Hace ya tiempo, un día que me dió por escribir, estando un poco harto de los que me consideraban "loco" por salir con la moto con lluvia, me salió este texto:
Lo que yo siento cuando mi moto cruza la lluvia.
Hoy lo he vuelto a notar. He visto caer la lluvia, y he querido salir a su encuentro, para volar, por enésima vez, por encima del asfalto mojado.
Hoy también me lo han preguntado. Otra vez, como las miles de veces que anteriormente me lo ha preguntado alguien, con esa cara de extrañeza que pone la gente cuando les explicas que haces algo que para ellos “es de locos”. ¿Cómo es que sales en moto cuando llueve? ¿No es peligroso? ¿No te da miedo?
Y yo ya no sé qué decir, ni qué explicar, solo digo “no es peligroso, me va bien para entrenar”. Pero veo siempre que la respuesta no me sirve como argumento para demostrar mi salud mental, me siguen catalogando como “raro”, en el mejor de los casos. Y de imprudente, también.
Antes de salir, me he preparado bien. Traje de cuero, botas con gore-tex, pantalón impermeable, y chaqueta y guantes también con gore-tex. Un Buff en el cuello, con un wind stopper por encima. No me ha entrado ni una gota en el recorrido, ni he notado el frío.
Al salir del garaje, he notado esa primera impresión de pasar de cubierto a descubierto, es agradable notar algo tan natural como la lluvia. Es un acto de presencia entre la tierra y el cielo, en el que las gotas de agua me están comunicando con ambos.
Enfilo para la carretera de curvas, e inicio los primeros giros, en la fase de calentamiento. Poco a poco, voy aumentando el ritmo, subiendo más de vueltas cada marcha. Me voy acoplando a la moto, y, más que nunca, procuro notar con enorme sensibilidad todos sus mandos, para luego conseguir la precisión que necesito, sin errores.
Me voy poniendo cada vez más en una buena posición para conducir, con el cuerpo adelantado y el tronco inclinado hacia delante, los codos ligeramente hacia abajo, las rodillas sujetando el depósito, y balanceando suavemente la moto en las curvas con ayuda de los hombros, que se desplazan hacia el interior de la curva, siempre con el del lado interior algo adelantado.
Voy probando la tracción acelerando en la salida de las curvas, y voy probando la frenada, con los dos frenos a la vez equiparando el esfuerzo de ambas ruedas.
La trazada debe ser uniforme, sin eses ni abanicos, colocando la moto en posición antes de la llegada a la curva. Las aceleraciones y deceleraciones también uniformes, suaves, sin que se noten los cambios de marcha, sin tirones, con toda la progresividad posible.
En tramos de curvas enlazadas y a ritmo rápido, conviene acelerar y decelerar y frenar la moto de forma seguida sin pasar por momentos de dejarla libre, porque se pierde control.
Me encanta notar ese punto intermedio entre dos curvas enlazadas, cuando la moto parece ingrávida cuando se pone vertical un instante entre las dos tumbadas. Con agua se nota más, parece que no pese y que flote, el asfalto se convierte en una alfombra suave.
Me gusta el tramo de salida de curva rápida, cuando voy abriendo la trayectoria a la vez que voy levantando la moto dando gas progresivamente buscando la mejor tracción.
Y notar ese pequeño aviso que da la moto cuando inicia un ligero deslizamiento de las dos ruedas, que yo corrijo inmediatamente y sin darme cuenta, con un ligero movimiento de cintura hacia el exterior de la curva, sujetando la moto con las rodillas.
Sensaciones, eso es lo que cuenta. Lo que yo noto, y lo que aprendo, es cosa mía. Y por qué lo hago, también es cosa mía. Mientras otros se quedan en casa viendo la tele cuando llueve, yo disfruto de la lluvia, de las motos, y de mi libertad para escoger las locuras que puedan darme mayor salud mental, y física, por supuesto.