Para encauzar un poco el tema hacia donde empezó. Hoy, domingo 22 de diciembre. Día de la lotería de Navidad. Me despierto temprano sin razón alguna para hacerlo. Miro el móvil y no hay ningún plan apetecible a la vista. Mi cerebro automáticamentee dice... Pues pilla la moto y piérdete por ahí, y se enciende en mí la llama de las ganas de perderme con la moto por algún sitio que no conociera. Siendo de, y viendo en Madrid para encontrar algo despejado tienes que salir de la comunidad autónoma. Bufaba el viento por la ventana y el cielo estaba gris. Consulto la
Previsión meteorológica. Alerta por viento no sólo en Madrid si no en todo el interior, probabilidad de lluvia baja... Nada de esto es suficiente para apagar el incendio que se había encendido dentro de mi, así que desayuno deprisa y corriendo, recojo la casa, me enfundo mis pantalones de cordura con la capa térmica y la capa térmica, así como las protecciones, mis botas Sidi adventure 2, la chaqueta con las tres capas, una brqga para el cuello, el casco, un shoei GT Air, y mis guantes rukka argosaurus o algo así, y me bajo al garaje a por la moto.
Hacia muchísimo viento, no tengo ni idea de por dónde he ido, sencillamente por donde me apetecía, y no me he cruzado con nadie.
Imagina tener que ir de lunes a viernes por Madrid a horas punta siempre con una cantidad de tráfico que si fuera en coche me quedarían solamente 3 años más de esperanza de vida, y de pronto encontrarte por parajes desconocidos, tú solo, las carreteras enteras para ti... Eso da la vida, y, de pronto, tras seguir tu instinto, o vete tú a saber qué, te encuentras con un mirador a un cañón excavado por un río perdido por ahí
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Y más tarde, pensando ya en volver, metido por esta "carretera"
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Te encuentras en el horizonte con un pueblo amurallado coronado por un monasterio que resulta que es de la orden de Santiago, y a pesar de que ya voy con la hora justa, decidido parar para deleitarme con el monumento y las vistas que allí hay.
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Una vez dentro, ya buscando los servicios, me encuentro con la tienda del monasterio, donde venden productos hechos a mano de la zona, donde el dependiente, me invita a una copa de vino, que, cito textualmente, aunque vengas en moto no te puedes ir sin probar el vino, y una copa no se nota. Tras rechazar amablemente el ofrecimiento, y no saber qué llevarme porque todo tenía muy buena pinta, elijo unos dulces artesanales, para tomar con mi familia después de comer, con el café. Aunque se me ha hecho muy tarde y quizás ni me esperen. Pongo rumbo a casa ya buscando la autovía, y aunque llego un poco tarde, llego. El viento y la autovía me han dado una paliza, pero me han esperado para comer, por lo que durante la comida cuento mi aventura, y al final, con el café, comparto los dulces con los míos, ¡qué buenos que estaban! Han triunfado. Y así empiezo la tarde del domingo de la lotería de Navidad, sabiendo que me ha tocado el Gordo antes de comprobar mis décimos.
¿Cómo me podría dar pereza todo ésto? ¿Desde cuándo da pereza sentirse vivo?
