Normalmente, como sabéis, cuando se produce un bollo grande, la chapa de lo que es justo el "bache" se estira. Es decir, si medimos con una cinta el diámetro del hueco y lo hacemos en recto, estirándola, mide menos que si vamos arrimándonos hacia adentro siguiendo la forma del hoyo, en redondo. Es por esto que al mismo tiempo que se intenta sacar el bollo, sea desde dentro empujando con algo o desde fuera tirando, hay que intentar volver a encoger la chapa hasta su medida anterior, o de lo contrario, en vez de quedar en su sitio, se hace un abultamiento hacia afuera. Vamos, que pasamos de tener un barranco a tener una cachiporra, que es como lo decimos en mi pueblo.
Los chapistas solucionan esta cuestión de diferentes formas según el sitio del porrazo y tal. Una de ellas es con martillos y tases, contrapesos, interiores pensados para ese fin, al tiempo que se va calentando con el soplete de forma sucesiva entre las tandas de martillazos.
Seguro que por ahí va los tiros de lo que decís. Lo que pasa es que, en principio, y quizás porque está poco explicado, parece imposible que tan solo calentando el material, que produce una dilatación, y aplicando frio después, que produce una contracción del metal, vaya a salir el bollo como por arte de magia. Y a mi me pasa lo que a vosotros, en principio parece demasiado sencillo para ser cierto, pero quien sabe, donde menos se espera salta la liebre.
De todas formas, lo que si es cierto es que cuando se producen abolladuras en la chapa, aparecen deformaciones de todo tipo que, en la mayoría de los caso, son imposibles de recuperar al completo, y por eso se vuelve tan necesaria la dichosa masilla.