Amigos, yo sería uno de los hipotéticos afectados porque tengo una segunda moto de 1992, que solo encenderla en el garaje cerrado durante un minuto, ya pierdes la consciencia.
Y este tipo de medidas no solo las acepto, sino que las entiendo. Pero las entenderán mucho mejor (y las criticarán por suaves) vuestros hijos y nietos cuando tengan todo el tiempo del mundo para reflexionar en el tren que los llevará de emigrantes al norte dentro de 50 años (o menos), una vez nuestra fantástica industria turística (la segunda mundial) se venga abajo debido a los insoportables 50º de máxima a la sombra en cualquier playa de nuestro litoral mediterráneo. Entonces nuestros descendientes nos recordarán como los que no hicieron nada mientras nos recocíamos en casa con el aire puesto y protestábamos porque no nos dejaban sacar nuestras cafeteras humeantes entre semana.
Claro, nosotros ya no estaremos. Pero seguro que seremos recordados, y sobre todo, mentados.