No sé, tal vez, seamos nosotros los que hemos perdido el principio de realidad. Este señor, como buen gestor de ciertos intereses, nos adelanta el futuro. Hay que agradecerle la honestidad. Nos viene a decir que esto de la propiedad, en asuntos de movilidad, es poco menos que un dislate propio de otros tiempo. Ese principio, la propiedad, sobre el que descansan los sacrosantos y fundamentales valores constitucionales de las modernas democracias -es un apriori del que cuesta desprenderse- resultan en este nuevo mundo de las app poco menos que una idea reaccionaria. Pero no es una sorpresa, el concepto de propiedad no puede entenderse sin el de desposesión. El origen del moderno e industrial desarrollo occidental es producto más de éste que de aquel. La desposesión de la propiedad es condición necesaria para el desarrollo de eso que se llama revolución industrial.
Que nos proponen, el prorrateo asociado al hecho biológico. El fin de la propiedad en asuntos de movilidad, y la concentración de esa propiedad en unas pocas manos, en realidad una sola con diferentes nombres, dedicada a ese mercadeo. Lo llaman servicio, no derecho. Es fundamental la diferencia. Un servicio, así a lo loco, es un contrato privado, un derecho es un principio rector garantizado por un poder público. Uno es privado, dependerá de tus recursos, el otro es colectivo y solidario. No entraré en detalle sobre uno y otro, sólo señalar que sin propiedad, sin capacidad, como dirían los clásicos liberales, de producir e intercambiar en el mercado uno está más cerca de ser un esclavo que un ciudadano. De hecho el mismísimo Kant no consideraría ciudadano, un sujeto con derechos, a todo aquel que sólo dependiera de sus manos para proveerse de los recursos necesarios para su sostenimiento. En cualquier caso, lo cierto es que se llegó, en un momento histórico, a un cierto acuerdo para compatibilizar ambas cosas mediante la garantía pública de los derechos que otorgan carta de ciudadanía. Un consenso producto, como no, del conflicto en el que ciertas cosas pasaron a ser propiedad pública. La idea no es mala, en realidad es bastante buena, nos saltamos a Kant, Smith, etc... y damos por bueno esos principios liberales sobre los que descansa todo el discurso "moderno". Obviamente este consenso se rompió en los años 70, y desde esa fecha nos van preparando para acabar con los servicios públicos que nos garantizan ciertos derechos. No hay que ser muy avispado para verlo, digo yo. Ya la gestión de lo público lo dejamos para otro lugar, sólo decir que poner a los zorros a cuidar las gallinas no es tan buen idea.
La ciudad. Es cierto lo que dice Pere Navarro, pero no es nada nuevo. Lo que es nuevo es asociar el modelo de desarrollo urbano con la concentración de la propiedad móvil. Que la ciudad, que la metrópoli, se ha convertido en un leviatán es algo que salta a la vista. Su desarrollo pasó de ser la medida del hombre a la del automovil. El gigantismo era inevitable dadas las necesidades de concentración humana y empresarial necesarias para como estaba planeado el crecimiento económico.
Para no extenderme mucho más, que esto ya empieza a ser insoportable. Pere Navarro es un buen gestor, no se debe cuestionar su transparencia, la cuestión es, en este caso concreto, para quién está trabajado.
Yo, que soy un rojo malvado,y visto lo que se viene, me sorprendo defendiendo, como última trinchera, los principios del liberalismo clásico. Ojiplático estoy.