Todo empezó una soleada tarde de mayo de 2011. Era viernes y sin embargo no llovía. Habíamos quedado Jasón, Juansa y yo en la gasolinera de al lado de mi casa con el oscuro objeto de hacernos el doble de kilómetros para acompañar a los asistentes sureños hasta Teruel, yéndoles a buscar a Requena en lugar de ir directos a Teruel vía Segorbe, de donde es Jasón y que hubiera pillado de camino por el camino más corto. Es de conocimiento popular que a los moteros nos gusta mucho más dar rodeos y curvas incluso a pesar de que la gasolina esté a máximos históricos. ¿será por dinero?. El caso es que la joya de carretera que une Losa del Obispo con Requena es lo más parecido a lamentable que te puedas imaginar y no quiero ni pensar en los improperios y demás perlas que soltarían mis compis de viaje en tan… bonito paisaje. Iba a decir tortuosa carretera, pero sería un piropo para cómo estaba aquello. Lo dejaremos en que bastante tuvimos con llegar sanos y salvos y que el aire estaba completamente puro. Dudo mucho que por esa carretera aún pase alguien pues tiene pinta de no haber sido mantenida desde antes de la guerra civil, mes arriba, mes abajo.
Recogimos a los sureños que venían desde lo más al sur del sur y nos fuimos. Digo los recogimos, porque ya nos estaban esperando a pesar de venir de más lejos. El recorrido empezó lento, suave, sin sobrepasar la velocidad legal, ajeno a que alguno había dormido poco y ese alguien, Margaman, decidió darme un toque de atención, me adelantó y me dijo que arrease. Arreé. El tramo inicial era fácil, rápido, con curvas amplias. A partir de Ademuz se retorció cual aperitivo para lo que sería el día siguiente. Llegamos, metimos 24 motos donde entran 3 coches de normal y nos fuimos a cenar. La promesa se cumplió y nos cebaron hasta hartarnos. Demasiado buche para una digestión sencilla y por la mañana estaríamos todos un poco espesos para iniciar las curvas que nos esperaban.
El inicio de la mañana fue bueno. El sol lucía detrás de nosotros, donde no molesta. Primero unas rectas para calentar motor. Luego empezó lo bueno. El ritmo era aún tranquilo, no queríamos sustos y no valía la pena atragantarse en las primeras curvas, cuando nos faltaban más de 400 kms de retorcidas carreteras. Desgraciadamente a Gabriel se le atragantó una de las primeras, pero como no había cruces en los que dudar y todos los pueblos se atravesaban por la travesía principal, no reagrupamos ni en Gea, ni en Albarracín, ni en Noguera. La subida de Noguera al puerto de Orihuela fue lenta. Había mucha gravilla y no todos estamos acostumbrados a ella, con lo que el pelotón subió con mucha precaución. Cuando el paisaje cambió a bosque de alta montaña, Inmoto notó un respingo en su mano derecha y dio gas. Al ponerse a mi lado, me dio otro respingo a mí y disfrutamos el tramo hasta el primer cruce importante: A Orihuela o a Orea. Era para Orea y era la primera vez que se cambiaba de carretera. Allí esperamos al grupo que tardó más de lo esperado en aparecer. 1,2,3,4,5, dos que se me van, no os vayais, coño, que me descuento, ocho, nueve parad, coño, 12, 13, 14… a la velocidad que íbamos no se puede haber perdido nadie, así que o salgo yo o no los pillo. Error. Juansa que iba de escoba no venía, ni 4 motos más. Se habían quedado con Gabriel y no tenían cobertura y no me enteré. Mea culpa. Salí a por los escapados. Adelanto a 1, 2, 3, 4, 5… así hasta llegar a ser primero otra vez, pero no duraría mucho. Ricardo me volvió a adelantar escapando de nuevo. Le seguí al principio, pero no quería perder a los de detrás, así que fui dejando que se fuera. Hasta el cruce de Molina no había posibilidad de pérdida. Ya esperaría.
Era todo curvas y nos seguía una larga fila de motos. En ningún momento pensé que nos faltarían 5 motos, pero de repente, en posiblemente la recta más larga entre dos curvas de toda la ruta, me faltaban demasiadas motos detrás. Paré. Esperamos. Nos faltaban 10 motos. No podía ser. Un poco más tarde aparecen 5 más. Ya sólo faltan 5 que me siguen pareciendo muchas.No hay llamadas perdidas, no hay cobertura, no hay nadie en la carretera. Hay que seguir un poco hasta tener cobertura. Me entran 3 llamadas perdidas de Juansa. Sea lo que sea, Juansa tiene teléfono. No sé si es bueno o malo, pero algo pasa. La llamada era de hacía demasiado tiempo.
Doy órdenes de seguir ruta hasta el almuerzo a todos los demás y retrocedo poco a poco. 10, 20, 30, me cruzo con una moto a la que saludo sin reconocer que era DeuBCN3… 40 kms????? ¿dónde coño están? No estaban. Sigo sin cobertura, sigo sin recibir un sms explicando algo. Una llamada puede no entrar, pero un sms siempre entra y dice cosas. Estas cosas no las piensas de normal. Pasas de escribir. Llamar es más fácil, pero no siempre se consigue. Tomo nota para la próxima.
Por fin me llama mi contestador y tengo cobertura. Paro y recibo un mensaje de que una moto está averiada y esperan grúa. Ni dónde, ni cuándo, ni quién. Me tranquilizo algo, pero una avería… sospecho que no me dicen algo y sigo. No sé porqué pero pienso en Rapo. 50 kms después veo venir 3 luces. Son ellos casi sin duda. Espero. Sí son. Quilla, Margaman y Juansa, por fin. Me cuentan lo de Gabriel en las primeras curvas, verificamos mapa para ver si se podía atajar y no se puede de forma razonable, así que seguimos la ruta normal. Van lentos, tocados por lo ocurrido, enfadados porque no me dí cuenta, porque no esperé al escoba, por romperse el grupo. Como roadleader era mi responsabilidad. El briefing de Quilla de la mañana parece que calló en saco roto. Alguien no se dio cuenta de que el grupo se rompía detrás suyo. Ahora da igual quién, pero no tiene que volver a ocurrir. Al menos Gabriel estaba bien aunque su moto no tanto. En mi mente seguía Rapo incluso después de saber que Gabriel no tenía nada. La vuelta un poco más de lo mismo. Nosotros sin cobertura, ellos también, conversaciones entrecortadas, por fin hablando con elp@pi le doy el mando a Jasón que decide esperarnos en el lugar del almuerzo. Me alegro de que así lo hiciera. Retrasamos la comida, nos reunimos todos, nos contamos lo ocurrido y seguimos ruta. Ya nada era tan bonito como debía. No tenía ganas ni de sacar mi cámara de fotos. La cagada era monumental y eso que, realmente, tampoco había sido tan grave, pero podía haberlo sido. Jasón decide seguir con Quilla y Margaman a un ritmo más tranquilo que el resto del grupo. Sabe a dónde hay que ir, sabe dónde hemos quedado a esperarnos y seguimos ruta. El único tramo sin comprobar de la ruta resultó ser un desastre. El primer tramo divertidísimo. El segundo, muy exigente para motos y pilotos, con firme en mal estado, pero llevadero. Algunos debieron coger un desvío equivocado y se metieron en un berenjenal infumable. No sé por dónde, pero casi me matan al llegar al restaurante. Yo no entendía nada. No me pareció tan malo como para ponerse así, pero bueno, si no fueron por donde el resto, igual sí lo fue. Pasé un mal rato en el restaurante. Malo por cómo se pusieron Ricardo y Quilla, malo porque era mi responsabilidad, pero en el fondo ese grupo había dicho que iban por su cuenta. En el fondo yo había dado mapa a todos la noche anterior. En el fondo no era tan terrible. Pero igual en el fondo había un camino que llevaba más al fondo todavía. No lo sé. A partir de la comida se fueron resolviendo las cosas. Las carreteras estaban bien, la lluvia nos respetó milagrosamente, el asfalto estuvo perfecto, sin sustos ni pérdidas el grupo se estiró, como se estira siempre, pero fuimos llegando todos. Ya las caras eran otras. Ya se habían enterrado los malos rollos, ya volvía la armonía al grupo y ya por fin podía descansar.
Nada como unas buenas curvas para reconfortar a un motero, para devolverle la sonrisa, para olvidar lo malo y quedarse con lo bueno, para perdonar los errores y para entender que estas cosas pasan, que pasan incluso en los primeros kilómetros, que pasan incluso con gente que tiene experiencia, que pasan en tramos fáciles, rodando en grupo y acompañados. Que no tener cobertura puede ser un problema, pero más lo es olvidar esa norma básica de rodar en grupo de que hay que estar pendiente de que nos sigue el de detrás. Creo que todos hemos aprendido algo en esta ruta. Creo que lo hemos aprendido con un cabreo excesivo, pero un cabreo justificado. Creo que hubo errores y asumo mi responsabilidad en los que fueron míos, igual que sé que los que cometieron otros también han tomado buena nota. Aún así me quedo con los más de 400 kms de divertidísimas curvas, me quedo con los buenos momentos, me quedo con lo que aprendo de los malos, me quedo con un nivel de colesterol preocupante y me quedo con que estas cosas son parte de un aprendizaje que no acaba nunca.
La llegada al hotel con Gabriel con una sonrisa en la cara como si acabara de llegar en coche fue tranquilizadora. No pude menos que abrazarle al verle. Me alegré de que no hubiera sido nada y de que las broncas del día fuera más por lo que pudo haber ocurrido que por lo que realmente ocurrió, seguramente reforzadas por algo que ya ocurrió en otra salida y que nos recordó que pasan cosas y que nuestra afición tiene unos riesgos que asumimos, pero que nos cuesta digerir y olvidar y que, por supuesto, no queremos volver a vivir.
La noche del sábado fue quizás un desahogo, un acabar de destilar lo ocurrido durante el día, una forma de celebrar el fin de la batalla, de contar otras batallas, de aliviar tensiones y de celebrar el poder vernos, aunque sea tan de vez en cuando, sentados a una mesa con buenas viandas tras un buen montón de curvas. Eso es algo que espero seguir haciendo muchos años con vosotros. Con todos vosotros.
Por la mañana ya cada uno tiraba para su casa. Alguna charla, algún abrazo emocionado, alguna mirada de me he quedado con tu cara y la sensación de siempre de que me ha sabido a poco, que estas jornadas deberían ser de más días, que no he tenido el tiempo suficiente para compartirlo con todos tanto como me gustaría. Incluso que no me he despedido de todos. En fin, que habrá que hacer más. Sin duda, habrá que hacer más rutas de técnicas de conducción.