Lo lamento pero, a pesar de que no me crea, lo que usted escribe no es más que un cóctel de tópicos y lugares comunes del pensamiento único. No se si ha dado cuenta pero su "protesta" lo único que hace es confirmar paso a paso el texto al que replica.
Yo no estoy tan seguro como usted del "fin de la historia". Envidio, sinceramente, aunque me parece aburrido y poco estimulante, esa capacidad para instalar certezas de otros fosilizadas en la cabeza. Así que, para hacer más entretenida la velada en la barra del bar, voy a contar una vieja historia como respuesta. Tal vez no le interese pero le aseguro que en su tiempo generó sudores fríos, noches sin dormir y alguna crisis espiritual en algunos de los "grandes" hombres de la época.
Un tipo, allá en la Inglaterra del siglo pasado se fue a emprender a Australia. Era un tipo previsor y se llevo todo lo necesario para montar una gran empresa: la maquinaría, materias primas, dinero para sortear los costos durante los primeros meses de producción, y los obreros cualificados necesarios. También pensó que necesitaría reproducir la mano de obra, así que embarcó a las familias de "sus" trabajadores. Y llegó a esas tierras vírgenes encantado de su talento, emprendimiento, y de no haber olvidado nada de nada para emprender el proceso natural en el que, tal y como le habían contado los hombres más talentosos de Inglaterra, consistía el capitalismo. Pero al desembarcar los obreros desaparecieron en las tierras vírgenes y los bosques. Y el emprendedor se quedó con su materias primas, su maquinaria y su dinero pudriéndose en la arena de la playa.
El problema del emprendedor llegó al parlamento británico. Se discutió en interminables sesiones por qué un hombre tan avispado y juicioso había fracasado. Algunos plantearon que se olvidó, a pesar de sus previsiones, de llevar a la policía o el ejercito para hacer cumplir los contratos firmados. Otros aseguraron que faltó la guía espiritual de doctos hombres de la iglesia. Más no llegaban a acordar por qué si se trasladaban todas las partes del sistema éste no terminaba de funcionar de forma natural..
Qué olvidó llevar el emprendedor? se olvidó la cosa más importante, llevar lo que hace que la relación de producción sea capitalista. Se olvidó algo que no se ve: la estructura. Se olvidó lo que hace que el obrero sea obrero. Y vaya, por fín, un tipo llamado Gibbon Wakefield, nadíe más lejos de un buenista progre de la época, cayó en la cuenta de que habían olvidado llevarse eso, lo más importante, la estructura de relaciones de producción, aquello precisamente que hace obrero al obrero que es carecer de medios de producción para satisfacer sus necesidades materiales Lo que hace al obrero obrero es ser expropiado de la propiedad y sólo poder vender la fuerza de su trabajo para sobrevivir. Gibbon entendió que "su sistema económico" no se sustentaba en ninguna clase de proceso natural de libres intercambios de mercancías en un mercado. Comprendió que para sostener ese sistema era vital disponer de personas sin más propiedad que su fuerza de trabajo.
Edward, que como ya he dicho era un hombre del sistema, no necesitó repasar la historia forzada de desplazamientos y expropiación de las tierras de los campesinos en inglaterra para entender cómo y por qué esos campesinos se convirtieron en obreros. Gibbon carecía de escrúpulos y veía con claridad y sin prejuicios morales qué era lo que convenía a los suyos. Se le podría acusar de muchas cosas, de hecho en su época así fue, pero no de actuar con desvergúenza o falsedad descaradas. Gibbon no creía en la cooperación, no le interesaba especialmente cómo y por qué había evolucionado nuestra especie. Pensaba, como muchos de su época, que todo era una lucha de individuos, y los equilibrios se producían gracias a la derrota, en los años 30 algunos se empeñaron en llevar estas ideas hasta el final, de los débiles por los fuertes. Pero no se le puede reprochar ignorancia o falta de curiosidad. No disponía de acceso a los conocimiento actuales en neurociencia, antropología o, por decir algo, historia. Era basicamente un hombre de su época, la más pura expresión de un sistema que comenzaba a rodar.