Lo que os voy a contar no tiene la más mínima importancia, es simplmente una experiencia motera que quizás os distraiga un rato esta mañana gris.
Hoy a primera hora, como todos los días, aparqué mi R1200S en frente de la oficina. Tras candarla me dí cuenta de que a unos metros había aparcada una preciosa Yamaha Diversion 900, tan cuidada y limpia que parecía semi-nueva. No pude evitar acercarme a ella para disfrutar un rato contemplándola por todos los ángulos (comprobé que tenía 75.000 km). Estaba tan inmerso disfrutando de la vista de ese hierro que no me percaté de que a la vez yo tambíen era observado. Un hombre de mediana edad, unos cincuenta y pico años, delgado y con bigote se acercó a mí. Pensé que era el propietario de la Diversion que vendría a ver qué hacía yo dando vueltas alrededor de su moto. Pero resultó que no. Vino hasta donde estaba yo y señalando mi R12S me dijo: "me encanta tu moto. Se ven muy pocas motos como la tuya en las que la rueda trasera quede completamente expuesta a la vista, parece que está en el aire." En esos momentos, alagado como estaba, no supe que decirle. Simplemente le di las gracias y le expliqué era una moto bastante peculiar que ya no se fabricaba y que el truco estaba en que el cardán hacía de basculante y el escape bajo el colín dejaba la rueda limpia. Además -le explique´- he sustuido el escape original que era vertival por un Zard con horificios horizontales que hace el colín mucho más elegante.
El señor me escuchó atento y luego me dijo: "Yo soy un motero frustrado ¿sabes? Primero porque mis padres no me dejaron tener moto y después mi mujer. Así que me he quedado sin moto, y a mis años ya es tarde para empezar". Le respondí que ese problema lo hemos tenido casi todos, y que la única manera de superarlo era lanzarse y aparecer por casa con la moto. Nuestros padres y mujeres nos quieren de verdad y tras enfurruñarse unos días acaban aceptando nuestra pasión. Además, nunca se es demasiado mayor, hay motos para todos los gustos y edades.
El hombre suspiró y encendió un cigarrillo pensativo. Después de dar una calada al pitillo y soltar bocanada de humo me dijo: "Ojalá fuera verdad lo que dices". Después me dió la mano y se despidió de mí. Cuando se iba, se giró de nuevo y me dijo: "Lo dicho, una moto preciosa. Cuídala".
Me quedé mirándolo caminar por la acera unos segungos y después entré en el portal de mi oficina. Hoy he comenzado mi jornada laboral con una sonrisa.
Hoy a primera hora, como todos los días, aparqué mi R1200S en frente de la oficina. Tras candarla me dí cuenta de que a unos metros había aparcada una preciosa Yamaha Diversion 900, tan cuidada y limpia que parecía semi-nueva. No pude evitar acercarme a ella para disfrutar un rato contemplándola por todos los ángulos (comprobé que tenía 75.000 km). Estaba tan inmerso disfrutando de la vista de ese hierro que no me percaté de que a la vez yo tambíen era observado. Un hombre de mediana edad, unos cincuenta y pico años, delgado y con bigote se acercó a mí. Pensé que era el propietario de la Diversion que vendría a ver qué hacía yo dando vueltas alrededor de su moto. Pero resultó que no. Vino hasta donde estaba yo y señalando mi R12S me dijo: "me encanta tu moto. Se ven muy pocas motos como la tuya en las que la rueda trasera quede completamente expuesta a la vista, parece que está en el aire." En esos momentos, alagado como estaba, no supe que decirle. Simplemente le di las gracias y le expliqué era una moto bastante peculiar que ya no se fabricaba y que el truco estaba en que el cardán hacía de basculante y el escape bajo el colín dejaba la rueda limpia. Además -le explique´- he sustuido el escape original que era vertival por un Zard con horificios horizontales que hace el colín mucho más elegante.
El señor me escuchó atento y luego me dijo: "Yo soy un motero frustrado ¿sabes? Primero porque mis padres no me dejaron tener moto y después mi mujer. Así que me he quedado sin moto, y a mis años ya es tarde para empezar". Le respondí que ese problema lo hemos tenido casi todos, y que la única manera de superarlo era lanzarse y aparecer por casa con la moto. Nuestros padres y mujeres nos quieren de verdad y tras enfurruñarse unos días acaban aceptando nuestra pasión. Además, nunca se es demasiado mayor, hay motos para todos los gustos y edades.
El hombre suspiró y encendió un cigarrillo pensativo. Después de dar una calada al pitillo y soltar bocanada de humo me dijo: "Ojalá fuera verdad lo que dices". Después me dió la mano y se despidió de mí. Cuando se iba, se giró de nuevo y me dijo: "Lo dicho, una moto preciosa. Cuídala".
Me quedé mirándolo caminar por la acera unos segungos y después entré en el portal de mi oficina. Hoy he comenzado mi jornada laboral con una sonrisa.