C
CO1637P
Invitado
El tocón traicionero
Un campesino se encontró en el bosque a un anciano desconocido. Pusiéronse a
charlar. El viejo miró al campesino con atención y le dijo:
- En este bosque sé yo de un tocón maravilloso. En caso de necesidad ayuda mucho.
- ¡Cómo que ayuda! ¿Acaso cura algo?
- Curar no cura, pero duplica el dinero. Pones debajo d e él el portamonedas con dinero,
cuentas hasta cien, y listo: el dinero que había en el portamonedas se ha duplicado. Esta es
la propiedad que tiene. ¡Magnífico tocón!
- Si pudiera probar... exclamó soñador el campesino. Es posible. ¡Cómo no! Pero hay que
pagar.
- ¿Pagar? ¿A quién? ¿Mucho?
- Hay que pagar al que indique el camino. Es decir, a mí en este caso. Si va a ser mucho o
poco es otra cuestión.
Empezaron a regatear. Al saber que el campesino llevaba poco dinero, el viejo se conformó
con recibir una peseta y veinte céntimos después de cada operación.
El viejo condujo al campesino a lo más profundo del bosque, lo llevó de un lado para otro y
por fin encontró entre unas malezas un viejo tocón de abeto cubierto de musgo. Tomando
de manos del campesino el portamonedas, lo escondió entre las raíces del tocón.
Contaron hasta cien. El viejo empezó a escudriñar y hurgar al pie del tronco, y al fin sacó el
portamonedas, entregándoselo al campesino.
Éste miró el interior del portamonedas y... en efecto, el dinero se había duplicado. Contó y dio al anciano la peseta y los veinte céntimos prometidos y le rogó que metiera por segunda
vez el portamonedas bajo el tocón.
Contaron de nuevo hasta cien; el viejo se puso otra vez a hurgar en la maleza junto al
tocón, y realizóse el milagro: el dinero del portamonedas se había duplicado. El viejo recibió
la peseta y los veinte céntimos convenidos.
Escondieron por tercera vez el portamonedas bajo el tocón. El dinero se duplicó esta vez
también. Pero cuando el campesino hubo pagado al viejo la remuneración prometida, no
quedó en el portamonedas ni un solo céntimo. El pobre había perdido en la combinación
todo su dinero. No había ya nada que duplicar y el campesino, abatido, se retiró del bosque.
El secreto de la duplicación maravillosa del dinero, naturalmente, está claro para ustedes:
no en balde el viejo, rebuscando el portamonedas, hurgaba en la maleza junto al tocón.
Pero, ¿pueden ustedes indicar cuánto dinero tenía el campesino antes de los desdichados
experimentos con el traicionero tocón?
Un campesino se encontró en el bosque a un anciano desconocido. Pusiéronse a
charlar. El viejo miró al campesino con atención y le dijo:
- En este bosque sé yo de un tocón maravilloso. En caso de necesidad ayuda mucho.
- ¡Cómo que ayuda! ¿Acaso cura algo?
- Curar no cura, pero duplica el dinero. Pones debajo d e él el portamonedas con dinero,
cuentas hasta cien, y listo: el dinero que había en el portamonedas se ha duplicado. Esta es
la propiedad que tiene. ¡Magnífico tocón!
- Si pudiera probar... exclamó soñador el campesino. Es posible. ¡Cómo no! Pero hay que
pagar.
- ¿Pagar? ¿A quién? ¿Mucho?
- Hay que pagar al que indique el camino. Es decir, a mí en este caso. Si va a ser mucho o
poco es otra cuestión.
Empezaron a regatear. Al saber que el campesino llevaba poco dinero, el viejo se conformó
con recibir una peseta y veinte céntimos después de cada operación.
El viejo condujo al campesino a lo más profundo del bosque, lo llevó de un lado para otro y
por fin encontró entre unas malezas un viejo tocón de abeto cubierto de musgo. Tomando
de manos del campesino el portamonedas, lo escondió entre las raíces del tocón.
Contaron hasta cien. El viejo empezó a escudriñar y hurgar al pie del tronco, y al fin sacó el
portamonedas, entregándoselo al campesino.
Éste miró el interior del portamonedas y... en efecto, el dinero se había duplicado. Contó y dio al anciano la peseta y los veinte céntimos prometidos y le rogó que metiera por segunda
vez el portamonedas bajo el tocón.
Contaron de nuevo hasta cien; el viejo se puso otra vez a hurgar en la maleza junto al
tocón, y realizóse el milagro: el dinero del portamonedas se había duplicado. El viejo recibió
la peseta y los veinte céntimos convenidos.
Escondieron por tercera vez el portamonedas bajo el tocón. El dinero se duplicó esta vez
también. Pero cuando el campesino hubo pagado al viejo la remuneración prometida, no
quedó en el portamonedas ni un solo céntimo. El pobre había perdido en la combinación
todo su dinero. No había ya nada que duplicar y el campesino, abatido, se retiró del bosque.
El secreto de la duplicación maravillosa del dinero, naturalmente, está claro para ustedes:
no en balde el viejo, rebuscando el portamonedas, hurgaba en la maleza junto al tocón.
Pero, ¿pueden ustedes indicar cuánto dinero tenía el campesino antes de los desdichados
experimentos con el traicionero tocón?
Última edición por un moderador: