D
Dr._Infierno
Invitado
Cada vez que me monto de paquete, quedo sorprendido del “baile” de mi cuerpo: un brusco y continuo vaivén, delante-atrás, a cada cambio de marcha, ya sea para subir como para reducir, cada frenada, cada aceleración… Es difícil no darle un golpe a la cabeza del piloto con mi casco, aunque pongo en práctica todo lo que aconsejo, para el paquete, en mi manual… Joder, si la última vez, hasta tuve agujetas en los lomos… ¡Pero que mérito tienen nuestras acompañantes! ¡Y encima están felices!
Y es que, si el piloto no tiene sensibilidad para perseguir la belleza en la armonía del movimiento, no hay consejo que valga para el paquete.
Y luego leo las quejas en los foros: Que si se me cansan los brazos, que si se me cargan las muñecas, que si se me duermen las manos… ¡Pero como no se van a resentir con esas brusquedades, que obligan a agarrarse al manillar como garrapatas!
Y es que saber utilizar el embrague es un arte. Porque en él reside el secreto, si se persigue la armonía.
El juego se encuentra entre la fuerza de aceleración-desaceleración de la moto y la inercia de nuestra masa corporal. Hay que acoplarlas en un “continuum” armónico, que suavice las transiciones.
El problema no surge solo al frenar. Nuestras máquinas tienen mucho par y en las primeras marchas se hace notar mucho. Basta quitar gas con brusquedad, para que nos catapulte el cuerpo hacia delante. Si queremos evitarlo, hay que desenroscar puño de forma muy lenta y progresiva. Si hay más urgencia, hay que aplicar embrague y utilizar los frenos para que la reducción sea homogénea.
En la aceleración sucede igual. Al cambiar a una marcha corta y acelerar, la “zona de fricción” del embrague suaviza la transición en la dinámica del movimiento.
En los cambios de marcha, se suele hacer las dos cosas: quitar gas con brusquedad y acelerar después con poca sensibilidad para manejar la “zona de fricción” del embrague.
En marchas largas, se puede reducir sin utilizar la “zona de fricción” del embrague. El motor subirá mucho de vueltas al soltar, de manera rápida, la maneta, pero será poco drástico en su retención, aunque hay que ayudarlo casi siempre con algo de frenos. Sin embargo al reducir a las tres primeras marchas, la primera maniobra de quitar gas hará que el motor caiga mucho de vueltas, por lo que la retención será salvaje. Aquí es cuando, la “zona de fricción” del embrague, alcanza su plenitud funcional, suavizando la retención conforme el motor sube de vueltas. La utilización simultánea de los frenos, es casi siempre necesaria.
Si se persigue la belleza en el movimiento, al final se logra una conducción armónica. ¡Nuestras mujeres nos lo agradecerán! ¡Y nuestros brazos, muñecas y manos!

Y es que, si el piloto no tiene sensibilidad para perseguir la belleza en la armonía del movimiento, no hay consejo que valga para el paquete.
Y luego leo las quejas en los foros: Que si se me cansan los brazos, que si se me cargan las muñecas, que si se me duermen las manos… ¡Pero como no se van a resentir con esas brusquedades, que obligan a agarrarse al manillar como garrapatas!
Y es que saber utilizar el embrague es un arte. Porque en él reside el secreto, si se persigue la armonía.
El juego se encuentra entre la fuerza de aceleración-desaceleración de la moto y la inercia de nuestra masa corporal. Hay que acoplarlas en un “continuum” armónico, que suavice las transiciones.
El problema no surge solo al frenar. Nuestras máquinas tienen mucho par y en las primeras marchas se hace notar mucho. Basta quitar gas con brusquedad, para que nos catapulte el cuerpo hacia delante. Si queremos evitarlo, hay que desenroscar puño de forma muy lenta y progresiva. Si hay más urgencia, hay que aplicar embrague y utilizar los frenos para que la reducción sea homogénea.
En la aceleración sucede igual. Al cambiar a una marcha corta y acelerar, la “zona de fricción” del embrague suaviza la transición en la dinámica del movimiento.
En los cambios de marcha, se suele hacer las dos cosas: quitar gas con brusquedad y acelerar después con poca sensibilidad para manejar la “zona de fricción” del embrague.
En marchas largas, se puede reducir sin utilizar la “zona de fricción” del embrague. El motor subirá mucho de vueltas al soltar, de manera rápida, la maneta, pero será poco drástico en su retención, aunque hay que ayudarlo casi siempre con algo de frenos. Sin embargo al reducir a las tres primeras marchas, la primera maniobra de quitar gas hará que el motor caiga mucho de vueltas, por lo que la retención será salvaje. Aquí es cuando, la “zona de fricción” del embrague, alcanza su plenitud funcional, suavizando la retención conforme el motor sube de vueltas. La utilización simultánea de los frenos, es casi siempre necesaria.
Si se persigue la belleza en el movimiento, al final se logra una conducción armónica. ¡Nuestras mujeres nos lo agradecerán! ¡Y nuestros brazos, muñecas y manos!
