Leído en una web de moteros custom.
ENERGÚMENO PUBLICA EN DIARI DE GIRONA 21 Jun 2014 09:34
tenemos que bombardear al periódico con mensajes de reprobación sobre el artículo de este "señor"
El motorista
Como una especie de premonición extraña, primero nos llega el ruido, un chasquido doloroso y estéril, un estruendo que conmueve las entrañas y nos obnubila la vista con un velo de odio irreconciliable. Después el motorista pasa veloz, seguro con cara de satisfacción tras el impenetrable muro de su casco integral. Va dejando el ruido atrás, al igual que los caballos antiguamente iban cagando estiércol por el camino.
El motorista es como una especie de caballero negro que impone a su destino cabalgando sobre la potencia de un motor de explosión. Probablemente sus genitales-los de él o los de ella-se excitan con el rumor de las bielas y las cadenas de transmisión y se hinchan como las ruedas en contacto con el asfalto. El motorista es un dios de la carretera, él impone las normas y marca su territorio con efluvios de gasolina quemada. La velocidad es su religión y la cerveza su rito de comunión.
El motorista pasa por donde no ha osado pasar a nadie, atraviesa líneas continuas, se mofa de los Estopa y los semáforos, levanta polvaredas entre los árboles y si es necesario pasa por las aceras. Después levanta la rueda delantera con el orgullo irreprimible de los vencedores o de los ángeles vengadores, mientras se deja contemplar por el resto de mortales que, asombrados, parecen una hilera de tornillos bover.
De vez en cuando alguno de ellos queda en el camino con la sonrisa agrietado bajo las ruedas de un camión o con el cuello retorcido entre las barandillas de un muro, pero nadie les llora porque se sabe que es parte de su oficio. El motorista siempre cae en acto de servicio y sus compañeros luego le llevan flores que irán marchitando rápidamente. Deberíamos levantar entre todos un monumento al motorista desconocido, como símbolo y metáfora de una sociedad sin valores, sin objetivos y sin destino.
ENERGÚMENO PUBLICA EN DIARI DE GIRONA 21 Jun 2014 09:34
tenemos que bombardear al periódico con mensajes de reprobación sobre el artículo de este "señor"
El motorista
Como una especie de premonición extraña, primero nos llega el ruido, un chasquido doloroso y estéril, un estruendo que conmueve las entrañas y nos obnubila la vista con un velo de odio irreconciliable. Después el motorista pasa veloz, seguro con cara de satisfacción tras el impenetrable muro de su casco integral. Va dejando el ruido atrás, al igual que los caballos antiguamente iban cagando estiércol por el camino.
El motorista es como una especie de caballero negro que impone a su destino cabalgando sobre la potencia de un motor de explosión. Probablemente sus genitales-los de él o los de ella-se excitan con el rumor de las bielas y las cadenas de transmisión y se hinchan como las ruedas en contacto con el asfalto. El motorista es un dios de la carretera, él impone las normas y marca su territorio con efluvios de gasolina quemada. La velocidad es su religión y la cerveza su rito de comunión.
El motorista pasa por donde no ha osado pasar a nadie, atraviesa líneas continuas, se mofa de los Estopa y los semáforos, levanta polvaredas entre los árboles y si es necesario pasa por las aceras. Después levanta la rueda delantera con el orgullo irreprimible de los vencedores o de los ángeles vengadores, mientras se deja contemplar por el resto de mortales que, asombrados, parecen una hilera de tornillos bover.
De vez en cuando alguno de ellos queda en el camino con la sonrisa agrietado bajo las ruedas de un camión o con el cuello retorcido entre las barandillas de un muro, pero nadie les llora porque se sabe que es parte de su oficio. El motorista siempre cae en acto de servicio y sus compañeros luego le llevan flores que irán marchitando rápidamente. Deberíamos levantar entre todos un monumento al motorista desconocido, como símbolo y metáfora de una sociedad sin valores, sin objetivos y sin destino.