ver que también nos las podíamos comer, así que, haciendo honor a la práctica italiana, nos dispusimos a engullir cuantas se ponían en nuestros camino, ya que el tiempo apremiaba, no sin antes otear por si se veía alguna sirena azul. La velocidad es digna de mencionar: no sé con seguridad si funcionan, como dicen, los rádares en Italia, sólo espero no recibir correspondencia con sello del país vecino, si no, ¡¡¡estamos perdidos!!
Nos dirigimos por la nacional hacia Castellammare di Stabia, y, adentrándonos por el interior, disfrutamos de unas suculentas curvas de sierra, hasta llegar a Amalfi, preciosa ciudad costera,donde paramos para su visita y tomar un refrigerio. Seguimos ruta pasando por Maiori para incorporarnos en Salerno a la autovía ya que, como siempre, el horario manda.
La ruta de Castellammare di Stabia hacia Salermo bordeando el Golfo de Napoli y el Golfo de Salerno,hizo las delicias para mis ojos, que se dejaron llevar por el verdor de sus montañas, el encanto de sus pueblos incrustados en la piedra y su costa azul; realmente este trayecto es embelesador, tanto por el paisaje como por…¡sus curvas!. Maravilloso, nunca olvidaré este tramo del viaje.
AMALFI
AMALFI
En ruta hacia Salerno
Vista panorámica
Nos hemos quedado con las ganas de seguir ruteando por la costa pero, aunque muchos tramos de la autovía están en obras, pudimos disfrutar, y a lo grande, de los curvones que se nos presentaron en el camino.. ¡Disfruté como una enana con mi Sir. Coleta!. Pasaríamos, después por Polla ( con perdón), Lagonegro, Cosenza, Sta.Eufemia Lamezia (bonito pueblo), Palmi y Villa S. Giovanni, donde cogeríamos el ferry hasta Sicilia. Este tramo resultó un poco aburrido y pesado, no tanto por la enorme recta de autovía sino por el tráfico acumulado por las obras.
Hemos llegado a Messina, y la verdad, para 20 minutos que dura el trayecto,¡por que no hacen un puente!, llegaríamos en 5 minutos y así evitaría subirme a uno de esos trastos que tanto pánico me dan. Y de ahí, a Calatabiano, donde dormiremos, plácidamente, en el Castello di San Marco. Precioso castillo aristocrático del s XVI y reconstruido en el s.XVII (porque los turcos lo dejaron hecho trizas), rodeado por preciosos jardines.
El cansancio hace estragos en nuestros cuerpos tras 580 km, así que, después de una suculenta cena a base de antipasto y pasta típica siciliana, tomamos una copa y a dormir.
¿Que qué es el antipasto? Eso mismo nos preguntábamos todos, hasta que descubrimos que son los entremeses que, curiosamente no van al centro de la mesa sino uno para cada comensal.
Mañana seguiré contando más. Aún me quedan 6 días.