Homenaje a TREK
Se despertó poco a poco, sin prisas, sin sobresaltos, sin dolor, sin miedo, acompañado de un sentimiento de bienestar absoluto. Sus ojos se abrieron a la consciencia y a la luz. Había mucha luz, una luz blanca y pura, intensa pero suave, una luz que, sorprendentemente todo lo iluminaba, todo lo alcanzaba pero no hacía sombras, ni le dañaba lo más mínimo los ojos recién abiertos.
Intentaba recordar, situarse, pero sin mucho esfuerzo, como si le costara reencontrarse con la realidad. Tampoco sufría ansiedad por este motivo, realmente estaba muy feliz, si, feliz era la palabra, se sentía inundado de felicidad. No había preocupaciones, no había dudas, no había ningún sentimiento que no fuera de sublime felicidad.
Como le pareció que estaba tumbado empezó a incorporarse y, para su felicidad, lo hizo inmediatamente, sin titubeos, sin desperezarse, con una energía renovada y completa, como si no existiese gravedad alguna que se opusiese a su deseo.
Entonces se dio cuenta de que no estaba solo. A su lado estaba un hombre vestido de blanco, o eso creyó, porque realmente no hubiera sabido decir si vestía o no ropa alguna, pero tampoco le creaba ninguna inquietud el no saberlo, ni el conocer o no quien era ni porqué estaba allí. Ni siquiera le era extraño, ni conocido tampoco.
De pronto la luz se fue tamizando y el hombre fue más visible, más identificable, aún no conocido pero de alguna forma amablemente cercano. Era rubio o de pelo cano o ambas cosas, pero desde luego parecía que de su cabello salía buena parte de la luz que todo lo inundaba, que todo lo lamía y mejoraba. También era alto, y fuerte o no, no estaba demasiado seguro, aunque tampoco importaba lo más mínimo pues todo en él le parecía agradable, confortable se podría decir.
La boca del hombre se abrió y por allí se derramó una leve melodía de palabras que le provocaron una felicidad más allá de la que nunca había sentido. Parecía que no hablaba, parecía que cantaba pero de una forma especial, pero lo cierto es que le entendió todo y a la primera “Hola, bienvenido al Paraíso, soy tu ángel de la guarda”
Este comentario no le causó demasiado estupor, era como si ya lo esperara. De pronto, girando sobre si mismo, se dio cuenta de que alrededor no había nada, ningún mueble ni artilugio de ninguna clase, nada, ni un monte ni un cielo, ni nubes ni sol, ni ruido alguno. Ahora si que sintió una pequeña punzada de dolor, creyó que estaba en un hospital, en alguna clase de sala “limpia” y preguntó al hombre si estaba enfermo o tenía alguna clase de mal, aunque él se sentía bien, muy bien.
“No – le dijo el hombre – estás en el cielo. Si, estás en el Paraíso no terrenal al que llegan todas las almas que se lo merecen. No recuerdas nada ni tampoco sientes pesar o mal porque este es el estado natural de las cosas en el Paraíso. Aquí el orden impera sobre todas las cosas y es fácil olvidar cualquier preocupación. No obstante, antes de que puedas ser feliz por el resto del tiempo, es necesario que recuerdes algunos datos de tu pasado cercano y por eso estoy yo aquí”.
Mientras el hombre relataba todo esto la estancia se transformaba en miles de escenarios diferentes, sitios que le hacían recordar momentos vividos desde su infancia hasta más allá. Vió entonces como fue su primera comunión, los regalos de Reyes que le hicieron sus tíos y la felicidad y emoción del primer beso de su primer amor. En instantes vió su boda y el nacimiento de su primer vástago y en instantes vió también su muerte, su vida escapando de su cuerpo al igual que su alma abandonando la carne que la contenía en el momento del brutal impacto de su moto y de él mismo contra el camión que se cruzó en su trayectoria, en su destino, en su misión.
Recordó entonces haber salido junto a su amigo del concesionario de BMW, recordó cómo después de dejar un espacio prudencial para que su compañero circulase con su nueva moto había dirijido su montura hacia el cruce y cómo había visto acercarse al mismo al camión. Le pareció que el conductor iba demasiado deprisa y pensó que no había que preocuaparse, que el tenía el paso preferente y que el camión no podría realizar la maniobra que se adivinaba, que era una locura intentar hacer lo que estaba haciendo.
De repente, todos los instantes, toda su vida que estaba pasando ante sus ojos a 2.000 Km. por segundo se detuvo, o más bien se entretuvo, porque ahora todo se veía muy lento, tan lento que le pareció que pasaban meses, años, mientras veía la escena. Pudo ver la cara del conductor del camión cuando decidió seguir con la maniobra, pudo oir su pensamiento cuando decía “que frene el motero, que frene él que si no…”, pudo sentir su miedo al aproximarse a la mole mientras aplicaba freno a las dos ruedas de forma desesperada, pudo sentir que a su miedo se le sumaba el del otro conductor cuando se dio cuenta de que se iba a producir el accidente, pudo analizar cada uno de los golpes recibidos en su cuerpo mortal y cómo los daños se iban sumando para conseguir arrancarle la vida…
Mientras estaba recordando todo esto y a pesar de que de alguna forma lejana sentía para si mismo el dolor de la muerte, se mantenía tranquilo, despejado, consciente y lúcido pero a la vez feliz, sano, incólume, nuevo, BLANCO.
De vez en cuando miraba al hombre que se había autoproclamado “ángel de la guarda” y le veía hablar, o más bien mover la boca, ya que los sonidos que ésta producía eran más música que palabras. Era bonito verle hablar, como un espectáculo de luz y sonido en un parque, en verano al anochecer, o como unos buenos fuegos artificiales, de esos que te retumban los oídos pero que estás deseando que sigan y que sean cada vez más fuertes o incluso como cuando montas en moto por una carretera revirada, te vibran hasta los empastes y te resuenan en los oídos los bramidos del motor mientras no dejas de acelerar curva tras curva sonriendo bajo el casco…
Estaba disfrutando tanto que hasta se le antojaba repetir la experiencia. Había visto también toda la secuencia completa después de su muerte, cómo su amigo lloraba mientras pedía ayuda para socorrerle, cómo el conductor del camión trataba de pensar en lo que iba a contar a la policía que sin duda estaba por llegar, había visto corromperse el alma del camionero mientras iba forjando su mentira, sus excusas, su maldad iba creciendo y enegreciendo.
Observó sin disimulo cómo le daban la noticia a su esposa, a su familia y a sus amigos, incluso vió a algunos del foro de bmwmotos.com desesperarse con la noticia, derramar lágrimas y amargores por su fallecimiento, miró la cólera de algunos, la incredulidad de otros, la sorpresa, el desencanto, la pena… lo vió todo y sin embargo el continuaba siendo feliz.
Ante este sentimiento que lo embargaba llegando por momentos a la borrachera, preguntó a su “ángel” porqué había pasado el accidente. No parecía justo que él, una persona joven, con una familia tuviera ese final sin haber hecho nada malo. El ángel le miró y le sonrió. “Es decisión Divina el no participar en el juego. La humanidad es su creación, Él le dio vida y poder de decisión, su madurez es la suficiente y debe comprender que está en su mano hacer bien las cosas. Son las reglas por Él creadas y se deben cumplir. La humanidad, su querida creación debe aprender, debe comprender, debe saber que cada acto que realiza la ata a su destino. Cada pieza está relacionada y todos deben poner de su parte. Unas veces caen justos y otra pecadores, nunca por intervención Suya, sino por lo actos simples de cada cual. La misión encomendada a los ángeles es velar por las almas, no por los cuerpos de todos vosotros. Yo tengo la satisfacción de haber conseguido que tu alma sea Blanca, de verte entre nosotros y de poder saludarte en tu nueva vida, en tu actual estado de felicidad que ya nunca más perderás”.
Ante estas palabras, el gozo aumentó, su “luz” creció y pareció salir a borbotones de su cuerpo, ahora también Blanco. Se acordó entonces de su querida mujer, de su compañera y amiga, de su hijo y de sus amigos y, aunque la felicidad le impedía dejar de sonreir, le pidió al hombre que le explicara cómo era posible que no sintiera sino bienestar, aún sabiendo que ya nunca podría abrazar a sus seres queridos. “Es así gracias al amor de los que se quedaron, de esos mismos que ahora lloran tu muerte surge la energía que a ti te inmuniza y te conforta. Su dolor significa amor y cuanto más amor despierta una persona en vida, más Blanca es su alma, en mejor disposición está de llegar aquí y mejores momentos le esperan en el Paraíso.
Sin embargo las almas de aquellos que hacen el mal a otros, de aquellos que se muestran mezquinos o de los que no tienen el aprecio de otras personas se debaten en los confines del Infierno, sienten dolor contínuo y pena y amargura.
El dolor, las lágrimas que derraman tu familia y amigos, el recuerdo que de su padre tendrá tu hijo, el amor nunca demostrado hacia tu persona es tu moneda de cambio para la eternidad, tu salvaguarda en el Paraíso, de tal forma que sus muestras de amor se convierten en felicidad postrera”.
Poco a poco entendió y no le costó mucho adaptarse a la nueva situación. Una última mirada a lo que fuera su vida en la Tierra aún le produjo una ligerísima punzada de dolor, de la que se recuperó inmediatamente y después fue FELIZ, por siempre, para siempre.