Cierto el cocido maragato en Astorga, pero joe, ¿en verano?.
Dices tú de verano.
Hace un par de años, a principios de mayo, recibí la visita de un colega de fábrica de USA, Salt Lake City para más señas. Este tipo bonachón con su barriga cervecera aumentada por kilos de hamburguesas, me pidió de ir a un restaurante típico de Madrid, quería probar la cocina de aquí.
Ni corto ni perezoso, le llevé a un restaurante cuya especialidad es el cocido que se hace en vasijas de barro cocido a fuego lento en brasas que están a la vista del respetable. Yo no pensaba comer cocido, de hecho es que no esperaba que lo tuviesen porque con los calores que ya se sufrían en Madrid, la cosa no apetecía en absoluto y pensé, de hecho, que el restaurante ya lo había retirado del menú hasta la próxima temporada invernal.
Mi colega bonachón y de buen comer, se fijó en el asunto de las vasijas de barro cociendo raciones individuales de cocido madrileno y entoneces, me preguntó: What is this, Carlos? Pues una cosa bien rica, le dije, y le comenté lo típico que resultaba esa comida en Madrid y lo bien que lo preparaba ese restaurante en particular. Fui sincero y le advertí de que era un poco fuerte para la época del año y los calores que apretaban. Pero a la voz de Tipical Spanish, mi colega el bonachón no osó resistirse y se adentró en el comer de tan pesado plato.
Con la sopa fue capaz de no sudar demasiado, pero cuando llegaron los garbanzos, ya no pudo aguantarse más y las gotas de sudor se acumulaban en su calva frente se agruparon en número tal que las gotitas se unieron una con otra produciendo una más grande y otra más, hasta que no resistían la fuerza de la gravedad y se empezaron a deslizar en chorritos calientes por toda su frente y de ahí a la nariz. El amigo, que se calzaba un bigote a lo Nietche, ya no sabía si pedir vino, o un vaso de agua con hielo para bajar la temperatura de tan suculenta ingestión, eso sí, echándoselo por la nuca que dentro del estómago la diferencia de temperatura algo parecido a un corte de digestión le podría dar, pero en el cuello la bajada de grados se antojaba más que beneficiosa.
Mi amigo el bonachón se fue agradecido por la invitación y escarmentado por no haber seguido mi recomendación de tomar algo más ligero que aquel cocido madrileño que ya forma parte de sus recuerdos.
Y es que como decía la película, basada en el libro de Federico Trillo: "Los cocidos no son para el verano"