McBauman
Curveando
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Nos habían indicado la tienda de motos BMW más grande de Munich. Exactamente era:
Al salir del museo a la izquierda y después la primera a la derecha.
Más de tres kilómetros. Menos mal que decidimos ir en moto.
La tienda, ciertamente, era espectacular. Algunas cosas además, tenían muy buen precio. Pero la mayoría costaban exactamente igual que en España. Compramos algunos trapitos y unas riñoneras que no sabemos cómo usar.
Y tenía una gran oferta de motos seminuevas
En el parking nos encontramos esta joya. Impresionante.
Nos abordan dos trabajadores de la tienda que se interesan por nuestro viaje. Son más amables que la leche. Ponen cara de entendernos y nosotros también. De hecho, creo que nos entendemos. Nos ayudan con la dirección del hotel y nos despedimos deseando vernos cualquier verano de estos por Ibiza con una paella de por medio. Qué salaos.
Llegamos al hotel pero no lo sabíamos. Allí no se veía ningún hotel, y de verse alguno desde luego no era el nuestro. Preguntando, preguntando, al final lo encontramos. La fachada venía siendo del tamaño de la puerta, que por muy principal que fuera, era una puerta. Nos registramos, pagamos y nos vamos a la habitación. Se entra por una hamburguesería. No sé de qué se ríe Vd porque la habitación estaba de miedo. De verdad, muy buena.
Y nos fuimos pal centro que estaba allí mismo.
Me sorprendió. Muy chulo. Pero nosotros fuimos al asunto: cervecería.
Encontramos una ciertamente típica. Tomamos asiento guiados por una camarera ataviada con el vestido propio de Baviera. Normal que tuviera aquella cara de mosqueo. A mí me pasaría igual.
Además cuando Juanma se sienta la aplasta contra otra silla. Como él nota que la silla no asienta aprieta y aprieta hasta que la señora, astutamente, consigue escapar, viva, de la situación. Creo que el convenio colectivo de hostelería bávara va a incluir una partida por peligrosidad desde la entrada de Juanma en aquella cervecería.
Por lo demás todo muy bien. Cervezas ricas y abundantes. Salchichas, carne y verdura idem. Y al final conseguí hacer reir a la camarera.
Hasta que me vio haciéndole una foto. Directamente nos trajo la cuenta.
Tú no has visto a una camarera enfadada, vestida con esos atuendos y hablando alemán. Te lo digo, acojona un rato.
Sin más miramientos pagamos (barato, oiga) y nos vamos a dar un paseo a ver si se nos pasa el susto.
La temperatura ha descendido mucho y nos quedamos helados. Por primera vez desde la primera noche en Cataluña.
Y como ya no teníamos nada más que hacer nos fuimos a la cama con la precaución de no equivocarnos de hamburguesería.
Temperatura exterior: Por debajo de 0º. Fijo.
Ánimos en la expedición: Han aparecido los primeros pensamientos sobre “el regreso” aunque yo estoy convencido de que la vuelta no ha de ser un mero trámite.
Pronóstico para mañana: Volvemos a Suiza. No sabemos a dónde. Esperemos que no haga tanto frío.
Y de aquel bárbaro día bávaro no tengo nada más que decir.
Al salir del museo a la izquierda y después la primera a la derecha.
Más de tres kilómetros. Menos mal que decidimos ir en moto.
La tienda, ciertamente, era espectacular. Algunas cosas además, tenían muy buen precio. Pero la mayoría costaban exactamente igual que en España. Compramos algunos trapitos y unas riñoneras que no sabemos cómo usar.
Y tenía una gran oferta de motos seminuevas
En el parking nos encontramos esta joya. Impresionante.
Nos abordan dos trabajadores de la tienda que se interesan por nuestro viaje. Son más amables que la leche. Ponen cara de entendernos y nosotros también. De hecho, creo que nos entendemos. Nos ayudan con la dirección del hotel y nos despedimos deseando vernos cualquier verano de estos por Ibiza con una paella de por medio. Qué salaos.
Llegamos al hotel pero no lo sabíamos. Allí no se veía ningún hotel, y de verse alguno desde luego no era el nuestro. Preguntando, preguntando, al final lo encontramos. La fachada venía siendo del tamaño de la puerta, que por muy principal que fuera, era una puerta. Nos registramos, pagamos y nos vamos a la habitación. Se entra por una hamburguesería. No sé de qué se ríe Vd porque la habitación estaba de miedo. De verdad, muy buena.
Y nos fuimos pal centro que estaba allí mismo.
Me sorprendió. Muy chulo. Pero nosotros fuimos al asunto: cervecería.
Encontramos una ciertamente típica. Tomamos asiento guiados por una camarera ataviada con el vestido propio de Baviera. Normal que tuviera aquella cara de mosqueo. A mí me pasaría igual.
Además cuando Juanma se sienta la aplasta contra otra silla. Como él nota que la silla no asienta aprieta y aprieta hasta que la señora, astutamente, consigue escapar, viva, de la situación. Creo que el convenio colectivo de hostelería bávara va a incluir una partida por peligrosidad desde la entrada de Juanma en aquella cervecería.
Por lo demás todo muy bien. Cervezas ricas y abundantes. Salchichas, carne y verdura idem. Y al final conseguí hacer reir a la camarera.
Hasta que me vio haciéndole una foto. Directamente nos trajo la cuenta.
Tú no has visto a una camarera enfadada, vestida con esos atuendos y hablando alemán. Te lo digo, acojona un rato.
Sin más miramientos pagamos (barato, oiga) y nos vamos a dar un paseo a ver si se nos pasa el susto.
La temperatura ha descendido mucho y nos quedamos helados. Por primera vez desde la primera noche en Cataluña.
Y como ya no teníamos nada más que hacer nos fuimos a la cama con la precaución de no equivocarnos de hamburguesería.
Temperatura exterior: Por debajo de 0º. Fijo.
Ánimos en la expedición: Han aparecido los primeros pensamientos sobre “el regreso” aunque yo estoy convencido de que la vuelta no ha de ser un mero trámite.
Pronóstico para mañana: Volvemos a Suiza. No sabemos a dónde. Esperemos que no haga tanto frío.
Y de aquel bárbaro día bávaro no tengo nada más que decir.