Marruecos Febrero 2011

galpe

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Queridos Amigos, hace unos días hemos llegado de Marruecos, me gustaría compartir con todos este viaje o mejor dicho esta aventura. Espero que os guste, primero la crónica desde dos puntos de vista y luego las fotos y los vídeos.

MARRUECOS FEBRERO 2011​

Anoche dormimos mal, según se mire. Tuvimos un sueño increíble, aunque en un principio, pueda parecer más bien una pesadilla. 
Como cualquier otro sueño, este no tenía ni pies ni cabeza. Estábamos atrapados en un sitio lejos de casa, en el Norte de África. Era una noche gélida con un increíble cielo estrellado. Estábamos exhaustos, después de dos largos días de viaje, y algo perdidos en una escarpada zona muy próxima a montañas que llegan hasta los 4.000 mts. Esa zona en las faldas de la cordillera del Atlas está muy poco transitada en invierno debido a la nieve. Y este invierno menos aún, debido a los recientes conflictos políticos que acababan de desencadenar en revueltas callejeras por todo el país. Pero el caso es que nos encontrábamos en el lecho de un río, en plena noche y más de 2.000 metros de altitud. Las fuerzas andaban escasas, así como el agua potable que transportábamos.
Habíamos estudiado varias posibilidades para la ruta de ese día. El primer intento fué eso, solo un ataque frustrado a la cumbre siguiendo la pista de tierra que teníamos planeado recorrer con nuestras motos. Esa misma mañana habíamos tenido que abandonar ese primer camino de piedras sueltas, ya que al no estar en los mapas, no teníamos nada claro su destino final.  Solo contábamos con la, a veces, poco fiable información de algunos lugareños. Los bereberes basan la accesibilidad de un determinado sitio en su capacidad para atravesarla caminado o a lomos de un burro. Y tienen la creencia de que por donde pasa un burro, puede pasar una motocicleta de 300 kg cargada hasta los topes. Después de rodar varios kilómetros por una pista realmente complicada, decidimos abandonar, ya que el terreno era cada vez más escarpado y las piedras sueltas cada vez más grandes. Los bereberes no tienen una percepción occidental de las distancias. Para ellos, casi todo allí está a “un kilómetro” y luego resulta que son 11 ò 22 km de pista infernal. Esos caminos son en realidad el lecho de un río seco o los senderos labrados por los rebaños del ganado transhumante del Gran Atlas.
Si a eso sumamos que una de las motos iba “tocada” con la rotura del retén del amortiguador delantero y una llanta reparada según técnicas un tanto ancestrales en una herrería de un pequeño pueblo del camino, cualquiera podría adivinar que habría que sopesar muy bien nuestras opciones.
Rodar en sitios remotos donde la naturaleza juega a su antojo con montañas, ríos y valles, hace que cada posible camino hasta el destino elegido, pueda llegar a convertirse en una trampa sin salida.  Y la cosa es, que no era la primera vez que lo hacíamos, pero por alguna misteriosa razón, decidimos que habría otro camino.
Y efectivamente, siempre hay otro camino. Pero no siempre es el mejor. En este caso, fué precisamente el peor de todos los posibles. Entusiasmados con la idea de haber encontrado una posible pista de tierra que iba en la buena dirección, concluimos que esa era nuestra mejor oportunidad. El barro, los profundos charcos y la nieve aparecieron pronto y nos dejaron poco tiempo para disfrutar de ese mágico paisaje.  En ese momento uno se acuerda de aquel viejo dicho sobre las complicaciones que pueden surgir en cualquier cirugía. En el grupo siempre tenemos presente aquellas palabras que un viejo cirujano repetía con solemne parsimonia hace ya muchos años: “cuando veas una cucaracha, asume inmediatamente que no estará sola”.  Y que gran verdad. Pronto, otra de las motos comenzó a echar bastante humo tras haber sido sometido su embrague a un trabajo excesivo. Y la siguiente cucaracha no tardó en llegar. La rueda delantera de las tres motos comenzaron a bloquearse, embotadas por la densa mezcla de barro, nieve y piedras. Eso significó el principio de una auténtica coreografía de caídas y atascos en el fango.
                                                                                  
Para animar la fiesta, de pronto aparece un lobo suelto merodeando cerca de nuestro camino. Por suerte, no era más que un precioso lobo “domesticado” que acompañaba a dos jóvenes pastores de montaña. Aquellos dos muchachos, no solo nos informaron sobre un posible refugio para pasar la noche, sino que también nos ayudaron a tirar de las motos en las zonas más complicadas. Pero llegó un momento, en el que ni con la ayuda de los pastores bereberes, era seguro continuar. La noche llegó y moverse entre un montón de piedras del lecho de un río con la moto cargada, dejó de ser una experiencia estimulante para pasar a ser una auténtica pesadilla, especialmente después de más de 10 horas de moto en una pelea de antemano perdida con la montaña, mientras rodábamos de pie en precario equilibrio sobre nuestras cada vez más abolladas máquinas.
Y por fin, el pequeño milagro tuvo lugar. Allí estaba, en mitad de la oscuridad más absoluta, como si estuviera contestando al haz de luz de nuestras cansadas motos. Era la pequeña luz de una linterna de una jóven bereber, que enseguida nos cogió literalmente de la mano para guiarnos hasta lo que parecía ser una pequeña y primitiva casa de adobe, junto a un rebaño de cabras. En ese momento y durante unos segundos, pensamos que las cabras nos miraban con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Suponemos que las cabras no pueden expresarse así, pero el agotamiento nos hizo ver cabras riéndose de nosotros y de nuestra rocambolesca situación. Y ya era lo que nos faltaba. 
Aquí es donde comenzamos a apreciar la tremenda diferencia entre el concepto occidental de hogar y la idea de hogar de alguien que, por una extraña mezcla de tradición y necesidad, es nómada y no tiene apenas nada material. Tras un par de minutos  de duda e incertidumbre, nos venció el agotamiento y la imperiosa necesidad de parar a pernoctar. Y entonces ocurrió la magia. Aquella familia perdida en mitad de un sitio verdaderamente inhóspito nos ofreció lo que tenían. Compartieron sus gruesas mantas de lana de oveja, su delicioso tajín y su pequeña pero tremendamente eficaz estufa de leña. Dicha estufa, era el centro neurálgico de la actividad de esa diminuta casa de adobe y piedra, que parecía estar desprovista de la más mínima señal de lujo y confort. Sin electricidad ni agua potable, sus básicas pertenencias quedaban tenuemente iluminadas por una única luz de gas portátil y la reconfortante luz de la estufa-cocina de leña. Esa luz hacia del tosco refugio de barro, un palacio cálido y protector.
Lo curioso es que en esa peculiar cena, ninguno entendíamos que nos trataban de decir, lo cual hace que nos esforzárabamos en hablar más alto y vocalizando mejor, como si de esa manera se pudiera solucionar cualquier barrera lingüística. Pero llegamos a un punto en el que las palabras sobraban. Llegó el silencio que en Occidente tanto incomoda, pero que aquí parece lo más natural del mundo. Poco a poco las miradas, las sonrisas y los gestos, dieron paso a una verdadera conversación sin palabras.
La agradable cena con tajín y pan bereber hecho en casa, transcurrió entre varias consultas médicas que nos hizo sacar nuestros bien surtidos botiquines. El resultado fue un vendaje funcional en un esquince de tobillo, un tratamiento para una precaria muela y un eczema. A la verdadera protagonista de aquella inolvidable familia, la dulce y pequeña Jalima, le dimos unas bolsas de caramelos y una bengala de líquido luminescente que hizo que se quedara con la boca abierta unos minutos, hasta que se quedó placidamente dormida en el suelo sobre una manta hecha a mano por las duras manos de su madre.
Todo esto creó una extraña, falsa e hipócrita sensación de haber hecho algo bueno, cuando en realidad no habíamos hecho absolutamente nada más que despojarnos de algo que probablemente nos sobraba. Es más, nos quedó un cierto sabor agridulce.  Nuestro equipo moderno y ultracompacto para viajes en sitios remotos , superaba con creces las pertenencias que una familia bereber nómada tendrá en todo su vida. Suena estúpido regalar caramelos y una bengala a alguien que no tiene un abrigo que ponerse en las largas y frías noches de invierno en aquella remota casa hecha sobre la inverosímil premisa de la provisionalidad. Nos preguntábamos ingenuamente, por qué su casa estaba hecha de forma tan tosca y primitiva. Cuando en realidad, viven sin saber si mañana el río bajará lleno de agua y se llevará sus pocas pertenencias. Esa idea de temporalidad, hace que parezca absurdo e irreal pretender hacer planes a medio plazo. Los tres sentimos una profunda vergüenza por criticar frívolamente su teórica falta de ideas sobre los aspectos logísticos de su casa. Cuando en realidad es como vivir en una autocaravana de barro anclada en el suelo de una tierra que cambia y se transforma en menos de veinticuatro horas, como una bestia salvaje a la que nadie osa domesticar.
Resulta paradójico, y al vez frustrante, pensar que para unos es toda una proeza dormir dentro de un establo para cabras con unos aliviaderos en la pared y marcas de agua que indican que las riadas son algo frecuente en esa zona, cuando para otros es un verdadero lujo dormir en tales circunstancias. El equipo de Occidente, con sus potentes máquinas armadas hasta las cejas para poder afrontar casi todos los problemas posibles, contra el equipo Bereber, armado con un turbante, un puñado de leña y algunas cabras. Y os podemos asegurar que nos ganaron por goleada. Otra lección más que da alguien que vive con lo puesto, a alguien que llega con la arrogante idea de que viajar “con lo puesto” es toda una aventura, cuando en realidad, para nosotros era algo circunstancial y transitorio.
Para nosotros, la idea es transportar todo el equipo “necesario” para salir de cualquier atolladero. Para ellos, la idea es aprender y enseñar a su prole a vivir con lo mínimo, a no necesitar nada superfluo. Ellos no luchan contra las inclemencias del tiempo y los caprichos de la naturaleza; las aceptan sin protestar, se adaptan y viven en milagrosa armonía con ella.
Sin duda, aprendimos mucho en este viaje, pero los tres quedamos impactados por alguien que enseña tanto con tan poco. Nosotros con un Ipad de última generación en la bolsa estanca de la moto. Ellos te enseñan con orgullo su única foto. Y esta es, la del carnet de identificación del gobierno marroquí. La única foto que tienen y encima no entienden el texto que la rodea, porque no saben leer ni escribir.
Pero estos tres aturdidos occidentales tendrían que enfrentare a una situación realmente incómoda. La cuestión era como salir de aquella inaccesible zona. Hacia atrás se nos antojaba poco estimulante, ya que suponía rememorar el pequeño infierno del día anterior, pero con mucha menos gasolina y con poco más de medio litro de agua potable para los tres. La alternativa de seguir el río atravesando la profunda garganta rocosa era una opción, pero suponía una trampa aún peor. La única pista de tierra que era distinta a la que habíamos utilizado para llegar allí, era indudablemente el final del camino de cabras que habíamos tenido que abandonar el día anterior por la dificultad técnica  que suponía y las limitaciones impuestas por nuestras averías.
Después de algunos momentos de tensión y silencios aderezados por algún que otro paseo exploratorio para valorar sobre el terreno nuestras cada vez más escasas posibilidades de salir de aquella zona sin apoyo externo, decidimos que la única opción razonable era intentar volver por donde habíamos venido. Quizá no fuera la ruta más corta, pero al menos sabíamos a lo que nos enfrentábamos, y en caso de quedarnos sin agua, sabíamos que en aquella zona había nieve, con lo que siempre podríamos recurrir al viejo recurso de hervir nieve para beber agua.
Aquí es donde la admirable tenacidad, paciencia y resistencia de mis compañeros brilló en todo su esplendor. Si no hubiera sido por la tremenda labor de equipo, todavía estaríamos allí. Lo más importante de este viaje no fueron las motos, sino la más absoluta determinación para que las motos siguieran funcionando y rodando después de cada caída. Sin la actuación, exenta de todo ego, de mis compañeros no podríamos haber llegado tan lejos. Es curioso el efecto que causa tener a alguien así a tu lado en situaciones semejantes. Es cierto, que una persona en su sano juicio no se metería solo en semejante lío, simplemente porque el hecho de tener una caída, puede suponer un desenlace algo más que preocupante. Sin cobertura de teléfono y con difícil acceso para vehículos motorizados de rescate, la cosa se puede poner realmente fea.
Por mucho que se prepare y ajuste la lista del equipo necesario, no se pueden cubrir todas las posibles eventualidades. Eso es parte del pacto no escrito con estas tierras. Hay que adaptarse continuamente a las situaciones del terreno y de la climatología. Pretender lo contrario, sería un suicidio programado.
Viajar en moto en condiciones adversas recorriendo  el llamado “Marruecos profundo” es algo especial y mágico. La impotencia, la frustración y el cansancio se mezclan en un extraño coctel con las situaciones imprevistas, para eliminar de un plumazo la careta que todos llevamos puesta. Nos deja expuestos, tal y como somos en realidad, aflorando lo mejor y lo peor de uno mismo. En nuestra ordenada vida cotidiana, tenemos muy pocas oportunidades para que esto ocurra. Eso hace aún más atractivo este tipo de viajes. Y la gran paradoja, es que uno piensa que esto es aventura, cuando la verdadera aventura, la viven día a día lo pobladores de esas maravillosas e inaccesibles tierras.
Son las 07:00h. Acaba de sonar  la aburrida alarma de nuestros despertadores. Estamos molidos. Toda la noche soñando  viajes imposibles.  Café, ducha y al trabajo en  moto. Pero que raro… las ruedas  están llenas de barro. Algo muy extraño ha ocurrido. Ninguno de los tres vimos ningún charco ayer, en nuestro rutinario trayecto al trabajo…
                                                                                                                              By Caballo Loco
 
CRONICA

Cuando se despertaron el jueves pasado no tenían la menor idea de la aventura que iban a vivir en los próximos días. Carlos, “Caballo loco”; Juan, “El liebre”; y Javier, “Mueble bar” habían planeado disfrutar de un viaje en moto por Marruecos durante el puente de finales de febrero. Su principal objetivo era recorrer la parte baja de la cordillera del Atlas, ya que la zona alta es totalmente intransitable en esta época del año. Cinco días. Eran cinco días. Cinco jornadas completas fuera de casa, lejos de sus familias, del estrés laboral y de cualquier preocupación, para rodar por carreteras magrebíes y deleitarse con los fantásticos paisajes que ofrece el país. Sin embargo, el “viaje de relax” se iba a convertir en pocas horas en una odisea que, para qué nos vamos a engañar, han disfrutado el doble.
A decir verdad, algo deberían haber sospechado Carlos y Javier cuando a las tres de la tarde, a la hora exacta que habían fijado para salir hacia Algeciras, Juan llama para decirles que su moto “experimenta algunos fallos”. Bien, bien, la cosa empieza bien. Bueno, no pasa nada de todas formas, puesto que pueden salir un poco más tarde. Y efectivamente lo hicieron, a las cinco en punto (hora a la que debían coger el ferri de acuerdo al plan inicial) colocaron una pierna a cada lado de sus fieles compañeras de viaje (las motos, por supuesto) y comenzaron el periplo de sus vidas. El próximo relato es la HISTORIA DE UNA AVENTURA.
Llegar a Marruecos fue como reencontrarse con un viejo amigo. Habían estado en el país hacía apenas unos meses y ahí seguía esperándolos: paciente, con mirada cálida y sin ningún reproche. Todo estaba donde lo habían dejado. Muy obediente este su amigo Marruecos.
La primera noche la pasaron en un albergue vacío de Ketama. El frío lo envuelve todo, se instala en los huesos, parece que ha decidido acompañarlos durante la expedición. Tan amigo se hace del grupo, que a la mañana siguiente se encuentran las motos completamente heladas. Parece que las bajas temperaturas no quieran despegarse del equipo y que hayan encontrado la solución perfecta a sus propósitos haciéndose sólidas, cuajándose, como si quisieran pasar inadvertidas cual polizones de un transatlántico.
Después de conseguir desprender las finas placas de rocío helado de sus compañeras metálicas, los tres malagueños iniciaron el segundo día de viaje rumbo a Azrou. Será una jornada bastante movidita puesto que la moto de “El liebre” comienza a tener problemas de nuevo. Durante el trayecto se rompe uno de los retenes, lo que provoca que la llanta delantera se abolle. Tienen que buscar un herrero en el pueblo más cercano que, después de algunos toques de martillo consigue, como por arte de magia, dejarla en perfecto estado. ¡Qué maestro del reciclaje! Solo necesita de una maza y una madeja de nilón para hacer de cualquier chatarra un objeto en condiciones excepcionales. Un auténtico artesano tan difícil de encontrar en las grandes urbes del mundo occidental.
Poco a poco nos vamos acercando al tercer día de ruta…el día que comienza la verdadera aventura del viaje.
El sábado, viendo las condiciones en las que se encontraba la moto de Juan, que evidentemente no podía seguir el ritmo que habíamos fijado en Málaga (a pesar de haber sido arreglada temporalmente), decidieron visitar el Circo de Jaffar y pasar allí la noche en una de las jaimas preparadas para los turistas. Se enfrentan con dos opciones para afrontar el recorrido: la más transitada y la que no lo es. A estas alturas del relato supongo que ya habréis deducido cuál cogen nuestros moteros: la “más chunga”. A lo largo de un solo día podemos llegar a tomar muchas decisiones. Unas, tendrán consecuencias a corto plazo; los resultados de otras, los notaremos en un período más largo. La mayoría son decisiones involuntarias de las que apenas nos damos cuenta. Pero todas ellas conforman la experiencia que vamos adquiriendo.
En este caso, los efectos de aquella determinación aparecieron a los pocos minutos de haberla considerado; y les han dado mucha, pero que mucha experiencia. Quizás demasiada.
El sendero elegido está cubierto de barro y nieve, la mezcla perfecta para unas motos que no cuentan con cubiertas de tacos. Como es evidente, a los pocos minutos de avanzar por allí estos aventureros quedan retenidos en una trampa natural. Deciden, aún así, continuar con el camino, muy influidos sobre todo por unos pequeños pastores que aparecen de la nada cuando menos lo esperan. Los jóvenes les dicen que la pista se encuentra a sólo un kilómetro del punto en el que se encuentran. Con esta frase los guiarán durante unas horas, haciendo que parezcan unos sabuesos en busca de un rastro, totalmente cegados, pues piensan únicamente en llegar a su destino, a pesar de que las condiciones se vuelven más hostiles a cada paso que dan. De repente, se enfrentan con el final de un camino que desemboca en una empinada cuesta abajo, un inconveniente totalmente inesperado que hace que tengan que detenerse a pensar detenidamente cómo van a afrontar el reto. Es el momento de hacer frente a la situación real en la que se encuentran: están perdidos en mitad de la nada, con unas motos que no pueden avanzar, sin agua y acompañados de unos adolescentes que no entienden su idioma y les dan falsas esperanzas. En este instante no hay tiempo para las lamentaciones. No sienten miedo, lo único que piensan es que las motos no saldrán de allí. Haber tenido miedo habría significado el fracaso inmediato. El pánico te paraliza, aturde la mente, mezcla los pensamientos, crispa los nervios y te arrastra a una batalla entre el “yo” que quiere salir adelante y el “yo” que espera que la solución surja por sí sola. Con miedo esa batalla se pierde siempre. Por ello, se mantuvieron serenos y meditaron detenidamente la forma de bajar la pendiente. Con ayuda de sus nuevos amigos bajaron uno a uno montado en su moto mientras que el resto del equipo se mantenía a ambos costados del vehículo. Una vez que superan el desafío se dirigen a un universo nuevo. Los jóvenes que los han acompañado durante el trayecto se han convertido, inesperadamente, en pastores de un rebaño humano. Los conducen como si fueran unos chiquillos, casi de la mano, a su realidad cotidiana. Van a descubrir una dimensión desconocida tanto para ellos como para nosotros, de la que únicamente tenemos constancia a través de documentales y reportajes: llegan al asentamiento de una tribu bereber.
Y de repente el tiempo se para. Y gira. Y se vuelve a parar. No saben siquiera cómo ha sucedido, pero no pueden negar lo evidente. La máquina de Wells los ha trasladado a una época anterior a la Edad Media en la que el hombre carece de las preocupaciones que agobian a la sociedad occidental. Es el ser humano en estado puro. Aún no ha sido corrompido por el dinero, el poder o el sexo y dedica sus días al disfrute de la naturaleza, a la vida contemplativa. Vive para respirar, para observar, para amar, para cuidar del rebaño. Vive para vivir.
Se produce entonces un choque de culturas. No se entienden, no conocen nada, absolutamente nada, los unos de los otros, ni pueden incluso comunicarse con palabras, pero ellos saben que nuestros viajeros necesitan ayuda y sin dudarlo, se la ofrecen. Se la regalan. No esperan nada a cambio.
Media hora después ésta es la estampa: ocho individuos sentados alrededor de una hoguera cara a cara, contemplándose, sonriéndose, midiéndose en silencio. ¿Qué se dice a alguien que te abre las puertas de su hogar desinteresadamente cuando no se sabe cómo hacerlo? En este ambiente no son necesarias las palabras, con un gesto se expresa más que con diez frases seguidas. De repente uno de “los nuestros”, que es médico, se da cuenta de que una de las hijas de su salvador cojea y en seguida le preguntan (de la mejor forma que pueden) qué le ha sucedido y si es posible reconocer el tobillo más de cerca. ¡Qué suerte contar con un traumatólogo en el equipo! (tomad nota por si se os ocurre hacer un viaje de estas características en el futuro: MÉDICO, MIEMBRO ESENCIAL, SI ES “DE LOS HUESOS” MEJOR). La pequeña tiene un esguince. Carlos se ocupa de inmediato del problema, le venda el pie y les explica que se tiene que tomar un antiinflamatorio cada día las tres próximas jornadas. Este pequeño gesto por parte de “Caballo loco” provoca un giro inesperado en la situación: el salvador quiere ahora ser salvado también y, creyéndose que Carlos es un “manitas” del cuerpo humano, abre la boca para enseñarles la dolencia que padece. En poco tiempo ha surgido una simbiosis perfecta, se necesitamos mutuamente.
Tras pasar la noche con su nueva familia, comienza a despuntar el cuarto día del viaje. Disponen realizar una pequeña expedición sin motos para reconocer el terreno que les rodea y averiguar cuántos kilómetros los separan del Circo de Jafar. Es entonces cuando, después de unos cuatro mil metros a pie, se dan cuenta de que están más lejos de lo que podían imaginar. Ante esto, comienzan el recorrido de vuelta a la casa de sus salvadores, en donde además, habían dejado sus vehículos. La mejor solución será deshacer el camino que los llevó hasta ellos. Aunque será un viaje de vuelta bastante duro, esta vez están preparados, puesto que han descansado durante la noche, ya no llevan sobre los hombros el peso de la fatiga acumulada el día anterior.
Tras la despedida pues, inician el periplo. La máquina del tiempo vuelve a ponerse en marcha para enviarlos de nuevo a la época a la que pertenecen. Regresan al camino que tanto les costó superar la vez anterior. Nuestros pequeños pastores los acompañan y ayudan a subir la empinada rampa. Ya todo comenzará a ser más fácil a partir de ahora. Las fuerzas vuelven a sus cuerpos y después de unas cuantas horas se encuentran en el inicio del sendero que decidieron tomar apenas 24 horas antes y que tantas sorpresas les ha deparado.
Desde aquí partirán a Meknes, y así hasta llegar Tánger y a Algeciras. De nuevo en casa. De nuevo a la rutina. Sin embargo, han vuelto cambiados. Esta aventura les ha abierto la mente, sus horizontes abarcan más terreno que hace una semana. Ha sido una experiencia única, sobre todo de convivencia. Los lazos que nos les unen se ha reforzado y les han atado además a una familia que nunca podrán olvidar. Tampoco quieren hacerlo. Les ha demostrado que el ser humano es generoso, a pesar de que sea difícil apreciarlo en el mundo materialista en que vivimos. Se puede ofrecer todo sin esperar nada a cambio. Se puede querer sin conocer, pues amar no es besar, abrazar o llorar una pérdida. Amar es tender una mano al que lo necesita. Amar es compartir. Amar es lo que han vivido. Los bereberes aman, y nuestros moteros malagueños aman a los bereberes.


Lidia Revello de Toro Pérez-Ximénez
 
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A quien se le ocurrio meterse por ahi con esas ruedas???

:eek:
 
52767370190 dijo:
A quien se le ocurrio meterse por ahi con esas ruedas???

:eek:


La verdad es que nuestra intención inicial no era entrar en esta pista, pero nos comentaron "los locales" que la pista estaba muy bien y nos calentamos. Al final una gran experiencia humana bestial.
 
60666B7762070 dijo:
[quote author=52767370190 link=1300294131/8#8 date=1300308560]A quien se le ocurrio meterse por ahi con esas ruedas???

:eek:


La verdad es que nuestra intención inicial no era entrar en esta pista, pero nos comentaron "los locales" que la pista estaba muy bien y nos calentamos. Al final una gran experiencia humana bestial.

[/quote]


Hola Koji:
La ruta inicial hasta el Valle de Arnegui tuvo que ser abandonada, al encontrarnos con un retén roto y el consecuente llantazo. Se decidió cambiar de planes y darnos un "paseo" por detrás del Circo del Jaffar. El error fúe querer seguir una pista que parcía "benigna" con la información de varias fuentes locales. En este tipo de pistas, usamos tacos. Pero esto fué un imprevisto por confiar en una información errónea sobre el estado de la zona. Está claro, que empezamos a echar de menos los tacos en el kilómetro 2. Pero en este tipo de viajes, con cambios de planes contínuos, no es tan dificil caer en este tipo de trampas ja,ja,ja
;)
 
CONLUSION

A Marruecos siempre con ruedas de tacos por si acaso.





0A21232B2C2F2E242F2E400 dijo:
[quote author=60666B7762070 link=1300294131/10#10 date=1300310127][quote author=52767370190 link=1300294131/8#8 date=1300308560]A quien se le ocurrio meterse por ahi con esas ruedas???

:eek:


La verdad es que nuestra intención inicial no era entrar en esta pista, pero nos comentaron "los locales" que la pista estaba muy bien y nos calentamos. Al final una gran experiencia humana bestial.

[/quote]


Hola Koji:
La ruta inicial hasta el Valle de Arnegui tuvo que ser abandonada, al encontrarnos con un retén roto y el consecuente llantazo. Se decidió cambiar de planes y darnos un "paseo" por detrás del Circo del Jaffar. El error fúe querer seguir una pista que parcía "benigna" con la información de varias fuentes locales. En este tipo de pistas, usamos tacos. Pero esto fué un imprevisto por confiar en una información errónea sobre el estado de la zona. Está claro, que empezamos a echar de menos los tacos en el kilómetro 2. Pero en este tipo de viajes, con cambios de planes contínuos, no es tan dificil caer en este tipo de trampas ja,ja,ja
;)[/quote]
 
Gran crónica ;), pero sobre todo unas fotos muy ilustrativas de lo que habéis pasado por esos lares, sin olvidar ese "Zoco" ;D...

Un saludo.
 
Queridos Amigos, el miércoles 25 de Abril salimos nuevamente para Marruecos. Nos vamos con intención de visitar a  nuestros "Amigos Bereberes". El plan de viaje no puede ser mejor, 5 días durmiendo en tienda de campaña en el Atlas y algo de desierto. Nuevamente emprendo esta aventura con mi Hermano Motero Caballo Loco o también conocido en este Foro como Jacklondon. Prometemos cronicas, fotos, videos etc, etc, etc.

Abrazos;

Javier
 
Yo espero estar por allí abajo ya el 25, si veis a un motero solitario en una F saludad ;D

Saludos
 
Por supuesto saludaremos a todos, planificando las ultimas rutas. Lunes montamos ruedas de tacos, revisión general un poquito de Semana Santa de Málaga y preparados para visitar nuevamente a nuestros amigos Bereberes.

Que ganas.

Ya contaremos.

Javier
 
Todo listo en tres días salimos para nuestro querido Marruecos.

Rafagassss
 
Ya de vuelta ahora preparando las crónicas, fotos y videos. Marruecos esta cambiando ya os contaremos.

Abrazos;
 
                                       

                                                      Operación Jalima 



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Todo comenzó en Febrero de este año, cuando rodábamos por el Atlas 3 amigos con ganas de pasarlo bien y disfrutar de la afición que compartimos que, más que afición, es devoción. Como los grandes aventureros, nos encontrábamos negociando una de las pistas del Circo Jaffar, disfrutando del estado de la misma y sorprendidos, ya que en esas fechas no era normal encontrarnos con la pista en tan buenas condiciones. Siendo conscientes que no teníamos las motos preparadas para el barro (ya que en principio no teníamos previsto adentrarnos por traileras ni pistas complicadas) habíamos extremado las precauciones y rodábamos a ritmo lento. Risas por aquí, paraditas por allá y un montón de fotos.  Comenzamos a ascender y a encarar la parte norte de la pista (a estas alturas ya daban las 3 de la tarde) y aquí comenzaron los sufrimientos. Barro, Nieve e Hielo era lo que comenzábamos a encontrarnos. Cada 150Mt. Caídas al quedar bloqueadas las ruedas delanteras ya que nuestras máquinas calzaban ruedas mixtas. Caídas más caídas, ritmo lentísimo y el reloj que no paraba.  El ánimo, si bien era excelente, el cansancio ya hacía mella. Reunión urgente del comité de Crisis (que por supuesto éramos los tres) y decidimos seguir avanzando para llegar al Circo Jaffar sin arriesgar y con la previsión de ser conscientes que esa noche la pasaríamos a 2.500Mt de altura en las tiendas de campaña y teniendo que derretir nieve, ya que solo contábamos a esas alturas de la jornada con un 1,5Lt de agua. Y como si se tratase de una película de domingo por la tarde, divisamos a lo lejos la aparición de dos pastores bereberes de unos 16 o 17 años que, con el típico saludo Marroquí, el más usado por esos lugares (ya sabéis “Hola Amigo”) se pusieron a nuestra disposición para ayudarnos a conseguir llegar a nuestro objetivo: el ansiado Circo Jaffar. Gracias a esos maravillosos hermanos bereberes conseguimos alcanzar nuestro propósito, ya entrada la noche, con frío, hambre, algo de miedo y, sobre todo, con un gran cansancio. Fuimos acogidos, por una familia que nos dio todo lo poco que tenían y principalmente, nos regalaron grandes sonrisas y grandes lecciones de humanidad. Compartimos su cena, un tallin de pollo que estaban cocinando. Compartimos su té, compartimos su casa. Nos prepararon unas alfombras donde pasamos la noche y pudimos descansar hasta el alba, sabedores que éramos unos auténticos afortunados ya que pocos podían estar viviendo esta experiencia y este curso acelerado de solidaridad y de hospitalidad de estas personas que solo tienen su propia vida y que te la entregan sin pedir nada a cambio. Al día siguiente salimos de allí escoltados por los bereberes que nuevamente nos ayudaron a sortear las trampas de la pista y, cuando por fin después de más de 6 horas en recorrer los 20Kn de la pistas tocamos lo “negro”, nos bajamos de nuestras “bestias metálicas”, besamos el suelo como tantas y tantas veces habíamos visto hacer a los papas e hicimos el firme JURAMENTO de volver, para agradecer a nuestros salvadores todo lo que habían hecho por nosotros. Aquello lo llamamos de común acuerdo “LA OPERACIÓN JALIMA”. Éste es el inicio de la historia que quiero compartir con mis hermanos del foro, con nuestros amigos y todas las personas de buen corazón que compartan o no la afición por la moto, porque esta historia va mas allá de nuestras máaquinas, que si bien juegan un papel fundamental, solo ha sido un medio para poder llegar y decir GRACIAS con todo el corazón.



                                              Miércoles 27 de abril 2011

6:45h. Puntuales en el punto Charlie previsto,  “Caballo Loco me recibes “ “Si” “Mueble Bar” y La Periodista nos encontramos en el Punto Charlie”  “Joder, Joder, Joder, tengo problemas con el Estibaje de la carga, salid cagando leches vosotros pare Algeciras y ya os pillo por el camino”   Así comenzó esta aventura, mi fiel compañero, ¡qué digo compañero! ¡Mi hermano! a Caballo Loco no le había dado tiempo la tarde anterior a montar el equipo y andaba con prisas y más prisas-  Teníamos previsto subir en el Ferry de las 9h desde Algeciras con rumbo a Tánger Med, bueno para los que no lo sepáis, salíamos desde Málaga.
Nacional y a la altura de Mijas autopista hasta Algeciras sin tener noticias de Caballo Loco, llegamos al puerto de Algeciras a las 8,30h y cuando me dispongo a comprar los billetes me doy cuenta que no le he pedido el pasaporte a Carlos (alias Caballo Loco) y no podía comprar los pasajes. Mi amigo, mi hermano, llegó a las 8:55h con dos cojo….. nos plantamos frente a la ventanilla y cómo no, estos Moros son Grandes ¡qué grandes! ENORMES llamaron al barco y consiguieron que el capitán se comprometiera a esperarnos y allí con prisas, y por qué no decirlo, con algo de estrés conseguimos embarcar a las 9,15h saliendo rumbo a nuestra querida y ansiada aventura. Durante la travesía ya pudimos relajarnos no solo del estrés del embarque sino de los días anteriores que habíamos pasado, os cuento a que me refiero:



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Como he comenzado este relato este viaje tenía un componente de agradecimiento. Era la continuación de nuestro viaje de Febrero, así que cuando regresamos del comentado y resumido viaje, impresionados por lo que habíamos vivido, compartimos con nuestros más cercanos amigos la experiencia y nuestras intenciones de volver para agradecer no solo con nuestra presencia a esta familia bereber, sino llevando algunas cosas básicas como ropa de abrigo, medicinas y cuadernos para los niños, todo  lo que podríamos ser capaces de transportar en nuestras máquinas. Nuestras previsiones eran de 40Kg por motos y tuvimos la mala suerte de que nuestro querido Liebre, uno de los participantes de la primera aventura de febrero, en esta ocasión no podía acompañarnos así que nuestros cálculos totales eran de 80Kg en total.  Poco a poco nuestros amigos comenzaron a traernos ropa, juguetes, cuadernos, lápices, rotuladores, linternas, velas y un motón de cosas muy útiles, pero el total hacía una suma de 150Kg ya no de ropa, etc. sino de AYUDA HUMANITARIA en toda regla. Nos vimos absolutamente desbordados, “pero esto qué es” exclamábamos sorprendidos” pero si nosotros no somos una ONG ni estamos preparados para transportar todo esto.  Pero aquí entra la solidaridad,  y nos dimos cuenta que no solo son buenas personas los Bereberes sino que aquí también podemos contar con personas de gran corazón. Localizamos gracias a la gran CARMEN (la chica de Caballo Loco) una empresa de transporte que se comprometió a llevar las 14 cajas con los 150Kg a Midelt sin cobrarnos ni un duro, de forma desinteresada. Por otro lado se movilizaron en el Hospital donde nuestro C.L. opera las caderas, rodillas y demás partes del cuerpo operables recogiendo fondos para poder contratar un todo terreno con un chófer marroquí que nos ayudase con todo esto. Fue comentar nuestro proyecto con dos farmacias (una de Málaga y otra de Benalmádena) y les faltó tiempo para regalarnos las medicinas que considerábamos las necesarias para estos amigos. Y, por supuesto, tuve la gran ayuda de la Aseguradora donde trabajo, que también ha contribuido financiado parte del viaje. Imaginaos,  lo afortunados que somos mi hermano Caballo Loco, El Liebre y yo al saber que tenemos amigos que ante un comentario se movilizan, se implican y hacen posible que nuestros proyectos e ilusiones puedan salir adelante. Que tranquilidad da saber que alrededor de nosotros hay personas de verdad que si en algún momento las necesitamos las tenemos.

Bueno, dejemos de filosofar y vamos al grano. El plan previsto era dormir el primer día en el Bosque de Cedros, y al alba salir hacía Midelt, ya que nos habían confirmado que todas las cajas habían llegado.  Rodamos con el Atlas de fondo y tras una dura jornada de moto llegamos al punto previsto. Allí en Midelt comprobamos la “mercancía” y nos dispusimos a organizar la partida del día siguiente, nuestro proyecto iba a ser una realidad, teníamos previsto salir a las 6 de la mañana para atacar temprano el Circo Jaffar. La ruta prevista era la misma pista de Febrero, con apoyo del todo-terreno suponíamos más fácil conseguir el objetivo, ya que habíamos dispuesto llevar todo el peso de nuestras motos en el coche y de esta forma sería más sencillo. Pero ¡cómo no!, el destino, que a veces juega malas, pasadas se conjuró en nuestra contra: amaneció un día plomizo, amenaza de grandes lluvias y el Atlas absolutamente cubierto de nubes. A las 7 de la mañana ya estaba “jarreando”. Una locura atacar la pista en estas condiciones. Depresión, desilusión, tristeza eran los sentimientos que nos llegaba a la cabeza, tanto esfuerzo, tantas ilusiones de tantos y no íbamos a poder cumplir nuestro objetivo, darle las gracias a nuestra querida Jalima y a toda su familia. ¿Cómo podía ser, estar tan cerca y a la vez tan lejos? Nuevamente reunión del gabinete de crisis, y decidimos no cometer la locura de intentar subir al poblado bereber donde estaban nuestros amigos.  Ya con todo preparado, las cajas en el cuatro por cuatro y habíamos decidido abortar. Comunicamos al gerente del hotel nuestra decisión y éste se lo dijo al chofer que cuando se enteró de la noticia quedo pensativo y apenado. De pronto, este comenzó a hablar en esta dichosa lengua árabe y veíamos cómo las caras de los dos personajes marroquíes se iluminaban. Una vez que terminaron, el gerente que hablaba inglés con nosotros, nos propuso llevar las cajas a un poblado bereber que, si bien estaba en unas condiciones mejores que la familia de Jalima, también tenía grandes necesidades. Nuevamente la ilusión llegó a nuestras almas, no sería cumplir la misión que nos había llevado hasta allí pero seguro que toda la solidaridad de los que nos quieren y aprecian serviría de algo.  Pusimos rumbo a este poblado. La lluvia era incesante, la pista no estaba muy mal: si, boquetes y mucho barro, pero en esta ocasión llevábamos las motos preparadas. Sin más problemas que los propios de rodar por una pista Marroquí llegamos a lo que se suponía una ciudad, o así estaba ordenada. El poblado tenía unas 30 casas distribuidas a lo largo de la pista que terminaba en una casita que hacía las funciones de colegio. A lo largo del camino, las gentes, al oír el sonido de las motos, salían a nuestro paso con la curiosidad que les caracteriza. Nosotros parábamos y hacíamos entrega de la solidaridad de nuestros amigos, que se guardaba en cajas de cartón.  La reacción de estas gentes era increíble. Primero demostraban algo de desconfianza pero, una vez que el conductor del 4X4 les explicaba qué era lo que hacíamos en sus casas, la desconfianza se transformaba en agradecimiento y en felicidad. Nunca en mi vida había sentido algo parecido: ver y comprobar que con tampoco se puede hacer tanto. Preguntamos que por qué no habían niños en la calle, pues estábamos acostumbrados a verlos siempre por donde pasábamos, y nos dijeron que estaban en el colegio y si queríamos ir.  Por supuesto que sí, queríamos ir, queríamos ver como era un colegio bereber .
En el momento que llegamos al colegio comenzó la experiencia más humana de nuestras vidas, que nos ha marcado seguramente para siempre. Lo que nos encontramos allí, era lo que habríamos definido en nuestro mundo como una chabola, con una pizarra y unos 20 niños de diferentes edades perfectamente sentados en sus mesas. Fuimos atendidos por el maestro: un chico beberer de unos 30 años a quien le explicamos con nuestro traductor cuál era el motivo de nuestra visita, centralizamos en él las cajas que nos quedaban y, lo que más nos importaba, las medicinas que llevábamos y que previamente habíamos conseguido que en la embajada de Pakistán nos hicieran las traducciones de los prospectos al árabe y al francés. Esto de las medicinas nos daba mucho miedo ya que, siendo conscientes de que la mayoría de los bereberes no saben leer, y temíamos que hicieran un mal uso de las medicinas. ¿Qué contaros de la experiencia con los niños? ¿Cómo describir esos momentos?  Yo lo resumiría únicamente como la mejor parte del viaje. Se resume con la sonrisa de un niño, su curiosidad por las motos, por el traje (el mono de lluvia) Es imprescindible destacar la disciplina y la gran educación que demostraron. Son niños, y a pesar de ello, cuando por ejemplo nos pusimos a repartir caramelos y chucherías, cada uno de ellos se quedaba en sus mesas sin alborotar esperando su turno. Nos obsequiaron con cánticos que supongo serán populares, nos hicieron poner nuestros nombre en la pizarra y ellos los tradujeron al árabe y al bereber. En fin, toda una experiencia.
Salimos de allí muy contentos porque la “misión” se había conseguido. No habíamos podido llegar hasta Jalima, pero sí que el esfuerzo de muchos había servido para otros. Con sentimientos agridulces, pusimos rumbo a Merzuga para tratar de disfrutar algo de las arenas del desierto. En esos momentos nos encontramos en el ecuador de nuestro viaje.  Cuando hablamos con nuestras familias, estos nos comentaron el atentado de Marrakech y, sabedores de la noticia, pudimos comprender el motivo de tantos y tantos controles que estábamos viendo: cada 50 o 60 kilómetros había uno, con policía con metralletas y los pinchos atravesados en la carretera. Cuando nos veían nos indicaban que continuásemos,  estaba claro que no éramos el objetivo. Sin embargo, a los marroquíes los registraban intensamente y sin importarles el tiempo que tuvieran que estar parados en una interminable caravana. Con lluvia, con mucha lluvia, llegamos hasta Merzuga y tomamos un poquito de contacto con nuestra querida arena que en tantas y tantas ocasiones nos ha regalado momentos divertidos de conducción  y fotografías espectaculares.  A estas alturas del viaje decidimos regalarnos una noche en el espectacular hotel Xanluca de Errachedia. Como siempre, tanto las habitaciones como su restaurante, magníficos. Además tienes la posibilidad de tomar cerveza fría o un  gran Gin Tonic. A la mañana siguiente, descansados, comenzamos a subir destino a Ceuta. Utilizamos una nueva vía que era una carretera comarcal o así venía en el Mapa. Para que os hagáis una idea: las carreteras comarcales en Marruecos son lo que para nosotros una vía pecuaria o incluso en algunas ocasiones un cortafuego del ICONA. Rodamos con lluvia casi todo el camino, hicimos una tirad de 750Km hasta llegar a la cordillera del Riff el inicio ya que como todos bien sabéis esa zona no es para tonterías y queríamos acampar a la falta de la cordillera no queriendo adentrarnos mucho por los consabidos problemas con los “amigos del Chocolate”. Nos quedamos en una zona muy bonita pero completamente encharcada y embarrada, ya con la noche encima comenzamos a montar el campamento. Nuestra querida reportera que nos acompañaba, la Fantástica y recién nombrada mejor motera, se comportó magníficamente. No protestó en ningún momento. Incluso cuando pasó esta rubia de ojos azules momentos de miedo al ser observada y perseguida por las miradas de tantos y tantos hombres ociosos que pasaban las horas sentados en los bares frente a una taza de té a la menta.

El final del viaje llego al día siguiente. Hicimos noche en Chaguen y tras las noticias recientes de la muerte de Bin Laden, tomamos camino hacía Ceuta donde nuestros amigos El Liebre y Krasty saltaron desde Málaga hasta allí para darnos la  bienvenida. Ilusión y agradecimiento fueron los sentimientos que tuvimos al verlos en esta ciudad enclavada en la tierra Marroquí.
Cansancio y Ferry hasta Algeciras, donde llegamos por la tarde con ganas de llegar a casa, de ver a nuestros amigos y familiares con el ya comentado sabor agridulce, porque habíamos conseguido a medias nuestro objetivo: la Operación Jalima.

                                                             Ficha del viaje

Fecha de salida: 27-04-2011
Duración: 5 Días.
Participantes: 
Caballo Loco.
Yiyi.
Mueble Bar.
Vehículos: 
Caballo Loco: BMW GS Adventur.
Mueble Bar: BMW GS 30 Aniversario
Recorrido:
Málaga.
Algeciras.
Tanger.
Azrrou.
Midel.
Merzuga.
Midel.
Chaguen.
Ceuta.
Algeciras.
Málaga.
Hospedaje: Tienda de campaña, albergues y hotel.


Y esta es la historia no acabada de la Operación Jalima, pues como no podía ser de otra forma, la historia continuo en la semana siguiente, pero tendrá que ser Caballo Loco quien la cuente, pues el es el protagonista del final de esta historia, asi que habrá que animarlo para que se ponga a ello.


                                                        Agradecimientos

Damos las gracias de todo corazón y con toda nuestra alma a todos nuestros amigos que anónimamente se han movilizado con nosotros y que han hecho suyo nuestro proyecto ayudándonos a conseguir 150kg de ayuda humanitaria en un tiempo record, y también es de justicia hacer mención a las empresas que han colaborado con nosotros que han sido las siguientes:

• Hospital Parque San Antonio de Málaga, en especial  en sus áreas de quirófano y enfermería.
• Farmacia Perez Lanzac.
• Farmacia Benalmadena.
• Gedetrans Express.
• Seguros Reale.

Y en especial a nuestras familias que nos han apoyado y animado en este y todos los locos proyectos que emprendemos.
 
En el barco camino de Tanger Med.



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Caballo Loco y Mueble Bar.



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En el bosque de Cedros.



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Yiyi nuestra periodista.



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Con el Atlas a nuestras espaldas.



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Aqui os dejo el articulo escrito por nuestra estupenda Periodista Yiyi que nos acompañó en su primer viaje de aventura y así lo ha visto, espero que os guste:

Me habría gustado encontrar una palabra para describir Marruecos. Pero este país no es grande solo en su extensión, sino también en sus contrastes, lo que hace difícil calificarlo con menos de cinco adjetivos como mínimo. Sin embargo, sí encuentro un término con el que evaluar el viaje que he realizado por el norte de África: INTENSO.
Ha sido una experiencia única, para nada comparable a cualquiera de mis incursiones anteriores en los diferentes países que he tenido la suerte de conocer. No solo me ha permitido descubrir un territorio sorprendente sino que además (aquí viene la frase cursi del relato) me ha ofrecido la oportunidad de disfrutar de momentos únicos con dos personas importantes en mi vida: mi tío de sangre y padre de corazón; y un tío lejano (para qué negarlo, tengo la suerte de contar con muchos tíos “postizos”) al que hacía tiempo que no veía y por el que siento un gran cariño. Gracias a ellos he descubierto mi lado más masculino (después de cinco días caminaba como un auténtico macho ibérico) y he formado parte de una expedición un tanto peculiar.
Viajar en moto es la mejor manera para conocer una nueva región. La moto se convierte en la perfecta compañera de viaje y guía excepcional. Desde esta amiga metálica, el paisaje se ve, se siente, se huele, se vive. Es impresionante cómo una máquina, un objeto inanimado, carente de sentimientos y emociones, puede llegar a hacer que un ser vivo se sienta todavía más vivo. Desde el preciso momento en que nuestras piernas se colocan a cada lado de la moto, nos enfrentamos a nosotros mismos: ésta posee la habilidad de hacernos pensar, habilidad que podemos llegar a perder en ciertos momentos en que el estrés nos desborda. Desde este preciso momento, el viaje comienza, pero la terapia también. Serán horas en las que nuestra mente vagará por recuerdos, problemas, vivencias, temores y amores, colores. Y así pasa el tiempo, y cuando te quieres dar cuenta ya has llegado al destino fijado y tienes que abandonar a tu terapeuta y volver al mundo real. Salir de ti mismo.
Siempre me ha gustado descubrir que la primera impresión que tengo de algo o alguien es falsa, y que detrás de ella existe mucho, mucho más. Y es que el ser humano tiene la mala costumbre de prejuzgar, y este viaje me lo ha recordado cada vez que ha tenido oportunidad de ello. Para mí Marruecos era rojo, marrón, naranja, sequía, olvido. Al llegar a Tánger me di de bruces contra un Marruecos que pinta con vivos colores: verde, amarillo, escarlata. En su paleta hay hueco incluso para el morado, tono que no rechaza utilizar. Toda una explosión para los sentidos. Este paisaje cambiará por supuesto a lo largo del camino para mostrarme una imagen más cercana a la que yo tenía en mente antes de ir. Y es que, como he afirmado antes, es un país de contrastes: sus vistas, como sus habitantes, son distintos a medida que se avanza por el territorio.
La principal razón que nos llevó a cruzar el estrecho fue mostrar a toda una familia que no han desaparecido de la memoria de tres malagueños que les están muy agradecidos. Se trataba por tanto de una expedición de agradecimiento, pues nunca se debe desterrar al olvido a aquellos individuos que participaron en nuestra propia felicidad. El plan era llevarles medicinas y ropa fundamentalmente. Sin embargo, no pudimos llegar hasta ellos debido al mal tiempo, y aunque la decepción nos inundó por completo, ésta desapareció cuando nos dimos cuenta de que podíamos ayudar a muchas personas que se encuentran en la misma situación que los bereberes que acogieron a los moteros hace apenas dos meses. A pesar de que mi tío ya me había explicado la forma de vida que domina su vida, el encuentro me sorprendió. Te afecta de tal manera que hace que necesites tiempo para pensar. No quieres hablar. Solo reflexionar sobre lo que minutos atrás experimentaste. Su vida es completamente opuesta a la que lleva cualquier persona en Occidente. El pueblo bereber cubre tan solo sus necesidades básicas. Cobijo. Alimento. Ropa. Lo primero que pienso tras conocerlo es en lo afortunada que soy y lo poco que lo valoro cada día. Mi vida está repleta de preocupaciones banales que me ahogan, me saturan. Hacen que necesite vacaciones. Pero, ¿y ellos? ¿Qué les preocupa? ¿Cómo escapan de sus problemas? ¿Son felices? ¿Cambiarían su situación? ¡Cómo me habría gustado mantener una conversación con ellos! Pero nos separa una sólida y robusta barrera: el idioma. Si hubiésemos podido comunicarnos seguramente me habrían sorprendido más de lo que me puedo imaginar. Sí, seguramente habría descubierto una vez más que no puedo prejuzgar: ¿por qué sólo somos felices los habitantes del Primer Mundo? ¿Es que somos los únicos con licencia para ello? Nuestra felicidad proviene de distintas fuentes pero eso no hace que una sea mejor que la otra. La felicidad no se clasifica según tipos, alturas, colores o formas. Y ellos la demuestran con inmensas sonrisas, con sus ganas por invitarte a tomar té con ellos, con su curiosidad por ti. Tuvimos la suerte de repartir varias cajas en una escuela del pequeño pueblo. Sin palabras. Podría intentar utilizar muchos recursos literarios para endulzarlo y hacer un relato muy pedante. Pero no me hace falta. No voy a describirlo. Una experiencia tan intensa solo puede ser vivida para ser comprendida. Aquellos niños no se nos van a olvidar.
El pueblo bereber es consciente de la situación de pobreza en la que se encuentra pero a diferencia de los habitantes de las ciudades más turísticas de Marruecos no está contaminado por las ideas Occidentales ni las comodidades de las que podrían disfrutar. Se limita a vivir. En otras partes de este enorme país no se vive. Se sobrevive. De ahí que nuestra concepción sobre el marroquí sea la idea de un tipo “sin vergüenza” que hace lo que sea por dinero. Y no vamos mal encaminados. Pero hay que entender ciertas cosas. Es difícil crecer en una región en donde o eres rico o pobre. Solo puedes pertenecer a un bando u otro. El pobre ve cómo vive el rico, pero este último no tiene constancia de la existencia del primero. Y cuando ves lo que podrías tener y no posees es comprensible que hagas lo que sea por obtenerlo. Es un pueblo regido además por estrictas normas, fruto de una religión realmente recta. Estoy tan acostumbrada a expresar mis ideas libremente, discutir con cualquier persona, sea hombre o mujer y vestir según criterios propios que me impactó enormemente la situación de la mujer en un país musulmán. Evidentemente todos conocemos las ideas del Islam respecto al sexo femenino pero no imaginé que el contacto directo con él me impactaría tanto. Esto te hace valorar el esfuerzo que durante tanto tiempo muchas mujeres realizaron a favor de la igualdad de derechos.
Por último, me gustaría tratar el tema del idioma puesto que me parece que tiene algo cómico. En Marruecos las lenguas oficiales son el francés y el árabe clásico. Sin embargo este último es el que más se habla. Me hacía gracia bajar de la moto y escucharlos conversar en árabe y dirigirse a nosotros en francés. Para ellos, la lengua de los galos es como el mantel y la vajilla que tienes guardados en un cajón de casa y que sacas únicamente cuando vienen invitados. Y teniendo en cuenta que no domino ni uno ni otro idioma… ¡no me comuniqué más que con mis compañeros de viaje! ¿Y para qué he invertido yo tanto tiempo en el inglés?
 
Señores...........Pocas palabras tengo para felicitarlos por el viaje y el fin del mismo....... IMPRESIONANTE vuestro agradecimiento para con ellos y solidaridad con los bereberes......una y mil veces gracias por contarnos este gran viaje, crónica y fotos....... ;D ;D
 
Me ha gustado un montón la crónica, he estado una vez en Marruecos y también me sorprendió cuanto puede variar la forma de vivir y de pensar de las personas hablando de países tan cercanos, da la sensación de que se ha retrocedido en el tiempo varios siglos, sobre todo en el sur, de como sonríen cuando te cruzas con ellos en mitad de una carretera solitaria, sus rostros reflejan felicidad, y a lo mejor van descalzos, a mi también me gusto Marruecos
 
Buenas amigos, he estado leyendo vuestra crónica de forma muy intensa, disfrutando de ella y valorando cada expresión que cualquiera de vosotros utilizáis porque se ve que detrás de ellas hay mucha vivencia, sentimiento y agradecimiento.
Sin quererlo, compartí con vosotros un ratito de agradable charla en la recepción del hotel en Chauen, ya que pertenecía a aquel grupo de seis, que con motos tan diversas, nos adentramos por primera vez en Marruecos.
Un viaje totalmente recomendable, un país que definiría como de Contrastes.
Enhorabuena por vuestro viaje.

Nos vemos por Málaga!! Soy aquel que se casaba ahora en agosto.
 
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