Día 6: Varanasi
Hoy ha sido un día para la inmersión espiritual. La mañana ha amanecido suave sobre las callejuelas de Varanasi, lo que nos ha invitado a pasear antes de que la ciudad despierte.
La primera parada ha sido en el Templo de Durga. Su imponente estructura carmesí, bañada por siglos de historia, es un espectáculo en sí misma. Los fieles lo conocen como el Templo del Mono (Monkey Temple), debido a la familia de monos traviesos que merodean sus patios y tejados, aceptando ofrendas de fruta. Su arquitectura, de estilo Nagara, impresiona por sus numerosas agujas y la intensidad de su color bermellón. Dedicado a la diosa Durga, el templo es un importante centro de culto para los hindúes. Se encuentra cerca de los ghats, latiendo con la energía mística de la ciudad santa.
Salimos emocionados para adentrarnos en el corazón de la ciudad buscando el Templo de Annapurna. Si el Templo Rojo es pasión, este ha sido una explosión de fe y color. Annapurna, la diosa del sustento, está rodeada de una arquitectura que parece pintada a mano. Es un santuario de paz en medio del caos, un lugar donde el oro de sus ídolos solo se ve opacado por la sinceridad de los cánticos de las mujeres.
Una constante entre ambos templos ha sido la devoción de las flores. El aire estaba saturado de incienso y del aroma dulce de los mala (guirnaldas) de caléndulas y rosas. Los fieles las llevaban como un humilde tributo, creando un llamativo tapiz naranja y amarillo a los pies de las deidades.
Dejamos atrás los santuarios para sumergirme en el pulso diario de Varanasi y el camino nos conduce a los mercados encajados en callejones imposibles El paseo por sus estrechas callejas ha sido una experiencia fascinante: saris de seda brillante, especias aromáticas, comida callejera, tienditas de todo tipo de ofrendas, deidades en bronce y el incesante claxon de los rickshaws.
Observar a la gente es un acto de meditación en movimiento. Familias comprando, vendedores pregonando, sadhus caminando con paso firme; personas olvidadas del mundo… cada rostro nos va contado una historia de vida diferente... no todas amables, también hay dolor y soledad.
Varanasi no se visita, se vive. Es un torbellino rojo, dorado y fragante que te envuelve el alma y no te suelta.
Mañana seguiremos allí.
Ahora a descansar.
