Era principios de algún verano de mediados de los 70. El autobús salía de los Campos Elíseos y en torno a él se arremolinaban un montón de españoles, emocionados y temblorosos. Mientras uno de los conductores subido al techo del autobús se centraba en organizar todo el maremagnum de cajas de cartón y bultos diversos. Los afortunados subían al vehículo con el pensamiento puesto en volver a sentir su tierra y su gente querida, que en el mejor de los casos hacía 3 o 4 años que no veían. Realmente aquello no eran vacaciones, aquello suponía volver a respirar, era volver al origen para tomar con ahínco bocanadas de España que proporcionarían la fuerza necesaria para volver al trabajo y al destierro forzado una vez pasado el verano. Aquellos viajes eran pesados, porque ni las carreteras, ni los autobuses de entonces eran los de ahora. El viaje duraba aproximadamente unas 36 horas hasta Valencia. Día y medio de convivencia en la que se compartían opiniones, consejos, penas, alegrías, direcciones, y hasta la comida. Aquello, desde los ojos de un niño, era divertido. Al llegar a la Junquera, la guardia civil controlaba el autobús, abría el maletero y subía un número a recorrer el pasillo central buscando alguna expresión furtiva o no se sabe qué. Pero aquellos trabajadores lo único que llevaban era hambre de España. Luego se reanudaba la marcha, con otros aires ya. ¡Y entonces sí ¡ Entonces, el conductor pulsaba el botoncito del radiocasete y el señor Manolo Escobar nos daba la bienvenida al son de “ … y viva España …” , y desde mis ojos de niño, no entendía porqué de repente se producía ese silencio repentino en el autobús, nadie podía hablar, ni porqué surgían aquellas expresiones raras en las caras, ni porqué los viajeros se refugiaban en el anonimato de las ventanas para soltar algunas lágrimas. Ahora sí lo entiendo y por ello me apetece hacer este pequeño homenaje entre los muchos que recibirá el señor Manolo, simplemente por haber sabido refugiar en una simple canción los sentimientos de aquellos miles de españoles que echaban de menos su tierra.