Pues sí. Llega el calor y vuelve la bebida estival del tinto de verano.
Y Madrid se llena de coches con conductores estivales que son como el tinto de verano: agua de litines con vino de tetrabrick espesado con unos hielos: ligeros y sin sustancia.
El jubilado que todo el invierno baja a pasar un plumero y a poner media hora en marcha el coche para que no se descargue la bateria y sin moverlo de la plaza. El el conductor novel que deja caer la L para tener una disculpa por si le paran. Los despistados de Madrid que no lo conocen, los que se comen el volante o los que miran por debajo de el porque les tapa la vista y el coche les queda muy grande. Todos aquellos que cuando han desaparecido los autobuses escolares, quedan pocos representantes bragados en discusiones con los agentes de movilidad y estan mas relajados los repartidores curtidos en mil zonas azules, se atreven a sacar el coche por la inospita urbe.
Y ves colas sin sentidos, pitidos por nada, maniobras absurdas, volantazos, retrovisores que apuntan al cielo o a los infiernos del asfalto, intermitencias a izquierdas seguidas de giros a derechas, frenazos sin tener por qué y alguien dando marcha atras en todos los cruces y glorietas.
Y los motoristas andamos desvalidos entre ellos. Aqui no vale tecnica alguna, y tenemos que ir con mucho cuidado y esperar llegar sanos y salvos al destino.
Compañeros, cuidado, mucho cuidado, porque no hay conductor de coche mas peligroso que el que no sabe que hacer: es impredecible y su agobio es tal que ahora, mas que nunca, es cuando somos invisibles.
Y Madrid se llena de coches con conductores estivales que son como el tinto de verano: agua de litines con vino de tetrabrick espesado con unos hielos: ligeros y sin sustancia.
El jubilado que todo el invierno baja a pasar un plumero y a poner media hora en marcha el coche para que no se descargue la bateria y sin moverlo de la plaza. El el conductor novel que deja caer la L para tener una disculpa por si le paran. Los despistados de Madrid que no lo conocen, los que se comen el volante o los que miran por debajo de el porque les tapa la vista y el coche les queda muy grande. Todos aquellos que cuando han desaparecido los autobuses escolares, quedan pocos representantes bragados en discusiones con los agentes de movilidad y estan mas relajados los repartidores curtidos en mil zonas azules, se atreven a sacar el coche por la inospita urbe.
Y ves colas sin sentidos, pitidos por nada, maniobras absurdas, volantazos, retrovisores que apuntan al cielo o a los infiernos del asfalto, intermitencias a izquierdas seguidas de giros a derechas, frenazos sin tener por qué y alguien dando marcha atras en todos los cruces y glorietas.
Y los motoristas andamos desvalidos entre ellos. Aqui no vale tecnica alguna, y tenemos que ir con mucho cuidado y esperar llegar sanos y salvos al destino.
Compañeros, cuidado, mucho cuidado, porque no hay conductor de coche mas peligroso que el que no sabe que hacer: es impredecible y su agobio es tal que ahora, mas que nunca, es cuando somos invisibles.