Pues yo debo, entonces, ser de los pocos que han probado las dos motos antes de decidirme a comprar una de ellas.
En principio, mi idea era la RT. Siempre ha sido la RT. Llevo años enamorado de esa moto, y el que dos compañeros/amigos de salidas habituales la tuvieran, no ayudaba precisamente a cambiar de idea.
La Trophy era una gran alternativa, sin duda. Leí a Carlos_Ginger (que, por otro lado, es amigo de un buen amigo, y recibí sus impresiones también a través de esa vía), tuve la oportunidad de sentarme en ella en Pingüinos 2013, y finalmente pude probarla. Una moto fabulosa. Suave, potente, progresiva, ágil....Impresiona ver como puedes ir a 30 Km/h en segunda, subir de golpe hasta sexta e ir acelerando, sin una tos ni un mísero tirón, hasta los 160 Km/h (y más allá...), mientras zigzagueas entre el tráfico con dos personas a bordo. Notas como la sonrisa se te dibuja sin pensar debajo del casco, y la babilla resbala por la comisura de los labios. Sorprende que, a 120 Km/h, conductor y pasajero puedan ir hablando sin intercomunicador, gracias a su fantástica protección aerodinámica. Para ser franco, lo único que no me entusiasmó fue el sonido del motor. Demasiado...no sé como definirlo...¿eléctrico? Y como que "chillaba". A pesar de su potencia y progresividad, su sonido me daba poca sensación de "motaca" (que lo es).
Después probé la RT. Aunque en principio el concepto sea el mismo, la moto y la realidad son diferentes. El concepto puede ser similar, pero la forma de alcanzarlo, en una y otra moto, difieren en muchos aspectos.
Lo primero que te llama la atención, si nunca has probado un bóxer (como era mi caso), es que vibra, y vibra bastante. Por ese motivo, la primera toma de contacto se convierte en algo "peculiar". Hubo quién me dijo, antes de la prueba, que el bóxer lo amas o lo odias, pero no hay término medio. Creo que es cierto. La personalidad del bóxer es tal que no se parece a ningún otro motor. Es un bóxer, y punto. Mejor o peor que otros, pero con carácter propio. Lo cierto es que no cuesta mucho hacerse a él. Tienes que acelerarlo con alegría, pero si lo haces responde, y responde muy bien. Y ese sí: suena a moto, a "motaca".
En marcha la moto responde con suavidad, es mucho más ágil de lo que parece, la estabilidad es pasmosa, la facilidad de trazada en curva es sorprendente, y los frenos...vaya como frenan!! En esa primera prueba me encontré con un imprevisto que, con mi V-Strom, habría acabado con la moto y yo convertidos en "mascarón de popa" del coche que teníamos delante. Pero yo iba con una RT. Frené con decisión, y ella se detuvo con firmeza y presteza, con margen suficiente como para dejarme un tanto perplejo (hay que decir que la V-Strom no es precisamente una moto en la que los frenos destaquen, a no ser por carencia).
Finalizada la prueba no quedé decepcionado: puede que el bóxer y la moto sean peculiares...pero me gustan. Me gustan mucho, los dos.
Llegados a este punto había que tomar una decisión.
Puede parecer simple que la decisión la tomasen otros por mi: Triumph, o más bien su representación, el concesionario. ProEuropa (único concesionario Triumph en Madrid) es, quizá, de lo peor que yo he conocido. Profesionales mediocres y trato muy mejorable. Múltiples quejas por parte de conocidos y desconocidos: servicio técnico lamentable, atención al cliente pobre o inexistente, prepotencia... En mi caso, pedí precio de una Trophy que tenían de segunda mano, me contestaron que no tenían los precios disponibles en ese momento (¿?) y que me los mandarían al correo electrónico. Hoy, casi un año después, sigo esperando el precio de la moto. Es lo que tiene que sean únicos: si quieres, pasas por el aro, porque no te puedes ir a la competencia, a no ser que quieras que tu concesionario base esté a 200 Km. de tu casa.
Había que valorar: una gran moto, la Trophy, que cumplía mis expectativas, y con un precio bastante más contenido, versus otra gran moto, la RT, que también las cumplía, pero bastante más cara. Un único concesionario en los alrededores, con una mala reputación bastante contrastada, versus toda una red de concesionarios de los cuales desconozco la reputación, pero cuya cantidad me posibilita cambiar de uno a otro si las cosas no van como espero. Un motor nuevo, que sólo Triumph sabe tocar, versus un motor de 90 años, que cualquier profesional cualificado sabe tocar en media Europa.
Al final, poniendo todo en una balanza, ganó BMW, sobre todo porque yo utilizo la moto a diario, y no sólo para salidas esporádicas, y no puedo (ni quiero) depender de la arbitrariedad de un concesionario para disponer de mi moto, ya sea por revisión o avería.
Quizá haya tomado la decisión acertada...o no. Quizá haya elegido la mejor moto...o no. Eso lo dirá Cronos, que para eso le pagan.
Lo que sí es cierto es que resulta lamentable que la política (o la incompetencia) de una marca prevalezca sobre la valía de su producto. Eso sólo pasa en España...que para eso "is different" (y de que modo!).