Día 7: Vanarasi
Hoy vamos a pasear de nuevo esta ciudad tan sagrada para los hindúes… quiero volver a algunos sitios que he sentido especiales… quiero recorrer los rostros de esta sociedad arraigada en una mezcla de tradiciones milenarias y una fuerte adhesión a sus rituales tradicionales.
Regresamos al ghat de la muerte. Para mí, Manikarnika, es el ghat más impactante, es el lugar donde se incineran la mayoría de los cadáveres en Varanasi. Los hindúes creen con devoción que la cremación a orillas del Ganges los liberará del ciclo de la reencarnación.
El aire en Manikarnika huele a leña húmeda y sándalo… un perfume denso para el tránsito a la eternidad. Frente al río, se apilan las piras: camas de madera con cuerpos amortajados en telas de vivos colores y collares de caléndulas que están a la espera de que las llamas purifiquen sus almas. Los portadores, envueltos en un silencio solemne, bajan el cuerpo purificado hasta el Ganges por última vez.
El hijo, afeitado y vestido de blanco, compra el fuego sagrado, custodiado por la llama eterna del templo de Shiva. Comienza el ritual de las cinco vueltas, un tributo a los elementos que pronto liberarán el espíritu.
Se coloca al difunto sobre la pira y se enciende el fuego. La llama, al principio tímida, devora la ofrenda con rapidez. El humo asciende en volutas gruesas, como mensajero que guía el alma para no regresar.
Es una escena cruda, despojada de artificios, donde la muerte se acepta como la liberación suprema.
Las familias observan con una mezcla de dolor sereno y aceptación ante el ciclo de la vida y la muerte, donde las cenizas regresan al agua purificadora. Es un rito ancestral de despedida que me impacta por su inmediatez y el profundo sentido de lo efímero. Presenciar una cremación allí es entender, de golpe, la esencia de su fe y la resignación hindú… ni un llanto ni una mujer… solo hombres.
Salimos del ghat ensimismados… sin entender esa ausencia de dolor, la normalización de la muerte… esparcir las cenizas al Ganges como parte de ese final austero…
Pronto empezamos a mezclarnos en el ambiente… comienza a llover con fuerza, pero el jolgorio de sus festivales al dios con cara de mujer “Shiva”, la música elevada y las llamativas tiendecitas locales nos invitan a mojarnos, a vivir el presente… a caminar y soñar hasta que la noche nos pilló paseando…
