Con la perspectiva 45 años después de obtener el primera licencia para conducir motocicletas, me creo autorizado para realizar una reflexión respecto al sentido que tiene ir levantando la mano, a diestro y siniestro, cada vez que nos cruzamos con un colega motero.
En los años 40, y 50, durante la posguerra española, la moto era un instrumento de trabajo y transporte, y bastante tenían nuestros padres y abuelos en tirar “palante”. Es a partir de los años 60 cuando se generaliza el uso de la motocicleta como actividad de ocio, y como tal es motivo de alboroto cuando te cruzabas –pocas veces- con un colega motero. Desde hace años, y afortunadamente para todos son tantísimos los moteros con los que te cruzas a diario que, al menos en mi caso, terminas aburrido de tanta manita. Yo sinceramente levanto la mano cada vez menos, y si lo hago es más por educación que por sentimiento motero, reservando el saludo a los raros cruces y por carreterillas locales (que son las que me hacen disfrutar de la conducción) de las serranías de Cuenca, Guadalajara, Soria, Teruel, Castellón, como más cercanas a mi lugar de residencia en Madrid.
Os voy a contar una experiencia personal
Hace un par de años yendo a Pingüinos, un colega que me acompañaba sufrió una indisposición, circulábamos por la carretera de la Coruña, y en una de las largas rectas de la provincia de Valladolid, mi colega va disminuyendo la velocidad inesperadamente, da algún bandazo, y termina colisionando con el guarda raíl de nuestra derecha (afortunadamente casi en parado y sin consecuencias para su integridad física) en esto que se queda desmayado, y con su Harley atrapándolo, yo que marchaba detrás, paro a socorrerle (sin entender que había pasado) y como no tenía fuerzas suficientes para rescatarle entre los hierros del guarda raíl y su moto, hago gestos ostentosos con el fin de pedir ayuda. Pues bien, a pesar de ser decenas las motos que pasaban (recordar cita a Pingüinos) NO PARÓ NADIE, y cuando digo nadie, es nadie, y era una larga recta en la que se nos veía a kilómetros. Al cabo de unos minutos para un automóvil que nos socorre, y minutos después (avisados por el conductor del auto) la Guardia Civil, por cierto, y como siempre que los he necesitado, con un comportamiento ejemplar, incluso cariñoso. Desde entonces he perdido la fe a una supuesta solidaridad motera.
Ahora una anécdota graciosa, para quitar dramatismo al asunto. El otro día (y por eso me he acordado del episodio anterior) cenando con unos amigos, uno de ellos me suelta:
- Menuda gentuza los motoristas, tu te crees que me arrimo a la cuneta para dejar pasar a uno en una zona de curvas, y me lanza una patada, como queriendo echarme de la carretera.
- A lo que yo replico, noooo, se trataba de un saludo motero porque posiblemente no podía soltar las manos del manillar.
- Haa bueno, me quedo más tranquilo.
A pesar de todo lo dicho, ráfagas para todos.