Faltaban pocos minutos para las seis de la mañana del Domingo día 3 de Julio cuando nos detuvimos en el arcén de la autovía Murcia-Almería, pasada la zona de Los Gallardos, en esta última provincia.
Desde poco antes, notaba a faltar la luz de un faro entre los que se reflejaban en el retrovisor de mi moto, el correspondiente a la K75 de Marcos, uno de los cuatro colegas que habíamos salido un rato antes desde Puerto Lumbreras con dirección a la zona de Los Escullos, en Almería, donde nos encontraríamos con otros amigos para presenciar el amanecer mientras hacíamos unas fotos.
Tras un rápido cambio de impresiones, decidimos llamarlo por teléfono, creyendo que se había podido despistar en un cruce anterior o haber sufrido alguna avería, pero nada de eso, contestó a la llamada y su respuesta aún resuena en mi cabeza:
-Marcos, donde estás ?
-Me he caído, la moto está hecha mierda y yo también, hemos salido volando y estamos en el otro carril de la autovía.
-Vamos para allá inmediatamente.
Esa fue la conversación. Le comunico a mis dos compañeros lo de la caída e inmediatamente volvemos en busca de nuestro colega.
Nervios, tensión, que hacer… Un millón de pensamientos surcando nuestra cabeza, y un enorme sentimiento de impotencia al pensar que está tirado en la autovía, de noche, y sin saber cuales son sus heridas ni las condiciones en las que se encuentra, aunque el tono firme y claro de su voz mitiga en parte los temores que, inevitablemente, vienen a mi cabeza.
Esperamos encontrarlo pronto, no puede estar demasiado lejos, tenemos que verlo en este parte de la autovía, tal como nos ha indicado, habrá luces de vehículos parados por el accidente, incluso igual ya han llegado los servicios de emergencia… Pero no, los kilómetros se suceden rápidamente bajo nuestras ruedas y Marcos no aparece.
Me detengo tras pasar por el punto donde pensaba podía estar, por la información que Paco, que le precedía, había dado sobre donde dejó de ver que su faro nos seguía –no le había dado mayor importancia ya que fue tras adelantar a varios coches y pensó que estos le había hecho “tapón” y lo habían retenido, además de que era algo imposible de preveer-.
Vuelvo a llamarlo pero comunica… Buena señal, pienso, estará llamando a su familia para tranquilizarlos, continuemos adelante, no puede tardar en aparecer.
Pero no. Poco sabíamos en ese momento que se encontraba a apenas 800 metros de donde estábamos, en sentido contrario, solo y haciendo heroicidades.
Nuestro buen amigo, cuando se disponía a adelantar al grupo de coches antes mencionado, se topó directamente contra un perro que había sido atropellado y que permanecía abandonado en la zona central del carril izquierdo de la autovía; de noche todos los gatos son pardos, y los perros también, de forma que no lo vio, simplemente recuerda que chocó contra algo grande y salieron volando, tanto el como la moto.
Tal fue el vuelo y la posterior caída que se desorientó de tal manera que estaba convencido de haber aterrizado al otro lado de la autovía, equívoco este que retrasó sobremanera nuestra llegada y también la de los servicios de emergencias, a los que el mismo llamó, aunque informándoles erróneamente, al igual que a nosotros, que le buscábamos infructuosamente en dirección Murcia, cuando en realidad lo estaba hacia Almería.
Desde poco antes, notaba a faltar la luz de un faro entre los que se reflejaban en el retrovisor de mi moto, el correspondiente a la K75 de Marcos, uno de los cuatro colegas que habíamos salido un rato antes desde Puerto Lumbreras con dirección a la zona de Los Escullos, en Almería, donde nos encontraríamos con otros amigos para presenciar el amanecer mientras hacíamos unas fotos.
Tras un rápido cambio de impresiones, decidimos llamarlo por teléfono, creyendo que se había podido despistar en un cruce anterior o haber sufrido alguna avería, pero nada de eso, contestó a la llamada y su respuesta aún resuena en mi cabeza:
-Marcos, donde estás ?
-Me he caído, la moto está hecha mierda y yo también, hemos salido volando y estamos en el otro carril de la autovía.
-Vamos para allá inmediatamente.
Esa fue la conversación. Le comunico a mis dos compañeros lo de la caída e inmediatamente volvemos en busca de nuestro colega.
Nervios, tensión, que hacer… Un millón de pensamientos surcando nuestra cabeza, y un enorme sentimiento de impotencia al pensar que está tirado en la autovía, de noche, y sin saber cuales son sus heridas ni las condiciones en las que se encuentra, aunque el tono firme y claro de su voz mitiga en parte los temores que, inevitablemente, vienen a mi cabeza.
Esperamos encontrarlo pronto, no puede estar demasiado lejos, tenemos que verlo en este parte de la autovía, tal como nos ha indicado, habrá luces de vehículos parados por el accidente, incluso igual ya han llegado los servicios de emergencia… Pero no, los kilómetros se suceden rápidamente bajo nuestras ruedas y Marcos no aparece.
Me detengo tras pasar por el punto donde pensaba podía estar, por la información que Paco, que le precedía, había dado sobre donde dejó de ver que su faro nos seguía –no le había dado mayor importancia ya que fue tras adelantar a varios coches y pensó que estos le había hecho “tapón” y lo habían retenido, además de que era algo imposible de preveer-.
Vuelvo a llamarlo pero comunica… Buena señal, pienso, estará llamando a su familia para tranquilizarlos, continuemos adelante, no puede tardar en aparecer.
Pero no. Poco sabíamos en ese momento que se encontraba a apenas 800 metros de donde estábamos, en sentido contrario, solo y haciendo heroicidades.
Nuestro buen amigo, cuando se disponía a adelantar al grupo de coches antes mencionado, se topó directamente contra un perro que había sido atropellado y que permanecía abandonado en la zona central del carril izquierdo de la autovía; de noche todos los gatos son pardos, y los perros también, de forma que no lo vio, simplemente recuerda que chocó contra algo grande y salieron volando, tanto el como la moto.
Tal fue el vuelo y la posterior caída que se desorientó de tal manera que estaba convencido de haber aterrizado al otro lado de la autovía, equívoco este que retrasó sobremanera nuestra llegada y también la de los servicios de emergencias, a los que el mismo llamó, aunque informándoles erróneamente, al igual que a nosotros, que le buscábamos infructuosamente en dirección Murcia, cuando en realidad lo estaba hacia Almería.