Hola a todos.
El domingo a media tarde llegué por fin de mi aventura por marruecos. Dolorido, cansado y en grúa (los últimos 61 km la corona perdió los dientes) pero con una sonrisa de oreja a oreja y una de las mejores experiencias de mi vida a mis espaldas.
Casi 4000 km, desiertos, montañas, nieve, riqueza, pobreza, gente como no había imaginado jamás...
Marruecos es un país impresionante, precioso, más allá de todo lo que pueda dar de sí la imaginación. Es una lástima que por unos motivos sobre los que no quiero polemizar, sus gentes tengan que hacer el petate y dejar esas tierras atrás para venirse a ser odiados a nuestro "gran" país. Si algo he aprendido a nivel personal en estos días, es que en humildad nos sacan mucha ventaja.
El primer día salí de Madrid y llegué hasta Granada para reunirme allí con Arkos y Paísesmediterraneos, mis dos compañeros de viaje.
El segundo día, frontera (e infierno) mediante, atravesamos el estrecho y pasando por Tetuán llegamos hasta Chefchauen, donde pasamos la noche. Allí la gente, obviando el tema de propinas y demás, encantadora. Nos llamó la atención sobre todo el increíble ambiente que se respiraba por cada esquina.
El tercer día, con parada en Fez para comer algo, atravesamos lo que restaba del Marruecos Verde para pasar la noche en Azrou. Pero cuál fue nuestra sorpresa que en el camino nos encontramos en Ifrane, la Suiza marroquí. Nos gustó tanto que decidimos quedarnos allí a dormir.
El cuarto día atravesamos el Atlas. Paisajes impresionantes, con circos de nieve que aún persistían a más de 2000 m de altitud, poblados que acabamos denominando entre nosotros como "Nepal", en los que la civilización es una quimera a tan sólo 100 km de un paraíso como Ifrane.
A los pies del Atlas, en las puertas del Marruecos rocoso, comimos en Zaida, una especie de puesto fronterizo entre dos mundos, sacado a medias de "7 años en el Tíbet" y de cualquier western de serie B. Tras lo que parecía una interminable llanura entre riscos, nos topamos con la Garganta del Ziz, con sus túneles, curvas, precipicios, oasis y lago. Para quedarse con la boca abierta durante un lustro. Esa noche dormimos en Ar Rachidia, donde puede mascarse ya el ambiente desértico, como atestiguan los brillos en las fotos hechas con flash debido al polvo en el ambiente.
El quinto día, plato fuerte. Bajamos hasta Erfoud, donde contrattamos el típico paquete de pista por el desierto hasta llegar a Erg Chebbi donde pasaríamos la noche en el poblado bereber. Los 35 km de pista hasta la kasbah, tremendos. Qué bien se porta la F650 en todos los terrenos. Me temo, Pablo, que la 800 va a tener que esperar hasta que mi "Incitatus" de su último estertor...
El desierto, pues qué os voy a contar. Los bereberes, encantadores, menos uno (nuestro guía) que iba como una cuba. Ya se lo dijo un niño que iba con nosotros... tú bereber no, tu beber y beber, jajaja...
Al amanecer subí a lo alto de la duna (hasta tuve un medio desmayo a mitad de camino por el esfuerzo) para ver la frontera con Argelia y todo el desierto en su extensión. Impresionante.
El sexto día, las gargantas del Todra. Pa mear y no echar gota, oiga. Cómo no, cruzamos el río con las motos..
Séptimo día: gargantas del dadés (menudas curvas...), Ouarzazate, Ait Benhaddou hasta Marrakech. Allí pasamos dos noches, con visitas turísticas y ciertos ... problemas ... en el club Paradise.
Noveno día: inicialmente la idea ea Marrakech - Madrid, pero en Santa Olalla nos quedamos sin gasolineras a tiro y tuvimos que pasar la noche. El último día parecía coser y cantarm pero mi transmisión no pudo más (ya salí de madrid casi sin piñones) y tuve que cruzar el arco del triunfo a las grupas de una grúa.
Increíble, ya quiero repetir.