Pon una imagen que te guste.

California, Estados Unidos.
Foto: Alex Noriega.
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Graffiti de mono.
Un macaco camina delante del graffiti de un mono en a las afueras de la ciudad. Muchas personas en Lop Buri ( Tailandia )
aprecian mucho los macacos con los que conviven.
Foto: Joan de la Malla.
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Laurisilva.
Estos bosques de brumas de hace ocho millones de años, extinguidos en Europa, aún se pueden disfrutar en Anaga (Tenerife) y en el parque nacional de Garajonay, en La Gomera (en la imagen), con sus árboles condensando en gotas la niebla que traen los alisios, como si ordeñasen las nubes cargadas de agua. Aunque también hay vestigios de aquella laurisilva primigenia en la Península, como hace notar el paleontólogo, a quien siempre le ha interesado la sucesión de escenarios en los que se ha representado la evolución humana a lo largo de millones de años: los laureles, los madroños, las masas arbóreas de loros de Extremadura o los llamados canutos de Cádiz, que son bosques de galería donde crecen los helechos.
Foto: Peter Schickert.
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Lluvia y oscuridad en el cinturón tropical africano.
En concreto, venimos de la selva africana, lluviosa, en el cinturón tropical de aquel continente. Es un paisaje que le encanta, aunque su característica principal, según destaca, sea la falta de luz, que no llega al suelo. En esta pluvisilva, “oscura como una caverna”, vivió el ardipithecus (género de homínido) hace entre siete y cuatro millones de años.
Foto: Anup Shah.
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El australopithecus se asoma a la sabana. Hace unos cuatro millones de años, los australopithecus dieron el paso y salieron de la oscuridad de la selva a la mayor luminosidad de la sabana. Pero a una sabana con árboles y arbustos, “en realidad una selva un poco menos cerrada”, matiza Arsuaga, y no a las enormes superficies herbáceas donde se organizan los safaris, y “en las que puedes ver toda la zona desde un coche”, tipo el Serengueti. “Veo representaciones de los pobres australopithecus en la sabana herbácea y me dan ganas de decirles, pero ¿qué hacéis?, ¿os habéis perdido? Salid de ahí, hombre, que os van a comer los depredadores”, bromea Arsuaga. Para recorrer las praderas necesitarían caballos, y eso vendría más tarde. El paisaje de sabana arbolada que vieron estos ancestros fue, más bien, el del parque nacional Gombe Stream, en Tanzania (donde Jane Goodall investigó sobre el comportamiento de los chimpancés) o el de la reserva de fauna Pilanesberg, en Sudáfrica (en la imagen). “Son espacios menos turísticos, porque en ellos no se ve tanto”, precisa.
Foto: Juerg Schmidlin.
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La expansión por Australia. La llegada a Australia es, quizás, uno de los hitos menos conocidos de la expansión humana. Se cree que ocurrió hace unos 40.000 o 50.000 años, y que los colonos llegaron en barcas desde la actual Indonesia, aprovechando que, durante la última glaciación, el nivel del mar era mucho más bajo, y que Australia y Nueva Guinea formaban un único continente, llamado Sahul. Una vez desembarcados, fueron testigos de paisajes como el del parque nacional Uluṟu-Kata Tjuṯa (en la imagen), con sus impresionantes formaciones geológicas en el centro australiano, patrimonio mundial de la Unesco desde 1987. Hay investigadores que sostienen que las inmensas praderas y el predominio de eucaliptos y acacias, resistentes al fuego, podrían ser resultado de los incendios provocados por estos primeros pobladores prehistóricos.
Foto: Lisa Maree Williams.
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Un viaje hacia el norte de Europa. Dice Arsuaga que enfilar rumbo al norte, como hizo el homo heidelbergensis hace medio millón de años, durante su expansión por Europa, es lo mismo que subir una montaña en cuanto a pisos de vegetación que salen al paso: mediterránea, caducifolios, pino, taiga o tundra. Así, nuestros ancestros avanzaron desde el bosque atlántico, en Cantabria, a los bosques mixtos del centro de Europa, y a los de coníferas (en Suecia o Finlandia). Como paisajes destacados, el paleontólogo se queda con dos bosques mixtos: el bosque de Białowieża, entre Polonia y Bielorrusia, último reducto del bisonte europeo; y, como nota provocadora, Chernóbil: “Hoy por hoy el mayor espacio natural del Viejo Continente”, por el pequeño gran detalle de que no viven seres humanos.
Foto: Alex Ugalek.
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La estepa-tundra de la última glaciación. Hace 50.000 años, el planeta vivió su última glaciación y las cosas se pusieron feas para los neandertales, que ya vivían en Europa, y para el homo sapiens, que empezaba a llegar. Hacía mucho frío, y dominaban los grandes glaciares. Nuestros ancestros sobrevivían como podían en paisajes de tundra y estepa, donde el mamut lanudo, el rinoceronte lanudo o el reno convivían con antílopes, caballos o bisontes. La tundra-estepa es un paisaje árido, de musgos, líquenes, hierbas y arbustos bajos, sin árboles, como el desierto de Gobi, en Mongolia.
Foto: Dmitry Molchanov.
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América, de punta a punta. La gran expansión por América data de hace unos 13.000 años y, como paisaje representativo de ella, Arsuaga propone la Patagonia y Tierra de Fuego (Argentina y Chile), en el extremo sur del continente. “En África y en Euroasia habíamos coevolucionado con la fauna, y esa es la razón de que allí siga existiendo megafauna”, explica. Sin embargo, en Australia y en América vivían elefantes, mamuts, perezosos gigantes, que se extinguieron coincidiendo con la llegada del hombre; también con un cambio climático, ya que nos situamos en el final de la glaciación. “Soy de la opinión de que influyó todo, pero que fueron los seres humanos”, defiende quien, en 2014, organizó, junto al naturalista Carlos de Hita, una muestra de los paisajes sonoros que nos han ido acompañando desde nuestros inicios. “Ha sido, probablemente, la única exposición en la historia que ha tenido lugar con la luz apagada”, dice muy serio.
Foto: Zoonar GmbH.

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La foto tomada por Víctor Huertas captura a la profesora Jodie Rummer, de la Universidad James Cook, en Australia, liberando un tiburón de punta negra recién nacido (Carcharhinus melanopterus) en Mo'orea, Polinesia Francesa, tras etiquetarlo y tomar sus datos biométricos.
Estos escualo suelen encontrarse en aguas poco profundas y, por lo tanto, están muy expuestos al aumento de las temperaturas y a la disminución de las concentraciones de oxígeno. El equipo de Physioshark están estudiando los desafíos que enfrentan los tiburones recién nacidos en condiciones ambientales que cambian rápidamente.
La profesora Rummer y sus estudiantes hasta ahora han podido demostrar cómo, a pesar de la carga que el cambio climático está imponiendo en la fisiología de los tiburones jóvenes, estos muestran una resistencia excepcional a estos cambios, dando a los científicos la esperanza de que podrán adaptarse a un calentamiento oceánico global."
Foto: Víctor Huertas.
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La humanidad puebla la Isla de Pascua. Durante la Edad Media europea (siglos V al XV) se fueron poblando Hawái y demás islas de la Polinesia, en el Pacífico. La Isla de Pascua, con forma de triángulo rectángulo, volcanes, costa escarpada e imponentes moáis, fue el último territorio del planeta en ser colonizado. Pertenece a Chile desde el siglo XIX. “Ya solo queda deshabitada la Antártida”.
Foto: Pablo Cozzaglio.
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Atacante aéreo.
“Las fragatas son aves que exhiben un comportamiento conocido como cleptoparasitismo: es decir, acostumbran a robar comida en lugar de atraparla por sí mismas. Persiguen y acosan a otras aves marinas hasta que arrojan su alimento y emplean su destreza acrobática para atraparla antes de que toque el agua. Esta fragata pelágica -Fregata minor- estaba acosando a una gaviota de las Galápagos -Creagrus furcatus- que cuidaba a su polluelo en el nido. La persiguió mar adentro en un intento de robarle la comida, pero la gaviota la esquivó y regresó. "Me perdí la acción la primera vez, pero estaba listo para la segunda oleada del ataque".
Foto: Claire Waring.
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Amor maternal.
“El vínculo más fuerte de la naturaleza. Una gaviota de cola bifurcada cuida de su pollo en la isla Plaza Sur".
Foto: Martin Narvaez.
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Lava Cactus Santiago.

“El cactus de lava de las Galápagos, conocido científicamente como Brachycereus nesioticus, es una especie única y endémica del archipiélago. Se trata de un pequeño cactus de lento crecimiento y con forma redondeada o columnar. Por lo general, alcanza alturas de aproximadamente 1 a 2 metros, aunque en algunos casos puede crecer más. El cactus tiene un aspecto único, con numerosas espinas que cubren su superficie que ayudan a protegerlo de los herbívoros. Además, puede tolerar temperaturas extremas, fuertes vientos y bajos niveles de precipitación y posee unas raíces poco profundas que se extienden para absorber el agua de la superficie y utilizar de manera eficiente la humedad limitada disponible en los suelos volcánicos”.
Foto: Charles Schinner.
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“Una iguana marina nada sin aparente esfuerzo durante su camino de regreso a tierra tras alimentarse en la piscina protegida de Concha De Perla, en la Isla Isabela. Estaba nadando peligrosamente cerca de unos leones marinos, los cuales hubieran gustado de jugar su juego habitual de morderle la cola. Pero esta iguana logró regresar a tierra sin molestias para la importante tarea de calentarse en una roca."
Foto: Dan Shipp.
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Ciudadanas respetuosas de la ley.
"Tomé esta foto mientras observaba la rutina matutina de una familia de lobos marinos en el muelle. Resultó muy gracioso comprobar como estos empleaban el paso de cebra de forma brillante".
Foto: Catherine Lu.
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El fotógrafo Barry Crosthwaite tomó esta increíble fotografía en el desierto de Namibia, en la zona de Sossusvlei. A los pies de una enorme duna de arena, un solitario árbol de espinas de camello (Vachellia erioloba) es eclipsado por el paisaje. Esta especie arbórea es nativa de las zonas áridas del sur de África y puede crecer hasta alcanzar los 17 metros de altura.
Foto: Barry Crosthwaite.
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Llévame a casa.
En esta fotografía, los equipos de apoyo trabajan para asegurar la nave espacial SpaceX Dragon Endurance a bordo de un barco de recuperación, después de su amerizaje en el Golfo de México, frente a la costa de Florida, el pasado 12 de marzo.
Este momento supone la vuelta a casa de los miembros de la Expedición 70: Jasmin Moghbeli (NASA), Andreas Mogensen (ESA), Satoshi Furukawa (JAXA) y Konstantin Borisov (Roscosmos), que regresaron después de casi 6 meses en el espacio, en la Estación Espacial Internacional.
Foto: Joel Kowsky.
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Cinco deditos.
Este pequeño es un colobo rojo de Zanzíbar (Piliocolobus kirkii), una especie endémica de la isla de Unguja, en Zanzíbar, Tanzania, que actualmente se encuentra en peligro de extinción, según la Lista Roja de la IUCN.
Una de las mayores curiosidades de este animal, es que su nombre -colobo- proviene del griego y significa "mutilado". Se le denominó así porque se echaba en falta en él, algo que el resto de primates sí tiene. Observa detenidamente la imagen, ¿Lo ves?
El colobo no tiene pulgares desarrollados. Para salvar esta carencia, el resto de dedos son muy largos y les permiten formar ganchos para trepar y colgarse de las ramas.
Foto: JanMiko.
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Montaña brumosa.
"Desde la cima de una gran estructura al este de la isla Isabela conocida como Ballena, la vista abarca grandes distancias. Mirando más allá de un vasto campo de lava ya cicatrizado y a través de una gran extensión de océano, una isla imponente sobre la que flotaba pacíficamente una hermosa nube se asienta en el horizonte".
Foto: Fisher Houston.
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Estado transitorio.
La vida de la doncella tímida (Melitaea didyma) empieza en un huevo que, después, eclosiona en una larva hambrienta. Durante un tiempo se dedicará a alimentarse y crecer, y tras varias mudas, la larva alcanzará su tamaño máximo. A esta fase le sigue la formación de la crisálida, la metamorfosis y el renacimiento de este insecto en forma de mariposa.
Pero ojo, porque aunque su estado larval sea transitorio, también es importante para los ecosistemas. Las larvas de mariposa -como la que aparece en esta fotografía- se alimentan generalmente de hojas e influyen directamente a la estructura y la composición de la comunidad vegetal. Además, las orugas menos afortunadas sirven de alimento a los depredadores, contribuyendo así a la cadena trófica.
Foto: Guy Edwardes.
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Mooringsport, Louisiana. Estados Unidos.
Esta pintoresca escena recordaba a los oscuros bosques profundos en una historia de Tolkien. Muestra los diferentes tonos de la caída de las hojas en el fondo yuxtapuestos con la quietud de los reflejos en el agua. El fondo gris presentaba un estado de ánimo misterioso a la imagen, mientras que el follaje brillante y nítido competía por la atención.
Foto: Nayana Rajesh.
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