miquel-silvestre
Curveando
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Abro este post sobre el libro de viajes por África Un millón de piedras para ir informando a los foreros sobre presentaciones, puntos de venta, reseñas y demas cuestiones relacionadas con su distribución y publicidad. Al mismo tiempo, deseo que este hilo se convierta en campo abierto a los comentarios y las críticas, incluso las acerbas, sobre algo que ya no es mío sino de cada uno de sus lectores.
Mi experiencia como escritor de novelas y relatos, y también como lector, me ha enseñado cosas valiosas respecto a la experiencia lectora. El texto deja de estar en poder del autor desde el momento en que lo manda a su editor. A partir de ese momento, cada nuevo lector lo hace suyo y lo vive de modo diferente según su propia personalidad. O sea, el libro se reconstruye en cada uno de los que lo leen. Lo hace de su completa propiedad, para bien o para mal.
Tuve la constatación máxima de este fenomeno con mi libro de relatos Dinamo estrellada. Hay alli más de 50 relatos. Pues bien, no he encontrado a dos lectores que coincidan en sus preferidos, ni en los que menos les gustaron. Cada cual otorga su propia voz, color, tono, temperatura a personajes, situaciones, descripciones o lugares. Esa es la magia de leer. Sinceramente deseo que prenda en muchos de vosotros.
Lo primero que quiero explicar sobre la génesis de Un millón de piedras es que es un libro de viajes, algo que parece obvio, pero es sobre todo un viaje espiritual entre dos personas muy diferentes.
Entre este Miquel Silvestre
Y este otro
Y os aseguro que la diferencia no está solo en los kilómetros recorridos. La mayor diferencia no es el grado de felicidad de uno u otro o la experiencia que atesore el sucio frente al limpio. La verdadera frontera entre ambos es que el que está debajo del camión con el mauritano anónimo sabe de verdad lo que quiere en la vida. El otro, el del reloj bueno y la corbata, estaba más perdido que un pulpo en un garage.
Y ahora al grano. Un millón de piedras contiene 14 países africanos. Voy a ir dejando en este post pequeñas pinceladas de ellos asi como fotos que no han entrado en el libro.
Empezaremos por el principio. Me salió la oportunidad de viajar gratis a Nairobi y pensé, ¿por qué no mirar si hay una moto disponible para darme una vuelta? Me habian pagado 6000 euros como indemnizacion por un accidente de trafico que me dejo sin codo, asi que... me fui a Kenya sin haber comprado un mapa, una guia o haber leido un blog de viajes.
KENYA
Nairobi es la gran ciudad de África del Este. Interracial y caótica. De calor asfixiante todo el año pues en el Ecuador no existe el invierno o el verano, solo la estación seca y la húmeda. Llegué a punto de comenzar las lluvias y el bochorno dificultaba incluso pensar. Pero la urbe me encantó. Divertida y criminal, paupérrima y excesiva, todo lo importante de África del Este sucede allí. Es por ello paso obligado y lugar de encuentro para los viajeros que recorren el continente. La mayoría se reúnen en el jardín de Jungle Junction, una casona situada en un barrio residencial poblado por diplomáticos blancos y comerciantes hindúes, la casta dominante en Kenya. El negocio es propiedad de Christofer Handschub. Antiguo mecánico de BMW, ofrece alojamiento asequible, posibilidad de acampar, y lo más importante, fiables reparaciones en los vehículos de los trotamundos antes de que se adentren en la jungla. “Esto es África”, comenta antes de afrontar una avería con los medios más simples. Le he visto reparar un amortiguador delantero de una GS 1200 con alambre y un trapo. Más allá de sus puertas, empieza el reino de lo imprevisible y de la falta de repuestos. Cuenta que llegó al Polo Norte en una moto con sidecar; nadie sabe si es cierto o no, pero qué importa eso si los viernes organiza unas estupendas barbacoas.
El mercado local de motocicletas no es muy amplío. Hay un concesionario de KTM y de Yamaha, pero sólo tenían prohibitivas motos nuevas. Todo lo importado es carísimo. Lo que había de segunda mano era chatarra a precios de escándalo. Pero yo tenía ya los ojos puestos en una novia desde antes de llegar. Fue Christofer quien me consiguió la BMW R80/GS del año 92. Le había escrito un correo desde España preguntándole por las que había disponibles. Tenía dos en venta, una KLR con matrícula de Sudáfrica y la BMW con placas de Kenya. Estas diferencias son importantes a la hora de cruzar fronteras. Con la sudafricana resultaba más fácil regresar, con la kenyata era más complicado alejarse sin carne du passage, documento que no podía conseguir pues yo no tenía residencia en el país. Pero fue amor a primera vista. Mientras la Kawa había hecho un durísimo viaje, la BMW había sido importada de Alemania y el dueño, el jefe de la radiotelevisión germana en Nairobi, apenas la había usado. Lucía como nueva y pedía 3500 euros. Una completa ganga teniendo en cuenta su estado y el lugar donde se encontraba.
Tras una puesta a punto, salí a probarla hacia el norte, en dirección a la línea del Ecuador, la cual crucé dos veces mientras rodeaba la inmensa mole del Monte Kenya y el parque nacional de los Aberdares. En cuanto salí de la ciudad comprobé que las carreteras africanas son un infierno. Baches, polvo y vehículos humeantes que sólo respetan una ley: la del más grande. Hay gente por todas partes. A pie, en bicicleta, en microbuses, en coches, en camionetas, en patinete, en todo aquello que se pueda mover sin importar lo viejo, contaminante o peligroso que sea. Conducir en África supone un slalom continuo para evitar peatones, animales y agujeros profundos como piscinas.
Alrededor de la línea ecuatorial, el horizonte es selvático y la tierra ruge intensamente roja. Las plantaciones de te espolvorean de esmeralda las colinas. En Nanyuki los indígenas se apostan en la señal del Ecuador a la espera de turistas a los que hacer el numerito del sumidero de agua que gira al revés. Ni me molesté. Era más interesante mirar el abigarrado paisaje humano. En esta zona se situó el origen kikuyu de la revuelta Mau Mau contra el dominio colonial británico y en los días que la recorrí volvía a verse sumida en la violencia. Kenya es un crisol con más de cuarenta tribus. La mayoritaria es la Kikuyu, a la cual odian casi todos los demás. Los disturbios postelectorales del 2008 surgieron cuando tras el pucherazo del presidente Kibaki, kikuyu él, encerraron a un grupo de su etnia en una iglesia y le prendieron fuego. Otro grupo interesante es el de los Kalenji, del cual proceden todos los maratonianos. Pero, sin duda, la tribu más famosa es la Masai. Los señores de la sabana que habitan en un la zona fronteriza con Tanzania. El dios que todo lo creó les concedió la propiedad de todos los rebaños. Al menos eso dicen para justificar sus robos. No sometidos a estado alguno, cruzan las fronteras sin pasaporte.
Por cierto, el libro creo que ya está disponible ademas de en 2tmoto en Libro Motor, Altair o Libros de Viajes (Serrano, Madrid)
Mi experiencia como escritor de novelas y relatos, y también como lector, me ha enseñado cosas valiosas respecto a la experiencia lectora. El texto deja de estar en poder del autor desde el momento en que lo manda a su editor. A partir de ese momento, cada nuevo lector lo hace suyo y lo vive de modo diferente según su propia personalidad. O sea, el libro se reconstruye en cada uno de los que lo leen. Lo hace de su completa propiedad, para bien o para mal.
Tuve la constatación máxima de este fenomeno con mi libro de relatos Dinamo estrellada. Hay alli más de 50 relatos. Pues bien, no he encontrado a dos lectores que coincidan en sus preferidos, ni en los que menos les gustaron. Cada cual otorga su propia voz, color, tono, temperatura a personajes, situaciones, descripciones o lugares. Esa es la magia de leer. Sinceramente deseo que prenda en muchos de vosotros.
Lo primero que quiero explicar sobre la génesis de Un millón de piedras es que es un libro de viajes, algo que parece obvio, pero es sobre todo un viaje espiritual entre dos personas muy diferentes.
Entre este Miquel Silvestre

Y este otro

Y os aseguro que la diferencia no está solo en los kilómetros recorridos. La mayor diferencia no es el grado de felicidad de uno u otro o la experiencia que atesore el sucio frente al limpio. La verdadera frontera entre ambos es que el que está debajo del camión con el mauritano anónimo sabe de verdad lo que quiere en la vida. El otro, el del reloj bueno y la corbata, estaba más perdido que un pulpo en un garage.
Y ahora al grano. Un millón de piedras contiene 14 países africanos. Voy a ir dejando en este post pequeñas pinceladas de ellos asi como fotos que no han entrado en el libro.
Empezaremos por el principio. Me salió la oportunidad de viajar gratis a Nairobi y pensé, ¿por qué no mirar si hay una moto disponible para darme una vuelta? Me habian pagado 6000 euros como indemnizacion por un accidente de trafico que me dejo sin codo, asi que... me fui a Kenya sin haber comprado un mapa, una guia o haber leido un blog de viajes.
KENYA
Nairobi es la gran ciudad de África del Este. Interracial y caótica. De calor asfixiante todo el año pues en el Ecuador no existe el invierno o el verano, solo la estación seca y la húmeda. Llegué a punto de comenzar las lluvias y el bochorno dificultaba incluso pensar. Pero la urbe me encantó. Divertida y criminal, paupérrima y excesiva, todo lo importante de África del Este sucede allí. Es por ello paso obligado y lugar de encuentro para los viajeros que recorren el continente. La mayoría se reúnen en el jardín de Jungle Junction, una casona situada en un barrio residencial poblado por diplomáticos blancos y comerciantes hindúes, la casta dominante en Kenya. El negocio es propiedad de Christofer Handschub. Antiguo mecánico de BMW, ofrece alojamiento asequible, posibilidad de acampar, y lo más importante, fiables reparaciones en los vehículos de los trotamundos antes de que se adentren en la jungla. “Esto es África”, comenta antes de afrontar una avería con los medios más simples. Le he visto reparar un amortiguador delantero de una GS 1200 con alambre y un trapo. Más allá de sus puertas, empieza el reino de lo imprevisible y de la falta de repuestos. Cuenta que llegó al Polo Norte en una moto con sidecar; nadie sabe si es cierto o no, pero qué importa eso si los viernes organiza unas estupendas barbacoas.

El mercado local de motocicletas no es muy amplío. Hay un concesionario de KTM y de Yamaha, pero sólo tenían prohibitivas motos nuevas. Todo lo importado es carísimo. Lo que había de segunda mano era chatarra a precios de escándalo. Pero yo tenía ya los ojos puestos en una novia desde antes de llegar. Fue Christofer quien me consiguió la BMW R80/GS del año 92. Le había escrito un correo desde España preguntándole por las que había disponibles. Tenía dos en venta, una KLR con matrícula de Sudáfrica y la BMW con placas de Kenya. Estas diferencias son importantes a la hora de cruzar fronteras. Con la sudafricana resultaba más fácil regresar, con la kenyata era más complicado alejarse sin carne du passage, documento que no podía conseguir pues yo no tenía residencia en el país. Pero fue amor a primera vista. Mientras la Kawa había hecho un durísimo viaje, la BMW había sido importada de Alemania y el dueño, el jefe de la radiotelevisión germana en Nairobi, apenas la había usado. Lucía como nueva y pedía 3500 euros. Una completa ganga teniendo en cuenta su estado y el lugar donde se encontraba.

Tras una puesta a punto, salí a probarla hacia el norte, en dirección a la línea del Ecuador, la cual crucé dos veces mientras rodeaba la inmensa mole del Monte Kenya y el parque nacional de los Aberdares. En cuanto salí de la ciudad comprobé que las carreteras africanas son un infierno. Baches, polvo y vehículos humeantes que sólo respetan una ley: la del más grande. Hay gente por todas partes. A pie, en bicicleta, en microbuses, en coches, en camionetas, en patinete, en todo aquello que se pueda mover sin importar lo viejo, contaminante o peligroso que sea. Conducir en África supone un slalom continuo para evitar peatones, animales y agujeros profundos como piscinas.

Alrededor de la línea ecuatorial, el horizonte es selvático y la tierra ruge intensamente roja. Las plantaciones de te espolvorean de esmeralda las colinas. En Nanyuki los indígenas se apostan en la señal del Ecuador a la espera de turistas a los que hacer el numerito del sumidero de agua que gira al revés. Ni me molesté. Era más interesante mirar el abigarrado paisaje humano. En esta zona se situó el origen kikuyu de la revuelta Mau Mau contra el dominio colonial británico y en los días que la recorrí volvía a verse sumida en la violencia. Kenya es un crisol con más de cuarenta tribus. La mayoritaria es la Kikuyu, a la cual odian casi todos los demás. Los disturbios postelectorales del 2008 surgieron cuando tras el pucherazo del presidente Kibaki, kikuyu él, encerraron a un grupo de su etnia en una iglesia y le prendieron fuego. Otro grupo interesante es el de los Kalenji, del cual proceden todos los maratonianos. Pero, sin duda, la tribu más famosa es la Masai. Los señores de la sabana que habitan en un la zona fronteriza con Tanzania. El dios que todo lo creó les concedió la propiedad de todos los rebaños. Al menos eso dicen para justificar sus robos. No sometidos a estado alguno, cruzan las fronteras sin pasaporte.

Por cierto, el libro creo que ya está disponible ademas de en 2tmoto en Libro Motor, Altair o Libros de Viajes (Serrano, Madrid)